Introducción y aspectos epidemiológicos
La tuberculosis (TBC) es una enfermedad milenaria, responsable de 20% de las muertes en Europa entre los siglos XVII y XIX. Pese a contar con un tratamiento efectivo, se encuentra entre las diez primeras causas de mortalidad en el mundo y la primera de origen infeccioso, con una incidencia mundial de 133 por 100.000 habitantes1.
En el año 2017 se diagnosticó en el mundo 10 millones de nuevos casos de TBC y 1,6 millones de personas murieron por esta enfermedad. El 4% de la carga global de TBC se presenta en pacientes bajo 15 años de edad1.
La Región de las Américas contribuye con 3% de los casos en el concierto mundial, con una tasa de incidencia de 28 por 100.000 habitantes; en América del Sur, la tasa alcanza a 46,2 por 100.000 habitantes1.
En países de baja incidencia, la prevalencia de TBC en todas sus formas (TBCTF) en mujeres gestantes alcanza a 10 a 20 casos por 100.000 habitantes, lo que aumenta hasta 60 por 100.000 en países de alta incidencia2. Se ha comunicado una incidencia mundial de (TBCTF) en mujeres embarazadas de 2,1 por 1.000 gestantes, alcanzando a 3,6 y 0,4 por 1.000 en África y la Región de las Américas, respectivamente3.
Entre 1994 y 2018 se han descrito aproximadamente 400 casos de TBC congénita en el mundo, la que corresponde a una entidad infrecuente, de difícil diagnóstico y con una mortalidad que llega, incluso con tratamiento, a 50-60% de los casos, siendo un factor de riesgo de mayor mortalidad si existe co-infección con VIH4–6.
Aproximadamente 40% de los niños bajo un año de edad infectados y no tratados desarrollarán una TBC clínica en los dos primeros años de vida comparado con 25% de aquellos entre uno y cinco años, 15% de los adolescentes y 5 a 10% de los adultos infectados7,8.
En Chile, en la última mitad del siglo XX se logró una disminución significativa de la morbimortalidad por TBC9. En la última década, la tasa de incidencia se ha mantenido estacionaria con un aumento de casos en los últimos cuatro años, alcanzando una tasa de 14,7/100.0009 y 14,9/100.000 habitantes, en los años 2017 y 2018, respectivamente, constituyendo las cifras más altas de la última década, (Dra. Nadia Escobar, Directora Programa Control y eliminación de la Tuberculosis, Comunicación Personal), lo que está muy lejos de la meta sanitaria propuesta para el 2020 en Chile, de llegar a una tasa de menos de 5 casos por 100.000 habitantes10 (Figura 1).

Figura 1 Tasa de morbilidad e incidencia de tuberculosis en Chile 2009-2018. Fuente y reproducción autorizada: Programa Nacional de Tuberculosis de Chile.
La incidencia de TBC en mujeres en edad fértil entre 15 y 44 años alcanzó a 10,8 por 100.000 habitantes en el 20179 y si bien, no hay cifras oficiales de la incidencia en mujeres gestantes, considerando el número de partos anuales en el país, debiéramos tener aproximadamente entre 20 y 25 casos por año de TBCTF en mujeres embarazadas.
La emergencia global de resistencia a los fármacos anti-tuberculosos representa una crisis de salud pública y un desafío al control de la enfermedad, situación crítica cuando afecta a la mujer gestante, dado que hay escasa información acerca del perfil de seguridad de los fármacos anti-tuberculosos de segunda línea en la mujer embarazada y en los neonatos.
La OMS informó para el año 20171, a nivel global, 600.000 casos de TBC con resistencia a rifampicina y, al menos 100 de estos casos se presentaron en mujeres gestantes11. En la Región de las Américas, la cifra alcanzó a 4.084 casos con TBC multi-drogo-resistente (TBC-MDR) y 121 casos con TBC extensamente resistente (TBC-XDR). Cinco países de la Región de las Américas, concentran 70% de las TBC con resistencia a rifampicina, entre los cuales se encuentran Perú y Haití1,12,13. En Chile, durante el año 2017 se diagnosticó 40 casos con resistencia a isoniacida (mono-resistencia o resistencia a más de un fármaco excluyendo rifampicina), 13 con mono-resistencia a rifampicina y 18 TBC-MDR, respectivamente9.
Tuberculosis y embarazo
La TBC en la mujer gestante se asocia a complicaciones del embarazo y a un aumento de la morbimortalidad materno-fetal. La TBC no tratada en la mujer gestante puede alcanzar hasta 40% de letalidad. La asociación de embarazo, infección por VIH y TBC aumenta seis veces el riesgo de mortalidad materno-infantil3.
La presencia de TBC durante el embarazo y parto se asocia a complicaciones obstétricas como aborto, pre-eclampsia y metrorragia2 y en el puede desarrollar cuadros graves de TBC14. Se estima un incremento de casi dos veces en el riesgo de parto prematuro, bajo peso al nacer y retardo del crecimiento intrauterino y de seis veces el riesgo de muertes perinatales3.
Los resultados perinatales adversos se han relacionado con el retraso en el diagnóstico, tratamientos incompletos y formas pulmonares avanzadas o diseminadas como la TBC miliar2,15.
