Introducción
El 15 de octubre de 2017, luego de que el renom brado productor estadounidense Harvey Weinstein fuera acusado de abuso y acoso sexual, la actriz del mismo país Alyssa Milano (2017) tuiteó: “Si todas las mujeres que han sido sexualmente acosadas o abu sadas escribieran ‘yo también’ como estado, podría mos llegar a darle a la gente una idea de la magnitud de este problema”. Si bien esta acepción de la expre sión Me too había sido acuñada una década antes por la activista de derechos civiles Tarana Burke, el tuit de Milano viralizó el hashtag #MeToo, que animó a mujeres de todo el mundo a compartir sus historias como víctimas1 de abuso y acoso (Khomami, 2017). El uso del hashtag #YoTambién en el mundo hispano (Respers France, 2017), así como el #MosqueMeToo entre mujeres musulmanas (Sykes, 2018), entre otros, demostraron la ubicuidad de un problema que afecta a mujeres de todo el mundo en sus trabajos, en la calle y en ambientes educativos (Australian Human Rights Commission, 2018; Leach & Sitaram, 2007; Navarro-Guzmán, Ferrer-Pérez, & Bosch-Fiol, 2016; Oliver, 2011; Peoples, 2008). En Latinoamérica en particular, distintos estudios han demostrado la prevalencia del acoso laboral, callejero y en ámbitos educativos, así como otras formas de violencia basada en el género (Contreras, Bott, Guedes, & Dartnall, 2010; Gherardi, 2016), que han sido ampliamente denunciadas en los últimos años por el activismo feminista de movimien tos como el Ni Una Menos2.
Académicas feministas han argumentado que la violencia de género responde a problemas de poder y desigualdad y está enraizada en redes instituciona les y culturales (Morrison, 1992; Segato, 2016). Como parte de esto, las personas que sobreviven a la violen cia sexual deben convivir con la puesta en duda de sus testimonios (Hayes, Lorenz, & Bell, 2013), que puede ser exacerbada por la construcción mediática de narra tivas en torno a la violencia de género (Andelsman & Mitchelstein, 2018; Roberts, 1999). En este sentido, es importante estudiar las posibilidades del periodismo, en tanto discurso social, para aminorar algunos de estos problemas. Para esto, este trabajo se pregunta: ¿Puede la cobertura periodística del acoso sexual afectar la gra vedad con la que se percibe socialmente el problema? Más precisamente, al leer artículos periodísticos que abogan por percibir el acoso sexual hacia las mujeres como un asunto grave, ¿influye el género del perio dista en las posteriores opiniones sobre la gravedad del acoso sexual? En otras palabras, dado que el acoso sexual es un problema de género que afecta más a las mujeres, ¿logran las mujeres ser más influyentes que los hombres al hablar acerca de la gravedad del problema?
Con el objetivo de responder a estas preguntas, y con un foco en el rol de las fuentes en el marco de teo rías de psicología social de la comunicación, se diseñó un experimento en línea en la plataforma estadouni dense MTurk. El objetivo fue investigar el efecto del género percibido de un/a periodista, quien argumenta a favor de percibir al acoso sexual como un problema serio, en la gravedad que otorgan los lectores al acoso sexual luego de leer el artículo periodístico. Para esto, se utilizó un diseño factorial completo entre sujetos de 3 (género del/a periodista: hombre/mujer/control) x 2 (género del/a participante: mujer/hombre). En los gru pos tratamiento, los participantes leyeron una columna de opinión a favor de considerar el acoso sexual como un problema grave. Los participantes fueron aleatoria mente asignados a leer este editorial como si hubiera sido escrito por un periodista hombre o por una perio dista mujer. Luego, respondieron un cuestionario sobre la gravedad percibida del acoso sexual.
Los resultados mostraron que, en comparación con un grupo control que leyó un mensaje no relacionado con temas de género y cuyo autor/a no estaba identifi cado, leer a una periodista mujer condenando al acoso sexual no afectó las opiniones sobre la gravedad perci bida del acoso sexual. Por el contrario, los resultados sugirieron que leer a hombres resultó más influyente. Al analizar esta relación según el género de los parti cipantes, se observó que esto es estadísticamente sig nificativo solo entre las participantes mujeres, quienes también indicaron sentir más compasión por las vícti mas de acoso sexual.
Esta investigación reconoce que el enfoque sobre la identificación de género resulta binario. Esto no es por que se niegue que las personas transgénero o no binarias sufran diferentes formas de violencia sexual (Gamboa, García, & Winton, 2018; Wirtz, Poteat, Malik, & Glass, 2018), sino porque esta investigación quiso evaluar las dinámicas de influencia social de periodistas cuyo género es percibido en términos binarios. Por limita ciones de la plataforma MTurk, este experimento en línea fue realizado con una muestra de participantes de Estados Unidos. Por la escala y relevancia del pro blema, la literatura se enfoca en la violencia y el acoso sexuales a escala global, pero con un foco en las Amé ricas y, sobre todo, en Estados Unidos, dada la muestra. Este trabajo constituye una etapa preliminar de análisis experimental de hipótesis y forma parte de una agenda más amplia. Futuras investigaciones se enfocarán en el análisis comparado con otras regiones, así como en la evaluación de posibles mecanismos causales que expliquen estos resultados.
