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Chungará (Arica)

versión On-line ISSN 0717-7356

Chungará (Arica) v.33 n.1 Arica ene. 2001

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-73562001000100004 

MONTÍCULOS Y CUEVAS FUNERARIAS EN PATAGONIA:
UNA VISIÓN DESDE CUEVA BAÑO NUEVO-1, XI REGIÓN

Francisco Mena* y Omar Reyes**

*Museo Chileno de Arte Precolombino, Casilla 3687, Bandera 361, Santiago, Chile.
**Buenos Aires 341, San Bernardo, Santiago, Chile.
Recibido: noviembre 1998. Aceptado: diciembre 2000

La reexcavación del sitio Cueva Baño Nuevo-1 en la precordillera de Aisén (Patagonia Central Chilena; 45°S) permitió recuperar los restos de cinco individuos, dos de ellos adultos lo suficientemente completos y conservados como para inferir de sus análisis no sólo características básicas (ej. sexo, edad), sino también hipótesis sobre morbilidad y patrones de actividad.

Aunque el resto de los esqueletos -correspondientes a tres neonatos- están demasiado incompletos y deteriorados como para entregar este tipo de información, comparten con los esqueletos de adultos una misma posición estratigráfica y algunos rasgos de patrón funerario (asociación con restos de cánidos y manojos vegetales, ausencia de ocre o evidencias de cremación) sugerentes de una misma cronología y `'filiación cultural". La principal diferencia radica en que los cuerpos de los adultos fueron cubiertos por piedras, lo que confirmaría que esta práctica es más antigua en la Patagonia Central que en la Patagonia Meridional, donde se asocia a momentos tardíos, bajo la denominación general de "chenque". En este territorio no existe registro de montículos funerarios de piedras en el interior de cuevas, pese a existir una tradición temprana de inhumación en estos lugares, asociada al uso de ocre y, probablemente, prácticas de cremación e inhumación colectiva desconocidas para adultos en Aisén y la Patagonia Central argentina.

Palabras claves: Osteología, patrones funerarios, bioarqueología.

The re-excavation of the Baño Nuevo-1 cave in the eastern Andean foothills at Aisen (Central Chilean Patagonia; 45°S) has yielded the skeletal remains of five human individuals. Two of them were complete and preserved well enough to infer not only basic characteristics (i.e. sex, age), but also some observations related to health and activity patterns. The other three skeletons, correspond to newborns, are fragmented and generally, in poor condition.. However, they do share the same stratigraphic position as the adults, as well as some of the same funerary patterns such as the association with canid bones and plant remains, which suggest that all five individuals correspond to the same chronology and "cultural system". The main difference between the adult and newborn skeletons is that the former are covered by stone piles. This observation, complemented by other recorded evidence, suggests that the construction of funerary stone piles took place earlier in Central Patagonia than further south. In Southern Patagonia, funerary stone piles (commonly called "chenques") are never found in caves and are associated with late occupations. Other relatively early funerary traits in Southern Patagonia (i.e. collective inhumation, use of ochre and cremation) are unknown in Central Patagonia.

Key Words: Osteology, mortuary practices, bioarchaeology.

La Patagonia es una de las regiones más aisladas del mundo y, por lo tanto, uno de los últimos espacios de gran tamaño (sobre 1.000.000 km2) en ser colonizado por el Homo sapiens sapiens. Como tal, el estudio de su proceso de poblamiento no sólo es de interés regional, sino que tiene implicancias más amplias (ej. poblamiento inicial de América) y es incluso de relevancia general en términos de la aplicación de principios de teoría biogeográfica de migraciones humanas (con cultura, lenguaje y formas de planificación plenamente modernas).

Pese a que en esta región se han hallado algunos de los contextos arqueológicos que más han aportado a una discusión y reevaluación del poblamiento americano en general (ej. Monte Verde, en el límite norte de Patagonia, Cueva Fell y Tres Arroyos, en Patagonia meridional), desconocemos la antigüedad de la ocupación inicial de este rincón de la ecúmene, las características adaptativas y -por ende- las "rutas" migratorias (ej. cazadores de borde de cordillera o mariscadores de la costa Atlántica, existencia o no de un componente de la costa Pacífica). El proyecto "Paleoindio en Aisén: una reevaluación " (FONDECYT 1950106) nació precisamente de la necesidad de conocer algo más de los primeros contextos arqueológicos en esta extensa región (más de 1000 kilómetros lineales) entre Monte Verde y Cueva Fell.

