Martin Heidegger (1889-1976) es uno de los filósofos más trascendentes del siglo XX. Como sucedió con Aristóteles –“nació, trabajó, murió”1,2– con Heidegger “la gente debe dedicarse a mi pensar, la vida privada no tiene nada que ver con lo público”3,4. La historia no aceptó: su involucramiento con el régimen nazi, tras ser nombrado rector de la Universidad de Freiburg en 1933, cargo al cual renunció voluntariamente5, terminó en una condena por un tribunal de depuración del ejército aliado6–9, generando el “caso Heidegger”: denominación descalificadora de su silencio, no asumir su responsabilidad, no retractarse públicamente de su proceder10,11, aunque defensores interpretan de manera diferente su persona12–14.
Su existencia trascurrió bajo apremios existenciales e históricos profundos que lo arrojaron a desequilibrios emocionales que, sin alcanzar los niveles de Nietzsche15–20, entregan una faceta de él absolutamente impensada hasta hace poco. El presente trabajo intenta comprender sus alteraciones afectivas siguiendo dos pasos: principales trastornos emocionales y existencia, desequilibrios y creatividad.
Las alteraciones emocionales
Heidegger nació en Meßkirch (1889), de padres de escasísimos recursos económicos con fuerte raigambre católica, religión que profesó con devoción y profundas intenciones de convertirse en sacerdote, sus estudios necesitaron ser financiados por becas producto de sus destacados rendimientos21,22.
En el seminario arzobispal San Jorge el 30 de septiembre de 1909 entra al noviciado de la Compañía de Jesús de Tisis, donde es despedido dos semanas después23. Se queja de dolores al corazón que, unidos a una constitución física débil, le impiden soportar las exigencias propias de la educación jesuítica. No hay datos concretos: parece que autoridades de la orden determinaron caducar su período de preparación debido a su condición orgánica, aunque posiblemente existía una relación afectiva con una joven, situación espiritual discordante con su vocación.
Estudia teología y en 1911 surgen molestias que desembocan en una crisis: semanas de insomnio, molestias cardíacas, disminución de sus capacidades intelectuales y concentración, lo que lo obliga a abandonar sus estudios bajo “reposo absoluto”, siguiendo indicaciones del doctor Heinrich Gassert. Esta decisión significó un cuádruple descalabro: su carrera sacerdotal se cerró definitivamente –“se puso en duda mi capacidad para entrar al servicio de la iglesia”24– su situación económica sufrió un gravísimo traspié, su vocación oscila entre filosofía y ciencias exactas y emergió un distanciamiento irreversible del “sistema católico”.
Octubre 1914: reclutado por el ejército, pocos días después es pasado a reservista por desórdenes “cardíacos”.
Agosto 1915: reclutado nuevamente, un mes después se queja de “solo tengo serias molestias cardíacas, de modo que no aguanto mucho”24. Ingresa al hospital por cuatro semanas, siendo trasladado a Friburgo como censor postal. Conseguida su habilitación en la universidad, comienza su carrera docente con tropiezos por impedimentos burocráticos para su contratación. Desde diciembre de 1913: secretamente comprometido con Marguerite Weninger, relación llena de arrebatos y pasión, en parte producto de la grave afección pulmonar de ella, él la termina en noviembre de 1915.
Mediados 1937: reaparecen molestias, al parecer cardíacas, “que se extienden hasta mi cuerpo”3. Heidegger la denomina “crisis espiritual” y Pöggeler la relaciona con las arduas confrontaciones con la filosofía de Nietzsche y el nihilismo “a causa de la cual cayó enfermo en casa, incluso buscó la muerte”25. Su hijo Hermann niega categóricamente ideas de suicidio y asevera que estaba envuelto en una relación sentimental apasionada con otra mujer4; descubierto por su esposa Elfriede, se justifica “no deseo nada para mí, que todo sea por la obra”3. Se suman una serie de agravios infligidos por filósofos de su país en contradicción a su fama internacional, aunque representó a Alemania portando las insignias del régimen26–28.