Problema y marco teórico
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una de cada tres mujeres en el mundo sufre algún tipo de violencia física o abuso en el curso de su vida (World Health Organization, 2013). En Latinoa mérica y el Caribe, datos oficiales de 2017 indicaron que las tasas de femicidios son alarmantes: en países como Brasil o México se reportaron, respectivamente, 760 y 1133 femicidios cada 100 mil mujeres (CEPAL, n.d.). A su vez, estudios de la región sobre formas de violencia de género menos reportadas o visibles, como la obstétrica, política, mediática o el acoso sexual (Gherardi, 2016), indican que existe menos legisla ción al respecto, aunque socavan profundamente la autonomía de las personas (Gherardi, 2016; Organi zación Internacional del Trabajo, 2013). Estudios en el mundo hispano sobre el acoso sexual en el ámbito educativo indican que esta forma de violencia es prin cipalmente psicológica, aunque a veces llega a ser física (Navarro-Guzmán et al., 2016) y que si bien las vícti mas son principalmente mujeres también la violencia se acentúa cuando las personas representan mino rías sexuales, religiosas o étnicas (Realphe, Ferrand, González, & Cedeño, 2015). Las diversas formas de misoginia, discriminación y acoso en ámbitos de edu cación superior afectan las experiencias de aprendizaje y crean barreras en la persecución de planes laborales a futuro (Oliver, 2011). Cuando el acoso ocurre en el trabajo, se produce un daño directo sobre la autono mía económica de las mujeres y otras minorías, dado que conduce, entre otras cosas, a problemas de salud, estrés, malestar psicológico, mayor absentismo, inten ción de abandono y un peor rendimiento (Acevedo, Biaggii, & Borges, 2009; Topa Cantisano, Depolo, & Morales Domínguez, 2007).
En otras regiones de las Américas, como en Esta dos Unidos, también existen datos sobre violencia de género alarmantes. En el curso de sus vidas, casi 44% de las mujeres en el país es víctima de alguna forma de violencia sexual, una de cada cinco es víctima de un intento de violación o de una violación (Smith et al., 2018) y más de 80% de las mujeres experimenta acoso sexual (Raj, Johns, & Jose, 2019). Estudios de opinión pública en ese país indican que, cuando se trata de apoyo a políticas públicas o acciones gubernamentales vinculadas a las mujeres, no hay diferencias de género sustantivas (Huddy & Cassese, 2013). De todos modos, el acoso sexual aún es uno de los pocos temas en los que existe una consistente brecha de género en las opi niones (Biber, Doverspike, Baznik, Cober, & Ritter, 2002; Huddy & Cassese, 2013). Usualmente, estas son conceptualizadas como diferencias en la tolerancia que hombres y mujeres tienen respecto del acoso sexual (Kenig & Ryan, 1986; LeMaire, Oswald, & Russell, 2016; Russell & Trigg, 2004). De todos modos, en este trabajo, como en otros (Galesic & Tourangeau, 2007), se sostendrá que la brecha se debe principalmente a qué es lo que se entiende por acoso sexual. Diversos estudios demuestran que la mujeres tienden a definir al acoso sexual como un conjunto de conductas más amplias y atribuyen la culpa del acoso a las víctimas menos frecuentemente (Baird, Bensko, Bell, Viney, & Woody, 1995; De Judicibus & McCabe, 2001; Herrera, Herrera, & Expósito, 2014; Kenig & Ryan, 1986). Por ende, este trabajo acuña el término gravedad percibida del acoso sexual, que define con mayor precisión este problema social.
El interés público por temas de acoso sexual ha cre cido en los últimos años. De 2004 a la fecha, el interés por las noticias sobre acoso sexual experimentó un pico en abril de 2017, seguido por otro en diciembre del mismo año, según datos mundiales de Google3. Periodistas como Carol Costello, de CNN, han mani festado el miedo de observar un efecto negativo: “Temo que exista un efecto rebote, que la gente diga que las acusaciones se han pasado de la raya o son puras men tiras” (Costello, 2017). Distintas reflexiones académicas y feministas se han referido a cómo ciertos avances en la agenda feminista pueden provocar un efecto boomerang de misoginia y resistencia (Herrera et al., 2014; Oakley & Mitchell, 1997). Sobre el caso del avance del femi nismo en Suecia, Stark (1998) resaltó la importancia del rol de los medios, los cuales muchas veces “culpan a las mujeres, crean divisiones entre mujeres y presentan a los hombres como víctimas de las mujeres” aunque a veces también “realizan un trabajo importante y de buena calidad clarificando cuestiones” (p. 234). Con el fin de entender cuál es el potencial del periodismo para promover una agenda de justicia social para las víctimas de acoso, este trabajo tratará de responder a lo siguiente: (1) ¿Puede la cobertura periodística del acoso sexual (AS de acá en adelante) como un problema grave modificar la gravedad con la que los lectores per ciben el problema?
Según modelos de persuasión en psicología social de la comunicación, si un mensaje contiene informa ción personalmente relevante para una persona, en el sentido de que esta considera que el asunto presentado puede tener consecuencias reales en su vida, existe una mayor probabilidad de que el mensaje produzca un cambio en sus opiniones (Petty & Cacioppo, 1986; Petty, Cacioppo, & Goldman, 1981). Además, estu dios demuestran que las distintas formas de violencia sexual suelen afectar más a las mujeres que a los hom bres (Gherardi, 2016; Pereyra, Gutiérrez, & Mitsuko- Nerome, 2018), por lo que podría argumentarse que el problema es más relevante para mujeres y que, por ende, sus opiniones se verían más afectadas. En este sentido, este estudio se preguntará: (2) leer un editorial anti-AS, ¿afecta de igual manera las opiniones acerca de la gravedad del AS de los lectores hombres y de las lectoras mujeres?