Uno de los aspectos menos conocidos de este proceso, son las características biológicas de las poblaciones involucradas y sus patrones funerarios. Aunque en el último tiempo ha habido esfuerzos por generar hipótesis a partir del análisis filético de restos óseos en colecciones, relativamente "modernos" y sin cronologías acotadas (tanto a nivel morfológico; ej. Guichón 1993, como molecular; Lalueza et al. 1994, 1995, 1997), ha resultado particularmente difícil documentar en el área esqueletos antiguos que puedan informarnos más directamente de las poblaciones biológicas y patrones funerarios asociados a la colonización inicial y radiación adaptativa temprana. Los restos de Cerro Sota (Bird) han sido descartados como tempranos (Hedges et al. 1992) y los de Palli-Aike están en discusión (Aspillaga et al. 1992). Es por ello que resulta especialmente afortunado el hallazgo de cinco esqueletos humanos en los niveles tempranos de la Cueva Baño Nuevo-1, uno de los sitios reexcavados en el marco de nuestro proyecto.

Baño Nuevo-1 se encuentra en la zona esteparia fronteriza con Argentina, 80 km al noreste de Coyhaique y fue excavado inicialmente por Felipe Bate (1979). Cuatro fechados radiocarbónicos (dos de ellos directamente sobre uno de los esqueletos) ubican estos restos entre el 9000 y el 8500 A.P. Dos de los cinco individuos corresponden a adultos bastante completos con lo cual se puede inferir los patrones de enterramiento a que fueron sometidos. Este contexto permite discutir (además de las características biológicas de estas poblaciones, tanto genéticas como funcionales) las hipótesis que se han ade

lantado sobre periodificación de patrones funerarios en Patagonia y, en particular, la supuesta edad reciente ("tardía") de la construcción de montículos de piedra sobre los cadáveres.

La Cueva Baño Nuevo-1

Baño Nuevo es una estancia ganadera localizada a 80 km al norte de Coyhaique (Figura 1). Morfológicamente se refiere a una planicie inclinada, surcada por una serie de arroyos que forman las nacientes del río Ñirehuao (entre ellos el Coichel y el mismo Baño Nuevo), en la gran cuenca del río Aisén (XI Región). El área participa de las características de los valles andino orientales en la XI Región. Es una de las superficies más extensas de estepa extrandina en la vertiente pacífica de la Patagonia central. El clima es seco continental, con un promedio anual de precipitaciones de unos 400 mm -la mayoría en forma de nieve- y una temperatura promedio anual 7°C ), que da origen a una estepa arbustiva xerofítica, con algunas incursiones de bosques en galería y bosquetes relictuales de Nothofagus antarctica en las partes más bajas y protegidas de los fuertes vientos del oeste.


Figura 1. Localización general de la Cueva Baño Nuevo-1 en Patagonia Central.

En esta planicie, aparecen con bastante regularidad, cerros-isla basálticos amesetados, de laderas abruptas y muchas veces acantiladas (Mena y Lucero 1996).

El sitio se encuentra dentro de la estancia, en las faldas de uno de estos cerros-isla -conocido en el lugar como "Cerro grande del campo 6"- el cual posee sus bordes acantilados. Ubicada a 750 msnm ( 45° 17' S, 71° 32' W ), la cueva tiene 20 m de profundidad y 4 m de ancho promedio, y es producto de la acción erosiva del viento y los glaciales al pie de una secuencia de coladas basálticas meteorizadas, definiendo un acceso restringido y desviado en relación al eje principal del sitio. Esta situación, se traduce en condiciones especialmente protegidas frente al viento y térmicamente estables, por lo menos desde el momento en que se formó esta potente capa de bloques y pedregullos.

