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Revista chilena de neuro-psiquiatría

versión On-line ISSN 0717-9227

Rev. chil. neuro-psiquiatr. v.39 n.1 Santiago ene. 2001

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272001000100024 

 

Rev Chil Neuro-Psiquiat 2001; 39(1): 87-89

CRÓNICA

 

A propósito de un reconocimiento

 

El 6 de diciembre de 2000, en el edificio del ex Congreso Nacional, le fue otorgado el Premio Sociedades Médicas de Chile a la Excelencia en Medicina al Dr. Fernando Monckeberg Barros. A continuación presentamos un comentario alusivo del Dr. Fernando Díaz.


Es bueno conocer y reconocer. Jerarquizando conocemos y reconocemos. Todo premio es un reconocimiento. Reconociendo progresamos. Con el reconocimiento ha nacido la perspectiva ­un modo de ver que pega un enorme salto por sobre lo contingente. Peligroso salto, necesario salto, que se remonta hasta los orígenes de la diferencia.

En todo premio el peligro a errar en la visión de la verdad, equivocarse en lo verdadero, va implícito. En nuestra contextura, sin peligro no hay avance. Está con nuestro destino cruzar el río ­quien no se arriesga no lo cruza­ y ser el río a la vez ­nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir. En ambas conocidas frases, junto a su sonoridad y fácil desplazamiento de boca en boca, yace inmovil, con pétrea verdad inamovible, la transitoriedad de nuestra vida y la urgencia de mejor vivirla. Es el imperativo, para nosotros los conscientes mortales que, querámoslo o no, un día nacimos, otro moriremos, caminamos por un destino y escogemos una vocación y un hacer.

Desde una determinada vitalidad, con un alma excéntrica y el intrínseco espíritu: cognición y voluntad, nos vamos haciendo y deshaciendo. Es a esa diversidad humana a la que juzgamos con la Historia. Es el corolario de nuestra primaria condición de libres. Libres para escoger un modelo personal y social en un vasto horizonte donde muchos son los escollos, horizonte de dos espacios, usualmente confundidos en uno solo, lo subjetivo y lo objetivo en un continuum de energía bidireccional.

Hace no muchos años, vivimos desde un Directorio de nuestra antigua sociedad trifronte, el inicial distinguir a quienes tuvieran el carácter de Maestros, condición independiente de la reglamentación universitaria, desde el conglomerado viviente de nuestros socios, tradición que ha persistido anualmente con el beneplácito y reconocimiento de todos.

Desde siglos, y siempre con una mirada al futuro, el hombre aspira a un ideal, reconocerlo y seguirlo, destacando como enunciados Verdad, Bondad, Belleza, cada uno de los cuales intenta englobar a los otros. Son las platónicas ideas que en el horizonte se vislumbran por todo ser humano, con mayor o menor nitidez y a la cual los científicos no escapan, y con su maquinal quehacer quieren contribuir para alcanzarlas.

El profesar médico destina a más de uno de sus hombres a la docencia y al campo donde las ciencias siembran, consciente que por esa tierra surge el conocimiento sólido para mejor avanzar, ganando terreno a las dudas y la ignorancia, los enemigos de la Verdad.

La bondad compartiendo la verdad es, tal vez, el espectáculo de la mas grande belleza y el mas justo.

En el panorama más extenso de la profesión médica, se dio en diciembre de 1998, por primera vez, el Premio Sociedades Médicas de Chile a la Excelencia en Medicina, marcando un hito en el transcurrir de nuestra profesión. La iniciativa surgió desde un laboratorio farmacéutico chileno, Silesia S.A., y pronto tuvo una amplia respuesta en el ámbito de nuestras sociedades científicas, que con plena autonomía dictaron los estatutos para conferir la distinción y la designación de un jurado. Éste elige entre valiosas personalidades, presentadas por el presidente, con la aprobación mayoritaria del directorio de cada una de las sociedades. Éstas pueden presentar cada una sólo un candidato el cual puede ser de ésa u otra especialidad, valiosa y generosa posibilidad esta ultima, ajena a cualquier interesado sectarismo. Contrariamente al juzgamiento de un eventual acto punible que termina en inocente o culpable, para un solo individuo, este otro del elegir de una pléyade de ilustres figuras sólo a una, lleva dos macizas connotaciones, tan importantes, que para destacarlas conviene signarlas.

a) La decisión del jurado expresada en sólo una nominación, ensalza al elegido y no desmerece a los que en el silencio quedaron.

b) El elegido lleva en sus espaldas a sus maestros y colaboradores en el ámbito científico-técnico-profesional-auxiliar, y a su familia en el social, lo que implica reconocer que el hombre aislado no sólo no vale: no existe.

