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Revista musical chilena
versión impresa ISSN 0716-2790
Rev. music. chil. v.55 n.196 Santiago jul. 2001
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-27902001019600008
Reflexiones sobre el compromiso social de los compositores
por
Celso Garrido-Lecca
En general a los músicos se nos acusa de estar ajenos a los acontecimientos políticos y sociales del mundo en general y de vivir de espaldas a la realidad. Vivimos abstraídos en nuestro mundo, a veces demasiado demandante del rigor técnico y de las exigencias del propio oficio musical.
Pero en esta ocasión deseo referirme a aquello que en América Latina afecta a los artistas creadores de manera singular; es decir, a las convulsiones sociales y las relaciones con el mundo desarrollado en la hora actual. A mí me tocó vivir en Chile, país donde radiqué por cerca de 25 años, el golpe militar de Pinochet. Pasé la experiencia de ver y sentir a un ejército de ocupaciones en su propio país, con todos los agravantes de exterminio de un enemigo nacional. Luego, en el Perú, donde hubo una guerra contra el terrorismo, por circunstancias imprevisibles, casi surrealistas, estuve involucrado en un acontecimiento, por cierto totalmente ajeno a mí. Ello porque en nuestros países puede ocurrir lo inverosímil en cualquier momento. Es así, por ejemplo, como en el Perú, sin saberlo y a pesar de la Constitución, hemos tenido un presidente de nacionalidad japonesa, el ingeniero Alberto Fujimori, que en estos diez últimos años entronizó una dictadura solapada de facinerosos y narcotraficantes que se apoderaron de todas las instancias del gobierno.
Hoy día, con un resquicio de esperanza todavía incipiente, deseamos recuperar el sentido de los valores cívicos y no caer en el escepticismo, por no decir pesimismo. Nuestra crisis es profunda. No se trata de esperar hombres salvadores de futuros: no creo en ellos. Lo primordial es ver cómo se restituyen los valores espirituales de un pueblo engañado y desmoralizado. Y es necesario un tiempo muy largo para restañar una herida tan profunda. Hasta hace muy poco el trastrueque de valores en mi país era tan grande que se podía resumir en la frase "todo se compra y todo se vende". Es la deformación materialista del mundo contemporáneo, en especial de los países desarrollados, preocupados excesivamente por su bienestar y con una praxis eminentemente economicista, de formación que ejerce una influencia negativa en el tercer mundo al imponernos políticas económicas de tabla rasa.
Uno de los factores que se ahonda en nuestros países pobres con estas políticas impuestas es la nula disposición de los gobiernos latinoamericanos para apoyar a la cultura y al arte, elementos primordiales para la elevación espiritual de sus pueblos. No ven que, en buena cuenta, nuestras crisis son, sobre todo, crisis espirituales, de valores éticos. Con esto no niego el atraso ni la pobreza inmisericorde que nos golpea día a día. Pero ¿qué hacen los dirigentes al dilapidar o enriquecerse a costa de los escasos recursos de un país pobre?, ¿cuál es su escala de valores? Como escribe el escritor Soljenitsyn: "El declinar del valor es particularmente sensible en la clase dirigente y en la intelectual dominante, y de ahí la impresión de que el valor ha desertado de toda sociedad". ¿Qué puede hacer un compositor cuya función es crear valores culturales en sociedades con crisis morales y económicas tan agudas, donde los gobiernos soslayan lo cultural dentro de un espejismo fáctico? A mi modo de ver sólo le queda seguir en su tarea creativa cotidiana, olvidada en forma consciente que su función social es crear futuro. Sí, señores; desde hace tiempo pienso que un artista debe contribuir, tratando de dar lo mejor de sí en sus creaciones, a la restitución de una dignidad perdida. Porque, reitero, el problema es esencialmente un problema del espíritu. Y el Arte es el aprendizaje para de nuevo ser humanos.