Baño Nuevo-1 fue excavado en Febrero 1972 por L. Felipe Bate quién -por circunstancias de contingencia social- debió abandonar el país en forma apresurada sin poderse recuperar hasta la fecha los diarios de campo o las colecciones arqueológicas obtenidas en ese entonces. El único informe conocido sobre el sitio corresponde a una breve publicación de 1979 como parte de una postulación de fondos académicos por parte de Smithsonian Institution, el cual fue entregado para su publicación a J. Montané, con el fin de evitar su pérdida total. La reexcavación de Baño Nuevo-1, se hizo necesaria para reevaluar y rescatar información básica sobre los conocimientos disponibles acerca del paleoindio en la XI Región. Esta reexcavación, se llevó a cabo en Febrero de 1996 con la participación de Francisco Mena, Víctor Lucero, Valentina Trejo y Omar Reyes.

Características de los Restos Esqueletarios

En total se recuperaron los restos esqueletarios de cinco individuos (Tabla 1; Mena y Reyes 1998). Se identificaron tres neonatos de alrededor de 6 meses de edad (Nº 1, 4 y 5), un adulto joven ( 20-25 años), de sexo masculino, de 1,60 m de altura aproximadamente (Individuo Nº 2) y un adulto maduro (40 - 45 años), de sexo femenino y de 1,54 m de altura aproximadamente (Individuo Nº 3).

Tabla 1. Síntesis de todos los individuos

01 Anchura cefálica máxima 141 mm
02 Anchura frontal mínima 103 mm
03 Anchura bicigomática 139 mm
04 Altura de la nariz 042 mm
05 Altura facial superior 063 mm
06 Anchura orbital 040 mm
07 Altura orbital 032 mm
08 Longitud cefálica máxima 194 mm
09 Altura basion-bregma 142 mm
10 Largo palatino 051 mm

01 Maximum cranial breadth 141 mm
02 Minimum frontal breadth 103 mm
03 Bizygomatic diameter 103 mm
04 Nasal height 042 mm
05 Upper facial height 063 mm
06 Orbital breadth 040 mm
07 Orbital height 032 mm
08 Maximum cranial length 194 mm
09 Basion-Bregma height 142 mm
10 Maxilo-Alveolar length 051 mm

Aunque los restos de los tres neonatos están muy deteriorados, comparten ciertos rasgos con los dos esqueletos adultos en lo que respecta a patrón funerario (ej. asociación con restos de Pseudalopex culpaeus y manojos vegetales) y parecen ser miembros de una misma población de rasgos "mongoloides" (inferido por el patrón de incisivos centrales "en pala ", observables en todos los individuos representados por mandíbulas : dos neonatos -Nº 1 y 4- y un adulto, Nº 3). Todos los individuos se asocian estratigráficamente al "nivel temprano" (capas 6, 5 y 4) del sitio, definido entre el 10000 y el 8000 AP (Lucero ms.), lo que estaría respaldado -como veremos- en el caso de los esqueletos adultos por fechas radiocarbónicas sobre espículas de carbón directamente asociadas a los restos óseos (Figura 2, Tabla 2).


Figura 2. Individuo 2 (rasgo 5) e Individuo 3 (rasgo 6) con indicación de proveniencia de carbones datados.


El Individuo N° 1 se encontró incompleto y en un muy frágil estado. Estaba representado por fragmentos del cráneo, parte de las piezas dentales, algunos cuerpos vertebrales, algunas costillas, los huesos largos de sus extremidades superiores e inferiores, además de ambas escápulas y ambos illion; todo ello a unos 90-100 cm de profundidad. Se encontró asociado a un manojo de vegetales a la altura del tórax (identificado por G. Rojas como Cortaderia sp.) y a una mandíbula de cánido que fue reconocida como Pseudalopex culpaeus (Trejo y Jackson en prensa).