El riesgo de transmitir la TBC durante el embarazo, de la madre seronegativa para VIH al recién nacido, es de 12% versus 30% si la mujer es seropositiva para VIH16.
Los cambios inmunológicos que ocurren durante la gestación y el puerperio impactan en la forma de presentación de la TBC. El sistema inmune materno genera lo que se conoce como tolerancia inmunológica, que le permite conservar su capacidad para responder ante antígenos extraños17, pero por otra parte los mecanismos de tolerancia están sobre-regulados para proteger el feto del sistema inmune de la madre18. Se produce un cambio en el balance entre citoquinas TH1 (pro-inflamatorias) y TH2 (anti-inflamatorias)19, debido al incremento progresivo de progesterona y estrógenos.
Estos cambios inmunológicos aumentan la susceptibilidad a la infección, favorecen la reactivación de la TBC y minimizan la expresión clínica de esta enfermedad durante el embarazo, lo que dificulta su diagnóstico19. Por eso, durante la gestación hay que estar atento a TBC subclínica y formas extra-pulmonares18,19.
Con posterioridad al parto, se produce un fenómeno de reconstitución inmune, con predominio de la respuesta pro-inflamatoria TH1, por lo cual, el cuadro clínico se exacerba y las mujeres puérperas tienen el doble de probabilidades de desarrollar TBC activa durante el puerperio versus el embarazo20,21.
Se debe considerar ciertos factores de riesgo de TBC en la mujer gestante (Tabla 1).
El 75% de las mujeres que transmiten TBC al recién nacido no tienen entre sus antecedentes historia o diagnóstico de TBC previo al parto. El 30% puede presentar una forma aparentemente asintomática de la enfermedad; el 70% restante cursa un cuadro clínico con sintomatología inespecífica, antes o después del parto5,22 y un alto porcentaje no se diagnóstica tempranamente durante el puerperio21.
La presentación clínica de la TBC activa en la mujer gestante puede ser insidiosa; los síntomas como la fatiga y decaimiento se pueden atribuir al embarazo, pero también se observan signos y síntomas similares a los que presenta la población general con TBC, como fiebre, sudoración nocturna, tos durante dos o más semanas, hemoptisis, pérdida de peso y anorexia. Al examen físico se puede encontrar enflaquecimiento y a la auscultación pulmonar estertores y roncus19,21.
La presencia de tos por más de dos semanas, fiebre, sudoración nocturna y pérdida de peso, ha sido propuesta por la OMS como el primer paso para plantear el diagnóstico de TBC activa en las personas con infección por VIH23. Tradicionalmente, se acepta que la tos con expectoración durante dos o más semanas en cualquier individuo es suficiente para requerir estudio de TBC9. En el caso particular de la mujer gestantes con infección por VIH, hay estudios en los cuales, la sensibilidad y especificidad de estos cuatro síntomas, para detectar TBC activa, fue de 28 y 84%, respectivamente, con un valor predictor positivo de 4,4% y valor predictor negativo de 98%19.
La TBC debe plantearse siempre en mujeres gestantes y puérperas con cuadros de fiebre sin foco, fiebre prolongada, meningitis subaguda, derrame pleural, laringitis crónica y piuria aséptica.
Los métodos diagnósticos que contribuyen al diagnóstico de TBC en la mujer embarazada se resumen en la Tabla 2. A ellos que se suman la incorporación nuevas tecnologías que incluyen la baciloscopias con microscopía fluorescente LED (light-emitting diode), cultivos en medios líquidos, biología molecular (Gene-Xpert® MTB/RIF) y ensayos con sondas en línea (LPA), directamente de cultivos o expectoración, los que han contribuido a mejorar la sensibilidad del diagnóstico microbiológico y los tiempos de respuesta. Algunos de ellos permiten la identificación de resistencia a los antimicrobianos utilizados en el tratamiento de la TBC24.
Tabla 2 Métodos diagnósticos de TBC en la mujer gestante
Prueba de tuberculina (PT) |
✓. Especificidad: 56-95% ✓. Uso válido y seguro, tiene la limitante que no puede diferenciar entre infección tuberculosa latente y TBC activa, y su resultado es interferido por la vacunación BCG ✓. Una PT positiva sumado a los síntomas propuestos por la OMS, se asocia a una alta probabilidad de TBC activa en la gestante |
Técnicas de detección de la liberación del interferón gamma (interferón-gamma release assay [IGRA]) |
✓. Especificidad: 92-97% ✓. Miden la cantidad de IFN- (QuantiFERON-TB-Gold®-In tube) o el número de linfocitos que lo producen (T-SPOT.TB®), que se libera como respuesta a la estimulación de las células T sensibilizadas con antígenos específico25 ✓. Su resultado no es interferido por la vacuna BCG ✓. Tiene mejor correlación con la exposición a Mycobacterium tuberculosis que la PT25 ✓. Seguras y efectivas para el diagnóstico de TBC ✓. Indicado en las mujeres gestantes sin factores de riesgo con PT positiva y antecedente de vacunación BCG y en las mujeres embarazadas inmunodeprimidas con sospecha clínica de TBC y PT negativa ✓. Los resultados indeterminados son dos veces más frecuentes en mujeres gestantes que en no gestantes25,26 |
Estudio radiológico | |
Estudio microbiológico | |
Biología molecular Sistema Gene-Xpert® MTB/RIF |
✓. Sensibilidad: 88% y especificidad: 99% para la detección de M. tuberculosis en muestras pulmonares: expectoración espontánea e inducida, contenidos gástricos y lavados broncoalveolares ✓. Permite la identificación de mutaciones que se correlacionan con la resistencia a rifampicina, con una sensibilidad de 95% y una especificidad de 98% |
Estudio histopatológico |
En la anatomía patológica es frecuente que no haya respuesta granulomatosa. Los microabscesos intervellosos y la intervillositis aguda se correlacionan fuertemente con TBC28 junto a villitis aguda. Otras lesiones descritas son: corioamnionitis, villitis granulomatosa, fibrina perivillosa y microinfartos, pero si bien su ausencia no descarta la TBC congénita, ninguna es patognomónica de TBC28,29.
