Estimado Sr. Editor:
Después de leer el artículo aportado por Rosanova y cols.1, sentimos la necesidad de contribuir con la experiencia del equipo de stewardship (uso racional de antimicrobianos) en relación al uso de daptomicina.
En primer término, queremos destacar que la participación del farmacéutico clínico es fundamental en el manejo de antimicrobianos de alto costo, especialmente en UCI pediátrica. Tal unidad presenta particularidades debido a que la dosis terapéutica de los medicamentos es menor y su preparación para infusión requiere experiencia y conocimientos de quienes fraccionan los medicamentos a fin de evitar subdosis o sobredosis, asegurar la estabilidad del medicamento y evitar su contaminación. Por otra parte, en relación al rol de la farmacia, no pueden dejarse de lado intervenciones de farmacovigilancia tales como el seguimiento de reacciones adversas al medicamento, interacciones medicamentosas, incompatibilidades en caso de politerapias y los regímenes de dosis en niños con lesiones renales agudas o crónicas2
Actualmente, la industria farmacéutica produce frascos de 500 mg de daptomicina y no existen presentaciones para uso pediátrico, a pesar de la aprobación para su uso en niños a partir de 20171. La necesidad de contar con dosis menores hace que la mayor parte del antimicrobiano sea descartado, produciendo residuos innecesarios, elevando el costo terapéutico y aumentando potencialmente el riesgo de resistencia bacteriana en el ambiente. Lo anterior no contribuye con la racionalización del uso de antimicrobianos. A pesar de la estabilidad físico-química y microbiológica de daptomicina después de la reconstitución, puede ser mantenida un máximo de 24 h a temperatura refrigerada y la dilución puede utilizarse de 1-2 veces3
Los equipos de enfermería también enfrentan grandes desafíos en la preparación y administración de dosis menores de medicamentos que significan grandes volmenes de reconstitución. Lo anterior exige que dentro de los programas de racionalización en el uso de antimicrobianos se elaboren protocolos para estandarizar estas actividades. Un ejemplo es que no siempre las dosis son con volúmenes totales por lo que se requiere estandarización de ajustes de volúmenes a administrar con bombas de infusión. Frente a lo expuesto nos preguntamos: ¿Por qué la industria farmacéutica no produce frascos con presentaciones pediátricas? Para mayor argumento, si consideramos un niño de 2 kg de peso con dosis de 12 mg/kg/día de daptomicina para tratamiento de bacteriemia por Staphylococcus aureus durante 10 días4, el costo diario del medicamento seria de US$ 1,42. Finalmente, el costo del residuo (medicamento descartado) seria de US$ 57,93 /día. Lo anterior significa que al final del tratamiento el costo total de daptomicina descartada seria de US$ 579,28, incrementando en US$ 565,08 el precio del tratamiento por niño.
La alternativa sería la implementación de una central de diluciones en cada hospital. Sin embargo, la complejidad de estas dependencias significa inversiones y recursos humanos especializados que pueden no ser factibles en muchos hospitales. La pregunta entonces es ¿la industria farmacéutica está contribuyendo a la seguridad del paciente y optimización en el uso de antimicrobianos?
El desperdicio de medicamentos, especialmente antimicrobianos, no se condice con el pacto global para el uso racional de antimicrobianos y reducción de la resistencia bacteriana. Creemos que estos cuestionamientos son muy necesarios para que salgamos de “nuestra zona de confort” y nos pongamos en acción a través de programas de racionalización de antimicrobianos (stewardship) y equipos multidisciplinarios que incorporen los cuestionamientos presentados y revisen permanentemente los protocolos institucionales a fin de implementar estrategias efectivas.