El Individuo N° 2 se encontró prácticamente completo, a excepción de su cintura pélvica y algunas falanges de las manos y pies. Estaba flectado y articulado, apoyado sobre sus caderas y recostado sobre su lado derecho contra la pared rocosa de la cueva; su cara miraba hacia el Oeste y su estado era frágil, encontrándose asociado a huesos de guanaco, cánido, roedor, lascas con evidencia de talla, restos vegetales y algunas espículas de carbón. Una de ellas encontrada en el tórax del individuo dio una fecha de 8890 ± 90 A.P. (Beta 90889; AMS) (Figura 2). Como se discutirá más adelante (ver también Mena et al. 1998 en prensa), las fechaciones por C14 AMS sobre los aminoácidos del colágeno de los huesos resultaron ser coherentes con esta fecha.

El Individuo N° 3 se encontró prácticamente completo, faltando algunas costillas y vértebras. La ausencia más llamativa la constituyen el cráneo y la mandíbula, que pudieron haber sido removidos por factores post-depositacionales (ej. erosión del montículo de tierra y piedras que lo cubría). La condición de este esqueleto era frágil. Se encontró articulado y en posición flectada y decúbito dorsal, asociado con restos de huesos de guanaco, cánido y roedor, además de restos vegetales y de carbón, del cual se obtuvo una fecha radiocarbónica convencional de 8530 ± 160 A.P. (Beta 90892) (Figura 2).

El Individuo N° 4 y el Nº 5 se encontraron juntos, representado el primero por algunos fragmentos de cráneo y una diáfisis del húmero izquierdo, mientras que el segundo estaba representado solamente por un fragmento de parietal izquierdo. Este contexto se asocia a huesos de cánido, guanaco, roedores y un punzón de hueso de guanaco.

Para respaldar la asignación cronológica del individuo 2 (basada en análisis C14 AMS de una espícula de carbón asociada), se prepararon además para fechado directo un fragmento de costilla y otro de hueso largo no identificado. Las muestras presentaban un color café claro, y eran quebradizas. Se usó alrededor de un gramo de hueso limpio en cada espécimen para su pre tratamiento químico (Stafford et al. 1991). El comportamiento químico y físico de la proteína fue registrado luego de cada paso para monitorear la efectiva remoción de contaminantes y estimar el grado de preservación química del colágeno, el cual estaba en condiciones plenamente satisfactorias para ser datadas. Las fechas obtenidas (8880±50 y 8850±50 A.P.) son plenamente coincidentes y avalan su exactitud.

La presencia del cráneo y la mandíbula prácticamente completos del individuo fechado, así como también del esqueleto postcranial permitió realizar observaciones de rasgos discretos (ej. suturas craneales, sección de epífisis proximal fémur ovoide; Rhine 1990; Hinkes 1990; Napoli y Birkby 1990; Brooks, Brooks y France 1990; Gilbert y Gill 1990) y mediciones (Figura 3) que corroboran su filiación, en términos generales, a un "stock" poblacional mongoloide. La cara presenta rasgos relativamente gráciles con respecto a la alta bóveda craneana, que probablemente, fueron compartidos por el resto de los individuos, al igual que la estatura (estimada para los individuos Nº 2 y 3 en 1,60 y 1,54 m, respectivamente), inferior a la considerada "normal" en poblaciones de la Patagonia extra andina.


Figura 3. Cráneo y principales medidas craneales Ind. 2. 1 Anchura encefálica máxima, 141 mm; 2 Anchura frontal mínima, 103 mm; 3 Anchura bicigomática, 139 mm; 4 Altura de la nariz, 42 mm; 5 Altura facial superior, 63 mm; 6 Anchura orbital, 40 mm; 7 Altura orbital, 32 mm; 8 Longitud cefálica máxima, 194 mm; 9 Altura basion-bregma, 142 mm; 10 Largo palatino, 51 mm.

Análisis Paleopatológico de los Individuos Adultos

Para los fines del análisis paleopatológico, resultaron especialmente valiosos los restos más completos de los individuos adultos, entre ellos el Nº 2, fechado directamente y con buena caracterización craneométrica.

