Introducción
La industria salmonera, durante sus 30 años de presencia en la región de Los Lagos, ha sido un motor de transformación territorial en distintas dimensiones: En primer lugar, económicamente, integró la economía regional al comercio global, ya que pasó a ser el segundo productor mundial de salmón tras Noruega, exportando a mercados en Asia, Europa y América del Norte. El volumen de biomasa en el agua de la región (salmones en etapa de engorda) creció desde 235,66 ton. en 1995 a 17.276,55 en 2005. A este ritmo, las exportaciones nacionales llegaron a 600 mil toneladas en 2007, para luego caer, producto del virus ISA, a 400 mil en el año 2010. El nivel de producción se recuperó hacia el 2015 con una cifra de 834 mil toneladas (salmonChile, 2015). En segundo lugar, en términos de empleo, la industria llegó a representar hacia el 2007 el 15% de la población económicamente activa en la región, convirtiendo a la región de Los Lagos en una de las pocas que alcanzó niveles de pleno empleo por más de una década. En cuanto a la dimensión ambiental, la introducción de una especie exótica con fines comerciales transformó de manera radical el ambiente marino y acuático de la región. La ocupación de esta industria de ríos, lagos y mares de la región gatilló cambios que han sido identificados por diversos estudios y que se traducen en pérdida de masa nativa por escapes de salmones, eutroficación (Arismendi et al., 2009; Buschmann et al., 2006; Izquierdo-Gómez, Bayle-Sempere, Arreguin-Sánchez y Sánchez-Jerez, 2016; Sepúlveda, Arismendi, Soto, Jara y Farías, 2013; Soto y Jara, 2007), aumento de procesos de eutroficación (Buschman, 2001), entre otros. Por último, en cuanto a la dimensión social, se dieron procesos de proletarización de mano de obra campesina, cambios en las relaciones de género dada la entrada de la mujer al mundo laboral formal, expansión urbana explosiva en pueblos como Quellón, Calbuco, Dalcahue, etcétera. atrayendo migración y presionando la infraestructura social básica como hospitales, escuelas y caminos (Román, Barton, Bustos, y Salazar, 2016).
El salmón es una especie nativa del nor-Pacífico y nor-Atlántico que fue introducida exitosamente recién en la década de los setenta. En la actualidad, solo cuatro variedades de salmón son producidas comercialmente (Coho, Oncorhynchus kisutch; Atlántico, Salmo Salar y trucha arcoíris, Oncorhynchus mykiss). Una de las razones por las que el salmón se introdujo en la región de Los Lagos es que su ciclo productivo requiere de al menos tres ecosistemas: ecosistemas de agua dulce para la etapa temprana, de aguas estuariales para la etapa de transformación y de agua salada para la etapa de engorda. En este sentido, la región contaba con los sistemas ambientales adecuados concentrados en pocos kilómetros a la redonda. De hecho, el 87% de la producción salmonera se desarrolla en menos de 300 km2 de costa, que se concentran en las costas de Chiloé y el estuario de Reloncaví. Adicionalmente, la transformación neoliberal impulsada por la dictadura militar proveyó las condiciones institucionales y jurídicas necesarias para el despegue de la actividad, generando la figura de las concesiones acuícolas, subsidios e incentivos al emprendimiento privado, y la configuración de regiones político-administrativas funcionales a la neoliberalización del territorio (Boissier, 1998, 2000, 2004; Barton, 1997; Barton, Gwynne y Murray, 2007, 2008).
Durante el mes de mayo de 2016 las comunidades de la región de Los Lagos vivieron jornadas de extrema conflictividad debido a la presencia en sus costas de marea roja,1 lo que determinó la implementación de vedas para la captura de mariscos (almejas, Venus antiqua; choritos, Mytilus chilensis, entre otros) dada la toxicidad del fenómeno. Esta decisión de la autoridad causó una reacción de molestia por parte de las comunidades costeras de la región, que vieron cómo sus fuentes laborales y de vida se cerraban, pero, además, y de manera inédita, un cuestionamiento de los habitantes de Chiloé y la región, acerca de la relación entre la isla y el Estado chileno. “Chiloé está privao [sic]” pasó a representar un sentimiento de despojo, pero también de abandono por parte del Estado hacia comunidades rurales, alejadas del centro político-administrativo y económico del país. Esta sensación de abandono se transformó en hastío tras las respuestas del gobierno a las demandas locales, ofreciendo bonos claramente insuficientes para las condiciones de vida existentes en el archipiélago. Aún resonaba en la memoria colectiva de las comunidades la experiencia de la crisis del virus ISA2 del 2008 en que el Estado destinó importantes recursos a recuperar la industria, pero poco de dicha ayuda llegó efectivamente a quienes perdieron sus empleos (ver Bustos, 2014).
Las demandas apuntaban a dos planos: el inmediato, soluciones económicas a la incapacidad de recolectar mariscos por un período de hasta seis meses, y el estratégico, cuestionando la presencia de la industria salmonera en la región, sus aportes reales al desarrollo territorial y la necesidad de que fuese la comunidad la que definiera el tipo de desarrollo territorial que se implementase en la isla.
Es importante recalcar que el salmón entró a Chile como commodity, es decir, como una mercancía, propiedad privada de quienes la producen y destinada a ser comercializada en el mercado. Ello tiene profundas implicancias para la forma en que el salmón interactúa tanto con el ecosistema (especialmente en lo relativo al control de las condiciones de producción y el ambiente en que se desarrolla) como con las comunidades costeras, para las cuales inicialmente representó una actividad económica alternativa, relativamente similar a las preexistentes en la zona (pesca y agricultura).
Nuestro argumento es que el proceso de neoliberalización de la naturaleza, que implicó la introducción del salmón ha tenido profundas consecuencias en la formación de la identidad y sentido de ciudadanía de los habitantes de la región. Ello ha configurado un sujeto neoliberal que se relaciona con la naturaleza a través de las lógicas del valor de cambio, transformando una cultura basada en las lógicas de la solidaridad y cooperación. Esta transformación, por su parte, ha gatillado diversas respuestas que exploramos en este trabajo a partir de la identificación de tres actores claves en la configuración de la identidad territorial regional: pescadores, campesinos y salmoneros. De esta manera buscamos responder a la pregunta que guía esta investigación: ¿Qué respuestas se han generado entre los actores locales a los efectos que la llegada y producción del commodity salmón ha tenido sobre sus identidades?
El trabajo se estructura en cinco secciones. Tras esta introducción, presentamos nuestro marco teórico desde la ecología política, donde explicamos las ideas sobre comoditización e identidad, para lo cual revisamos los procesos de neoliberalización de la naturaleza y producción de identidad. Luego, en tercera sección presentamos las identidades existentes en la región y la sección 4 sus respuestas a la comoditización del salmón. Finalizamos con una reflexión sobre las oportunidades y desafíos que estas miradas plantean a la antropología.