Diciembre 1944: su salud se resiente por haber estado en peligro vital en las trincheras de Alsacia, sumado al desasosiego generado por salvar sus manuscritos de su destrucción consecuencia de la guerra: insomnio persistente, agotamiento físico y mental, “ligeros desmayos y dolores de cabeza, y extrañas depresiones”3. Contra su voluntad, en febrero de 1945 el doctor Kurt Ziegler le prescribe tres meses de licencia: “incapaz de impartir un seminario”. Quejas variadas: molestias estenocardíacas, alteraciones de la presión arterial, mareos hasta llegar a desfallecimientos, cansancio general, dificultad del discurrir de ideas. Empero, en marzo, Heidegger asegura “ya he superado la depresión; siento que mis fuerzas no han tocado a su fin”3. Se suman dos hechos: sus dos hijos están desaparecidos en Rusia sin saberse de ellos; una nueva relación –Margot von Sachsen-Meiningen, exalumna y casada–, está en su apogeo; por cercanía, él se desplaza entre el castillo de ella, Meßkirch, el monasterio de Beuron donde trabaja y la universidad en Wildenstein. En mayo, la universidad le autoriza reanudar sus seminarios a pesar de la desastrosa situación del país, que había caído bajo el régimen de las fuerzas aliadas tras la capitulación.
11 diciembre 1945: presentación ante la comisión depuradora (Bereinigungsausschuss) de la universidad, donde sufre un colapso (Zusammenbruch) que Heidegger atribuye a que lo tomó “totalmente desprevenido el interrogatorio inquisitorial de 23 preguntas y a causa de ello sufrí un colapso”29–31. Tras un rechazo de Jaspers a su solicitud de ayuda31, su antiguo protector el arzobispo Conrad Gröber, quien espera de él “un giro espiritual” y “se condujera de manera verdaderamente edificante”, apoyado por el Decano Beringer, consiguen trasladarlo al sanatorio Schloß Haus Baden en Badenweiler a cargo del psiquiatra Viktor von Gebsattel, desde febrero hasta mayo de 1946. Al principio sentía que vegetaba, experimentaba un agotamiento generalizado, no mostraba interés por nada, estaba hipersensible al aspecto de los otros pacientes, al hablar de ciertos temas exhibía tendencia a sollozar. Precisa Heidegger: “¿Qué hizo él [von Gebsattel]? Subió conmigo las montañas a través del bosque nevado. Aparte de eso, no hizo nada. Me ayudó como hombre. Y al cabo de tres semanas volví curado”. Sin embargo, permanece tres meses y, a su esposa, reconoce en su médico humanidad, cercanía a su propio pensamiento, interés hacia su persona como tal, ayuda auténtica para que él prosiga su obra filosófica por cuanto la valora como trascendental para el pensamiento occidental3.
1 marzo 1950, von Gebsattel redacta un informe psiquiátrico sobre la situación de salud de Heidegger: lo trató durante tres meses en 1946 por “una debilidad del músculo cardíaco” y debido a esta “persistente debilidad cardíaca”, ha continuado su tratamiento “con interrupciones”. Esto le ha conducido a no poder estar a la altura de su capacidad laboral, por lo que médicamente se lo declara como no apto para efectuar “todas las obligaciones de un profesor ordinario”24. Heidegger presenta el documento al Ministerio de Cultura: se modifica su situación académica y económica; pasa de la condición de jubilación a la de pensión completa, mejora sus muy bajos ingresos y dicta nuevamente clases en la universidad, después de la prohibición absoluta (Lehrverbot) por las fuerzas de ocupación.
Junio 1950: después de la conferencia “La cosa” se siente mal, aparecen molestias que, según el médico, son pasajeras y basta un descanso de sus actividades. Al siguiente día se recupera32. Esta actividad requirió de un esfuerzo intelectual importante precedida por contramanifestaciones estudiantiles. Estas conferencias, como el más destacado intelectual del pensamiento alemán le significaban, junto al reconocimiento tras años de destierro y humillación, un particular compromiso personal. Retornó su desazón por poner sus escritos en un lugar seguro, como estímulo para el pensar del futuro: Wege, nicht Werke, caminos, no libros.