Según el modelo de elaboración probable (ELM), las percepciones respecto de quiénes son las fuentes de información afectan el procesamiento de dicha infor mación (Petty & Cacioppo, 1986). La credibilidad de las fuentes, ya sea por ser consideradas confiables o exper tas, es una de las variables tradicionalmente asociadas con un mayor procesamiento de la información, lo que conduce a una mayor persuasión (Benoit & Strathman, 2004; Chaiken, 1987; Chaiken & Maheswaran, 1994; Hovland & Weiss, 1951). Dado que el AS es un pro blema que afecta más a las mujeres que a los hombres, las primeras podrían considerarse más expertas y con fiables en el tema y ser más persuasivas que sus pares masculinos al hablar de AS.
Además de la credibilidad de las fuentes, la iden tificación con una fuente puede ser otra variable que aumente la probabilidad de aceptar e internalizar las ideas sostenidas en una comunicación (Wang & Arpan, 2008), o las respuestas emocionales positivas, y por ende facilitar un cambio de opinión (Eagly & Chaiken, 1993). Si la semejanza entre una fuente y un receptor puede conducir a una mayor persuasión en la dirección de un mensaje, podría argumentarse que cuando las mujeres leen editoriales escritos por otras mujeres, y cuando los hombres leen editoriales escritos por hom bres, se producirían instancias de mayor influencia.
A pesar del rol de la identificación entre narradores y audiencias, estudios que se enfocan en la intersec ción entre género e influencia social sostienen que, en general, los hombres son considerados participan tes con mayor estatus social en las conversaciones, sus desempeños son evaluados más favorablemente, reciben más apoyo por sus contribuciones, son influ yentes independientemente de su estilo de comuni cación y son considerados fuentes más creíbles, lo que posiciona a las mujeres en una situación de clara desventaja para influir en otros interlocutores, sobre todo hombres (Armstrong & McAdams, 2009; Berger, Rosenholtz, & Zelditch Jr., 1980; Carli, 1990, 2001; Lakoff, 2004; Newcombe & Arnkoff, 1979). A pesar de esto, estudios anteriores han indicado que las muje res son más influyentes cuando se trata de temas que se han considerado de género, como el cuidado de los hijos o el miedo al crimen (Falbo, Hazen, & Linimon, 1982; Gerrard, Breda, & Gibbons, 1990). De todos modos, cuando las mujeres son víctimas de violencia de género sufren problemas de credibilidad o acusa ciones de exageración (De Judicibus & McCabe, 2001). Dado lo mencionado acerca de la credibilidad de las fuentes, los procesos de identificación entre narrado res y audiencias, así como los diferenciales de poder entre interlocutores, este trabajo se pregunta: (3) ¿Son los lectores persuadidos de igual manera por periodis tas hombres y por periodistas mujeres que abogan por percibir al AS como un asunto grave?
Una de las posibles explicaciones de la existencia de una brecha de género en la gravedad percibida del AS es el hecho de que, a pesar de haya víctimas hombres, generalmente los hombres sufren significativamente menos acoso y violencia sexual que las mujeres4. Ade más, estudios previos han indicado que los hombres muestran, en general, menos sentimientos de empatía que las mujeres (Emmers-Sommer, Triplett, Pauley, Hanzal, & Rhea, 2005). Esto es consonante con teorías feministas que indican que por la manera en que los géneros son tradicionalmente socializados, las muje res suelen desarrollar personalidades más relacionales que los hombres (Chodorow, 1989), así como mayor comprensión de las estructuras opresivas de la socie dad (Hartsock, 1983). Sentir empatía o compasión por el sufrimiento de miembros de otros grupos es impor tante porque conduce a mejores actitudes respecto de ellos (Batson, Chang, Orr, & Rowland, 2002) y mayor apoyo a políticas públicas que podrían beneficiarlos (Mutz & Nir, 2010). Por otro lado, el uso de ejempla res en narrativas sobre victimización indica que hay menos probabilidad de culpar a la víctima por su pro blema cuando se produce una identificación entre lector y el ejemplar (víctima) (Small, Loewenstein, & Slovic, 2007). Dado esto, (4) ¿sentirán hombres y muje res similares niveles de compasión por las víctimas de AS mencionadas en los editoriales?
Este estudio presenta las siguientes hipótesis:
H1: Individuos que leen un editorial anti-AS reportarán una percepción del AS como un asunto más grave que aquellos que leen un mensaje con trol (no relacionado con temas de género).
H2: Como consecuencia de leer un editorial anti-AS, las mujeres van a reportar percibir al AS como un asunto más grave que los hombres.
H3: Los hombres que leen a periodistas hombres hablando en contra del AS van a percibir al AS como un asunto más grave que aquellos que leen a periodistas mujeres.
H4: Las mujeres van a reportar mayores nive les de compasión por las víctimas de AS que los hombres, como una consecuencia de leer el edi torial anti-AS.
