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Literatura y lingüística
versión impresa ISSN 0716-5811
Lit. lingüíst. n.13 Santiago 2001
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-58112001001300020
Algunos elementos |
John Searle Actos de habla; ensayo de filosofía del lenguaje , |
Martín Ríos L. Estudiante de 4 año Pedagogía en Filosofía |
|
El objetivo de la presente reseña se ve enmarcada en la intención de presentar y exponer los puntos más importantes y destacados del ensayo «Actos de habla» de J. R. Searle. Lo primero que cabe destacar de este ensayo es el diálogo abierto y complejo que realiza Searle con diversos autores que se vieron dedicados al estudio de la filosofía del lenguaje, como lo son por ejemplo: Frege, Wittgenstein, Carnap, Russell, Tarski, Quine, J. L. Austin y Chomsky, entre otros. La posible complejidad que reviste el ensayo, resultante obvia de tan arduo diálogo, podría llevar al lector poco entendido o habituado en las temáticas de la filosofía del lenguaje a un desconcierto y a una incomprensión de los temas tratados a lo largo del ensayo. Pero lo anterior no le resta importancia al aporte realizado por Searle en el ámbito de la filosofía del lenguaje, sino más bien se nos presenta como una clara invitación y un desafío a los lectores de diversas áreas que se interesan en el estudio de las acciones humanas.
Ahora bien, para continuar con la intención de esta reseña, debemos señalar que dentro de los primeros puntos que Searle trabaja dentro de su ensayo, nos encontramos con que se realiza una explicación y distinción entre las distintas disciplinas del saber humano que se ven referidas al tema del lenguaje. Dos son en un principio las áreas de la filosofía, en particular, que se ven llevadas a trabajar sobre el lenguaje. Estas disciplinas son la así llamada Filosofía lingüística y la Filosofía del lenguaje. La Filosofía lingüística se ve abocada a intentar «resolver problemas filosóficos particulares atendiendo al uso ordinario de palabras u otros elementos de un lenguaje particular»1 . La filosofía del lenguaje, en cambio, se ve en «el intento de proporcionar descripciones filosóficamente iluminadoras de ciertas características generales del lenguaje, tales como la referencia, la verdad, el significado y la necesidad, y solamente se preocupa de pasada de elementos particulares de un lenguaje particular» 2 . Dentro de la filosofía del lenguaje podemos encontrar preguntas tales como: ¿cómo representan las palabras a las cosas?, o bien ¿cual es la diferencia entre una secuencia significativa de palabras y otra no?, etc. Por esto podemos señalar que la diferencia sustancial entre la llamada «filosofía lingüística es por sobre todo el nombre de un método, en cambio la filosofía del lenguaje es el nombre de un tema»3 .
Ahora bien, además de estas dos disciplinas filosóficas que se orientan al estudio del lenguaje, podemos señalar que el autor añade una tercera disciplina que también se ve abocada a trabajar con el tema. Ella es la Lingüística, la que se diferencia de las anteriormente señaladas en el hecho que «intenta describir las estructuras fácticas (fonológicas, sintácticas y semánticas( de los lenguajes naturales humanos» 4 .
Según Searle han existido entre los filósofos una serie de perplejidades respecto de caracterizaciones lingüísticas, por lo que se han llegado a tomar diversas formas al respecto. Una de estas dice relación con las dudas escépticas sobre criterios de aplicación de términos, en el cual podemos encontrar algunos términos tales como el analítico, significativo, sinónimo, etc., además de dudas generales sobre la verificación de enunciados sobre lenguaje.
Respecto del primer término, antes mencionado, se dice que no existe un adecuado concepto del término de analítico, ya que su verificación vendrá dada por su definición, lo que conllevaría a no tener un criterio generista para poder señalar si un enunciado analítico lo es o no.
Pero, según Searle, de lo señalado respecto a la falta de un concepto que defina el término analítico, no se sigue necesariamente que se carece de una argumentación suficiente para señalar que se carece de criterio para respecto de la analiticidad y la sinonimia. Ahora, lo que debemos entender por sinonimia es lo que se define como «dos palabras son sinónimos si y sólo si tienen el mismo significado y la analiticidad se define como un enunciado es analítico si y sólo si es verdadero en virtud de su significado o por su definición»5 .