Puesto que el cráneo del Individuo Nº 3 (adulto femenino) no se halló en las excavaciones, sólo pudieron hacerse observaciones referentes a la salud dental en el caso del Individuo Nº 2, quien - aunque presentaba todos sus dientes al momento de morir- exhibía claras evidencias de desgaste por efecto de una dieta abrasiva y stress mecánico prolongado, así como el comienzo de patologías periodontales. Se observó una abrasión generalizada a todas las piezas dentales, exponiendo en gran parte de ellas la dentina y en una pieza incluso la cavidad pulpar. Debido a ello, la incidencia de caries es mínima, registrándose sólo un par de ellas en los molares. El grado de abrasión está, por lo general, directamente relacionado con el tiempo en que cada pieza estuvo expuesta, aunque las piezas dentales de la mandíbula exhiben mayor desgaste que sus pares del maxilar, debido a su uso como herramienta de trabajo, en adición a su rol masticatorio. De hecho, en las piezas PM1, PM2 y M1 de la porción izquierda de la mandíbula se observa un surco atribuible quizás a la fricción de algún elemento lineal (ej. madero, tiento, fibra vegetal) sostenido entre los dientes.

Se observó sarro dental en todas las piezas de la arcada La falta de limpieza y la flora bacteriana que conforma dicha placa puede provocar - entre otras patologías - inflamación de las encías y retracción de ésta, afección que se observa en grado moderado y que puede estar también afectada por el uso -ya señalado- de los dientes como herramienta de trabajo. Todas estas afecciones son coherentes con la interpretación de una dieta rica en carne.

Se trata de una mandíbula gruesa con marcadas inserciones musculares en la fosa submaxilar y en la rama ascendente, mientras que en el cráneo - en la región temporal - se observan inserciones musculares marcadas en el ala mayor del temporal, en la línea curva del temporal inferior y en el ala mayor del esfenoides, evidencia de una constante presión masticatoria ejercida por los músculos del temporal, masetero y pterigoideo interno. Además, la tuberosidad zigomaxilar se encuentra bastante desarrollada, lo que indica un exceso de uso del aparato masticatorio.

Aunque la columna vertebral del Individuo N° 2 se encontró incompleta, con muchas vértebras fragmentadas, se evidencia en ellas desgaste inicial de los cartílagos o fibrilación y áreas enquistadas de rarefacción que se desarrollan inmediatamente bajo la superficie articular de los cuerpos vertebrales, llamados "anillos óseos".

La mujer adulta (Individuo Nº 3), por su parte, presenta diferentes modificaciones a nivel de la columna vertebral y la cintura pélvica, con claras evidencias de osteoartritis que -unida a otros indicadores (ej. "lipping")- interpretamos como evidencia de sobrecarga reiterada y no sólo como efecto de envejecimiento o anemia "naturales" en la mujer adulta (cuadro osteoporótico). Se observaron además en este esqueleto desarrollos osteofíticos en el calcáneo y el primer metatarso izquierdos, atribuidos a desgarros que comprometieron los ligamentos del pie.

Tanto este rasgo como la mayor robustez evidenciada por las inserciones musculares en el húmero de la mujer puede que reflejen simplemente la mayor edad del Individuo Nº 3 (femenino) y por lo tanto su mayor exposición a patrones de actividad comparables a los del Individuo Nº 2 (masculino), aunque no podemos descartar la posibilidad de que efectivamente las mujeres hayan desarrollado mayor actividad física sostenida que los hombres, probablemente relacionada con el hábito de cargar enseres domésticos.

En ninguno de los dos esqueletos se observaron indicadores de stress nutricional general o episódico en la etapa de desarrollo temprano (ej. líneas de Harris, hipoplasia dental; Goodman et al. 1984).

Patrones Mortuorios en
la Cueva Baño Nuevo-1

Al parecer, se distinguen dos formas de inhumación, según la edad del individuo: los adultos fueron depositados flectados, en posición semi-sentada junto a la pared rocosa y cubiertos por piedras, mientras que los neonatos fueron depositados en posición extendida (aunque las pobres condiciones de preservación sugieren cautela en relación a esta afirmación), uno de ellos (Nº 1) alejado de la pared rocosa y ninguno de ellos recubierto por piedras. Llama la atención, además, la disposición caótica y fragmentada de los individuos Nº 4 y 5, lo que podría interpretarse como evidencia de una redepositación colectiva o efecto de preservación diferencial. Más allá de las diferencias entre inhumaciones de adultos y neonatos, sin embargo, hay algunos rasgos compartidos en una y otra categoría (ej. asociación a restos de cánidos y manojos de vegetales en los Individuos Nº 1, 2 y 3), sugiriendo que los cinco individuos representan ejemplos relativamente contemporáneos de una misma tradición o patrón cultural general, sin diferencias rígidas según categoría etarias. Como hemos señalado anteriormente, esta interpretación está reforzada por la semejanza física entre los diferentes esqueletos y la asociación estratigráfica.