Marco teórico. Comoditización de la naturaleza y producción de identidad
Este artículo se posiciona desde la ecología política3 para aproximarse a los fenómenos de identidad y comoditización de la naturaleza. Ello lleva a que cualquier consideración sobre configuración y transformación de identidades está mediada y sedimentada por la forma (historia, tecnología, valoración, estructura político-administrativa) que adopta la comoditización de la naturaleza, en un sistema político determinado. En esta sección revisamos los vínculos entre comoditización de la naturaleza e identidad en contextos neoliberales, y proponemos un marco analítico para estudiar el caso de la región de Los Lagos y la industria salmonera.
Comoditización de la naturaleza
El foco de estudio de la ecología política en los procesos de comoditización de la naturaleza se concentra tanto en entender el ciclo de vida de los recursos (cómo, dónde, cuándo interactúa con el capital) como estudiar las instituciones y procesos sociales que facilitan o resuelven los obstáculos para su incorporación en estos procesos de acumulación. De este modo, se han identificado al menos seis condiciones para la comoditización de la naturaleza. Estas son: privatización, alienación, individuación, abstracción, valoración, y desplazamiento. La hipótesis que se ha avanzado en esta línea es que las propiedades biofísicas de la naturaleza afectan el proceso por el cual la naturaleza entra en circuitos de acumulación. En palabras de Bridge (2000):
Decir que el uso de la naturaleza en la producción es contradictorio, es reconocer que los procesos de producción están necesariamente basados en la transformación de materia prima, pero que las condiciones bajo las cuales la naturaleza es incorporada en dichos procesos de producción pueden, sin embargo, socavar las condiciones biofísicas y sociopolíticas necesarias para sustentar acumulación futura (Bridge, 2000, p. 244, traducción de los autores).
Es este último punto (condiciones sociopolíticas necesarias para sostener la acumulación) al cual queremos apuntar desde la producción de identidades en función de la materialidad del commodity. Este proceso de conversión se da en un contexto de relaciones sociales y significados fuera de la esfera económica y, por tanto, qué, cómo y dónde algo se convierte en un commodity varía en el tiempo y espacio, y son un reflejo de las relaciones sociales que se establecen en una sociedad determinada.
Nevins y Peluso (2008) señalan que son los procesos de resistencia, disciplinamiento y oposición asociados a estos procesos los que configuran las diferencias entre regiones donde se generan los commodities. Mientras Castree (2003) señala que la comoditización de la naturaleza es un proceso polimorfo a través del tiempo y el espacio, Prudham (2009), por su parte, señala que cada proceso de comoditización implica un momento relacional de expansión y profundización del proceso capitalista. Entonces, se deben también abordar los procesos de violencia y conflictividad que están implícitos en la producción de commodities, la que adopta entre otras formas la de acumulación por desposesión (Borras y Franco, 2013; Kappeler y Bigger, 2011; Neves y Igoe, 2012; Peluso, 2012; Prudham, 2009) que está en la raíz de muchas industrias y economías basadas en recursos, particularmente en lo referido a comunidades indígenas o comunidades rurales, incluso señalando el turismo y la conservación como una forma de desposesión (Fairhead et al., 2012; Green y Adams, 2015; Holmes, 2014). Esta conflictividad, sin embargo, ha sido abordada desde las lógicas de la economía política, pero creemos importante complementar con un entendimiento sobre la manera en que la identidad de las comunidades reacciona frente a la materialidad del commodity en relación a los procesos de resistencia, disciplinamiento o asimilación.
Las propiedades biofísicas del salmón han tenido un rol fundamental en el proceso por el cual ha sido incorporado a las dinámicas de acumulación de capital, dada su flexibilidad para adaptarse a los procesos de producción capitalista (Hebert, 2014; Halverson, 2011). Su condición anádroma implica que a lo largo de su proceso productivo transforma su fisiología para satisfacer sus necesidades del ciclo vital (cambio de branquias para transitar de agua dulce a salada, cambio de sexo en condiciones de falta de reproductores, etc.). Estas transformaciones han sido integradas en diversas comunidades costeras del nor-Pacífico a través de diversas tecnologías para sostener su economía a lo largo del ciclo de vida del salmón, utilizándolo como alimento, cuero para vestuario, vinculando su identidad al ciclo de vida y la materialidad del salmón (Hebert, 2015; Swanson, 2015; Walters, 2007).
Dado que el salmón ingresó a Chile en su forma de commodity, los procesos previos de comoditización (p.e., alienación, abstracción, valoración, desplazamiento) fueron moldeados y resueltos en circuitos globales de producción acuícola, pero la mencionada flexibilidad permitió su adaptación a las condiciones ecológicas y de producción nacional. Concretamente, su introducción requirió de una activa intervención del Estado para generar las condiciones institucionales y materiales que permitiesen su comercialización: creación de concesiones acuícolas (entregadas gratuitamente y a perpetuidad), creación de subsidios e incentivos para la creación de empresas salmoneras, configuración de una estructura regional que diese cabida a la nueva actividad económica, así como la construcción de la infraestructura material que lo hiciese posible (puertos, caminos, etc.). Este proceso ha sido estudiado en sus múltiples dimensiones por Barton (1997, Barton et al., 2007), Román et al. (2016), Bustos (2013, 2015), Floysand et al. (2010), entre otros. Sin embargo, en este artículo más que profundizar en los impactos estructurales de la “salmonización” de la economía regional, nos interesa identificar la relación que se generó entre la llegada y expansión del salmón y la(s) identidad(es) regional(es).
Neoliberalismo y producción de identidad
Desde la ecología política, se ha contribuido a desnaturalizar la identidad con miras a presentarla como una posicionalidad en constante devenir, históricamente situada, articulada en relación a la gestión de los recursos naturales y las tensiones que se generan respecto al desigual acceso y control de los recursos naturales y el territorio (véase, por ejemplo, Agrawal 2005; Wainwright, 2008; Sundberg, 2004; Li, 2000; Ellen, 2006; Scott, 2009; French 2002). Siguiendo con la idea anterior, la comoditización de la naturaleza y el territorio no solo implica el control o coproducción del medio ambiente bajo un modelo de gestión neoliberal, sino que también está entretejida con los procesos de formación de identidad y ciudadanía.