Como presidente de nuestra sociedad en esa epoca, me toco vivir de cerca el proceso y formar parte del jurado. La distinción recayó en el distinguido profesor Dr. don Roque Kraljevic. En un ámbito de gran jerarquía, independencia, distinción y elegancia, la ceremonia tuvo lugar en el Teatro Municipal de Santiago, que repletó sus aposentadurías ­manifestándose así el espíritu participativo en el reconocimiento de los pares hacia el agraciado.

Este año 2000, nuevamente en diciembre y por unanimidad del jurado, el elegido fue el doctor Fernando Monckeberg, quien como médico y científico, investigando en el campo biológico y de las ciencias sociales, configura un hito en el desarrollo de nuestro país en la segunda mitad del siglo XX.

El otorgamiento del galardón tuvo lugar en el salón de nuestro ex Congreso Nacional, otro marco de jerarquía para tan importante ceremonia, y cuyo solo sitio geográfico desencadena el recorrido histórico por nuestro pasado como nación y colonia. En el bellísimo jardín que rodea al edificio enfrentando las calles Bandera y Catedral, donde se realizó un cocktail a continuación de la ceremonia, y se escucharon los acordes puros de una orquesta de cámara, hubo oportunidad suficiente para compartir, y conversando comentar el significado de este premio, y para muchos, recorrer parte de la historia de nuestra medicina de los últimos 40 años. Cuando el Dr. Monckeberg se inicia en la Pediatría la mortalidad infantil era de 180 por mil y el 60% de las muertes se producía antes de los 6 años de edad, escandalosa y vergonzante situación de desamparo, considerada normal para las condiciones del país de ese entonces. Coincide con tantas otras, que terminan en desidia y tienden a acompañarnos, y que de tarde en vez, por esa atracción de los contrarios, genera alguna figura de elite que en prolongado combate rompe con la desesperanza y vence a lo que anómalo estaba. Así surgen figuras como las de los recientes galardonados, y tantas otras, pero que en relación a la gran masa, parecen nada. Numéricamente nada, y sin embargo, en la gran balanza de los valores esa nada pasa a potente e irreversible energía.

Las sales hidratantes, con la correcta proporción de sales y glucosa, algo tan simple, y fácil solución para tratar las mortíferas diarreas del recién nacido y el niño, aparecen por primera vez cuando la mirada amplia de Monckeberg las busca hasta encontrarlas. La UNICEF las sigue recomendando en todos los países pobres del mundo.

Algo que como sociedad científica médica mucho nos atañe, el daño orgánico cerebral, en la década del 60 era, en gran medida, la dura secuela de la desnutrición en los primeros años de la vida, en especial los 2 primeros. Contábamos con cifras escandalosamente altas: el 65% de los menores de 6 años tenían un significativo daño intelectual, al que se añadía otro físico, exteriorizables posteriormente en serias dificultades de aprendizaje. Sólo el 10% de los niños lograba terminar la educación básica, siendo el daño intelectual la gran causa de la deserción. El recurso humano con esas características, producto de la pobreza y la desnutrición, siendo lo humano el recurso más trascendente en lo económico, y su desarrollo un imperativo ético en toda sociedad, eran fundamento suficiente para pronosticar un negro futuro para el país. Desde ese punto de partida, el doctor inicia la campaña para recuperar a todos los lactantes con desnutrición grave y sus familias, creando pequeños hospitales habilitados para ese fin a lo largo del país , que culminan en CONIN, institución con aportes de la comunidad, que trajo un impactante descenso de la mortalidad infantil y el desarrollo ulterior de los sobrevivientes.

Hoy no extraña tener mortalidad infantil semejante a la de Estados Unidos, que la mortalidad bajo los 6 años no supere el 4%, que los retardos de crecimiento por desnutrición sean del 0,8% y que prácticamente el 100% termine los 8 años de educación básica, de los que a ella ingresan, que a los 18 años el chileno medio tiene 11 cm más de estatura que el de hace 40 años, vale decir, más personas expresando sus potenciales genéticos. Lo más interesante desde el punto de vista del investigador ha sido que todos los cambios positivos se lograron a pesar de persistir la pobreza y el subdesarrollo: el círculo vicioso se rompió por el lado que parecía menos probable o imposible.

Así, los aventureros, cuando conocen la dirección apropiada para avanzar, rompen ciertas premisas establecidas, y navegando hacia el occidente llegan al oriente, mejoran al desnutrido sin mejorar previamente la economía, recuperan los líquidos perdidos sustituyéndolos por otros similares. No se cruzan de brazos frente a los problemas sino el tiempo necesario para observarlos. Hay que conocer al enemigo para poder vencerlo. En la línea diseñada por el Dr. Monckeberg, terminado el primer duelo, hay que centrarse ahora en educar y combatir la pobreza para acercarse a la igualdad de oportunidades en este siglo que se vislumbra como el que puede mejorar y dignificar los derechos del hombre. ¡Que así sea!, esperamos.

FERNANDO DÍAZ
 

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