En la madre con TBC, la vía del parto será la indicada por las condiciones obstétricas.
Los diferentes escenarios relacionados con las formas de presentación de la TBC durante la gestación se describen a continuación y esquematizan en la Tabla 3.
Tabla 3 Escenarios relacionados a la tuberculosis en la mujer embarazada
I. Exposición a TBC. Mujer gestante asintomática con contacto conocido BK (+) reciente |
II. Infección tuberculosa latente. Mujer gestante asintomática con PT o IGRA positivo y radiografía de tórax normal |
III. Enfermedad tuberculosa: Mujer gestante con clínica compatible, alteraciones radiológicas sugerentes y/o identificación del Mycobacterium tuberculosis, en una muestra clínica |
IV. Mujer gestante con antecedentes de TBC tratada previo al embarazo |
BK: baciloscopia. PT: prueba de tuberculina. IGRA: interferón-gamma release assay.
Conducta a seguir frente a los diferentes escenarios en la mujer embarazada
Exposición a TBC: se presenta en aquella mujer gestante asintomática con contacto conocido con baciloscopia positiva [BK (+)] y prueba de tuberculina (PT) o test de liberación de interferón gamma (en inglés: interferón- gamma release assay-IGRA) negativos. Debe garantizarse que el caso índice esté bajo tratamiento apropiado. En caso de contacto muy reciente, con PT/IGRA negativos, es recomendable repetir la prueba a las 8-12 semanas del contacto25,27.
Infección tuberculosa latente: aquella mujer gestante asintomática con PT o IGRA positivo y radiografía de tórax normal. La quimioprofilaxis NO está contraindicada por el embarazo, y debe iniciarse si la infección fue reciente.
Enfermedad tuberculosa: mujer gestante con clínica compatible, alteraciones radiológicas sugerentes y PT/IGRA positivos, o identificación de Mycobacterium tuberculosis en una muestra clínica. En este caso el tratamiento debe ser iniciado lo antes posible, velando por un adecuado estudio bacteriológico.
TBC tratada previa al embarazo: paciente con TBC previa curada. Amerita vigilancia de recaída durante el embarazo y el postparto.
En todos los casos debe haber certeza que en el núcleo familiar que recibirá al recién nacido no haya otros casos activos.
Quimioprofilaxis y tratamiento en la mujer embarazada
Las mujeres gestantes o puérperas con el antecedente de contacto cercano o intra-domiciliario de un caso de TBC bacilífera, son candidatas al uso de quimioprofilaxis secundaria si se detecta infección tuberculosa latente [PT o IGRA (+)] y se ha realizado una adecuada exclusión de enfermedad. Igualmente, se recomienda en las mujeres embarazadas con factores de riesgo, especialmente con infección por VIH, que tienen evidencia de infección tuberculosa latente19. Se realiza con isoniacida asociada a piridoxina (vitamina B6)19. El esquema de isoniacida y rifapentina no se recomienda actualmente para mujeres embarazadas30,31.
El tratamiento de la enfermedad tuberculosa en la mujer gestante no difiere del tratamiento en la población general19, los fármacos de primera línea (rifampicina, isoniacida, pirazinamida, etambutol) cruzan la barrera placentaria y se excretan en bajas concentraciones por la leche materna, lo que no contraindica la lactancia materna. Es necesario asociar al tratamiento piridoxina (vitamina B6), para evitar el efecto potencialmente neuropático de isoniacida19,31.
Isoniacida se secreta por la leche materna en escasa cantidad; el recién nacido o lactante no requiere de suplementación con piridoxina, a no ser que también esté recibiendo isoniacida.
Es importante destacar que cuando una mujer en edad fértil presenta TBC, debe orientarse adecuadamente en el uso de los métodos anticonceptivos apropiados, ya que rifampicina, el medicamento primordial en el tratamiento, interactúa con los anticonceptivos orales, disminuyendo la actividad de éstos19. En caso de TBC-MDR, debe velarse celosamente por la anticoncepción adecuada, ya que los medicamentos a usar (como clofazimina, moxifloxacina, etionamida) no son seguros en el embarazo, son más tóxicos y algunos teratogénicos31.