De hecho, todos los esqueletos se encontraron dentro de o depositados sobre la Capa 4, de un espesor variable entre 15 y 40 cm y compuesta fundamentalmente por arcillas orgánicas de origen antrópico, aunque también contiene gravillas (producto de la descomposición de la pared rocosa) y un mínimo de limos y arenas de origen volcánico y lacustre que -introducidas por el viento cuando la boca de la cueva estaba más expuesta- le dan su característica coloración café-amarillenta. De esta Capa 4 se han obtenido cinco fechas radiocarbónicas: 9.200 ± 80 A.P. (Beta 90888; sobre carbón), 8890 ± 90 A.P. (Beta AMS 90889; sobre carbón), 8850 ± 50 A.P. (CAMS-36663; sobre aminoácidos), 8880 ± 50 A.P. (CAMS-36664; sobre aminoácidos) y 8.530 ± 160 A.P. (Beta 90892; sobre carbón). Suponemos que el fechado de 11.480 ± 50 A.P. (CAMS 32685) sobre un huesecillo dérmico de milodontino recuperado en esta capa delata que esta pieza migró desde la Capa 5 subyacente (por efecto, tal vez de crioturbación), lo que explicaría la inversión cronológica en relación a dos de las fechas de esta capa. Considerando, por lo demás, que es en esta Capa 5 donde se hallan más del 90% de los huesecillos dérmicos recuperados en las excavaciones, y que estos animales no pudieron vivir en tiempos de la formación de Capa 6 (arena lagunar periglacial pleistocénica), podríamos fechar esta Capa 5 en ca. 11-12.000 años, asignación que esperamos refinar con un fechado en proceso por hidratación de obsidiana.

Lamentablemente, no disponemos de fechados para la Capa 3 (ver discusión en Lucero ms), pero considerando que se cuenta para la Capa 2 con un fechado de 2830±70 A.P. (Beta 90894; fogón en 4C), se confirma una alta integridad para la secuencia estratigráfica, tal como lo revela el análisis geoquímico y granulométrico (Pino ms) y como se observa en el perfil sagital de las excavaciones (Figura 4), menos perturbado que el sector aledaño a la pared rocosa, donde se encontraban los esqueletos adultos, que cortan la secuencia estratigráfica (aunque no haya habido enterratorio propiamente tal) y facilitan la intrusión de roedores.


Figura 4. Esquema estratigráfico de Cueva Baño Nuevo-1 (excavación 1996)

El esqueleto del Individuo Nº 2 (hombre adulto joven) se encontró flectado y articulado, apoyado sobre sus caderas y recostado sobre su lado derecho sobre la pared rocosa de la cueva; su cara miraba hacia el Oeste y su estado era frágil, encontrándose asociado a huesos de guanaco, cánido, roedor, lascas con evidencia de talla, restos vegetales y algunas espículas de carbón. El esqueleto del Individuo Nº 3 (mujer adulta) se encontró inmediatamente al sur del anterior y compartía la misma disposición general, con la diferencia de hallarse en decúbito dorsal, sin asociación con restos vegetales. Puesto que se excavó someramente la base en que se apoyaba el cuerpo, la excavación sugería que se trataba de un evento anterior al del Individuo Nº 2, acaecido en tiempos de la formación de la Capa 5, lo que ha sido descartado por los análisis radiocarbónicos. Dada la ausencia de registro del cráneo, no pudo determinarse la dirección de los ojos al momento de la inhumación. Como hemos mencionado antes, esta ausencia se explica mejor por factores post-depositacionales que como resultado de alguna intervención intencional perimortem. Aunque no se preservaron las vértebras cervicales como para observar en ellas huellas de corte o traumatismo indicadoras de decapitación, no hay registro alguno de tales prácticas en Patagonia, y en el caso de este contexto, no hay siquiera rastros de cremación u otra alteración perimortem. Es común observar en Patagonia la ausencia de cráneo en las tumbas (ej. Prieto 1994), puesto que ésta es la parte del cuerpo que primero queda expuesta por erosión natural de los montículos funerarios y suele ser retirada por visitantes muy posteriores a la inhumación por diversos motivos (desde coleccionismo hasta temor o el deseo de disponer dignamente del cráneo).

