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Teología y vida
versión impresa ISSN 0049-3449versión On-line ISSN 0717-6295
Teol. vida vol.57 no.2 Santiago jun. 2016
http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492016000200006
CRÓNICAS
1er Coloquio Michel de Certeau
Con motivo de cumplirse noventa años del nacimiento y casi treinta de la muerte de Michel de Certeau, se desarrolló en Santiago de Chile los días 2 y 3 de noviembre pasado un coloquio sobre su pensamiento. Se le dio por título: "Michel de Certeau: en el cruce de las ciencias del hombre. De historia del cristianismo moderno, sujeto e institución". En la organización participaron las Facultades de Teología y de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Alberto Hurtado.
Certeau ha sido citado por el Papa Francisco en discurso a un Congreso Internacional de Teología en la Universidad Católica Argentina con motivo de la necesidad de un lenguaje capaz de transmitir los contenidos del "depositum fidei". El teólogo busca el lenguaje para la transmisión reconociendo que una experiencia espiritual solo puede decirse en las categorías culturales de una época. Por ello una sana teología, "responde a los interrogantes de un tiempo y nunca lo hace de otra manera que en los mismos términos, ya que son los que viven y hablan los hombres de una sociedad (La debilidad del creer, p. 51)".
El propósito del coloquio fue facilitar una primera recepción académica de su obra en Chile; aproximándonos a su itinerario intelectual, reconociendo su pertinencia actual para las ciencias sociales y la teología. Buscábamos indagar en las posibilidades que su obra nos abre para el estudio interdisciplinar de lo religioso en el cruce de las ciencias del hombre: psicoanálisis, historia de la mística, antropología cultural, teología y sociología de lo cotidiano. Podemos decir que el objetivo se cumplió gracias al nivel de los invitados y de sus ponencias y, también, al interés que suscitó en académicos de diferentes disciplinas de las ciencias sociales y la teología.
Algunas dimensiones de su pensamiento que aparecieron especialmente importantes y sugieren caminos a continuar explorando son su inspiración ignaciana y su vínculo, aún difuso, con Henri de Lubac y el valor de su pensamiento en el tema del lenguaje teológico.
SU INSPIRACIÓN IGNACIANA
Resultó interesante situar su pensamiento y su obra en su inspiración espiritual. No es común en los contextos más ligados a las ciencias sociales, donde es más leído y trabajado, profundizar en esta dimensión tan importante de su obra. Para nuestro autor la relación ignaciana entre contemplación y acción, y la apertura de la Compañía a la misión y a la universalidad, junto a la tensión vivificante que ha vivido la Compañía entre tradición y modernidad, son elementos importantes en su itinerario intelectual. El carácter abierto del pensamiento «incompleto" de los jesuitas (Antonio Spadaro, Papa Francisco: "Una Iglesia que encuentra caminos nuevos", Mensaje, octubre 2013, n. 623, vol L. LVII), expuesto a lo contemporáneo y a las transformaciones sociales, cautivó a Certeau e hizo de la Compañía de Jesús su "humus" natural desde que entró al noviciado en 1950. Luce Giard se encargó de presentar esas inspiraciones a través de textos publicados por de Certeau entre los años 19681974. En ellos se esbozan algunos puntos centrales de su pensamiento e itinerario espiritual como son el encuentro con el otro en la vida cotidiana, la responsabilidad política en la transformación de la sociedad civil y su manera de ser sacerdote y jesuita en su tiempo.
Consideramos que un punto todavía profundizable de su inspiración ignaciana es la influencia que recibió del pensamiento de Henri de Lubac, quien reconoció en Certeau un discípulo brillante y heredero de su obra. Hay resonancias de de Lubac en los principales intereses de Certeau, en particular, en su interés por la historia, en su manera de (re)trabajar la tradición en el corazón de la modernidad y en su preocupación por la mística. Pero desde mediados de la década de los años sesenta comienza una divergencia entre ellos debido a caminos alejados de la teología clásica que comienza a transitar de Certeau en el contexto de la ebullición de las ciencias humanas, el psicoanálisis, la lingüística, la semiología. Dicha distancia se explicita en 1971 en el artículo "La ruptura instauradora", publicado en Esprit, en el que considera al cristianismo en situación de novedad al encontrarse epistemológicamente en ruptura con la tradición. Nos parece fundamental volver a considerar los vínculos y las distancias de estas dos figuras que representan dos paradigmas de la teología. En relación al Concilio Vaticano II, de Lubac fue un teólogo fundamental de la Nouvelle Théologie e inspirador del Concilio y de Certeau un hijo del Concilio que emprendió aventuras cristianas audaces debido su intuición de "la miseria de la teología" que la obliga a dialogar radicalmente con las ciencias del hombre, para seguir teniendo significado epistemológico.