Abril 1970: viaja a München a pronunciar una conferencia y seguramente tiene un encuentro amoroso con la poetisa, escritora, condesa Sophie Dorothee von Podewils. Sufre leve embolia cerebral y, tras breve hospitalización, se recupera rápidamente sin dejar huellas salvo para escribir, que se torna difícilmente legible3.
26 mayo 1976: Martin Heidegger muere en casa sin presentar nuevos trastornos emocionales, habiendo dialogado sobre Meister Eckhart33, dejado en claro sus deseos, despedido de sus cercanos en “serenidad” y “apertura al misterio”34.
Existencia, alteración emocional y filosofía
Xolocotzi intenta una aproximación filosófico-historiográfico, previa a toda comprensión psicológica24, acudiendo a Eros, que es uno de los daimones que Heidegger reconoce en sus amores: “Lo llamo Eros, el más antiguo de los dioses según Parménides… Los aletazos de este dios me rozan cuando doy un paso esencial en mi pensar y me aventuro por caminos inexplorados…, cuando lo largamente intuido debe ser llevado al ámbito de lo decible y cuando lo dicho debe ser dejado en soledad durante mucho tiempo”3. Según Platón35, el daimon es un ser situado entre los dioses y los hombres y, cuando desciende sobre un humano, lo deja fuera de control porque empieza a habitar en él una llamada divina. El hombre vive en la moderación (sophrosyne) y Eros es aquel estado que desborda lo armonioso generando la Manía. Manía es otro estado opuesto –descalabro, ofensa– pero Platón revierte este sentido: la Manía es una donación que los dioses otorgan a ciertos hombres permitiéndoles penetrar en lo propiamente humano, donación con diferentes expresiones: del profeta, poeta, sabio y enamorado. Heidegger confiesa “si mi existencia carece de pasión la voz enmudece y la fuente no brota”3. Manía y Eros son los dioses que, presentes en él, le posibilitaron acceder al ámbito propio del pensador. Sus múltiples aventuras sentimentales, extralimitaciones pasionales, desbordamientos eróticos no fueron caprichos de galán de provincia necesitado narcisísticamente de devorar a la mujer; fueron incitaciones que le abrieron-el-mundo –pero le enfermaron– a episodios de internamiento en el Ser: “el estímulo esencial me lo dan las personas que –sin ser filósofos– son ellas mismas creadoras”3. Eros y Manía, sus implacables daimones, lo acosaron propulsándolo a las elevadas alturas de la creación espiritual.
Tamayo propone que Heidegger necesitó, para comprender su existencia, un doble proceso24. Primero: interpretar un sueño repetido de examen final de enseñanza media (Abituriententraum) y que, según el psiquiatra Boss, se le aclaró al “experimentar el Ser (Sein) a la luz del Acaecer (Ereignis)”36,37. Los profesores que le examinaban eran los de su adolescencia: angustia ante la autoridad, jueces del juicio final, el sueño de un creyente. Como angustia, significa enfrentamiento ante la nada ya que, como enseña Heidegger, la nada es nada de Ser38. Experimentar el Ser es superar los entes de la vida cotidiana, es trascender el mundo como conjunto de ámbitos (entes) separados y acceder al “Mundo”: “Mundo” como apertura (Erschlossenheit), donde el hombre se autocomprende como ser-en-el-mundo y como ser-con-los-otros. Fue una maduración experimentar el Ser a la luz del Acaecer: en alemán acaecer es Ereignis: emparentado con Er-äugnen, asir con la mirada y Er-eignen, apropiarse, es decir, apropiación-de-algo-conla-vista. Esta experiencia filosófica aclaró su sueño: no son los entes cotidianos los que le permiten entender su realidad, sino el “Mundo”: aquel ámbito donde todo se conjuga y co-pertenece. Segundo: von Gebsattel le señaló que sus arrebatos maníacos representaban una hybris –desmesura, ambición inmoderada–, ansiedad por atrapar entre sus garras y someter bajo su poder todo acontecimiento de su vida. El psicoterapeuta escuchó, dejó que se expresaran sus impulsos para, finalmente, alcanzar la serenidad (Gelassenheit), el acoger sin recuerdo ni deseo, según Bion39, pero ahora filosóficamente: “serenidad para las cosas y apertura al misterio”40. El objeto de su filosofar: residir en el “Mundo”, que no es el mundo-de-los-entes sino del Ser, pero éste contiene algo que requiere serenidad: es un objeto inalcanzable41.