La emergencia de TBC-MDR en la mujer gestante, representa un dilema no resuelto, dado que no hay estudios que avalen la seguridad del uso de los fármacos de segunda línea en el embarazo y de los efectos potencialmente teratogénico que pueden tener en el feto. Por lo anterior, a las mujeres en edad fértil con riesgo de infección con TB-MDR por un contacto intradomiciliario BK (+), se les debe recomendar tomar medidas de contracepción efectivas y diseñar una quimioprofilaxis efectiva.
En un estudio realizado en Perú, en 38 gestantes con TBC-MDR, que fueron tratadas con medicamentos de segunda línea, se observó curación en 60%, falleció por TBC 10,5%, murió por otras causas 2,6%, experimentó falla en el tratamiento 5,2% y 21% presentó complicaciones en el embarazo32.
Bioseguridad en la maternidad frente a los diferentes escenarios en la mujer embarazada
Cuando la madre se presenta en el momento del parto con el diagnóstico confirmado de TBC, es importante precisar cómo se hizo el diagnóstico, el tratamiento recibido y su respuesta a éste. Idealmente, la madre debe llegar a la atención del parto con toda la información relevante (método diagnóstico, informe del estudio de sensibilidad in vitro, resultados de radiografías de tórax si las tiene, control mensual de baciloscopias y cultivo y copia del tarjetón de tratamiento). En Chile, por norma ministerial, se realiza estudio de susceptibilidad a todos los cultivos positivos y se realiza estudios moleculares para resistencia en pacientes con condiciones de riesgo33.
Aquellas pacientes con diagnóstico de TBC bacilífera al inicio del tratamiento, pero que vienen recibiendo el tratamiento apropiado en forma adecuada y confiable, con negativización de las baciloscopias y del cultivo, se consideran no contagiosas y no requieren, al ser hospitalizadas, de la instauración de medidas de precauciones de aerosoles34.
Si se desconoce la respuesta al tratamiento, hay sospecha de TBC o se está frente a TBC activa en el preparto, parto o puerperio, deben tenerse precauciones de aerosoles para la atención de la madre, separarla de otros binomios madre-hijo y atenderse en una habitación individual. El personal de salud debe emplear mascarilla N95 durante toda la atención de la mujer embarazada o puérpera34, medida recomendada también frente a la atención de un recién nacido enfermo con TBC.
Se han descrito brotes de infección tuberculosa en instituciones pediátricas y maternidades35–37 que han demostrado que un adulto altamente contagioso puede infectar a los niños durante exposiciones cortas, menores a 6-8 h34,37. Los recién nacidos con TBC avanzada en ventilador pueden infectar al personal aunque el riesgo es bajo35. A su vez, el personal no diagnosticado puede poner en riesgo a un gran número de recién nacidos, como sucedió en una maternidad italiana con una enfermera no diagnosticada tempranamente que puso en riesgo más de 1.767 niños expuestos en un período de 6 meses36 de los cuales, uno enfermó y 10,3% tuvo infección latente.
Tuberculosis en etapa neonatal o perinatal
La TBC en etapa neonatal es infrecuente, se asocia a una alta mortalidad y requiere de un alto grado de sospecha, para realizar el diagnóstico en forma oportuna.
Se puede diferenciar:
Tuberculosis congénita. La infección se adquiere por vía hematógena transplacentaria o por aspiración o ingestión de líquido amniótico o secreciones cervico-vaginales infectadas
Tuberculosis adquirida postnatal. La infección se adquiere después del nacimiento, a través de la exposición del recién nacido con un contacto BK (+), que habitualmente corresponde a la madre. Es la forma de presentación más frecuente en la etapa neonatal.
La TBC congénita se presenta en recién nacidos hijos de madres que desarrollan enfermedad activa durante el embarazo, o tienen una TBC genital, que puede ser silente o manifestarse tras el parto27. Los hijos de madres con TBC miliar o diseminada, o de aquellas sin tratamiento, tienen el mayor riesgo de transmisión de la enfermedad y adquirir una TBC congénita.
Los niños infectados tienen 5 a 10 veces más riesgo de desarrollar enfermedad que los adultos y mayor probabilidad de desarrollar TBC miliar y meníngea.
La tasa de transmisión al feto oscila entre 0 y 16%38,39, siendo excepcional si la madre tiene TBC exclusivamente pulmonar y ha recibido un tratamiento bien llevado antes del parto. La transmisión es más frecuente en la forma miliar, del tracto genital27 y en madres tuberculosas seropositivas para VIH, que pueden transmitir la TBC hasta en 30%40.
Las vías de transmisión pueden ser trasplacentaria a través de los vasos umbilicales, y en este caso el complejo primario se produce en el hígado o ser pulmonar, o bien, por aspiración o ingestión de líquido amniótico o secreciones cervico-uterinas infectadas donde el compromiso primario se presenta en el pulmón, o el tracto gastrointestinal; se estima que cada mecanismo explica al menos 50% de los casos.