Método
Diseño de investigación
Para testear estas hipótesis, se realizó un experi mento con un diseño factorial completo de 3 (género del periodista: hombre, mujer, control) x 2 (género del participante: hombre o mujer). Solo un factor fue expe rimentalmente manipulado en este estudio: el género del/a periodista que escribe un editorial abogando por percibir al AS como un problema grave. El estu dio fue realizado en la plataforma online MTurk, en la cual participantes crean usuarios y participan volun tariamente de tareas en línea y reciben una remunera ción económica5. El estudio fue realizado en inglés, en diciembre de 2017, y contó con participantes adultos únicamente de Estados Unidos debido a una limita ción de la plataforma.
Procedimiento
Los participantes fueron invitados a participar de un estudio breve sobre opinión pública. Al comenzar, debían responder preguntas demográficas básicas, entre ellas, su identificación de género. Luego, se les presentó una presunta “información general”, previa a la encuesta, que en la práctica era la manipulación experimental. Es decir, los participantes en las condi ciones de tratamiento leyeron o bien (1) un editorial anti-AS escrito en primera persona por un periodista hombre, o (2) el mismo editorial escrito en primera persona por una periodista mujer. El grupo control leyó (3) una nota no relacionada con temas de género, pero que compartía con el mensaje de tratamiento la misma extensión, formato y estilo, y cuyo autor/a no estaba en ningún momento identificado/a. Luego de leer el editorial, debían completar un chequeo de atención, para constatar que efectivamente hubieran prestado atención al texto. Después, se midieron las variables dependientes (compasión hacia las víctimas cuyos testimonios habían sido mencionados y la gra vedad percibida del AS, respectivamente). Finalmente, para confirmar que la manipulación experimental del género del periodista hubiera sido exitosa, se incluyó un chequeo de manipulación.
Los editoriales fueron diseñados para ser persuasi vos, en el sentido de aumentar la gravedad percibida del AS. Para diseñar buenos argumentos, los editoriales incluían contraargumentos hacia los prejuicios sobre las víctimas de AS (Sexual Harassment Policy Office, n.d.) y citas a testimonios de víctimas. Se incluyeron dos historias diferentes, con víctimas de edades dis tintas y en distintos contextos (uno educativo y el otro laboral) para aumentar la repetición de los argumen tos y hacerlos más prominentes en la narrativa (Petty & Cacioppo, 1986). Para construir editoriales que tuvieran mayor validez externa, su estructura y estilo se basaron en editoriales reales que circularon en los medios en los meses previos al estudio, principalmente en el New York Times y el Washington Post. Los tes timonios de las víctimas de acoso estuvieron basados en testimonios reales.
Manipulación y mediciones
Género del/a periodista
El género del/a periodista fue el único factor mani pulado en el experimento. El nombre de los periodis tas fue mencionado de las siguientes formas: (1) antes de leer el artículo (“Por favor, lea el siguiente editorial escrito por (Robert Jones/Patricia Jones).”, “(Robert Jones/Patricia Jones) es psicólogo/a y periodista de un prestigioso diario de Estados Unidos”); (2) en el editorial mismo, dado que estaba escrito en primera persona (ejemplo: “Como (hombre/mujer)”), además de mediante la firma final del editorial y, por último, (3) luego del tratamiento (“Gracias por leer el editorial de (Robert Jones/Patricia Jones)”). En su conjunto, el género del/a periodista fue manipulado ocho veces para aumentar la exposición al tratamiento. Además, para evitar una falta de exposición al tratamiento debido a una lectura desatenta, las señalizaciones del género de los periodistas en el editorial fueron ubicadas al comienzo de cada párrafo. La selección de los nombres fue pre-testeada con un pequeño número de partici pantes, dado que debían evitar tener una asociación geográfica, étnica, etaria, etc. La decisión de que fueran presentados como psicólogos y periodistas de un pres tigioso diario apuntó a fortalecer su credibilidad como fuentes. Para aumentar la probabilidad de exposición completa al mensaje, los participantes debían perma necer en la pantalla donde el editorial estaba presente por un mínimo de 45 segundos.
Chequeo de atención
Luego de leer el editorial, se les pidió a los partici pantes en todas las condiciones experimentales que respondieran a un chequeo de atención, para confir mar la lectura del editorial. A los grupos en condicio nes de tratamiento se les preguntó acerca del tipo de relación entre la víctima de la primera historia y su acosador (información que estaba ubicada en el medio del segundo párrafo). En el grupo control, los parti cipantes debían recordar el nombre de una compañía que había sido mencionada en el texto, en una posi ción similar al caso de tratamiento. Para disminuir la probabilidad de un acierto aleatorio, los chequeos de atención incluyeron cuatro opciones. Tanto en los gru pos de tratamiento como en los de control, 98% de los participantes eligió la respuesta correcta, mostrando una efectiva atención al mensaje.
Variables dependientes
Compasión. En los grupos de tratamiento, luego de responder al chequeo de atención, se midió con dos ítems el nivel de compasión hacia las víctimas de AS cuyos testimonios habían sido mencionados en los editoriales. Los participantes debían responder dos preguntas: “Por favor, díganos si experimentó las siguientes emociones hacia las víctimas de AS men cionadas en el artículo”. Basado en Goldman (2014), se utilizaron dos emociones: compasión y simpatía. Se usó una escala Likert de cinco ítems (1 = muchísimo, 2 = mucho, 3 = una cantidad moderada, 4 = un poco, 5 = nada). Ambos ítems fueron combinados en un índice de compasión por las víctimas de AS, con un coeficiente de Cronbach de 0.99, lo que indica que es una medida altamente confiable.