Varios discípulos intentaron entender a Heidegger. Max Müller: “unidad de grandeza y miseria, de profundidad e inseguridad, de consecuencia y discrepancia …Era valiente y a la vez cobarde; quería fidelidad y frecuentemente era infiel…, decidió equivocadamente”24. Hanna Arendt a su maestro Jaspers: “Lo que usted llama impureza yo diría que es falta de carácter, en el sentido de que no tiene absolutamente ninguno... Heidegger mentiría todo lo que pudiese.”42. Karl Löwith: “era infructuoso el empeño de lograr un contacto humano con esa persona, cuya vida se había creado una férrea defensa contra las atenciones de los demás. Sufría por su aislamiento voluntario y, a menudo, hacía un esfuerzo por ampliar sus contactos humanos, pero pronto volvía a aislarse en sí-mismo y a refugiarse en su trabajo con el que endurecía y acartonaba su personalidad, que era en el fondo suave e impresionable”27. Otto Pöggeler: “1937-1938… fue un saldar las cuentas con los propios caminos errados tanto religiosos como políticos. De este modo se hundió en una crisis (similar a la que tuvo cuando dejó el estudio de la teología o más tarde en el proceso de desnazificación)…”24.
Heidegger32,43,44 planteó que “entender la causalidad psíquica” de una vida “es abandonar el carácter de cosa y objeto que tiene este fenómeno en el planteamiento científico. Lo psíquico no es algo que el hombre <tiene> –consciente o inconscientemente–, sino algo que él es y que lo vive… En principio: hay objetos, que no se tiene, sino que se <es>; más aún, el que de estos objetos descansa en <que son>”45. Se trata de describir las enfermedades que Heidegger no “tuvo” sino que “fueron” y él las vivió.
Se constatan los siguientes fenómenos.
Se presentaron por vez primera en 1909.
Se repitieron hasta 1950.
La última enfermedad de 1970, claramente distinta, fue consecuencia de una embolia cerebral transitoria –sin secuelas– y continuó intelectualmente activo hasta el final.
Los episodios fueron de duración breve retomando sus actividades rápidas, completamente.
Nunca solicitó ayuda en forma espontánea, sino otros o circunstancias lo obligaron a someterse a terapia.
El sueño lo comunicó en una conversación informal, sin buscar ayuda personal o una clarificación.
Resulta difícil determinar la especialidad de los médicos que lo asistieron ¿internistas?, ¿cardiólogos?, ¿neurólogos?, y un psiquiatra(Viktor von Gebsattel) y, salvo este último, se desconocen sus indicaciones más allá de medidas inespecíficas como reposo absoluto.
No queda claro que von Gebsattel lo atendiera por cuatro años por una “debilidad del músculo cardíaco” y que ésta le “conllevó a una fuerte disminución de su capacidad laboral” que le impedía “estar completamente a la altura de todas las obligaciones de un profesor ordinario”: ¿un psiquiatra tratándole su trastorno del corazón? ¿inhabilitado para ejercer su profesión? Los últimos veinticinco años trabajó bajo un ritmo intenso, ininterrumpido.
No existió médico de cabecera –excepto 1947-1950– que visitara con regularidad: entre episodios, su salud no fue vivenciada como inestable o precaria.
Su acercamiento a la medicina y psiquiatría fue con objetivos exclusivamente ontológicos, sin intentar solucionar conflictos ocultos subyacentes a malestares.
Los síntomas cambiaron en intensidad, impacto emocional aunque fueron similares en distintos episodios. Insomnio persistente, atención lábil, dificultad de concentración, dolores de cabeza, desmotivación, desgano, tendencia a emocionarse ante la presencia de terceros, humor depresivo, molestias cardíacas poco precisas como dolor o palpitaciones o tirantez irradiada al cuerpo, agotamiento generalizado, cambios en la presión arterial. Resulta difícil precisar sus desmayos ¿inestabilidades? ¿sensaciones vertiginosas?; más indeterminado es su colapso. Empero las enfermedades lo obligaban al reposo e interrumpir su trabajo parcial o totalmente (Tabla 1).