Si bien el neoliberalismo ha sido tema de extensa discusión en la literatura internacional (ver Budds, 2004; Gwynne, 2004; Gwynne y Kay, 2000; Larner, 2003; Larner, 2006; Murray y Overton, 2011; Roy et al., 2012; Harvey, 2005; Munck, 2003; Peck, 2001; Peck y Tickell, 2002; Radcliffe, 2005; Winn, 2004) y nacional (ver Bolados García, 2012; Calderón et al., 2013; Ffrench-Davis, 1999; López et al., 2014; Moulian, 1997; Solimano, 2014), en este artículo queremos concentrarnos en los efectos de la implementación de las políticas, estrategias y acciones del Estado para avanzar en la agenda neoliberal y la configuración identitaria de actores locales afectados por este fenómeno. En este sentido, nuestra definición de neoliberalismo adscribe a la propuesta de Harvey como un proyecto de restauración de clase, por lo que se extiende más allá del ámbito económico para incluir aspectos ideológicos, políticos, ambientales y culturales.
En este sentido cabe tener en cuenta la discusión desarrollada por García Canclini (1989) en cuanto a la hibridación de las identidades locales dentro de un proyecto modernizador, en tanto que la secularización de las particularidades impulsadas por la presencia de la modernidad en los territorios es tensionada por los efectos simbólicos de las prácticas culturales que disputan el efecto totalizador de las políticas productivas emanadas desde el Estado, y que a su vez refuerzan la necesidad de comprender que estas prácticas culturales sean las que indican cómo debiera ser el trazado de las políticas económicas y territoriales.
En este artículo proponemos cinco conceptos que explicarían la forma en que se politizan las identidades identificadas en la región de Los Lagos en relación a la comoditización del salmón y las respectivas transformaciones territoriales: resistencia, asimilación, adaptación, expulsión y reemplazo. Estos conceptos buscan condensar las actitudes o comportamientos que hemos observado entre ciertos grupos locales y las empresas salmoneras instaladas en el territorio.
Comprendemos por resistencia a las acciones de las personas para demostrar disgusto, enojo u oposición a lo que les parece injusto o abusivo. De esta manera se reconocen dos formas, mediante las prácticas del día a día y otra directa y organizada (Tria, K., en Borras, E., 2012, p. 221). Asimilación, por otra parte, se refiere a la capacidad de reconocimiento de procesos de la industria salmonera similares a procesos no industriales que permiten darles cabida a los imaginarios de los habitantes locales. Esta asimilación, además, deriva en la adecuación de prácticas no industriales que facilitan la adaptación de grupos, personas y territorios a nuevos manejos productivos condicionados por la actividad salmonera, tales como el cultivo de semillas con el cultivo de peces.
Por expulsión, entendemos el desplazamiento -simbólico y material- de actores y prácticas anteriores, de espacios que pasan a ser hegemonizados por la industria salmonera. Esta expulsión puede haber sido institucional (legitimada por mecanismos legales), pero no por ello menos violenta, en tanto afecta la capacidad de las comunidades de acceder al uso, gestión y control de los recursos naturales compartidos. Por una parte, el cultivo del salmón “expulsa” pesca nativa (principalmente recursos bénticos invertebrados) y otras actividades marinas realizadas en las costas de la región, puesto que contamina el mar, introduce nuevas plagas (como el caligus) y demarca maritorios a los cuales se les impide la circulación a los pescadores y otros trabajadores del litoral.
Por último, el “reemplazo” se refiere a procesos por los cuales el salmón ocupa el lugar de otras especies tanto en términos de consumo humano (dadas sus propiedades oligoproteicas, su estatus en la alta cocina, su mayor disponibilidad en los mercados), como de trabajo, ya que el esfuerzo asociado a su captura es menor al que se requiere para acceder a las masas nativas.
Es necesario comprender que los territorios a los cuales se hace referencia tienen una historia económica y cultural marcadas por procesos de expansión y transformación que trascienden los sentidos locales (Saavedra, 2012). De este modo se puede entender que los cambios de polos productivos (pesca, madera, agricultura, acuicultura) han generado una estructura social capaz de absorber los cambios en la economía local debido a las relaciones que esta última establece con otros sistemas económicos y políticos. Tal como señala Ther (2012), “en la región se hace explícita la tensión entre tradición y modernidad, vivenciada en los asentamientos humanos del borde costero en el sector sur de la región, donde se pone en juego un entramado diverso de relaciones territoriales” (p. 498). Son las tensiones de estos distintos modos productivos las que provocan la emergencia de respuestas que dependen de diversas relaciones sociales que se configuran en torno a estos. Es decir, estas respuestas adquieren las formas de los distintos sujetos en relación a las dinámicas de poder en las que se encuentran dichos sujetos en el territorio. En este escenario tiene cabida la clasificación de los modos de respuesta de los actores ya descritos, de asimilación, resistencia y/o reemplazo, como dimensiones sociales en tanto lectura subjetiva de los sujetos sobre las relaciones sociales en que están inmersos. De modo que al mismo tiempo que expresan elementos culturales propios de los contextos locales, los exponen de manera estratégica a las aproximaciones sociales y territoriales de la industria salmonera. En paralelo, estas múltiples identidades presentes en la región (pescadores artesanales, agricultores, madereros, alerceros, entre otros) han sido y siguen estando íntimamente relacionadas con las prácticas extractivas y de control de la naturaleza que las rodea, y son enfrentadas a un modelo económico que las obliga a responder en la medida del alcance que genera sobre sus contextos territoriales, en este caso el alcance territorial de la comoditización.
A partir de lo anterior, se entiende a los actores involucrados, con capacidad de agencia histórica en la medida que se han ido adaptando a nuevas formas extractivas de la naturaleza desde el reconocimiento, resistencia y defensa por los modos tradicionales en un contexto extractivo capitalista. Es el caso de la pesca artesanal, ampliamente estudiado, destacando la capacidad reflexiva de los sujetos ante la instalación de dinámicas de poder y de gestión del territorio que desafían sus estructuras formales tradicionales.
Los sistemas pesquero-artesanales en toda la costa sur-austral reconocen y re-elaboran, desde la subjetividad reflexiva/imaginativa de sus habitantes, tanto las consecuencias objetivas de la expansión de la industria salmonera como los significados y las perspectivas que para ellos/as implica en sus propios sistemas de vida y de reproducción material (Saavedra et al., 2012, p. 95).
Lo anterior da cuenta así de la relevancia de comprender cómo los sujetos insertos en un territorio particular y partícipes de formas culturales tradicionales, que generan identidades híbridas pero sostenidas históricamente en dichos territorios, son capaces de articularse tanto individual como colectivamente ante la presencia de identidades ajenas que condicionan y tensionan la reproducción cultural habitual, generando así contextos de cambio que a su vez pueden explicar el cambio cultural que es posible reconocer hoy en día.