Se han demostrado la presencia de M. tuberculosis en la decidua, vellosidades coriónicas de la placenta; los bacilos de Koch que ingresan a la circulación sistémica fetal vía umbilical se diseminan por el organismo. Siegel y cols., estudiaron 38 casos de TBC congénita fallecidos y encontraron la presencia de M. tuberculosis en tejido pulmonar en 97% de los casos, en hígado y bazo en 82 y 76%, respectivamente. Otras zonas afectadas fueron el tubo digestivo, ganglios peritoneales y mediastínicos y las glándulas suprarrenales41.
Los criterios para catalogar un cuadro clínico como TBC congénita fueron establecidos, inicialmente en 1935, por Beitzke42, pero posteriormente fueron modificadas por Cantwell y cols., en 199443 (Tabla 4).
Tabla 4 Comparación entre los criterios para el diagnóstico de tuberculosis congénita
Criterios de Beitzke42 | Criterios de Cantwell43 | |
---|---|---|
Primario (obligatorio) | Presencia de lesiones tuberculosas comprobadas en el recién nacido | |
Secundarios Uno o más de: | Complejo primario hepático | Complejo primario hepático o granulomas caseosos hepáticos |
Lesión en el recién nacido durante la primera semana de vida | Lesión en el recién nacido durante la primera semana de vida | |
Exclusión de transmisión posnatal | Exclusión de exposición postnatal mediante estudio de contactos incluyendo la transmisión nosocomial | |
Infección tuberculosa en la placenta o en el tracto genital materno |
Estos criterios han sido cuestionados considerando que en la mayoría de los casos se llega al diagnóstico en la madre con posterioridad al parto; por lo tanto, ya se ha perdido la oportunidad de realizar el estudio de la placenta. Muchas veces no se cuenta con todos los recursos de laboratorio para realizar los exámenes microbiológicos, biología molecular e imagenología requerida. Por otra parte, el complejo primario no siempre se encuentra en el hígado, o bien, las imágenes se manifiestan en forma tardía, no siendo pesquisables en los estudios iniciales. Todo lo anterior, en el contexto de una enfermedad de alta mortalidad, principalmente debido a la falta de diagnóstico oportuno44.
En la Tabla 5 se enumeran las situaciones clínicas sospechosas de una TBC congénita en el recién nacido según proponen autores españoles27,45 en concordancia con otros autores22,44, basados en los diversos casos publicados.
Tabla 5 Situaciones clínicas en las que debe sospecharse una tuberculosis congénita
La TBC congénita debe sospecharse en todo recién nacido hijo de madre con historia gestacional de TBC diseminada o extra-pulmonar o con TBC activa al parto o puerperio, aunque al examen físico el recién nacido se encuentre asintomático.
En los casos de TBC congénita, el neonato puede presentar manifestaciones clínicas al nacer –habitualmente inespecíficas– o bien, nace aparentemente sano y desarrolla el cuadro a la segunda o tercera semana de vida. Cantwell y cols., describieron que la edad media de presentación de la TBC congénita fue de 24 días con un rango de uno a 84 días43,46.
Los síntomas pueden ser inespecíficos; incluso se han descrito casos inaparentes y asintomáticos47. Los más frecuentes son27,44,45,48: mal incremento de peso, irritabilidad, fiebre, tos, distrés respiratorio, hepato-esplenomegalia, adenopatías y distensión abdominal.
En la mayoría de los casos44,45,49,50 existe compromiso pulmonar inespecífico, y con frecuencia se produce diseminación miliar, con afectación del sistema nervioso central; el antecedente epidemiológico de TBC materna, juega un rol crucial para establecer un diagnóstico precoz.
Otras formas de presentación27,44–46,48 son: shock séptico con coagulación intravascular diseminada, ascitis hemorrágica, peritonitis, ascitis quilosa51, síndrome ictérico con falla hepática, síndrome de activación macrofágica, osteomielitis, abscesos paravertebrales, otitis externa, otitis media con o sin mastoiditis, parálisis del nervio facial y lesiones papulares o pustulosas en la piel.
Hageman y cols.52, analizaron una serie de 27 recién nacidos con TBC congénita, de los cuales 12 madres tenían TBC activa. Los signos clínicos en los recién nacidos fueron inespecíficos y se observó: hepato-esplenomegalia (76%), dificultad respiratoria (72%), fiebre (48%), linfadenopatía (38%), distensión abdominal (24%), letargia e irritabilidad (21%), otorrea (17%) y lesiones papulares, pustulosas o vesiculosas rodeadas de eritema en la piel (14%). El compromiso meníngeo se observó en menos de 50% de los casos. En esta serie, las radiografías de tórax fueron anormales en 23 recién nacidos y 18 presentaron infiltrados inespecíficos.