Según nos explica Searle, el hablar un lenguaje es tomar parte en una forma de conducta gobernada por reglas por lo que «aprender y dominar un lenguaje es aprender y haber dominado esas reglas»6 , y cuando se le pregunta a este autor por la validez de sus afirmaciones, este nos señala que todo radica en el hecho de su pertenencia a un orden específico del lenguaje, y el conocimiento que de él se tiene, viene dado análogamente al ejemplo del jugador de béisbol. El conocimiento está dado por el saber como se juega, lo cual significa la internalización de una serie de reglas. Las reglas no pueden atentar en contra del juego, porque aún siendo un libro de reglas que describe otras reglas en contra de las reglas, sin duda se referirá a otro juego.
Avanzando un poco en el texto podemos señalar que la tesis central de este ensayo discurre por la noción de que: el lenguaje o el hablar un lenguaje consiste en realizar actos de habla, y entre estos actos se encuentran el hacer enunciados, dar ordenes, plantear pregunta, etc. Pero con una mayor abstracción se pueden realizar actos como referir y predicar, y todos estos actos son posibles porque se realizan de acuerdo con algunas reglas para el uso de ciertos elementos lingüísticos.
Según Searle, el porqué del concentrarse en el estudio de los actos de habla, radica en el hecho de que «toda comunicación lingüística incluye actos lingüísticos» 7 , ya que la unidad de la comunicación lingüística no es el símbolo o la oración, sino que su unidad radica en el hecho de la producción de los mismos cuando se realiza un acto de habla. Por lo que Searle describe o define al acto de habla como «unidades básicas o mínimas de la comunicación lingüística»8 .
Ahora bien, el hecho de contemplar un objeto como instancia de comunicación lingüística radica en la suposición de que fueron realizadas con alguna intención. En este sentido, existen dos tendencias de la filosofía del lenguaje contemporánea: la primera se centra en el uso de las expresiones del habla, y la segunda se ubica en el significado de las oraciones. La importancia que se sigue de lo anteriormente descrito, es que ambos enfoques son complementarios y se interpelan teóricamente en el desarrollo de la investigación sobre el lenguaje.
El último punto que recoge el autor en el primer capítulo de su investigación, dice relación al principio de expresabilidad. Este nos indica que cualquier cosa que se quiera decir puede ser dicha, lo que no implica necesariamente que cualquier cosa dicha pueda ser comprendida, por el exclusivo hecho de haber sido dicha.
Ahora bien, si se toma el acto de habla como una unidad básica de la comunicación, junto con la expresabilidad se «sugiere que existe una serie de conexiones analíticas entre la noción de actos de habla, lo que el hablante quiere decir, lo que la oración emitida significa, lo que el hablante intenta , lo que el oyente comprende y lo que son las reglas que gobiernan a los elementos lingüísticos»9 .
La referencia como acto del habla
En el capítulo así titulado, el cuarto, Searle plantea que lo primero que se debe tener en cuenta es que no toda ocurrencia de una expresión referencias es tal. En otro sentido las expresiones referenciales aparecen en otro sentido y aparecen teniendo un uso normal. Ahora si se consideran las oraciones:
1.- Sócrates fue un filósofo.
2.- 'Sócrates' tiene ocho letras.
Según Searle existe dos hechos en los cuales hay que fijarse. El primero es que ambos comienzan con la misma palabra, y el segundo es que la palabra juega distinto rol en la emisión de la oración. En el primero se está haciendo referencia a una persona, y en el segundo a la palabra misma.
Ahora, en el intento de aclarar estas cuestiones, los filósofos han caído en una explicación confusa entre la distinción de uso y mención en las expresiones.
En el segundo caso, según algunos filósofos, ocurre que 'Sócrates' resulta ser una palabra nueva que es el nombre propio de la palabra. Todo lo cual, según nuestro autor, produce una incontable sucesión de nombres que se remontarían jerárquicamente. Esta mala interpretación se deriva de una no comprensión del como funcionan ciertos elementos del lenguaje.