Aproximación metodológica
Estudiar los procesos de formación de identidad requiere de una diversidad de herramientas metodológicas, siendo fundamental en ellas una aproximación etnográfica que permita comprender la experiencia del habitar en territorios comoditizados. El trabajo que sustenta esta presentación se configura a partir de trabajo de campo previo4 y trabajo etnográfico realizado durante 2016. Se realizaron dos estadías de seis meses en localidades de Cochamó y Calbuco, apoyadas con trabajo de encuestas (637 encuestas en cuatro comunas), entrevistas y observación participante en comunas de Quellón, Chonchi, Curaco de Vélez, Dalcahue, Quemchi, entre otras comunas de la región de Los Lagos.
Para examinar los datos etnográficos y entender la forma en que la materialidad del salmón afecta los procesos identitarios, hemos desarrollado un trabajo de análisis de discurso, donde hemos codificado los vínculos entre la industria (tanto empresa como materialidad del salmón) y la comunidad y a nivel personal de sujetos. De este modo, hemos identificado algunas propiedades atribuidas a la materialidad del salmón, que forman parte de la interacción entre las comunidades rurales y el salmón, de modo que son un punto de partida de la identidad “salmonera” que estamos en proceso de construir.
Los conceptos descritos en el marco teórico son utilizados para reconocer comportamientos en tres tipos ideales de identidades: pescador, campesino y salmonero. Estos fueron definidos en función de su participación e interacción en los procesos de gestión, acceso, control y uso de recursos naturales afectados/transformados por la llegada de la industria salmonera. Reconocemos que existen otros sujetos (lecheros, indígenas, turismo, conservación) que no fueron considerados en este análisis y que participan del proceso aquí estudiado; no obstante, creemos que estos tres tipos permiten una buena primera aproximación a posicionar la discusión sobre interacción entre identidad y materialidad del commodity, reconociendo la necesidad de profundizar en próximas investigaciones en las múltiples identidades que atraviesan el territorio.
Partimos el análisis reconociendo que estas identidades son complejas, híbridas y no discretas, y si bien en su caracterización para los fines de este artículo estas pueden aparecer como estáticas o fijas, en realidad sabemos que se constituyen desde posicionalidades articuladas de los sujetos en territorios específicos y bajo ciertas trayectorias históricas y políticas (Hall, 1995; Li, 2000). En ese sentido, pueden ser contradictorias, comprendiendo que no existen identidades únicas, y un sujeto o territorio puede contener múltiples identidades al mismo tiempo, que pueden ser contradictorias en la medida que están inmersas en dinámicas asimétricas de gestión territorial y de recursos. De esta manera la coexistencia de diversas dinámicas económicas y administrativas dan pie a espacios relacionales (Saavedra et al., 2012) donde se despliegan las distintas dimensiones de los sujetos en determinados contextos. En este texto se propone entonces que dichos espacios relacionales (generalmente condicionados por la institucionalidad estatal) no son únicamente de los pescadores hacia el Estado, sino que son los sujetos, desde sus múltiples identidades, los que reconocen estos espacios y responden a través de la experiencia en sus distintas pertenencias culturales.
Chilote tipo salmón. Producción de identidades alrededor (y a causa) de la industria salmonera
La instalación de la industria salmonera ha provocado en la región de Los Lagos un proceso de transformación de distintos modos de vida asociados a la extracción de recursos naturales y, en consecuencia, de las implicancias sociales que dichos modos contenían. Por ello, al hablar de identidad en la región de Los Lagos se deben considerar las interacciones por las cuales las diversas identidades que convergen en el territorio están siendo tensionadas. Como se explicó previamente, entendemos que las identidades son flexibles y simultáneas, es decir, una misma persona puede ser pescadora como campesina, y es en la interseccionalidad de estas actividades donde los sujetos afirman su identidad y sentido de pertenencia. Sin embargo, también reconocemos que la acción del Estado disocia personas de actividades y a través de sus instrumentos de acción (políticas, programas) asume una existencia monodimensional de la experiencia productiva (se es pescador, o campesino), por lo que el artículo busca explicar cómo las respuestas de los actores locales es también una respuesta a dicha incapacidad del Estado de capturar la multidimensionalidad de la experiencia del habitar la isla. La Figura 1 grafica las relaciones espaciales entre las identidades tipo identificadas, lo que permite reconocer la importante cantidad de lugares de fricción y conflicto entre las prácticas. Como se ve, mientras la acuicultura y pesca artesanal parecen compartir trayectorias (a mayor cantidad de concesiones, mayor cantidad de registros pesqueros por caleta), la agricultura se comporta de manera inversa durante la primera mitad (disminuye el número de propiedades explotadas). Sin embargo, durante el período de crisis del virus ISA, la actividad agrícola experimenta un aumento importante.
A continuación, describiremos las interacciones entre las tres identidades identificadas y dos actores claves en el proceso de neoliberización de la región: Estado e industria. A partir de dichas interacciones, identificamos los tipos de respuestas generadas (asimilación, resistencia, expulsión, adaptación, reemplazo).
Descripción de los actores
Pesca artesanal
La pesca artesanal ha sido la actividad productiva por excelencia de los habitantes del borde costero y mar interior en la región, comprendiendo territorios y maritorios que van desde el seno de Reloncaví hasta las islas Guaitecas al sur de Chiloé.
En la región existen 185 caletas pesqueras, con un total de más de 25 mil pescadores artesanales inscritos en el Registro de Pesca Artesanal o RPA (Subpesca, 2016), de los cuales solo un 1% corresponde a mujeres (INE, 2014); representando a un 21,29% de la fuerza de trabajo ocupada en la región (INE Los Lagos, 2015).
De esta manera, el pescador es un sujeto que actualmente sufre las contradicciones que implica ser parte de una cultura tradicional expuesta a mercados abiertos y políticas estatales que impulsan el protagonismo del mercado en la articulación de las relaciones sociales, tanto a nivel estatal como local. Cuesta imaginar hoy a los pescadores artesanales sin la figura del Estado que los organiza, y a la vez les exige ciertos comportamientos que han ido produciendo cambios culturales e identitarios en ellos. Esto porque, a pesar de ser sujetos que practican su actividad de manera individual y familiar, están altamente organizados producto de las exigencias del Estado; pero también por los intereses comunes que funcionan como movilizador, constituyéndose a sí mismos como un grupo estratégico de las economías locales en articulación con este. Por ejemplo, se ha resaltado el valor de la colectividad mediante la realización de prácticas ilegales (como la pesca pirata) donde se destaca, por sobre el cuidado ambiental, el derecho de todos y todas las habitantes del borde costero a extraer recursos naturales que les son comunes a todos, y se releva así también la capacidad de los sujetos de leer las pretensiones de modernidad del Estado para generar prácticas homogéneas de extracción, y que sin embargo son desafiadas conscientemente por los colectivos.
