Históricamente los ríos urbanos han planteado importantes desafíos para la planificación de las ciudades en Chile, en especial cuando su presencia física ha estado acompañada de regímenes hidrológicos inestables y cambiantes, como ocurre en los ríos del norte y centro de Chile dada la condición de torrente estacional que en general los caracteriza. Desde las primeras canalizaciones y tajamares construidos durante la colonia y las primeras décadas republicanas, hasta las actuales defensas fluviales, costaneras y espacios públicos proyectados en torno a sus márgenes, los ríos han demandado una constante atención de diversos campos técnicos orientados a su dominación y aprovechamiento. Sumado a lo anterior, el panorama contemporáneo presenta nuevos retos que no sólo refieren a una dimensión técnica operativa, sino a una concepción cultural y ambiental que, desde esferas intelectuales, ciudadanas y políticas, determina la necesidad de una aproximación más integral hacia el manejo de los ríos urbanos como sistemas socioecológicos complejos1, en creciente estado de vulnerabilidad producto de las actividades antrópicas derivadas de procesos de industrialización y expansión urbana acontecidos en las últimas décadas. De manera crítica, el deterioro de los lechos, riberas y ecosistemas asociados a ríos urbanos han comprometido sus capacidades para contener inundaciones y aluviones que, de forma cada vez más frecuente, afectan a territorios y comunidades localizadas en sus inmediaciones.
El río Copiapó constituye un ejemplo paradigmático que, en su historia reciente, expresa gran parte de estas problemáticas. Debido a la sistemática explotación de sus aguas para el desarrollo de la industria minera, el tradicional paisaje de sus riberas - que articuló por siglos la vegetación riparia, los cultivos agrícolas y usos recreativos - se sustituyó en poco más de 30 años por una secuencia de faenas extractivas, depósitos de escombros y relaves mineros. En este escenario, a partir del año 2011 comenzó a desarrollarse el proyecto Parque Kaukari, a cargo de Teodoro Fernández Arquitectos. A través de sus 60 hectáreas el Parque pretende recuperar el Río Copiapó en su condición de espacio público, de sistema hidrológico y de corredor verde, mediante el diseño de paseos de borde, plazas aterrazadas, revegetación de riberas y arboledas, con especial atención en el uso de especies aptas para subsistir en contextos áridos y de materialidades coherentes con la estética y cultura del desierto. En términos formales, uno de los aspectos más destacables es la configuración de diversas conexiones para acceder al lecho mediante rampas, escaleras y taludes, ofreciendo una experiencia que revitaliza esa relación ancestral de las comunidades con el río, esta vez en un contexto de urbanidad que lo reclama como espacio público.
En marzo de 2015, fuertes precipitaciones generaron un inédito aumento de caudal del Río Copiapó, equivalente a un periodo de retorno de más de 100 años, acompañado de diversos aluviones que afectaron a gran parte de la ciudad. El fenómeno al cual se vio expuesto el Parque Kaukari redefinió los alcances de este proyecto y de la propia incumbencia disciplinar de la arquitectura del paisaje en términos de su aporte a la gestión de riesgo y resiliencia urbana2. Trascendiendo las operaciones accesorias que comúnmente concurren en proyectos de paisaje y espacio público en ciudades regionales, Kaukari remarca el valor de las operaciones esenciales que, como señalan diversos autores, convergen en la idea de “paisaje como infraestructura”3. Es aquí, en esta discusión acerca de lo estrictamente necesario, donde se instala la reflexión acerca del enfoque de diseño de paisaje que puede prevalecer ante escenarios de cambios, vulnerabilidades y desastres. Desde este enfoque, el paisaje se devela como potencial infraestructura del territorio, generando capacidades adaptativas a través de proyectos que permitan la articulación de los sistemas naturales y antrópicos, la evolución de sus componentes en el tiempo y el desarrollo de programas flexibles que, aun así, promuevan la evocación de los valores estéticos y culturales del paisaje.