Gravedad percibida del AS. Luego, la gravedad per cibida del AS fue evaluada con cuatro tipos distintos de mediciones. Con base en la escala de Russell y Oswald (LeMaire, Oswald, & Russell, 2016) de Tolerancia al AS a hombres y la Escala de Actitudes sobre AS (SHAS), se construyó un nuevo índice de gravedad percibida del AS. Se eliminaron los ítems relacionados con el acoso específicamente a hombres y se adaptaron los otros de modo que: (1) ganaran más sutileza y (2) se hiciera claro que referían a AS a mujeres y no a acoso en general. Se utilizó una escala Likert de cinco ítems (1 = en desacuerdo, 2 = algo en desacuerdo, 3 = ni de acuerdo ni en desacuerdo, 4 = algo de acuerdo, 5 = de acuerdo). Cinco de los ocho ítems presentes en la escala construida de gravedad percibida del AS fueron codi ficados a la inversa para el análisis.
Con el objetivo de diversificar el tipo de mediciones utilizadas para evaluar la principal variable depen diente, se utilizaron dos medidas viñetas, adaptadas de la Medidas de Viñeta del AS (Dillon, Adair & Brase, 2015)6. El uso de viñetas consiste en leer escenarios, que en este caso eran presentados como situaciones que de manera más o menos clara representaban ins tancias de AS. Luego, los participantes debían indicar cuán cómodos o incómodos se sentirían si fueran la mujer en esa situación. Se utilizó una escala Likert de cinco ítems (1 = cómodo/a, 2 = algo cómodo/a, 3 = ni incómodo/a ni cómodo/a, 4 = algo cómodo/a, 5 = incómodo/a).
Finalmente, también para aumentar la validez de la medición de la gravedad percibida del AS, se incluyó una medición conductual. Al final del estudio se invi taba a los participantes a hacer clic en un link al sitio de una fundación que ofrecía información sobre cómo combatir el AS. Los clics fueron registrados y codifica dos en una variable binaria con valores de 1 (si habían cliqueado) o 0 (si no).
Las primeras dos medidas, que en total computaban 10 ítems, fueron estandarizadas y combinadas en un índice de gravedad percibida id AS, con un coeficiente de Cronbach de 0.88, lo que indica que el índice es una medida confiable. Valores bajos en la escala represen tan una percepción del AS como algo no tan grave y valores altos, lo opuesto.
Chequeo de manipulación
Un chequeo de manipulación fue incluido al final del estudio, para constatar que los participantes en trata miento hubieran prestado atención a la manipulación (género del/a periodista). Los participantes en las con diciones de tratamiento debían responder si recordaban el género del/a periodista del artículo que habían leído. Para reducir la probabilidad de obtener una respuesta correcta aleatoriamente, se incluyeron cuatro opciones en vez de dos. El análisis indicó que 94% de los parti cipantes expuestos a leer a la periodista mujer acerta ron su género, lo cual es estadísticamente significativo (F(1,123) = 832, p < 0.001). El 91% de los participan tes expuestos a leer a un periodista hombre acertaron correctamente el género del periodista, lo cual también es estadísticamente significativo (F(1, 123) = 478, p < 0.001). Esto indica que la manipulación fue exitosa.
Resultados
La muestra fue de 211 participantes, 51% mujeres. De manera consistente con la literatura previa, las mujeres y los hombres difirieron en cuán grave perciben al AS, independientemente de las condiciones experimenta les. Las mujeres (M = 4.14, SD = 0.47) percibieron al AS como un asunto más grave que los hombres (M = 3.98, SD = 0.55), diferencia estadísticamente significa tiva (F(1, 209) = 5.106, p = 0.02). A pesar de esta dife rencia de género, en promedio el acoso fue percibido como un asunto grave, dado que la media general fue de 4.06 (SD = 0.51), en una escala de 1 a 5.
Para evaluar H1 (que leer el editorial anti-acoso con duce a percibir al acoso como un asunto más grave comparado con quienes no lo leen), se realizó un aná lisis de varianza, usando el índice de gravedad perci bida del AS como variable dependiente y el tratamiento (1 si tratamiento, 0 si control) como factor. El análi sis indicó que no hay una diferencia significativa en la gravedad percibida del AS como resultado de recibir el tratamiento (leer un editorial anti-acoso) o leer un mensaje control (F(1, 209) = 2.05), p = 0.15). A pesar de que, como se ve en la figura 1, la tendencia es la espe rada, no hay evidencia para sostener H1.
La segunda hipótesis (H2) predecía que, luego de leer una editorial anti-acoso, las mujeres indicarían que el AS era un asunto más grave que lo que indica rían los hombres. Dado que las mujeres ya perciben, en general, al acoso como un asunto realmente grave se esperaba más difícil cambiar sus actitudes, dado que ya son relativamente extremas. Sin embargo, se pre sentó H2 por un argumento de la relevancia personal que tiene el acoso en la vida de las mujeres, lo que ha sido asociado con más persuasión (Petty et al., 1981). No obstante, un análisis de varianza comparando a mujeres en condiciones de tratamiento y mujeres en el grupo de control indica que la diferencia en la gravedad percibida del AS no es significativa (F(1,106) = 0.318, p = 0.57). Entre los hombres, la diferencia entre aque llos que recibieron el editorial de tratamiento y aquellos que leyeron un mensaje control tampoco es significa tiva (F(1,101) = 2.23, p = 0.14). En suma, la interacción entre leer una editorial anti-acoso o no y el género de los participantes no es significativa (F(1, 207) = 0.607), p = 0.44). Por ende, no hay evidencia suficiente para sostener H2, que las mujeres son más persuadidas por el tratamiento que los hombres. De hecho, si bien hay falta de significatividad, la evidencia sugiere que los hombres son más persuadidos en contra del acoso luego de leer un editorial anti-acoso y no al revés. Esto se puede observar en la (Figura 1), en donde la pendiente para el caso de los hombres es más aguda.