Tabla 1 Sucesos afectivo-existenciales en la vida de Martin Heidegger (1889-1976)
Otoño1909 | Ingreso y expulsión Compañía de Jesús |
Vocación sacerdotal puesta en cuestión | |
Impulsos amorosos incompatibles con proyecto religioso | |
Frustración implícita de padres por futuro sacerdotal cuestionado | |
Verano 1911 | Imposibilidad de ser sacerdote por insuficiencia física |
Término dependencia económica de la iglesia | |
Pérdida de sentido continuar estudios exclusivos de teología | |
Fe católica comienza a sucumbir | |
Futuro profesional incierto entre filosofía y ciencias exactas | |
Inseguridad económica fuerte | |
Incertidumbre vital profunda | |
Período 1914-1915 | Peligro de morir durante Primera Guerra Mundial |
Dificultades repetidas para ingresar en docencia en la universidad | |
Abandono definitivo del “sistema católico” | |
Privación importante de sostén espiritual religioso | |
Término irreversible de su primera relación amorosa | |
Período 1936-1937 | Crisis espiritual enfrentamiento con nihilismo de Nietzsche |
Abandono definitivo de compromiso con nacionalsocialismo | |
Peligro de su matrimonio por relación amorosa | |
Ataque y persecución de filósofos alemanes del régimen nazi | |
Finales 1944 | Peligro de morir durante Segunda Guerra Mundial |
Posibilidad de muerte de sus hijos desaparecidos en Rusia | |
Ser abrasado por amor que lo impulsa a la creatividad intelectual | |
Angustia por posibilidad de pérdida de sus escritos | |
Invierno 1945 | Condena final de la comisión depuradora |
Destitución de su cátedra como profesor titular | |
Inhabilitación absoluta para ejercer como docente universitario | |
Condición económica cercana a la indigencia | |
Casa habitada por fuerzas francesas de ocupación | |
Hijos perdidos en el frente ruso | |
Aumento de peligro de requisamiento de escritos y biblioteca | |
Acoso creciente de su amada unido a creatividad aumentada | |
Tensiones matrimoniales cercanas a la separación | |
Su mentor y arzobispo lo conmina a arrepentimiento espiritual | |
Año de 1950 | Diversos intelectuales consiguen suspensión del castigo impuesto |
Reintegro a la universidad, dictar clases y publicar | |
Superación de las dificultades económicas | |
Principal intelectual portavoz de la restitución de la catástrofe | |
Manifestaciones públicas violentas de opositores y estudiantes | |
Necesidad imperiosa de elaborar sus escritos para el futuro | |
Seminarios destinados a médicos y psiquiatras en Zollikon | |
Reconocimiento internacional de su nuevo pensar | |
Año de 1970 | Relación sentimental provoca nuevos roces con su esposa |
Embolia cerebral transitoria no deja secuelas orgánicas | |
Dedicación exclusiva a elaborar escritos y conferencias |
Heidegger tiene razón: sus enfermedades no fueron asunto de “tener” sino de “ser”. En cada oportunidad su proyecto existencial se quebró, estrelló, fracasó ante distintas situaciones que tuvieron en común constituir dilemas vitales, contradicciones ocultas entre interioridad y circunstancias, disyuntivas entre pasiones y deseos que, simultáneamente exigían, en cierto momento, una salida inapelable.
Otoño 1909: confrontación entre cuatro momentos: vocación sacerdotal, rechazo inapelable de la congregación, impulsos amorosos incompatibles con proyecto religioso y frustración implícita de sus padres.
Verano 1911: cruce de caminos: imposibilidad definitiva de ser sacerdote, término de dependencia económica de la iglesia, pérdida de relevancia de estudios de teología, creencias católicas tambaleantes, futuro profesional problemático ante indecisión para escoger entre áreas incompatibles, incertidumbre vital.