Las inhumaciones de adultos en Cueva Baño Nuevo-1 (Individuos Nº 2 y 3) corresponden, sin dudas, a un mismo período y "estilo" general, separadas a lo más por algunos cientos de años (a juzgar por fechas radiocarbónicas sobre carbón asociado al Individuo Nº 3). Aunque durante la excavación se reconocieron grandes bloques de piedra en los alrededores de los esqueletos, su disposición caótica y la remoción de la parte superior de los montículos originales en trabajos anteriores impidió identificar acumulaciones funerarias propiamente tales, como para aseverar que se erigieron montículos diferentes sobre cada uno de los esqueletos, que es la interpretación más probable a la luz de los fechados disponibles.

El hecho es que, hace unos 8500 o 9000 años se dispusieron en el sitio Baño Nuevo-1 a dos adultos muertos (articulados, sin remoción alguna de tejidos blandos) en posición flectada y cubiertos por piedras en el interior de una cueva. No hay evidencia alguna de cremación, entierro secundario, entierro colectivo ni uso de ocre.

Patrones Mortuorios en la Prehistoria de Patagonia

En la creencia de que los cuerpos asociados a fauna extinta en Palli-Aike y Cerro Sota eran efectivamente de edad finipleistocénica, se ha planteado que los primeros habitantes de la Patagonia practicaban inhumaciones colectivas con cremación de los restos (Bird 1993; Munizaga 1976). Lo mismo se planteó para los conjuntos de Cueva Lago Sofía-1 (Prieto 1991; Soto-Heim 1992). Actualmente, dos de estos contextos han sido refechados en alrededor de 4000 años, lo que invalida cualquier intento simple de periodificación.

De hecho, los registros etnográficos señalan una gran diversidad de formas de enterramiento entre los indígenas históricos de la Patagonia (cremación, "chenques", entierro en cuevas o troncos de árboles, uso de colorantes; ver Cooper 1917:161) y las observaciones arqueológicas revelan una situación similar (Mena 1987; Prieto 1994), sin que se detecte correlación alguna entre estos patrones y situación espacial o cronológica. Pareciera, más bien, que cada uno de estos rasgos opera de modo más o menos independiente y que es posible hallar, por ejemplo, entierros en cuevas con o sin colorante y restos de colorantes en cuevas y "chenques". Los hallazgos de Cueva Baño Nuevo-1 testimonian incluso la presencia de este último (montículos de piedra) en el interior de una cueva, única combinación que Prieto niega explícitamente (1994), aunque en relación a Magallanes continental. Quizás no hay porqué esperar, después de todo, que se encuentren similares patrones mortuorios a lo largo de la larga prehistoria y el enorme y diverso espacio de la Patagonia.

En Patagonia centro-oriental se han documentado, de hecho, varios casos de entierros con acumulaciones de piedra al pie de paredones o aleros rocosos (ej. Puesto El Rodeo; Gradín y Aguerre 1994, RI-18; Berqvist et al. 1983), los que se datan entre los 1400 y 5000 años A.P., y quizás antes. En Patagonia meridional esteparia, el único caso documentado corresponde al período tardío (ej. Juni-Aike; Aguilera y Grendi 1996). Aunque el uso de cuevas y fisuras rocosas como espacio funerario es muy común en los archipiélagos occidentales, no está del todo ausente entre los pueblos de las estepas, como sugieren no sólo Cerro Sota, Cerro Johnny y otros sitios en Patagonia meridional (Prieto 1994), sino también algunos contextos más próximos al nuestro (ej. Estancia la Elisa; Pastore 1977).

