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Cuadernos de economía
versión On-line ISSN 0717-6821
Cuad. econ. v.39 n.117 Santiago ago. 2002
http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68212002011700008
Cuadernos de Economía, Año 39, Nº 117, pp. 277-279 (Agosto 2002)
RESEÑA
BUSCANDO UN MODELO ECONOMICO EN AMERICA LATINA.
¿MERCADO, SOCIALISTA O MIXTO? CHILE, CUBA Y COSTA RICA
Carmelo Mesa-Lago con la colaboración de Alberto Arenas, Iván
Brenes, Verónica Montecinos y Mark Samara
(Caracas, Nueva Sociedad y Universidad Internacional de Florida, 2002)
Joseph Ramos*
La editorial Nueva Sociedad acaba de publicar la versión en español de este estudio comparado sobre la evolución económica de Chile, Cuba y Costa Rica en los últimos 30 a 50 años, publicado en inglés por Johns Hopkins University Press en el año 2000. La obra es fruto de al menos una década de investigaciones en terreno por el autor, y, como habría de esperarse del Profesor Mesa-Lago así como de sus colaboradores, es un trabajo completísimo y riguroso, con conclusiones robustas y de gran interés para los demás países en desarrollo. En efecto, los tres países, pese a su escaso tamaño, son paradigmáticos de un modelo de desarrollo marcadamente diferente: Cuba, un socialismo hoy de capa caída, pero antaño inspiración de importantes movimientos políticos y sociales de América; Chile desde 1973, economía emblemática de las reformas pro mercado que se han venido imponiendo en el resto de América Latina después de la crisis de la deuda externa en los años 80; y Costa Rica, modelo de economía mixta, con las fuerzas y debilidades que tal "impureza" puede significar.
El libro está compuesto de cinco partes. La primera motiva el trabajo comparativo que inspira la obra y presenta un bosquejo de los objetivos del libro. Las partes segunda, tercera y cuarta presentan detallados recuentos de la evolución económica e institucional de Chile (1973 en adelante), Cuba (desde 1959) y Costa Rica (desde 1948). El material empírico presentado es vasto, con un importante esfuerzo de compatibilización para fines comparativos. Asimismo, la explicación de la evolución de las estrategias y políticas así como las instituciones en que estaban insertas hacen que cada sección pueda servir como libro aparte para entender cada país por separado.
Con todo, la parte más interesante para este lector fue la quinta, donde se compara en forma sistemática _con base en 20 a 30 indicadores_ el desempeño relativo de los tres países en variables relacionadas con el crecimiento, la macroeconomía, el sector externo, el empleo, los salarios, la educación, salud y vivienda. El análisis permite sacar conclusiones de importancia para los demás países en desarrollo respecto a las implicancias de privilegiar los objetivos económicos o sociales sobre los políticos (Chile bajo Pinochet y Cuba, respectivamente), o de intentar armonizar lo económico con lo social bajo democracia (Costa Rica y Chile post Pinochet).
De las muchas conclusiones de interés quisiera resaltar tres. Primero, al finalizar el período, Chile muestra un mejor nivel económico que Costa Rica, seguido de lejos por Cuba; mientras que Costa Rica muestra un mejor nivel de indicadores sociales, seguido de cerca por Chile y con Cuba en tercer lugar. No obstante, Chile muestra una mejora relativa en todo el período tanto en lo económico como en lo social, con Costa Rica en segundo lugar y, de nuevo, Cuba en el tercero. Si bien el relativamente modesto desempeño así como el actual nivel cubano se deben en gran parte a la crisis poscolapso de la URSS, no es menos cierto que su aparentemente sólido desempeño anterior se debió a la enorme ayuda soviética (estimada en US$65.000 millones, el doble de lo que costó el embargo según las autoridades cubanas).