Peng y cols.5, analizaron una serie de 170 recién nacidos con TBC entre 1946 y 2009, en quienes se logró 70% de confirmación bacteriológica o por estudios anatomo-patológicos. El promedio de edad de presentación del cuadro fue de 20 días; en 162 (95,3%) de las mujeres gestantes se diagnosticó una TBC activa durante el embarazo o puerperio. En 100% de los casos los signos clínicos fueron inespecíficos: fiebre, distrés respiratorio y hepato-esplenomegalia. En 133 (78,3%) se presentaron alteraciones en la radiografía de tórax, compromiso miliar (47%), neumonía lobar (12%), nódulos pulmonares (11%), neumonía (10%), neumonía intersticial (9%), adenopatías mediastínicas (9%) y otras alteraciones como atelectasias, complejos primarios, derrame pleural en 1 a 3%. Falleció el 40% y 21,7% no alcanzó a recibir tratamiento anti-tuberculoso. Dentro de los hallazgos de laboratorio cabe destacar : anemia < 10 g/dL (60%), de los casos, leucocitosis ≥ 12.000 /mm3 (64%), neutrofilos > 50% (78%), plaquetas < 100.000/mm3 (80%), alteración de las pruebas hepáticas (76%), proteína C reactiva elevada dos veces por sobre el punto de corte (95%).
La TBC adquirida en forma post natal generalmente se adquiere de la madre con un cuadro de TBC pulmonar BK (+) u otro contacto familiar cercano BK (+); ocasionalmente se ha comunicado casos de trasmisión por la leche materna en madres con granulomas tuberculosos en las mamas, o de adquisición nosocomial.
En los menores con TBC adquirida en forma postnatal, los síntomas se presentan, en general, después de las 2-3 semanas, incluso más tardíos. La enfermedad es predominantemente pulmonar con alto riesgo de diseminación miliar y meníngea53, y aproximadamente 30% pueden tener TBC extra-pulmonar. En algunos casos, la forma de presentación pulmonar puede ser grave, con importante compromiso ganglionar que llegue a comprimir la vía aérea y requiera de descompresión54.
Enfoque del recién nacido según escenarios
El manejo de recién nacido hijo de una madre con infección o enfermedad por M. tuberculosis al parto, va a depender de la categorización de la infección materna y, dentro de lo posible, se debe mantener el contacto entre la madre y su recién nacido, como también la lactancia materna55 (Figura 2).

Figura 2 Escenarios principales del RN frente a la TBC. *En todos hacer estudio epidemiológico en el entorno del RN. 1Separar al RN de la madre hasta tratamiento efectivo en ella.
Los objetivos en la atención del recién nacido expuesto a TBC son: proteger al RN contra la TBC mientras se salvaguarda la relación madre-hijo lo mejor posible55, evitar la exposición y la infección de otros binomios madre/hijo y del personal de salud.
Aproximarse al diagnóstico de TBC en la mujer gestante y su recién nacido representa un reto para el médico clínico, quien debe recabar los antecedentes epidemiológicos fundamentales para establecer un alto nivel de sospecha e integrar esta patología a los diagnósticos diferenciales de múltiples condiciones clínicas que se observan en la mujer embarazada y en el recién nacido.
Debe profundizarse en el estudio de contactos del futuro, entorno del recién nacido, en todos los casos de madre con TBC e incluso en aquellas que son contacto de un caso de TBC, para garantizar que el neonato no se expondrá a otros individuos con la enfermedad. Esto permitirá evaluar la pertinencia de iniciar quimioprofilaxis primaria en el niño, por la presencia de otros adultos enfermos y contagiantes diferentes a la madre, que representen un riesgo para él. Según la norma nacional chilena, esto recae en la atención primaria, previa comunicación de la atención secundaria o terciaria.
Recién nacido hijo de madre con TBC diseminada, miliar o mala respuesta al tratamiento
En el contexto de una mujer gestante con TBC grave activa o frente al recién nacido sintomático, es necesario una evaluación amplia. En la Tabla 6 están señalados los exámenes recomendados. Se presentan algunas consideraciones de las muestras y exámenes específicos para TBC en el recién nacido.
Tabla 6 Estudio amplio en el recién nacido con sospecha de tuberculosis o en el hijo de madre con tuberculosis diseminada, miliar o mala respuesta al tratamiento
IGRA: interferón gamma release assay. BK: baciloscopia. RPC: reacción de polimerasa en cadena. ADA: adenosin-deaminasa. RM: resonancia magnética. TC: tomografía computarizada. TBC: tuberculosis.
Baciloscopias y cultivo
En relación a número de muestras de expectoración inducida o contenido gástrico para baciloscopias y cultivos, la norma nacional chilena sugiere dos muestras, lo que aumenta a tres en guías internacionales. En un estudio realizado en niños hospitalizados con neumonía, se observó que la detección de M. tuberculosis, a través de cultivo, mejoró al combinar dos muestras de expectoración inducida y una de contenido gástrico y que una muestra de expectoración o contenido gástrico eran insuficientes56.
Todas las muestras obtenidas para baciloscopia y cultivo (LBA, LCR, contenido gástrico, expectoración o muestra de tejido) pueden enviarse también para la realización de reacción de polimerasa en cadena para M. tuberculosis (GeneXpert TB/Rif®). Una evaluación reciente de la técnica Gene-Xpert® MTB/RIF, en niños bajo un año de edad, demostró una sensibilidad, especificidad, valor predictor positivo y negativo de 75, 100, 100 y 90,9%, respectivamente, para este grupo etario57. La comprobación bacteriológica se da en 30 a 70% de los casos38,58.
Prueba de tuberculina
La PT negativa no excluye la TBC, dado que 10 a 40% de los niños inmunocompetentes pueden tener PT negativa, con TBC documentada por cultivos positivos. La Academia Americana de Pediatría (AAP) ha establecido que la interpretación de la lectura de la PT debe basarse en una escala de riesgo de TBC55.