Figura 1 Gravedad percibida del acoso sexual en grupos tratamiento y control, por género del participante. Fuente: Elaboración propia con un N=211. Nota: La escala de gravedad percibida de AS tiene un rango de 1 a 5. Valores bajos representan una percepción del AS como un asunto no tan grave y valores altos en la escala representan una percepción del AS como un asunto grave. Nivel de confianza de 95%.
Entre aquellos que leyeron el editorial anti-acoso, ¿hace alguna diferencia en la gravedad percibida del AS leer a una periodista mujer o a un periodista hom bre? Aquellos que leyeron a un periodista hombre (M = 4.21, SD = 0.45) indicaron percibir al AS como un asunto más grave que aquellos que leyeron a una perio dista mujer (M = 3.93, SD = 0.55). De hecho, quienes leyeron un mensaje control (M = 4.00, SD = 0.52) no relacionado con temas de género indicaron percibir al AS como un asunto más grave que aquellos que leyeron a una periodista mujer. Para evaluar si estas diferencias son estadísticamente significativas, se realizó un aná lisis de varianza con gravedad percibida del AS como variable dependiente y las tres condiciones experimen tales como factor, que indicó que existe por lo menos una diferencia significativa entre los grupos (F(2, 208) = 5.81, p = 0.004). Una prueba Tukey post-hoc indicó que la diferencia entre leer a un periodista hombre y un mensaje control es significativa (p = 0.01) y la dife rencia entre leer a un periodista hombre o a una mujer lo es a un nivel de significatividad aún más alto (p = 0.005). Sin embargo, la comparación entre leer a una periodista mujer o leer un mensaje no relacionado con el acoso no es estadísticamente significativa (p = 0.8). Por ende, leer a un periodista hombre abogando por percibir al AS hacia las mujeres como un asunto grave conduce a que los participantes, independientemente de su género, perciban al AS como un asunto más grave que cuando leen a una periodista mujer diciendo lo mismo. Más aún, leer a una periodista mujer en contra del acoso hacia las mujeres no produce diferencias sig nificativas (ni en magnitud ni estadísticamente) com parado con leer un mensaje control sobre un tema no relacionado con el acoso.
Con el objetivo de evaluar H3 (que los hombres expuestos a leer a periodistas hombres iban a percibir al AS como un asunto más grave luego de leer el edito rial anti-AS que cuando leyeran a periodistas mujeres), se condujo un análisis de varianza de 2 (género del/a participante) x 2 (género del periodista). El término de interacción entre estos dos factores no es significativo (F(2, 205) = 0.52), p = 0.59), pero esto puede deberse a que tanto hombres como mujeres perciben al AS como un asunto más grave luego de leer a periodistas hombres. Como sugieren las pendientes en la figura 2, los hombres que leyeron a hombres reportaron niveles más altos de gravedad percibida del AS que aquellos que leyeron a mujeres, pero esta diferencia no es significa tiva a un nivel de confianza de 0.05 (F(2, 100) = 2.56, p = 0.082). En consecuencia, no hay suficiente evidencia para aceptar H3, que los hombres son más persuadidos en contra del AS después de leer a hombres.
Debido a una falta de clara direccionalidad, si las mujeres iban a ser más influenciadas por periodis tas hombres o por periodistas mujeres permaneció como una pregunta de investigación. Los resultados indican que las participantes mujeres perciben al AS como algo más grave luego de leer a periodistas hom bres que a mujeres (F(2, 105) = 4.71, p = 0.01). Esto se puede observar en la (Figura 2).

Figura 2 Interacción entre condiciones experimentales y género de los participantes en la gravedad percibida del acoso sexual. Fuente: Elaboración propia con un N=211. Nota: La escala de gravedad percibida de AS tiene un rango de 1 a 5. Valores bajos representan una percepción del AS como un asunto no tan grave y valores altos en la escala representan una percepción del AS como un asunto grave. Nivel de confianza de 95%.
La cuarta hipótesis (H4) predecía que leer un edito rial en contra del AS iba a provocar más sentimientos de compasión entre las mujeres que entre los hombres, debido a una cuestión de involucramiento y relevancia personal con el tema. Los resultados indican que las mujeres (M = 4.46, SD = 0.9) sienten más compasión por las víctimas de acoso presentadas en los editoriales que los hombres (M = 4.04, SD = 1.13). La diferencia es significativa (F(1, 123), p = 0.02). Por ende, la eviden cia apoya a H4, que las mujeres sienten más compasión por las víctimas de acoso que los hombres.
El estudio también incluyó una variable dependiente conductual. Luego de recibir el tratamiento, todos los participantes fueron invitados a hacer clic en un link que ofrecía información sobre cómo luchar contra el AS en ambientes educativos o laborales. Mientras que 9% de las mujeres cliquearon en el link, 2% de los hombres lo hicieron, diferencia estadísticamente significativa (í(154.75) = 2.35, p = 0.02). De todos modos, el trata miento no tuvo un efecto en aumentar la probabilidad de querer aprender a luchar contra el AS (F(2, 208) = 0.808, p = 0.45) pero identificarse como mujer sí está asociado con un deseo de aprendizaje.
Conclusiones
Este experimento toma el caso del AS para ofrecer evidencia sobre los posibles efectos causales de leer a periodistas promoviendo el cambio social en materia de género en las opiniones de los lectores respecto de estos temas. En línea con estudios previos, se halló que las mujeres perciben al AS como un asunto más grave que los hombres. Si bien no hay evidencia sufi ciente para sostener H1, la evidencia sugiere que leer editoriales anti-AS podría llegar a promover la percep ción de que el AS es un asunto grave.
Este estudio también sugirió que, luego de leer un editorial en contra del AS, las mujeres percibirían el problema como más grave, debido a una alta relevan cia personal con el asunto (H2). Esta predicción estuvo principalmente basada en modelos teóricos de per suasión en psicología social de la comunicación, que indican que los individuos prestan más atención a los mensajes que son personalmente relevantes para ellos y que esto puede conducir a una mayor persuasión en la dirección propuesta por el mensaje. Los resultados indican que no solo el patrón de los resultados es el opuesto -el cambio en la magnitud de control a trata miento es mayor entre los hombres-, sino que la dife rencia entre las medias no es significativa. Como fue mencionado, un efecto techo podría ocurrir entre las participantes mujeres. Dado que las mujeres ya per ciben al AS como un asunto muy grave y es para ellas un tema con una alta relevancia personal, es posible que ya hayan pensado y hablado más sobre el asunto, leído más notas al respecto en el pasado y tengan una estructura de pensamiento alrededor del tema más compleja e informada, como suele ser el caso de gente con un alto involucramiento con un tema (Petty et al., 1981). Esto podría explicar los resultados, pero este estudio no permite testear estas hipótesis causales.
La hipótesis principal (H3) predecía que los parti cipantes hombres serían más persuadidos tras leer a periodistas hombres hablando en contra del acoso que tras leer a mujeres. Esta hipótesis estaba basada en la idea de que lo que iría a influir entre los hombres no era el efecto de la percepción de una fuente experta (la idea de que las mujeres deben saber más de un asunto que afecta abrumadoramente más a mujeres que a hombres). Por el contrario, se predijo que, tanto por teorías de género, estatus social y poder, y por com partir el mismo género con el periodista hombre, otro mecanismo iría a ocurrir: los hombres se sentirían más influenciados por lo que otro hombre dijera. La dife rencia en la gravedad percibida del acoso sexual entre hombres que leyeron a hombres y aquellos leyeron a mujeres no fue significativa, por lo que no hay eviden cia para sostener H3. De todos modos, el patrón de los datos sugiere la dirección esperada. Futuros estudios deberán evaluar de nuevo esta relación para observar si con un número de participantes mayor esta resulta una relación significativa.
Sin tener en cuenta el género de los participantes, los resultados indican que leer a un periodista hombre hablando en contra del AS lleva a percibir al AS como un asunto más grave que cuando se lee a una periodista mujer decir lo mismo. Si bien esta relación es estadísti camente significativa solo entre las participantes muje res, la tendencia que se observa es la misma entre los participantes hombres. ¿Cómo puede explicarse que los periodistas hombres sean más persuasivos que las periodistas mujeres cuando abogan por percibir la gravedad de formas de violencia basada en género que afectan abrumadoramente más a las mujeres? Desde la perspectiva del marco teórico de este trabajo, esto podría deberse a distintas razones. La literatura en per suasión e influencia social argumenta que tener un alto nivel de involucramiento personal con un tema puede generar un efecto rebote si la fuente que emite el men saje persuasivo (en este caso, el editorial) es percibida como experta o los argumentos que se ofrecen no son muy buenos (Bohner, Ruder, & Erb, 2002). En otras palabras, la teoría y evidencia previa sugieren que cuando un receptor tiene un alto grado de involucra- miento personal con un tema, como puede ser el de las mujeres en casos de violencia sexual, la probabili dad de que lea desatentamente el mensaje y recurra a atajos mentales para tomar una decisión es más baja (Heesacker, Petty, & Cacioppo, 1983; Petty et al., 1981). Es decir, cuando una persona tiene un interés perso nal en un tema, suele incurrir en un procesamiento más central que periférico de la información, lo que implica que presta más atención a los argumentos del mensaje persuasivo. Más aún, evidencia previa sugiere que cuando la fuente se presume como experta sobre el tema en cuestión, pero los argumentos del mensaje no son considerados muy buenos, se produce menos persuasión que si la fuente es menos experta (Bohner et al., 2002). La explicación detrás sería que un experto es percibido como alguien con un conocimiento alto sobre un tema y que si lo mejor que puede decir son argumentos que se perciben débiles, quizás no exista una buena causa detrás de ellos.
En este sentido, ¿cómo podemos explicar que las mujeres no se vieran influenciadas por leer a una perio dista mujer? Los resultados pueden deberse a las carac terísticas mismas del mensaje diseñado: quizás los argumentos utilizados no fueron lo suficientemente buenos o novedosos como para que estén a la altura de las expectativas de una fuente que puede haberse con siderado experta. También puede haber ocurrido que las mujeres estén más acostumbradas a leer a mujeres hablando en contra del AS, y que leer a un hombre haya tenido un factor de novedad, que suele ser considerado también un elemento que puede influenciar actitudes en la dirección propuesta por un mensaje (Morley & Walker, 1987).