En resumen, podríamos señalar que los patrones funerarios en Patagonia varían a lo largo de varias "dimensiones" formales (ej. cremación, depositación de ocre, posición de los cuerpos, número de cuerpos enterrados juntos), siendo dos de las más notables el uso de cuevas y montículos de piedra.

Aunque tradicionalmente se ha asignado al uso de cuevas funerarias una mayor antigüedad que al patrón de montículos de piedra (usualmente llamado incluso "chenke", en clara alusión a su uso en tiempos tardíos), el caso de Cueva Baño Nuevo-1 revela que ambas prácticas tienen un origen muy temprano y coexisten en el tiempo.

A pesar de que pareciera que el uso de montículos de piedra domina efectivamente el registro funerario de Patagonia Meridional en tiempos tardíos, el entierro aislado (sin chenke) de Laguna Sota (Prieto y Schidlowsky 1992) o la inhumación en cueva de Cerro Johnny (Martinic 1976) -ambos claramente tardíos- sugiere abstenernos de una afirmación categórica al respecto. Por lo demás, resulta excesivamente simplista agrupar una serie de enterratorios por el sólo hecho de compartir un rasgo tan general como lo es la acumulación de piedras sobre los cuerpos, sin prestar atención a la amplia diversidad de estos montículos (ej. tipo y tamaño de piedras, volumen del montículo, ubicación aislada o agrupada, en puntos altos o laderas y planos bajos) y su contenido (ej. número de individuos, posiciones corporales, presencia o ausencia de ajuar, ocre rojo, huellas de cremación).

Lo que sí parece claro, es que esta práctica de construir montículos de piedra sobre los cadáveres es más temprana en Patagonia Central que en la distante Patagonia Meridional. Hay varios casos fechados hacia el 4000 A.P. (ej. Puesto El Rodeo) y el caso de Cueva Baño Nuevo-1 sugiere incluso una antigüedad mayor. En Patagonia meridional no hay evidencia alguna de enterratorios con acumulación de piedras anteriores al siglo XVII - XVIII.

En Patagonia Central fue también relativamente común la formación de este tipo de montículos al pie de paredes rocosas o aleros (por lo menos en tiempos cercanos al 5000-3000 A.P.), mientras que en Patagonia Meridional esta práctica es más bien rara, aunque no del todo ausente (ej. Juni Aike; Aguilera y Grendi 1996).

El uso de cuevas funerarias en Patagonia Meridional es contemporáneo a este período de énfasis en el uso de montículos adosados a paredes rocosas en Patagonia Central (ej. Cueva Lago Sofía 1, Marazzi; Prieto 1994) y no se puede seguir afirmando que corresponda a un patrón paleoindio u Holoceno temprano. Por el momento, desconocemos simplemente entierros tempranos en Patagonia Meridional, y la escasa evidencia disponible sugiere más bien que el entierro en cuevas es un patrón más temprano en Patagonia Central.

Podemos concluir que el uso de cuevas y montículos funerarios en Patagonia no es mutuamente excluyente y debe considerarse una dimensión más de la variabilidad en patrones mortuorios, que deben ser documentados caso a caso, abandonando la pretensión de definir "periodificaciones" normativas para este enorme territorio. El registro de acumulaciones de piedra en cueva Baño Nuevo-1 recomienda incluso evitar referirse a ellos como "chenkes" (un fenómeno supuestamente homogéneo y tardío) y hace recomendable la aplicación de fechaciones radiocarbónicas, ya que no podemos seguir suponiendo que sean necesariamente tardías.

Agradecimientos. A Luis Felipe Bate y Thomas Stafford, por su entusiasta y generosa colaboración. A Calogero Santoro y Tom Dillehay, por su amable invitación y colaboración para que participáramos en este Congreso. A Rafael Goñi, quien colaboró con varias diapositivas para nuestra ponencia en Arica, una de las cuales se reproduce en este artículo. A Marta Alfonso, Vivien G. Standen y todos los que colaboraron al artículo con sus opiniones en el congreso. A la Dirección de Arquitectura (M.O.P.) de Arica

Referencias Cotadas

Aguilera, N. y P. Grendi,
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