Chlamydia trachomatis representa la infección de transmisión sexual (ITS) de origen bacteriano más frecuente del mundo1. La prevalencia global de infección se estima en 1,5% para personas bajo 50 años de edad; sin embargo, en jóvenes sexualmente activos de 15 a 24 años, esta prevalencia puede llegar a 10%2. Es también un hecho conocido que la prevalencia es mayor en los grupos con mayor desventaja socio-económica3.
En Chile, 9% de los hombres y mujeres sexualmente activos menores de 25 años portan C. trachomatis, según un estudio recientemente publicado4. Con datos del Instituto Nacional de Estadísticas-INE, se estima que existen 3.426.529 jóvenes en ese tramo etario, y la encuesta nacional de juventud menciona que 70% de los jóvenes en ese grupo son sexualmente activos; con esos datos podemos estimar que hay aproximadamente 215.875 jóvenes chilenos infectados que desconocen su estado. Sin embargo, esta reciente publicación de prevalencia y todos los estudios chilenos tienen el sesgo de haber sido realizados en clínicas y centros médicos privados donde está disponible el examen, que atienden a pacientes de nivel socio económico medio o alto4–8. La excepción, es una muestra publicada de mujeres embarazadas, adolescentes, del Hospital Padre Hurtado que reportó 19% de C. trachomatis entre ellas5.
Las infecciones por C. trachomatis son, en aproximadamente 80%, asintomáticas. Cuando origina síntomas, produce cuadros de uretritis, proctitis, cervicitis con sangrado post coital, epididimitis, conjuntivitis, y amigdalitis. Cuando la infección se propaga produce enfermedad inflamatoria pélvica, linfogranuloma venéreo, perihepatitis, artritis y neumonía.
Las infecciones no tratadas por C. trachomatis resultan en secuelas reproductivas mayores. En mujeres produce enfermedad inflamatoria pélvica, que genera infertilidad tubaria, embarazos ectópicos y dolor pélvico crónico9–11. Las mujeres con antecedente de infección por C. trachomatis tienen aumentado en 50% el riesgo de padecer una enfermedad inflamatoria pélvica, 33% el riesgo de embarazo tubario y 41% el riesgo de infertilidad tubaria, comparado con quienes no la han tenido12. La infección por C. trachomatis aumenta 2,6 veces el riesgo de contagio de VIH y otras ITS, incluido el virus papiloma13–15. En mujeres embarazadas, C. trachomatis aumenta en 46% el riesgo de parto prematuro y 50% el riesgo de rotura prematura de membranas16. La transmisión vertical a recién nacidos produce neumonía neonatal y conjuntivitis16,17. Existen reportes nacionales que muestran que 18% de las neumonías neonatales y 8% de las conjuntivitis neonatales son causadas por C. trachomatis18,19.
Dada las altas prevalencia y carga de enfermedad asintomática, el cribado es la mejor manera de prevenir sus secuelas. Cribar una población de mujeres, reduce en 50% los procesos inflamatorios pélvicos20–23. En Europa y Norteamérica, los programas de cribado y la notificación obligatoria de C. trachomatis comenzaron hace ya 15 años24,25. En estos lugares, el cribado se realiza anualmente en todas las mujeres sexualmente activas bajo 25 años de edad, en mujeres embarazadas y en portadores de otra ITS26.
El tratamiento de C. trachomatis es simple, barato y eficaz. Una dosis única de azitromicina de 1 g basta para mejorar a 95% de los infectados. Además de evitar las complicaciones, el tratamiento previene la trasmisión y evita la reinfección por parejas sexuales infectadas. Una segunda infección por C. trachomatis aumenta en 20% el riesgo de complicaciones12.
El examen para el diagnóstico de C. trachomatis se debe efectuar usando la técnica de amplificación de ácidos nucleicos (reacción de polimerasa en cadena-RPC). Esta técnica tiene una sensibilidad y especificidad cercana a 100%, y permite hacer el diagnóstico con todo tipo de muestras: secreción vaginal, orina, cérvix, hisopado uretral, rectal y faríngea.
Los programas de cribado en sujetos sanos se hacen con auto-toma del examen, esto significa que el propio paciente se toma la muestra en privado y no es necesaria la intervención de un profesional de salud. En hombres, ésta puede ser de orina y en mujeres, de orina y de secreción vaginal. Los estudios de sensibilidad de la auto-toma han demostrado que detectan la misma cantidad de infecciones que el muestreo tradicional. En mujeres, las muestras de auto-toma vaginal pueden detectar incluso más infecciones que las muestras de orina27, La auto-toma tiene mayor aceptabilidad especialmente en adolescentes que temen al examen genital29–31.
Los avances que están ocurriendo en el Ministerio de Salud de Chile incluyen la solicitud de presupuesto para implementar la RPC de C. trachomatis en el Instituto de Salud Pública para satisfacer la demanda de las muestras de peritaje de abuso sexual a lo largo del país y para establecer los estándares de calidad que se requieran en la futura implementación de la RPC de C. trachomatis en los 25 Servicios de Salud. También está solicitada la codificación FONASA para la RPC de C. trachomatis, que empezará a regir en el arancel del año 2019. Actualmente sólo existe código para la inmunofluorescencia que es un examen obsoleto porque detecta 60% o menos de las infecciones.
Con los antecedentes expuestos, las Sociedades Médicas científicas aquí firmantes proponen los siguiente:
Implementar el test diagnóstico de C. trachomatis por RPC con auto-toma en toda la red pública de laboratorios de los Servicios de Salud incluyendo atención primaria y secundaria.
Crear un programa de tamizaje de C. trachomatis nacional anual para mujeres sexualmente activas bajo 25 años de edad, mujeres embarazadas y cualquier portador de ITS.
Incorporar la infección por C. trachomatis a las Enfermedades de Notificación Obligatoria.
Incluir C. trachomatis en la próxima Encuesta Nacional de Salud para hacer un diagnóstico poblacional en todas las regiones y en todos los niveles socio económicos de la infección.