La institución de los nombres propios es necesaria porque necesitamos de un dispositivo para «hacer referencias identificadoras a los objetos a los que comúnmente se hace referencia, puesto que los objetos no están siempre presente ellos mismos.(...) Los nombres propios están para hablar en palabras sobre las cosas que no son palabras ellas mismas y que no necesitan estar presentes cuando se está hablando de ellas»10 . Con esto debemos decir que el nombre propio cuando en verdad existe una diferencia entre el nombre y lo nombrado, si son la misma cosa, «las nociones de referir y nombrar no pueden aplicarse» . Lo que ocurre en 'Sócrates' es que no se emite en su uso normal, por lo que se presenta y habla sobre ella.
Para Searle existen algunos axiomas respecto a las referencias y las expresiones referenciales. El primero de los dos puede ser denominado como axioma de existencia y el segundo como axioma de identidad. El primero señala que cualquier cosa a la que se hace referencia debe existir y la segunda dice que: «si un predicado es verdadero de un objeto, es verdadero de todo lo que sea idéntico a ese objeto, independientemente de las expresiones que se usen para hacer referencia a ese objeto» 11 .
Los contraejemplos al axioma de existencia algunas veces vienen referidos a seres de ficción y se presentan como válidos, pero en estricto sentido estos no constituyen oposición, porque estos personajes aún no existiendo en la realidad, podemos sin embargo afirmar que existen en el llamado mundo de ficción, por lo cual debemos señalar que existe un universo de discurso al cual está referido la existencia.
Es verdadero dentro del contexto de la ficción, que Holmes12 , usa sombrero, pero si lo ubicamos en nuestra realidad la misma afirmación realizada anteriormente carece de verdad. Si ahora decimos que Holmes vendrá a mi casa a cenar esta noche, esta afirmación carecería de sentido y sería falsa puesto que mi casa corresponde a la realidad y él al mundo de la ficción, y al mezclar realidades no se obtienen verdades. De la misma manera no sería valido decir 'la señora de Holmes' puesto que en el mundo de ficción éste no tuvo señora. Por tanto, «en el habla sobre el mundo real se puede hacer referencia solamente a lo que existe; en el habla sobre el mundo de ficción se puede hacer referencia a lo que existe en el mundo de ficción» 13 .
A estos dos anteriores se agrega un tercero que se llama axioma de identificación que nos indica que: «Si un hablante se refiere a un objeto, entonces él identifica o es capaz, si se le pide, de identificar para el oyente ese objeto separadamente de todos los demás objetos»14 . Con lo que se quiere decir que toda expresión de referencia debe tener un sentido.
Prosiguiendo con Searle, en su ensayo expone géneros de expresiones y que gramaticalmente se divide en cuatro categorías:
1.- Nombres propios: 'Martín', 'España'.
2.- Frases nominales complejas en singular.
3.- Pronombres: éste, esto, yo, el.
4.- Títulos: 'Primer ministro', 'el Papa'.
Otro punto abordado por Searle es la distinción entre referencia completamente consumada y la referencia con éxito. La referencia completamente consumada es aquella «en la que de manera no ambigua, se identifica un objeto para el oyente, esto es, cuando la identificación se comunica con el oyente» 15. Las condiciones que son necesarias para que se de la referencia consumada dice relación a que el oyente identifique el objeto que el hablante quiera identificar, se requiere que el objeto deba existir para el oyente y el hablante y la expresión debe bastar como para identificarlo. En cambio la referencia con éxito es «aquella que, si no es completamente consumada, lo es al menos, por así decirlo, potencialmente»16 .
En fin, estos son los rasgos generales más importantes, según mi parecer, por los cuales circula el ensayo de Searle. Con ello no se quiere decir que se reduzca a estos puntos señalados en esta simple reseña, sino más bien que se comienza, a partir de ahí, a abrir en toda su riqueza. Señalemos, para ser justos, que Searle además trabaja en su ensayo con temas tales como: La estructura de los actos ilocucionarios, la predicación y los problemas de la referencia, entre otros. Todos ellos dignos de ser leídos y estudiados por todos nosotros.
1 Searle, J., Actos de habla, pág. 14.
5 Searle, J., Op. cit., pág. 15.
6 Searle, J., Op. cit., pág. 22.
7 Searle, J., Op. cit., pág. 26.
9 Searle, J., Op. cit., pág. 30.
10 Searle, J., Op. cit., pág. 83.
11 Searle, J., Op. cit., pág. 85.
12 Personaje de las novelas del escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle (1859 - 1930).
13 Searle, J., Op. cit., pág. 86.
14 Searle, J., Op. cit., pág. 87.