Los neonatos presentan una respuesta inmune celular inmadura53 caracterizada por la presencia de linfocitos B y células plasmáticas inmaduras, disminución de actividad de las células T, con producción limitada de inmunoglobulinas, citoquinas e interferón. Lo anterior condiciona que la PT sólo es positiva en 20% de los casos; por lo tanto, un resultado negativo no descarta la infección latente ni activa52.
IGRA. En niños bajo 2 años de edad, las técnicas de IGRA, dado la menor producción de interferón en respuesta a los estímulos antigénicos, tendría una buena especificidad, pero con una sensibilidad menor a 80% y alta tasa de resultados indeterminados, comparado a los resultados obtenidos en niños sobre 5 años59. Sin embargo, algunas experiencias sugieren que puede ser útil en lactantes bajo 3 meses de edad36. Si el resultado inicial es negativo, tanto la PT, e idealmente el IGRA, pueden repetirse a los tres meses.
Recién nacido hijo de madre con TBC pulmonar BK positiva sin tratamiento durante el parto o puerperio inmediato
El recién nacido se separa de su madre y se inicia estudio para definir su condición. Si se descarta la enfermedad en el niño, debe iniciar quimioprofilaxis primaria con isoniacida. El recién nacido permanecerá el menor tiempo posible separado de su madre y puede recibir lactancia materna, a no ser que la condición de gravedad de la madre no lo permita o presente una TBC mamaria o una TBC-MDR. La madre con TBC pulmonar BK(+) puede dar lactancia siempre y cuando esté bajo tratamiento y debe usar mascarilla N95 o similar, al amamantarlo. El inicio de la terapia adecuada en la madre es un componente primordial para disminuir el riesgo de contagio extra-uterino34 y respalda desaconsejar la separación en el RN con quimioprofilaxis, excepto en madres no adherentes y/o con TBC-MDR.
Duración de la quimioprofilaxis
Las guías nacionales y la AAP señalan que a los 3-4 meses de quimioprofilaxis se debe realizar evaluación clínica, radiografía tórax de control y nueva PT al lactante. Si los exámenes, la PT es negativa y la madre tiene una buena adherencia al tratamiento, no representa una fuente de contagio, como tampoco ninguna persona del entorno, se suspende la profilaxis con isoniacida y se administra la vacuna BCG60.
Si la PT da positiva a los 3-4 meses. se debe descartar una TBC activa y si el estudio es negativo, se continúa con isoniacida hasta completar seis meses de quimioprofilaxis según norma chilena o nueve meses según algunas guías internacionales. Otros guías internacionales27 realizan seguimiento en los niños con quimioprofilaxis primaria con PT e IGRA (Quantiferon -QFN-GIT) a los 3, 6 y 12 meses, para detectar la infección por TBC de forma precoz y mantienen la quimioprofilaxis primaria por seis meses en los niños con estudio negativo a los tres o cuatro meses61.
Se han realizados estudios con esquemas acortados de quimioprofilaxis con isoniacida y rifapentina en niños sobre dos años de edad, con resultados satisfactorios, pero no hay suficiente evidencia que avale su recomendación en bajo esta edad55.
El riesgo de infección del recién nacido disminuye significativamente si la madre con TBC BK(+) ha completado dos a tres semanas de tratamiento bien llevado y el neonato ha iniciado la quimioprofilaxis primaria.
En caso de recién nacidos prematuros con estudio negativo27, algunos autores recomiendan la quimioprofilaxis primaria hasta nueve meses o tres meses después de que el caso índice haya negativizado los cultivos.
Recién nacido hijo de madre con TBC en tratamiento con buena respuesta a la terapia y bacteriología negativa al parto
El recién nacido requiere un examen físico detallado. En aquellos asintomáticos, con examen físico normal, se recomienda realizar estudio acotado con hemograma, proteína C reactiva, Rx de tórax y pruebas hepáticas (principalmente en búsqueda de efectos adversos de los medicamentos). La ecografía abdominal también está recomendada realizar.
En estas circunstancias, la lactancia no está contraindicada62 y la norma chilena señala que el recién nacido debe recibir la vacuna BCG y no tendría indicación de quimioprofilaxis primaria60. El seguimiento con pruebas de IGRA puede evidenciar infección latente36.
Otras recomendaciones señalan45 que se debe considerar la profilaxis primaria, a no ser que la madre tenga historia de TBC pulmonar o pleural no complicada durante la gestación, que esté recibiendo un tratamiento adecuado y bien llevado, que tenga al menos un cultivo de expectoración negativo, sea BK(-) al momento del parto y que además, se haya estudiado y descartado otros casos de TBC en el entorno familiar.
Recién nacido hijo de madre asintomática, sin enfermedad, a su vez contacto de un caso de TBC bacilífera
El recién nacido debe vacunarse inmediatamente, y no está contraindicada la lactancia. No requiere tratamiento preventivo. Es importante tener la certeza que no hay casos de TBC activa en su futuro entorno antes del alta. La madre debe estudiarse para infección latente y recibir tratamiento si se demuestra.