Es ilegal para ellos, para nosotros es legal. Son los mismos que han trabajado, tienen los mismos derechos que nosotros, con la diferencia que nosotros alcanzamos a llegar a la oficina. Claro, por acá empiezan los desertores para abajo, después de Chiloé para abajo, hay unas islas y está lleno de pescadores, todos ilegales. Claro, se hace el sistema para los que están cerca del Servicio, pero no para los que están más lejos (Dirigente buzo artesanal 1, Calbuco).
Cabe señalar que el pescador artesanal es el sujeto al que la normatividad le ha puesto desafíos que generan formas de adaptación funcionales al modelo impulsado por el Estado, en tanto se adecúa la práctica artesanal a las nuevas condiciones marítimas, debido a la presencia de otros modelos extractivos como la salmonicultura o la industria chorera.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de estadísticas Sernapesca, Censo Agropecuario.
Figura 1 Mapa de evolución de interacciones pesca, agricultura e industria salmonera 1986-2016. Región de Los Lagos.
Porque ya perdimos lo que es el borde costero, no tenemos ese espacio, pero sí tenemos el caladero o el mar abierto donde nosotros podemos ir a pescar y obviamente que eso lo vamos a defender porque no queremos que ahí por ejemplo se ocupen espacios, porque eso es como el espacio libre (Dirigente pesca artesanal 3, Calbuco).
La Ley General de Pesca y Acuicultura,5 creada para ordenar y normar la actividad extractiva marítima, propone diversas figuras para el sector artesanal, distinguiéndose entre ellos a los pescadores artesanales, buzos artesanales y recolectores de orilla, fragmentando así a un sujeto que anteriormente se movía entre las distintas prácticas. Con la llegada de la industria salmonera se resaltan las aptitudes profesionales de los buzos por sobre otros actores, ya que su experticia fue considerada desde el valor económico en las empresas. Por lo tanto, inicialmente la relación entre estos actores se dio desde la asimilación de las prácticas productivas en relación a los ciclos productivos de los peces en estado natural. Esto quiere decir que se identificó a la industria como una plataforma laboral que implicaba la aplicación de sus propios conocimientos en un contexto laboral definido, de menor movilidad y mayor seguridad, junto a la posibilidad de mejorar la calidad de vida y expectativas de sus familias. Esta asimilación se produjo entonces porque el trabajo en las salmoneras, particularmente desde el buzo artesanal, comprendía un esfuerzo individual (al igual que en la pesca), con el apoyo de una colectividad. También el trabajo requería de una movilidad espacial en aquellos centros de cultivos alejados de las costas, donde los trabajadores vivían en pontones, lo que se asemeja a la forma de pesca artesanal antigua (de alta migración temporal).
La industria salmonera provocó una expulsión de los pescadores artesanales en el maritorio (al perder acceso físico y legal al mar interior por la introducción de concesiones y cuotas de captura de los archipiélagos fueron obligados a mover sus áreas de pesca hacia el golfo de Ancud). Y si bien algunos se quedaron, lo hicieron asumiendo la disputa por el control del maritorio, es decir, resistiendo. Es así como la figura de la resistencia es la que da hoy sentido a la acción colectiva de los pescadores artesanales, ya que utilizan de este modo los dispositivos de control que el Estado les da (organización bajo la forma del sindicato) para constituirse como actores políticos y ejercer la ciudadanía asociada a su identidad pescadora.
Agricultores y campesinos
Se reconoce, asimismo, la figura del agricultor o campesino, quien representa a un 55,2% de la Fuerza de Trabajo Ocupada por Actividad en la Región (INE Los Lagos, 2015), como aquel actor propio del campo, vinculado a la extracción de recursos naturales terrestres y a un modo de vida campesino. Originalmente el agricultor y/o ganadero se asocia en la región a la zona de Chiloé o parte noroeste de la región, donde las principales actividades económicas eran la pesca, la ganadería y la agricultura. Con el fortalecimiento de la industria maderera, en especial con el auge del alerce hacia finales del siglo XIX, esta actividad se traslada también a la zona cordillerana de la región, sobre todo con la tala y raza de bosques para la domesticación de animales embravecidos abandonados anteriormente. En este sentido, las comunidades campesinas tienen en común un modo de relación con la naturaleza basado en la explotación en términos de subsistencia.
Este actor también ha sufrido las consecuencias de la instalación de la industria salmonera, en la medida en que reconoce en su territorio a un actor nuevo, que establece centros de producción y control en zonas que, al menos en la región de Los Lagos, no eran consideradas como productivas en términos de localización de empresas.
Por ello, la aparición de estas instalaciones fue vista por las comunidades rurales como posibilidad de apertura económica, nuevamente bajo la idea de ser parte de un circuito económico que pudiera significar un aumento de la calidad de vida. Pero si bien en un principio las empresas contrataron a personas locales de las comunidades para la realización de faenas productivas, en el escenario posterior a la crisis del virus ISA esto cesó, principalmente debido a la reconversión tecnológica de la industria y a la necesidad de mano calificada para las labores productivas. Así, quienes pudieron conocer los beneficios económicos de haber participado de la industria fueron luego desvinculados y obligados a volver a sus formas productivas anteriores. Ampliamente estudiado ha sido el caso de Chiloé, donde la migración campo-ciudad se convirtió en un problema de empleabilidad con la crisis salmonera y dejó al descubierto el quiebre de las familias con su identidad agrícola. Por último, queda agregar que los campesinos, vinculados a la extracción de recursos naturales desde una forma de trabajo colectiva, sufrieron un proceso de desposesión territorial (venta y abandono de campos) y cultural ante la industria salmonera, puesto que los habitantes, tras abandonar el campo, dejaron de consumir sus propios productos, y perdieron con ello la capacidad de cultivar y traspasar saberes agrícolas a sus descendientes, algo que es hoy muy sentido en los sujetos que aún viven allí.
A partir de los testimonios analizados en proyectos anteriores, se puede dar cuenta entonces de que la identidad campesina, ligada a territorios de fuerte presencia salmonera, se ha visto afectada en cuanto tuvo acceso a un nuevo estilo de vida del que luego se le despojó, lo que produjo contradicciones internas en los sujetos porque muchos ya habían dado el salto hacia una forma de vida asalariada y urbana. Es por ello que hoy hablar de identidad campesina es un desafío, en la medida en que aquellos que así se identifican lo hacen con un carácter político y de resistencia consciente ante el modelo económico actual. Es una identidad que se reafirma constantemente en oposición con un modelo urbano, extranjero, peligroso e inestable.
El salmonero
El salmonero, como se conoce coloquialmente al sujeto que trabaja en una salmonera, específicamente en cargos ejecutivos, es un nuevo sujeto que llega a la región de Los Lagos y encarna en sí mismo el imaginario social que se le atribuye a la industria salmonera. La ropa (técnica, usualmente de marca outdoor, abandonando la tradicional vestimenta de lana chilota), autos (camionetas todo terreno color rojo), formas de hablar (en términos técnicos de carácter productivos y economicistas), colegios (privados y particulares subvencionados, como el colegio Puerto Varas en la comuna del mismo nombre) y ciudades en las que vive son distintivos y propios de este sector (Puerto Varas para los ejecutivos, Puerto Montt para los profesionales).
Los salmoneros son también profesionales, personas que tienen un nivel de estudio superior al promedio regional, que a través de su trabajo en la industria han viajado al exterior, quienes buscan mantener comodidades de una gran urbe, pero valoran el vivir pausado y el paisaje natural de la región. El trabajo en las salmoneras extendió el acceso al crédito. La distribución espacial de los salmoneros ha llevado a que en zonas rurales se concentren los técnicos y personas sin calificación, y en las ciudades lo hagan profesionales (ya sea vinculados a plantas o a procesos de gestión y comercialización). Los jefes de planta, o de centro de cultivo, trabajan en sistemas de turno o “de ronda”, visitando las localidades, sin necesariamente vivir en ellas (algunos sí lo hacen, pero no todos).
Si bien una primera generación fueron profesionales que llegaron desde otras ciudades, hoy en día son personas de la región que deciden quedarse en ella tentados por una opción laboral atractiva.
La identidad salmonera está vinculada entonces a indicadores materiales de acceso al consumo y a la globalización: vestuario, autos, electrodomésticos y modos de vida urbanos que resalten la distancia con la naturaleza en su estado agrario; son personas que producen naturaleza, transforman el territorio y obtienen beneficios de la modernidad por ello. En este sentido, se convierte en una aspiración, en contraste con la agricultura y pesca artesanal, que representan el pasado.
Respuestas a la comoditización de la naturaleza (agua y salmón)
Estas identidades, articuladas en un territorio común y con la particularidad de la fuerte presencia de la industria salmonera, han sido forzadas a relacionarse de distinta forma con su propio contexto, ahora alterado y mercantilizado. En este sentido, resulta interesante observar cómo responden de manera paralela a la comoditización de la naturaleza, y en especial a las consecuencias negativas que introducen las características biofísicas del salmón en sus dinámicas territoriales. Tanto su crecimiento como su engorda requieren de procesos sociotecnológicos adecuados a la naturaleza en que se instala la producción: en la etapa de alevinaje se requiere agua dulce que circule con condiciones de temperatura y luminosidad específicas, pues ello determina la maduración embrionaria. En un principio, las piscícolas se instalaron en ríos de la región, alterando la carga de nutrientes y sedimentos de dichos cuerpos de agua, compartidos tanto por agricultores como pescadores de río, quienes debieron adecuar su producción a las condiciones productivas de la industria, lo que generó procesos sociotecnológicos en las comunidades cercanas.6 En la etapa de engorda, el salmón requiere alimentarse intensivamente para alcanzar su tamaño y peso de comercialización. Ello llevó a establecer ritmos de alimentación que afectaron las masas pesqueras nativas, condicionando, por ejemplo, su distribución espacial, así como los escapes de salmones afectaron la disponibilidad de pesca nativa para los pescadores artesanales. Por ello afirmamos que no existió un proceso dialógico entre el modo de producción y el contexto natural y social que lo contenía. Así, las comunidades locales debieron generar mecanismos que les permitieran actuar o contener la presencia de esta industria. El proceso de instalación de la industria salmonera decía relación más bien con un proceso de comparación entre la pesca artesanal e industrial en cuanto a lo que las personas creían sobre estas actividades y el salmón, que con un proceso sustentado en los discursos técnicos que acompañaron esta instalación.
Con el tiempo, las consecuencias que significaron las externalidades negativas de la industria salmonera han producido conflictos y resistencias en las comunidades locales. También esto significó un cuestionamiento sobre el salmón como commodity y las características que lo habían hecho una promesa de desarrollo local. La contaminación y la aparición del virus ISA (2007-2010) fueron hitos que llevaron a una reestructuración de la industria, que debió realizar ajustes productivos internos, estos últimos con nuevas implicancias en las comunidades locales que amparaban a estas empresas. De esta manera el empleo local disminuyó, se trajeron trabajadores externos y más calificados, junto a procesos más tecnológicos que terminaron por excluir a los habitantes locales de la nueva etapa de la industria.
Lo anterior, sumado a los impactos de la contaminación en las otras actividades productivas locales (pesca artesanal y mitilicultura principalmente) hicieron que la valoración positiva hacia la industria cambiara de sentido, pero también hacia el commodity mismo: el salmón.
En paralelo, esto significó una revalorización del agua como commodity, es decir, con la caída de la industria salmonera a raíz de sus propias prácticas productivas, se relevó la importancia del agua en el proceso productivo tanto de las salmoneras como de la pesca artesanal e industrial, lo que a su vez significó el inicio de conflictos por el acceso y control del agua como recurso económico. Esto porque la industria en un primer momento obvió la flexibilidad del salmón como materialidad dependiente de las condiciones del agua y del ecosistema donde se instalaba. De esta manera priorizó la generación de riquezas por sobre el bienestar animal y de los ecosistemas en los que se insertaron, llevando a la industria a la realización de prácticas productivas que terminaron en procesos de crisis ecológicas (Bustos e Irarrázaval, 2016) y sociales que hasta el día de hoy no han sido superadas (crisis del ISA en 2008, marea roja en 2016, cesantía local elevada en ambas ocasiones).
Teniendo en cuenta el escenario descrito, resta ver cómo las identidades locales reconocidas son interpeladas por otros actores y responden a estos, de manera distinta según el proceso productivo del commodity.
El Estado creó la Ley de Pesca en el año 1991. Uno de sus propósitos fue el de regular las actividades extractivas en el mar en miras a la conservación ambiental y el uso sustentable de los recursos marinos. Sin embargo, desde este supuesto, en relación a la industria salmonera, el Estado opera como un agente facilitador del proceso de comoditización, en particular dando pie a la privatización del espacio marítimo para el cultivo (concesiones marítimas). Con el tiempo esta ley ha sufrido múltiples modificaciones, en particular las del año 2011 que consolidan la acuicultura dentro del contexto económico marítimo y le exigen mayores cumplimientos ambientales, en respuesta a los efectos de la crisis del virus ISA. En relación a la pesca artesanal, el Estado norma y ordena la práctica con un sentido de protección ambiental, pero también de regulación del mercado mediante la entrega de cuotas y recursos que potencien la actividad. Al comparar las dos relaciones, se subentiende que el Estado facilita a las empresas la utilización del mar en pos de la acumulación e inserción en un mercado global, mientras que con la pesca la relación es más restrictiva, incluso poniendo un tope salarial al pescador con la repartición individual de cuotas.
En la práctica, la industria salmonera inicia un proceso de expulsión. Es decir, desde el discurso de los actores se aprecia el proceso de desplazamiento que estos han sufrido en el espacio comoditizado, desde el uso del borde costero hasta la disminución de los recursos como efectos secundarios de la presencia de la industria salmonera.
De esta manera se considera que esta industria manifiesta o acrecienta la percepción de que los pescadores están siendo expulsados de su propio maritorio:
He navegado alrededor de 10 años acá en las aguas interiores, y cuando comencé navegando, era fácil pasar en un canal sin tener que sacar la cabeza afuera. Hoy en día la industria ha tomado todos los pasos prácticamente, todos los pasos, los canales donde ha limitado también nuestra navegación (Pescador, Calbuco, 2014).
Están contaminados, ese es el tema, entonces yo no puedo decir que los salmoneros a nosotros nos hicieron cambiar nuestra vida, todo lo contrario, nos destruyeron como pesca artesanal. Hoy día nos están quitando los espacios, se están metiendo por ahí (Buzo 1, Calbuco, 2014).
Ante esta expulsión se observa que el pescador resiste, y para ello desarrolla distintas estrategias que le permiten coexistir con la industria salmonera bajo la forma de la resistencia. Así, y como resultado de las investigaciones realizadas en el territorio, se reconoce en estos actores las dos formas de resistencia. Una del día a día, que tiene que ver con la apropiación del espacio y disputa por el control territorial, y otra resistencia organizada que se canaliza en los dispositivos estatales dispuestos para ello.
Para el caso de la resistencia diaria se aprecia el consumo ilegal de salmón escapado, en tanto es una forma de justicia ambiental de los actores locales que buscan redistribuirse entre sí, las implicancias de tener un pez “privado” en sus propias redes. Esto porque al estar el salmón en sus propias redes, se los apropian de forma clandestina.
Pero el pescador tiene que andar arrancando cuando pillan cinco o seis salmones, tienen que andar arrancando para poder venderlo. Entonces yo creo que tanto el pescador como el que compra, hasta el que lo come tiene que estar escondido, ese es el tema (Buzo 2, Calbuco, 2014).
Por otra parte, la resistencia organizada da cuenta de necesidades estructurales que no pueden ser solucionadas mediante la acción directa de los actores, sino que requieren de la coordinación colectiva y del apoyo estatal para la disputa del control y acceso a los recursos:
Formamos una federación, activamos la federación de buzos y ahí empezamos a juntar y a armar un grupo más menos fuerte para que tuviera peso político con respecto al tema de la pesquería porque nos dimos cuenta que estábamos muy desamparados, estábamos muy solos, cada uno digamos remaba por su lado, no había mucha fuerza como para hablar con las autoridades y era muy difícil llegar, no sé poh [sic], al alcalde, al intendente, al subsecretario de Pesca. Entonces por eso se hicieron esas organizaciones grandes, a nivel primero... primero a nivel comunal y después a nivel regional (Armador artesanal,7 Calbuco, 2014).
Respecto de los procesos de comoditización vividos por los campesinos, se identifica que el Estado en primer lugar propicia las condiciones para que la industria comience un proceso de acumulación por desposesión. Esto porque el Estado con los campesinos se ha relacionado históricamente a través del ordenamiento territorial, asistencia técnica y entrega de recursos para el apoyo productivo de estos actores. No obstante, al sumar en el escenario la llegada y efectos de la industria salmonera se aprecia que, en comparación con este tipo de ayudas, también ha facilitado los procesos de acumulación para la industria sin el resguardo de las actividades agrícolas o de subsistencia de estas comunidades. Su presencia para los campesinos ha sido principalmente asistencialista y no ha buscado promover la forma de vida campesina o la agricultura como una alternativa real de desarrollo local a la industria salmonera. Esto, a su vez, permite que se continúe la desvalorización y abandono del campo.
Junto con ello la industria salmonera es asimilada por los campesinos a través del reconocimiento de los ciclos productivos del salmón a los propios tiempos de la agricultura (siembra, cultivo, cosecha). De esta forma la relación con el commodity, desde la lógica campesina es integrada como una etapa del desarrollo productivo de un recurso natural. Así, el vínculo que se produce entre los campesinos y la industria salmonera tiene un carácter social, por sobre uno económico o ambiental. Según investigaciones anteriores (Canales, 2006; Gómez, 2003), el impacto social de las salmoneras tuvo entre sus principales efectos la generación de nuevas expectativas de vida, en contextos rurales anteriormente privados de posibilidades de acceso a fuentes laborales asalariadas, y siempre vinculadas al trabajo colectivo y agrícola. En este sentido, las formas de apropiación de la naturaleza de los campesinos han sido de aprovechamiento directo, mientras que la salmonera al llegar cambió esta lógica e instaló el dinero como el medio de acceso al consumo (Valenzuela, 2016).
No es que la gente haya abandonado automáticamente los campos. De que mucha gente los descuidó… sí, pero por lo general seguían trabajándolos. Del valle por lo menos la gente bajó a trabajar en las pesqueras, pero siempre quedaba uno de los hermanos en la casa. No fue tan automático como que por culpa de las pesqueras terminó la agricultura… Lo que sí, es que la gente se hizo muy dependiente de un sueldo (Campesina, Cochamó, 2013).
En esta dirección, la respuesta a la asimilación que produce la industria salmonera es la adaptación. De esta manera, el proceso productivo en tierra que afecta principalmente a los campesinos es el de piscicultura, que representa socialmente la posibilidad de acceso a trabajos asalariados estables, y con ello mejoras en la calidad de vida entendida como posibilidad de acceso a bienes distintos. Por ello su presencia o ausencia es notada en estos contextos: “Hoy día cuando las salmoneras no están, se siente. Es como el marido malo cuando le pega a la vieja, pero trae plata... No está, se va, pero igual lo echa de menos” (Habitante, Cochamó, 2014).
El Estado, desde la llegada de la industria salmonera en niveles masivos, fue promotor de su instalación mediante la entrega de concesiones marítimas, recursos económicos durante crisis, construcción de caminos, entre otras medidas que han ido facilitando y promoviendo la inserción territorial de la industria y sus diversos capitales. A su vez, la industria ha generado procesos de expulsión de actores y asimilación productiva en los territorios, y que se expresa también en el tipo de relaciones que se establecen en los contextos territoriales entre los sujetos de la industria y los habitantes, donde la tónica principal es la de indiferencia y poco trato. Por último, se destaca al salmonero como un actor que trae consigo y forja a la vez un nuevo sujeto en la región, que en un inicio adquirió una connotación positiva sustentada en el imaginario proyectado sobre las posibilidades de desarrollo económico que ofrecía, percepción que se convirtió en negativa con el tiempo.
