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Revista chilena de infectología
versión impresa ISSN 0716-1018
Rev. chil. infectol. v.24 n.1 Santiago feb. 2007
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-10182007000100001
Rev Chil Infect 2007; 24 (1): 13 Semblanza Palabras a mi Padre
Mi papá fue un hombre serio, responsable y muy trabajador, austero y sencillo, entregado a su familia y a su gran pasión: la medicina. Desde sus inicios, fue tremendamente sacrificado en el trabajo, lo que mantuvo hasta el final de sus días. Salía muy temprano en su citroneta al Hospital Lucio Córdova -citroneta que no pocas veces tuvimos que empujar para que partiera- en la tarde trabajaba en un laboratorio, y después, a la consulta, y como siempre podía hacer más, para terminar el día, hacía visitas domiciliarias. Así fue toda su vida. A este hombre, mi papá, despedimos hoy, no puedo dejar de recordar como mi padre me condujo por la vida, educándome, y enseñándome, desde las cosas más sencillas a las más complicadas. - De él aprendí el sentido de la responsabilidad, había que hacer lo que se debía hacer, y nunca le escuché quejarse de lo que debía hacer, puesto que, además de todo lo anterior, era docente y dirigente gremial. - Aprendí a escoger las sandías y melones, re- cuerdo cuando íbamos a la vega primero y luego, al Mercado Presidente Ríos, donde aprendimos a comprar y a saborear el mote con huesillos. Le gustaba el tango -"Uno" era su predilecto- y en todo evento lo cantaba, le gustaban Sandro, Aznavour y el cine italiano. Mi papá usaba lápices Bic, pues perdía todas las lapiceras, y dejaba los paraguas en los taxis, ello revela su desapego a las cosas materiales. Mi papá estaba siempre falto de sueño y era famosa su capacidad para dormir en cualquier parte, en el metro, o en cualquier fiesta o ceremonia. Sin duda que mi papá fue un maestro y educador pero, quizás lo más importante, fue la "consecuencia" de sus palabras con su propia vida, predicaba con el ejemplo, siempre dio dedicación y amor a su familia y a todos, en especial al más desvalido de los pacientes. La pena de perderlo se aminora por el agradecimiento y la fe. Agradezco haber tenido como padre a don Mario Salcedo, y la familia que junto a mi madre formaron. Agradezco haber sido educado por él y por su ejemplo de vida, trabajó, hasta el final; a sus 76 años, aún trabajaba en el sector público y tenía una consulta médica, es decir, murió con las botas puestas, aunque en su caso, habría que decir que dio todo de sí, para el resto, su familia, sus pacientes y la salud pública chilena. Tenemos fe de que luego de un Viernes Santo, siempre viene un Domingo de Resurrección, y que en el caso de mi padre, él ya tuvo su calvario, y hoy ya estará en su domingo de resurrección. Gracias a todos los que nos han acompañado, gracias a todos los que lo quisieron y respetaron. Adiós papá. Santiago, 29 de diciembre de 2006 Miguel Salcedo Benitez |