SU RELEVANCIA TEOLÓGICA Y LA CUESTIÓN DEL LENGUAJE
Si es posible ubicar a de Certeau en un ámbito de la teología, su lugar se acerca a una teología negativa, púdica, cercana a su reflexión sobre el creer místico, a la experiencia de la máxima alteridad y del exceso de un "Deus Semper Maior". En su análisis de los místicos del siglo XVII, aparece el tema del lenguaje como un elemento fundamental de su pensamiento. Desde muy temprano en su itinerario, la tradición mística se le muestra como una cuestión particular, un lenguaje del que era importante precisar las características. Reencuentra, al mismo tiempo, las cuestiones radicales que llevan a la filosofía y a la teología a tomar en serio el "giro lingüístico" desde la crisis nominalista, hasta Wittgenstein, Levinas y Derrida.
La crisis del lenguaje de la modernidad da nacimiento a un lenguaje místico dicho en fábula. Un lenguaje herido, fuera de todo atisbo de ontoteología, marcado por un intento de decir a un Dios incógnito, infinito, que no conocemos, porque no se deja aprehender. Por ello nos recuerda con fuerza que el lenguaje religioso está llamado a hablar a Dios, más que hablar sobre Dios. Un lenguaje que se sabe limitado, herido por el Otro, lo suficientemente humilde para no eliminar la diferencia, siempre en conversión y en inclusión de la extranjeridad.
J. Moingt dice que de Certeau nos refiere al "ailleurs" (al otro lado) de la teología. P. Gisel, en la misma línea, acentúa que él abre la teología a algo más extenso que la mera reflexión de la tradición cristiana. Abre la teología a lo que toda organización social y cultural deja al margen, reprime o inhibe y que no cesa de retornar como un exceso, como aquello que emerge en cuanto diferente, en cuanto "otro", vinculado al acto de creer que anuda la existencia misma del creyente. De Certeau nos muestra la "contracara" de la teología, sin la que esta disciplina deja de ser significativa. Nos previene del encierro discursivo con su búsqueda de una permanente incorporación de lo "otro" que es necesario incorporar para hacer significativas las palabras de la fe. Las mentalidades de hoy y las ciencias que nos permiten pensar al hombre en la complejidad de la cultura contemporánea, deben permear los discursos teológicos, para redecir una teología que no puede sino ser un lenguaje relacional o de "alianza", un discurso abierto y dirigido a Dios más que discurso sobre Dios.
Es la pasión por la "otredad" la que impulsa a de Certeau hacia las fronteras de la Iglesia y de la teología. En un diálogo abierto y arriesgado con las ciencias del hombre, reconoce en el extranjero y en lo "extraño", a aquel mensajero de Dios en el hoy de la cultura contemporánea. A riesgo incluso de perderse en la diferencia pero con una convicción de fondo: "no sin ti" (Pas sans toi). Esta frase, tomada de Heidegger, busca indicar que es imposible vivir sin el Otro. La gran paradoja es que esta extra-ñeza no cesa de ser aquello que le falta a los cristianos. Por lo tanto, lo propio de la fe sería una dinámica incesante de reconocimiento de la "Otredad" de Dios, siempre diferente y presente en aquellos lugares intelectuales, sociales y culturales donde pensábamos que estaba ausente.
En "Estallido del Cristianismo", nos advierte que el "cristianismo objetivo se folcloriza", es decir, la doctrina se va desolidarizando de su sentido. Decir que el cristianismo objetivo se folcloriza significa que el lenguaje de la fe no expresa necesariamente una experiencia de fe. El lenguaje religioso y eclesial pierde su capacidad de transmitir el acto de fe. La experiencia espiritual busca expresarse en un lenguaje que hace de las preguntas y de los problemas del hombre contemporáneo, las grandes cuestiones de la fe. "Entre muchos creyentes, lo espiritual, para designarse, no tiene más que lo que es profundamente humano: el sentido de la justicia, el enfrentamiento con la muerte, el respeto por el otro, el coraje de aceptarse, etc." (La debilidad de creer, p. 117).
Carlos Álvarez
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile