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Revista de estudios histórico-jurídicos
versión impresa ISSN 0716-5455
Rev. estud. hist.-juríd. n.30 Valparaíso 2008
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-54552008000100044
Revista de Estudios Histórico-Jurídicos XXX, 2008, pp. 670 - 671
BIBLIOGRAFÍA
NAEF, Werner, La idea del Estado en la Edad Moderna (versión del alemán de Felipe González Vicén, edición a cargo de José Luis Monereo Pérez, Granada, Editorial Comares, 2005), 167 págs.
José Luis Monereo Pérez nos presenta una edición de la obra de Werner Naef, traducida del alemán por Felipe González Vicén. De forma sistemática, Werner estructura su trabajo en cinco núcleos temáticos. En el primero se plantea, a modo de introducción, la estructura histórica del Estado moderno, desde la denominación que hiciera Rudolf Kjéllén del Estado como forma vital. Distingue dos series evolutivas en las transformaciones del Estado a lo largo de la historia, de un lado, las modificaciones de los componentes estatales y de otro, la sucesión de formas estatales. El punto de partida cronológico de estas dos líneas evolutivas lo sitúa Naef en la baja Edad Media. A partir de este momento, analiza el Estado medieval al que caracteriza por dos notas: contenido estatal limitado y poder estatal repartido. En cualquier caso, el proceso que conduce al Estado moderno se inicia en los siglos XIV y XV cuando el poder estatal comienza a levantar la cabeza, reaccionando ofensivamente contra dos enemigos, contra las fuerzas supraestatales y contra las infraestatales (p. 4). El primer gran fenómeno de todo el proceso evolutivo estará marcado por la constitución de las Iglesias nacionales en los siglos XV y XVI al que habrá que unir el mercantilismo de los siglos XVII y XVIII. Respecto a las formas estatales, Naef refiere como primera forma el Estado estamental, en el que el poder del príncipe estaría equilibrado por los estamentos, seguido del Estado monárquico con la excepción inglesa; sin obviar el papel de la Revolución francesa y la decisiva concepción de los derechos del hombre en los Estados coloniales ingleses de Norteamérica, cuyo germen procede de la vieja Europa. Concluye Naef señalando que éste es el panorama en el siglo XIX. El Estado moderno alcanza plena realización y despliega máxima actividad, pero excluido de un sector reservado a la libertad individual. En relación con su estructura y su forma estatal, empero, el proceso que parte del Estado dualista y del Estado monárquico absolutista ha creado ahora un Estado que extrae una parte de su fuerza, su mejor fuerza, toda su fuerza, de la suma de individuos que le componen y que le rigen directamente o por representantes, por sí solos o en unión de la corona (p. 17).
El Estado del Renacimiento es el objetivo del segundo de los capítulos, de Werner Naef. El punto de partida, a modo de introducción, es el problema del Renacimiento y la delimitación de la época, relativamente reciente, para pasar a detenerse con detalle en el examen del Estado, la sociedad y la economía del Renacimiento, teniendo en cuenta que la relación entre el Estado del Renacimiento y la cultura del Renacimiento es distinta en los diferentes países (p. 45). Así, el autor contempla la situación en Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. Precisa que lo que entendemos por Renacimiento se extiende en amplias dimensiones a lo largo del curso histórico (p. 61); de forma que comienza en Italia en los siglos XIII y XIV, se desarrolla en Alemania a partir del siglo XV y estará vigente en Francia entre los siglos XV y XVI y en Inglaterra más tarde; aunque se puede decir que el momento álgido como fenómeno europeo se sitúa en el año 1500. A continuación, se detiene en los elementos de la vida política y estatal, basándose en los rasgos característicos de la concepción del Estado en Maquiavelo.
Capítulo aparte y más amplio, dedica Naef al Estado de la Ilustración, separando el absolutismo ilustrado de la Ilustración política y centrándose en esta última. Especial atención presta a la estructura de la realidad estatal hasta el siglo XVII, considerando que se encuentra en el centro mismo del pensamiento político ilustrado. Serán dos rasgos los que caractericen el Estado moderno, distinguiéndolo del medieval: la ampliación del concepto de Estado y de la actividad estatal y el nacimiento de una comunidad de súbditos de gran extensión. En cuanto a la teoría del Estado en los albores de la Ilustración hay dos conceptos fundamentales que explican el nacimiento del Estado, motivan su existencia y poderes y justifican su forma. Se trata de la teoría contractual y de la doctrina teleológica, que, aunque ya existían, se desarrollan en sentido individualista en el siglo XVIII. Es en este momento, cuando Naef se concentra en la Ilustración política en la vida estatal y en la teoría del Estado, desde el pensamiento de Thomas Hobbes, John Locke, Bossuet, Fénelon, Montesquieu, Voltaire o Rousseau, entre otros. Concluye Naef este capítulo, planteando la Ilustración como potencia histórica a fines del siglo XVIII, delimitando los elementos que constituyen en forma esencial el concepto de la ilustración política que tendrían como base la idea de que el Estado supone una asociación para un fin que ha sido conscientemente creada por medio de un contrato. De la combinación de esta idea con la individualista surgirá la teoría ilustrada del Estado. Para Naef, la Ilustración es un proceso que discurre por toda la historia europea desde finales de la Edad Media (p. 119), aunque no alcanza su pleno desarrollo hasta los siglos XVII y XVIII. Así, un Estado que no haya experimentado la Ilustración no pertenecería a Europa en el pleno sentido de la palabra. Será la Revolución francesa la que permita verter en la historia de Europa el pensamiento de la Ilustración.
Seguidamente, es el Estado del romanticismo el que centra la atención de Naef de forma mucho más escueta. Pronto aparecen corrientes contrarias a la Ilustración. Lo primero que llama la atención de la nueva teoría del Estado sería la negación de la teoría contractual en todas sus dimensiones. Al hacer y actuar se opone un devenir y un hacer y surge el concepto romántico de la libertad, dirigiendo la vista al pasado histórico para legitimar el Estado. Sin embargo, este fenómeno encontraría grandes obstáculos en la práctica. En el umbral del siglo XIX, las ideas de la Ilustración y el anhelo romántico se encuentran como dos líneas políticas que discurren en paralelo hacia el futuro.
Finaliza el autor su trabajo con un último capítulo dedicado a la comunidad de Estados europeos en la Historia moderna que plantea con una perspectiva histórica, remontándose nuevamente a finales de la Edad Media que es cuando se insinúa por primera vez un sistema de Estados en sentido moderno que resultaría comparable con la problemática actual y de cuya evolución histórica se podrían extraer los elementos necesarios para establecer futuras líneas de actuación.
Patricia Zambrana Moral
Universidad de Málaga