Período 1914-1915: la realidad reclama sus derechos inalienables: peligro de morir durante la guerra, ambiciones por ingresar a la universidad frustrados por carencia de apoyo de autoridades, derrumbe de su religiosidad acompañado de privación del sostén espiritual y término del compromiso con su amada.
Entre 1937-1938: “crisis espiritual” al enfrentar los desafíos del nihilismo de Nietzsche porque cuestionan su propia filosofía y su compromiso con el régimen nacionalsocialista como posible artífice del nuevo pensar46–48; relación con otra mujer desestabiliza su matrimonio; ataque de filósofos apoyados por el partido nazi lo catapultan a una posición de marginal, vigilado.
Diciembre 1944: se repite peligro inminente de muerte, tanto de él como sus hijos desaparecidos; nueva enamorada es una mujer excepcional que lo seduce generándole una productividad intelectual pocas veces experimentada49; visualizando que la guerra está perdida, irrumpe la angustia que sus manuscritos sean requisados por las fuerzas invasoras, su legado para las futuras generaciones, puesto que las actuales las siente filosóficamente erradas por la dictadura del pensamiento tecnológico de carácter planetario50.
En 1945 estalla “la voz de tiempos sombríos”51: el cuestionamiento político de su persona es demoledor por parte de la comisión depuradora producto del informe de Jaspers: destitución de su cátedra, inhabilitación para toda enseñanza universitaria, reducción a una condición material cercana a la indigencia; sus manuscritos y biblioteca corren peligro de ser decomisados; debe tolerar que su casa sea invadida por miembros del ejército francés; sus hijos continúan perdidos en el frente ruso; acoso de su amada lo ahoga en contradicciones internas unido a exigencias de su esposa; su antiguo mentor lo impulsa a un arrepentimiento espiritual efectivo para reconducirlo por el camino de la contrición y perdón verdaderos.
En 1950 se abren esperanzas –plagadas de incertidumbres–: la opinión en Alemania sobre su actuar durante su período de rectorado comienza a ser más comprensiva, varios intelectuales obtienen un cambio de sus condiciones de vida: reintegro de su calidad de profesor, aumento del dinero producto de su jubilación, permiso para publicar; el reconocimiento internacional de sus aportes como fundamentales para renacer de la catástrofe lo impulsa a presentarse en público, constituyendo sus conferencias eventos intelectualmente trascendentales, aunque son rechazados con encono y violencia; crece la imperiosidad de elaborar sus escritos con el fin de constituir una fuente del nuevo pensar, opuesto al pensar técnico, lo que significa trabajarlos y terminarlos52–55 (Tabla 2).
Tabla 2 Relaciones afectivo-amoroso-pasionales de Martin Heidegger (1889-1976)
Verano 1909 | Posible relación afectiva con una joven |
1913 hasta 1915 | Relación sentimental con Marguerite Weninger |
Diciembre 1915-26 mayo 1976 | Compromiso y matrimonio con Elfride Petri |
1919-1969 | Relación ¿afectiva? con Elisabeth Blochmann |
Finales 1924-comienzos 1925 | Amor intenso hacia Hanna Arendt |
1928 hasta…. | Contacto ¿amoroso? con Elisabeth Krumsiek |
1944 hasta ¿1946? | Pasión abrasadora por Margot von Sachsen-Meiningen |
1950-1970 | Contactos eróticos hacia Sophie Dorothee von Podewils |
¿1952?-1956 | Relación hacia Marielene Putscher |
1956-1959 | Intensa pasión por Dory Vietta |
¿1957-1958? | Apasionamiento por Andrea von Harbor |
¿? | Afecto intenso por Ingrid Strohschneider-Kohrs |
Comprender las alteraciones emocionales de Heidegger resulta complejo. Von Weizsäcker apuntó que sólo nos duele algo realmente cuando aquello que necesitamos o aquello que nos duele pertenecen de algún modo a la verdad del propio ser: la salud es la verdad de nuestro ser y la enfermedad nuestra no-verdad (Unwahrheit) y este es el fondo original del proceso patológico: la ligazón entre enfermedad y verdad, entre sufrir y saber56. El sentido del enfermar no es lo extraño, lo azaroso, lo maligno, sino un saber de la verdad. La experiencia del enfermar es un desarrollo de la conciencia-de-sí producido por un evento corporal, “la enfermedad es, según la experiencia, un suceso corporal producido por un desarrollo de la conciencia”, así, “la enfermedad y el síntoma adquieren valor de aspiraciones anímicas, posiciones morales y fuerzas espirituales”. De ahí los tres momentos del encuentro terapéutico: contacto personal primario (Berührung), acción terapéutica propiamente tal (Heilhandlung) e incipiente comprensión intelectual del estado-de-necesidad (Verstehen)57–59.