Segundo, el libro muestra que muchas de las deficiencias de cada país/modelo fueron endémicas no tanto del modelo económico en sí sino del sistema político en que se engendraron. La severidad de las depresiones de 1974/75 y 1982/83 en Chile se debió en buena parte al dogmático antiintervencionismo de los neoliberales chilenos y su supuesto de que el mercado se ajusta a desequilibrios en forma rápida y automática y así hacer caso omiso de señales "raras": tasas de interés real de 25% anual por 6 años, atraso cambiario de 30% y más, desempleo elevadísimo, no por salarios reales altos, sino pese a que éstos habían caído al suelo. Asimismo, pese a que Cuba ha "gozado" de la estabilidad política de una dictadura férrea por ya más de 42 años, ningún país de la región ha sido sometido a cambios tan profundos y frecuentes, no sólo en las políticas sino en la estrategia, como de los vaivenes, pero siempre igualmente dogmáticos, en el pensamiento de Fidel: industrialización a expensas del azúcar (1959-63); énfasis supremo en el azúcar y la meta de 10 millones de toneladas junto con incentivos morales (1964-70); modelo de reforma económica soviética con algún espacio para el mercado e incentivos materiales (1971-85); rectificación contra el mercado (1986-90); y, después de la disolución de la URSS, vuelco hacia el mercado, pero sólo con capitales extranjeros, y la búsqueda de divisas.
Por cierto, la democracia también tiene sus problemas, sobre todo su dificultad de resolver conflictos de intereses en forma coherente y eficiente, los cuales se manifestaron en Costa Rica como creciente ineficiencia, endeudamiento y déficit públicos que hicieron crisis en 1982. En efecto, entre 1977 y 1982 el sector público pasó a ser el principal generador de nuevos empleos; el déficit público pasó de 3,1% a 7,4% del PIB; y se quintuplicó la deuda externa. No obstante, si tal vez la democracia no siempre maximiza posibilidades, tiene una aversión al dogmatismo así como una capacidad de autocorreción que minimiza errores en comparación con las dictaduras. De ahí que a partir de 1982 se inicia un viraje estratégico orientado hacia fuera y más amigable al mercado y al sector privado. Se recorta el déficit público por medio de alzas en los precios rezagados de los servicios públicos, reducciones de los subsidios y simplificaciones de los impuestos; y se reduce el "estado empresario", devolviéndole al sector privado el papel protagónico en el desarrollo.
Tercero, la consistencia y continuidad son importantes para el eventual éxito de las políticas. De ahí que, pese a su "estabilidad política", la economía cubana haya sufrido los mayores cambios, no sólo debido a cambios en las condiciones externas, sino por oscilaciones del propio Castro. Al contrario, pese a los embates de la crisis de la deuda externa, y las modificaciones en la praxis costarricense (hacia una mayor liberalización) así como en la chilena (hacia una mayor intervención a partir de 1984 y aún más con la democracia), se mantuvo bastante continuidad y consistencia con las políticas anteriores. De ahí, en parte, su mejor desempeño respecto de Cuba.
Como toda obra de tan amplia envergadura, el libro contiene datos cuestionables o inconsistentes (por ejemplo, se incluye una serie de PNUD que indicaría que el PIB per cápita de Cuba creció de 2.200 a 3.000 dólares entre 1990-94, cuando el mismo autor estima en otra parte una caída de 40%). O análisis puntuales problemáticos (por ejemplo, la inflación chilena es la mayor de los tres países, -sobre 500%, pero fue heredada por el gobierno militar, así que no debe atribuírsele al modelo neoliberal); o exámenes tal vez demasiado minuciosos (como el caso de los distintos análisis de sensibilidad al cual se someten los indicadores en el último capítulo). Con todo, los principales resultados son robustos y convincentes, especialmente en lo cualitativo, lo que hace de esta una obra de importancia e interés, no sólo para los estudiosos de las tres economías analizadas, sino principalmente para todo lector de país en desarrollo interesado en compatibilizar crecimiento con equidad en democracia.