Por otro lado, como se dijo antes, las mujeres han sido percibidas como interlocutoras con menor influen cia y estatus social, y cuyos intentos de persuasión sue len ser más resistidos por los hombres en particular, pero no por las mujeres (Carli, 1990, 2001; Rhoades, 1979). Además, estudios anteriores han mostrado que las mujeres resultan más influyentes ante temas que se presumen como más relacionados con temas de mujeres, como el cuidado de los niños o el miedo al crimen (Carli, 1999; Falbo et al., 1982; Swim, Borgida, Maruyama, & Myers, 1989). De todos modos, este patrón no se observa en este estudio: las mujeres perci ben al AS como algo más grave luego de leer a hombres y el hecho de que el editorial fuera sobre un tema de género no pareciera haber tenido un efecto en la direc ción sugerida por la literatura. Bajo una interpretación más preocupante, esto podría deberse a la situación de vulnerabilidad en que se encuentran las mujeres que denuncian instancias de abuso y, por ende, a una internalización del sexismo alrededor de la proble mática del AS. Desafortunadamente, como aclaman movimientos feministas alrededor del mundo7, cuando se trata de la lucha por la desigualdad de género las mujeres siguen enfrentándose con un cuestionamiento a su credibilidad y con menos espacios para expresarse (Beard, 2014; LeMaire et al., 2016). En una situación así, desgraciadamente, quizás la convalidación por parte del otro masculino produzca un efecto de legi timación interna sobre el problema.
Con respecto a la H4 (que después de leer un edi torial anti-AS las mujeres manifestarían más compa sión hacia las víctimas), se observó que las mujeres sienten más compasión por las víctimas de AS. De todos modos, y aunque en menor medida, los hombres también manifestaron experimentar estas emociones. Observar cómo los hombres responden a leer historias de víctimas de acoso es importante. A pesar de esta brecha de género en las emociones de empatía y com pasión, resultados experimentales han mostrado que observar la angustia de personas de otro grupo puede producir sentimientos de compasión (Batson et al., 1997), lo que puede mejorar las actitudes que se tienen sobre el grupo (Batson et al., 2002), así como aumen tar la voluntad por ayudar a sus miembros (Batson et al., 1997; Goldman, 2014). Esto podría sugerir que la cobertura de tantos testimonios de sobrevivientes de acoso y abuso que salieron a contar sus historias en el marco del #MeToo o del #NiUnaMenos podría poten cialmente colaborar a reducir la brecha de género en la gravedad percibida del AS. Futuros estudios debe rían manipular el género de las víctimas para observar cuál es la respuesta de los hombres cuando las víctimas son del mismo género. De todos modos, podría espe rarse que mecanismos similares se repliquen incluso cuando las víctimas son hombres, dadas estructuras machistas y sexistas sobre el entendimiento del acoso y abuso sexual a hombres (McLean, 2013).
Este trabajo, por ser el primero de una agenda de investigación más extensa, tiene numerosas limita ciones. Para empezar, la credibilidad de las fuentes o la percepción de los periodistas como expertos en el tema no fueron medidas, ni tampoco la experiencia directa de los participantes con situaciones de acoso. Adicionalmente, para evaluar si efectivamente la falta de compasión puede explicar la brecha en las actitudes respecto del AS, futuras investigaciones deberían rea lizar un análisis de mediación. En términos teóricos, este estudio se apoya en la intersección entre teorías de psicología social y el rol de las fuentes, pero cuyos hallazgos, especialmente los relacionados con la inter sección entre género e influencia, dadas las fechas en que fueron publicados, podrían no replicarse en la actualidad o en otros contextos.
La relevancia social del AS, como toda violencia basada en género, es incuestionable y preocupante, como ha sido demostrado por las innumerables manifestaciones en la calle y en espacios digitales guiadas bajo las consignas de #MeToo, #NiUnaMenos, #HermanaYoSíTeCreo o el #NãoÉNã. Académicas feministas han explorado ampliamente los avances de la lucha feminista por la igualdad (Barrancos, 2014) y también discutido la resis tencia que recibe el feminismo cuando intenta produ cir estos avances (Oakley & Mitchell, 1997; Swirsky & Angelone, 2014). Este estudio ayuda a echar luz sobre algunas de las posibles formas de esta resistencia y sobre la importancia de escuchar y creer a las mujeres. Es acuciante que futuras investigaciones estudien dis tintos aspectos de la brecha de género en la capacidad de influencia social de comunicadores sociales, sobre todo cuando se trata de temas de género que afectan abrumadoramente más a las mujeres que a los hom bres. Este estudio ofrece evidencia causal sobre esta dinámica para el caso de Estados Unidos, pero futuras investigaciones deben evaluar cómo opera esto en otros contextos. Si bien movimientos feministas alrededor del mundo, que luchan contra distintas formas de violen cia de género, han desafiado la impunidad, logrando cambios importantes (Minué, 2019), aún queda mucho por hacer. Este estudio presenta nuevas interrogantes sobre posibles formas de resistencia al avance de las agendas feministas. Para promover la agenda feminista y resolver así algunas de las deudas de la lucha por la igualdad de género, los hallazgos sugieren que, aunque no deja de ser un trabajo colectivo de la ciudadanía, los hombres deben escuchar más a las mujeres y que su participación como aliados, como ejemplo de una de esas deudas, resulta necesaria y urgente.