Si el conocimiento del enfermar de Heidegger consiste en averiguar la verdad de su vida, debemos preguntarnos “¿Por qué y para qué precisamente aquí, precisamente ahora y precisamente así?”60. Hay que analizar los dos momentos del vínculo con von Gebsattel: primero, descalificación y menosprecio de la ayuda y de la persona y, segundo, un permitirse hablar de sí-mismo sin restricciones ni descalificaciones científicas o personales, sentirse amparado y apreciado en su trabajo y vida íntima, darse el tiempo para examinar su situación asfixiante, intercambiar puntos de vista sin obligarse a ser mentor ni guía de caminos. Las presiones para responder a las urgencias del momento ceden el paso a la meditación reflexiva interna, la escucha silenciosa. Lo que Heidegger desesperaba, permanecer tres semanas sintiéndose atado a un quehacer sin finalidad, se transformó en tres meses en “la montaña mágica”: des-asirse, abandonarse (seinlassen), des-comprometerse, confiar61.
Ahora superó parte de su conflictiva: estarcogido-“por-su-lado-débil”-sus-pasiones” (Nehmen-bei-der-“schwachen-Stelle)62,63; anteriormente se limitaba a retornar a su estado habitual sin experimentar cambio auténtico, una restitución pero permaneciendo sus dificultades, esto es, sin captar la relación entre “enfermedad y verdad”, entre “sufrir y saber”.
Kretschmer señala que el enfermar está relacionado a una tríada: personalidad, medio circundante y gatillo desencadenante64. En cada colapso, Heidegger exhibió los tres componentes aunque en distinta proporción, según mostramos más arriba. Lo osado es aventurarse a describir los rasgos personales que lo hicieron proclive a caer en episodios emocionales, rasgos contradictorios e incompatibles, como atestiguan seguidores y detractores. Postulamos la existencia de rasgos predominantemente asténicos de base con espinas esténicas, que lo hacían precipitarse en contradicciones al interior de un ambiente fuertemente opresivo, demandante, exigente.
Sus rasgos asténicos o sensitivos: percepción sutil, impresionabilidad alta, tendencia introvertida, vida afectiva delicada aunque profunda, luchas internas originadas por su fina percepción ante faltas cometidas, fuertes sentimientos éticos, aspiraciones morales elevadas, elaboración interna repetida de sus inclinaciones e ideas, pobre descarga hacia el exterior de sus pasiones y deseos, rumiar las vivencias padecidas. Sus rasgos esténicos constituyen espinas que irritaban permanente y ocultamente las tendencias asténicas: altura afectiva máxima, exteriorización por ráfagas, mezcla de egoísmo y altruismo, autoestimación elevada, fuerza de voluntad impetuosa, propensión a reaccionar con fogosidad ante vivencias catalogadas como humillantes, expansividad para aspectos de su vida íntima y profesional, prosecución vehemente de ideas y deseos, sexualidad exaltada acompañada de culpas y reproches. En otros términos:
capacidad de impresión excitable y sensible;
capacidad de retención con tendencia a la conservación intrapsíquica de afectos unidos a representaciones;
capacidad de elaboración intrapsíquica de sus vivencias, reteniéndolas, acumulándolas y elevándolas a la máxima altura y d]capacidad de conducción disminuida con estallidos súbitos que evacúan hacia el exterior lo retenido.
Heidegger “nació, trabajó, padeció, murió”, aunque sus padecimientos fueron bastante más profundos, complejos y enigmáticos de lo propuesto hasta aquí.