En paralelo, la industria salmonera en su instalación discursiva se presenta para muchos actores como un reemplazo de la pesca artesanal, debido a que en un primer momento se visualizó a la industria como la posibilidad de acceder a mejores condiciones de vida para los habitantes de la región. Así, esta industria era vista para los pescadores artesanales y campesinos como un reemplazo de actividades productivas que implicaban un esfuerzo físico y costo familiar mayor, y con menor estabilidad económica. Muchos pescadores y buzos artesanales fueron a trabajar a las empresas (asimiladas como pesqueras) con estas expectativas, las que se vieron frustradas con la crisis del virus ISA y la consiguiente cesantía que esto produjo, y que luego con la reconversión tecnológica se terminó de asentar. Por su parte, los campesinos también la visualizaron como un reemplazo en tierra a labores agrícolas, expectativa que poco duró puesto que la forma de enclave que ha tenido la industria en dichos territorios ha cortado los vínculos laborales con las comunidades cercanas privilegiando mano de obra más calificada y externa que, a su vez, no se relaciona con los habitantes.
De esta forma, en este trabajo advertimos que se articula una respuesta de rechazo a la industria salmonera, tanto de los pescadores artesanales como de campesinos y comunidades indígenas afectadas por su presencia. Esto también tiene consecuencias para la posicionalidad del salmonero, quien comienza a reconocerse como sujeto individual, ajeno al territorio, portador de un discurso que no resultó y que sigue defendiendo, a pesar de haber perdido conexión con los territorios en los que desarrolla su actividad. Por ello, la respuesta de los salmoneros a los rechazos puede ser leída como formas de disciplinamiento hacia las comunidades (Foucault, 2008), promoviendo la lógica salmonera del “no hay alternativa” y legitimándola con acciones de Responsabilidad Social Empresarial, cuyo discurso conciliador también carga con un fuerte carácter economicista, ya que la RSE es un indicador determinante para la certificación que entrega la Aquaculture Stewardship Certification en el marco de la Global Salmon Initiative para el año 2020.
La Tabla 1 permite visualizar las formas de relacionarse entre estas distintas identidades. No pretendemos fijar categorías identitarias en el tiempo ni el territorio, simplemente realizamos un acto de simplificación (con todas las limitantes que ello implica), por medio del cual tratamos de identificar el cómo se han articulado las principales identidades estudiadas en relación al rol del Estado y los efectos de la industria salmonera en la región.
Desafíos e invitaciones a la antropología
Al inicio de este trabajo, planteamos que la configuración de identidades requería entender la manera en que la materialidad de la naturaleza, en su forma comodificada, transformaba las interacciones entre habitantes y territorio, identidades y su gestión. A partir de la identificación y discusión de tres tipos de actores de la gestión de recursos naturales en la región de Los Lagos (pescadores, campesinos y salmoneros), hemos identificado cinco tipos de reacciones: resistencia, asimilación, adaptación, expulsión y reemplazo, dando respuesta a la pregunta que originó este artículo: ¿Qué respuestas se han generado entre los actores locales a los efectos que la llegada y producción del commodity salmón ha tenido sobre sus identidades?
Estas respuestas evidencian que el proceso de neoliberalización de la naturaleza ha tenido profundas consecuencias en la formación de la identidad y sentido de ciudadanía de los habitantes de la zona en cuestión, configurando un sujeto neoliberal que se relaciona con la naturaleza a través de las lógicas del valor de cambio, transformando una cultura anteriormente basada en aquellas de la solidaridad y cooperación.
El sujeto neoliberal presente en la región no se limitaría al que trabaja o se relaciona con la salmonicultura directamente, sino que corresponde a aquel cuyas prácticas y formas de entender la naturaleza están mediada por nociones de derechos de propiedad, privatización, al cercamiento de espacios costeros como agrarios, a la alienación entre la producción de la naturaleza y su vida cotidiana, aquel que se relaciona con el Estado a partir de subsidios y proyectos más que por participación política en el quehacer cotidiano que pongan en peligro el proceso de acumulación capitalista (Hale, 2002). En otras palabras, es aquel que se relaciona con la naturaleza a partir de su capacidad de extraer valor e integrarse al mercado. Más importante, la(s) identidad(es) de los habitantes de una región comoditizada pasa(n) a ser parte importante de la capacidad del commodity para adaptarse a las condiciones de producción y alcanzar la legitimidad social que garantice la continuidad del modo de acumulación introducido. La capacidad que la salmonicultura tuvo para asimilarse o adaptarse a prácticas y tradiciones preexistentes en el territorio de Los Lagos es parte importante del llamado “éxito” de la industria. Esto ha producido una interacción metabólica -entendida como el proceso dialéctico por el cual una transforma a la otra- entre estas identidades y el salmón, que ha generado nuevas tensiones y contradicciones en la interacción entre los habitantes de la región con el Estado y el sentido de ciudadanía. Por una parte, las mejoras en el bienestar material que trajo la industria han sido incorporadas a las prácticas y expectativas cotidianas de los chilotes; por otra, las exclusiones generadas (del mar, del acceso a recursos, del desarrollo) han gatillado divisiones y desconfianzas en la capacidad del “modelo” de redistribuir sus beneficios a todos. Las movilizaciones generadas por el fenómeno de marea roja expusieron estas tensiones a la comunidad nacional, y han motivado una reflexión colectiva sobre la identidad chilota y los vínculos que desean mantener con la industria y el Estado. Si bien estas reflexiones no son masivas, sino más bien de pequeños grupos organizados o que surgieron a partir de dichas movilizaciones, es una evidencia más de la importancia de la materialidad del commodity en los procesos de configuración identitaria y de ciudadanía.
Este artículo dialoga así con la antropología de la globalización representada en Ong (2006), Ferguson (2006), Escobar (2008), García Canclini (2002), quienes a partir de la observación de prácticas, discursos y estrategias han avanzado en la comprensión de la manera en que los habitantes de territorios concretos entienden, internalizan y reaccionan frente a los procesos de globalización. De este modo, la antropología se posiciona como una disciplina clave para entender los conflictos que la modernidad y prácticas hegemónicas traen a la experiencia vivida. Es nuestra intención contribuir a entender la experiencia chilena de globalización, así como avanzar en la comprensión de los nuevos movimientos sociales y políticos que empiezan a emerger en la región de Los Lagos.