Tratamiento del recién nacido con TBC
Deben instaurarse precauciones de aerosoles en los RN con TBC, ya que existe el riesgo de transmisión, si bien es bajo35,62.
Frente a la sospecha de enfermedad o confirmación, debe tratarse al recién nacido, idealmente con cuatro fármacos anti-tuberculosos de primera línea, hasta disponer de los resultados de los estudios microbiológicos y de sensibilidad in vitro55,63.
En caso de TBC meníngea, la norma nacional60 señala que se debe prolongar el tratamiento por nueve meses, incluyendo entre los cuatro fármacos a etambutol; la AAP sugiere adicionar un aminoglucósido o etambutol y prolongar el tratamiento a 9-12 meses55,63.
El comportamiento farmacocinético y farmacodinámico de los medicamentos anti-tuberculosos ha sido poco explorado en niños. En estudios64,65 realizados en pacientes bajo 3 años de edad, los factores predictores de fracaso de tratamiento de TBC fueron el área bajo la curva de concentración-tiempo (AUC) de isoniacida menor a 11,95 mg/mL/h y la obtención de concentración máxima de rifampicina menor de 3,10 µg/mL. De un total de 18 niños bajo 3 años que recibieron, como parte de su tratamiento, dosis de 10 mg/kg/día de isoniacida, en 7 (39%) se observó fracaso terapéutico y de éstos, 75% tuvo un AUC menor a 11,95 µg/mL/h64,65.
Isoniacida interfiere competitivamente con el metabolismo de piridoxina inhibiendo la producción de la forma activa de la vitamina B6, lo cual, puede dar lugar a neuropatías periféricas. Este cuadro es infrecuente en los niños, estaría indicado el suplemento con piridoxina en lactantes alimentados con lactancia materna exclusiva y en adolescentes con pobre ingesta de carnes y leche, como también en pacientes con infección por VIH o desnutridos63. La dosis recomendada de piridoxina es 1-2 mg/kg/día62.
Quimioprofilaxis
El medicamento más recomendado para la profilaxis en el recién nacido es isoniacida, administrado durante seis a nueve meses. Puede emplearse rifampicina por cuatro a seis meses, en casos de resistencia a isoniacida.
No hay estudios que avalen la profilaxis ideal en casos de TBC-MDR (resistencia a rifampicina e isoniacida). La indicación debe evaluarse en Comités o por profesionales expertos en el tratamiento TBC resistente y de acuerdo a las pruebas de sensibilidad extendidas en el aislado del caso índice, siendo una de las alternativas más utilizadas levofloxacina asociada66 o combinaciones como etambutol + pirazinamida62, pero faltan estudios controlados comparativos de eficacia y seguridad en estas circunstancias.
En relación a la dosis de isoniacida a utilizar, estudios de farmacocinética y otras guías internacionales sugieren dosis diarias de 10 mg/kg en el recién nacido, e incluso más altas45,67,68; sin embargo, la norma chilena recomienda 5 mg/kg/día en quimioprofilaxis, lo que sugerimos revisar.
Igualmente, se recomienda piridoxina en el neonato o lactante que recibe quimioprofilaxis con isoniacida22 o aquel con lactancia exclusiva y cuya madre recibe isoniacida66.
Vacunación BCG
Se recomienda su aplicación precozmente en los recién nacidos hijos de madre con bacteriología negativa y buena respuesta al tratamiento60. En aquellos niños expuestos a TBC sensible, con quimioprofilaxis, se recomienda administrar la vacuna BCG al término de esta profilaxis48,60,62, ya que, en teoría, isoniacida puede interferir con la eficacia de la vacuna y esta última puede dificultar la interpretación de un nuevo resultado de la PT36 La vacunación con BCG puede adelantarse en RN hijos de madres con TBC-MDR62.
Conclusiones
La TBC continúa siendo un problema de salud pública mundial y representa una amenaza para la mujer gestante y su recién nacido.
Es una patología de difícil diagnóstico en el binomio madre-hijo y se debe tener un alto grado de sospecha, especialmente cuando están presentes antecedentes epidemiológicos o factores de riesgo en la mujer gestante.
Se deben agotar todos los medios para lograr un diagnóstico oportuno, que permita iniciar el tratamiento y obtener un éxito terapéutico, tanto en la mujer embarazada como su recién nacido.
Ante la sospecha fundada de una TBC congénita se debe iniciar tratamiento asociado, que incluya cuatro fármacos anti-tuberculosos, con un seguimiento estricto del recién nacido, favoreciendo, dentro de lo posible, la mantención de la lactancia materna.
Cuando corresponda, se ha de separar al recién nacido de su madre, por el menor tiempo posible, y realizando el estudio de contactos en el entorno que permita detectar otros casos, cortar la cadena de trasmisión e implementar medidas de prevención primaria y secundarias.
El adecuado enfrentamiento del RN expuesto a TBC permitirá protegerlo contra la TBC, favorecer el apego madre-hijo, evitar la exposición a otros binomios madre-hijo y al personal de salud, cortar la cadena de trasmisión e instaurar un tratamiento precoz y oportuno para así, disminuir la morbimortalidad de esta enfermedad.