Primeras noticias en europa sobre el área Magallánico-Fueguina
A partir del análisis de una serie de imágenes cartográficas sobre el área magallánico-fueguina producidas en el siglo de oro holandés1, el presente trabajo indaga en el proceso de construcción de un espacio cartográfico icónico tal como fue la “Región de los Gigantes” en el extremo sur de América meridional2. Para ello, busca reconstruir la compleja trama de relatos de viaje, grabados y mapas que, hacia mediados del siglo XVII, se consolidaron en una representación sintética e inequívoca de la región patagónica y sus habitantes3. Se propone que, desde el encuentro inaugural descripto por Antonio Pigafetta en el marco de la expedición Magallanes- Elcano (1519-1522), los relatos de viaje jugaron un papel vital en la provisión de nuevas informaciones (fidedignas o no) sobre los habitantes de la zona del estrecho de Magallanes. De hecho, la experiencia magallánica refrendó que la región próxima al pasaje interoceánico fuera designada Gigantum Regio o “Tierra de Gigantes”, topónimo que no solamente reconoció Pedro Sarmiento de Gamboa hacia 1580, sino que también retomaron los cartógrafos y navegantes ajenos a los intereses de la monarquía hispánica4. Fue la cartografía holandesa, sin embargo, la que entre fines del siglo XVI y comienzos del siglo siguiente compuso y consolidó una determinada imagen del sur americano.
En efecto, los mapas impresos en los principales centros editoriales y cartográficos de las recientemente creadas Provincias Unidas de los Países Bajos5 refrendaron la presunción de que el Gigantum o Patagonum Regio era una tierra poblada por seres de gran tamaño: de 9 & ad summum 10 pedes longi, según establecía Jan Huygen van Linschoten en el mapa que acompañó a su Itinerario de 1596 6, e incluso de 11 et ad summum 13 spit. hamas longi, tal como señalaba Michael Mercator, nieto del gran cartógrafo, en su mapa de América publicado un año antes7. Las informaciones utilizadas para la confección de piezas cartográficas como las aquí mencionadas fueron ciertamente variadas, contándose como valiosos insumos las noticias e imágenes que podían producirse tanto fuera como dentro del mundo del impreso. A su vez, su circulación y eventual llegada a manos y oídos de los cartógrafos holandeses estuvo sujeta a los vaivenes de la competencia transoceánica y, en el caso particular del Estrecho, a la importancia estratégica que las distintas potencias ultramarinas otorgaron al control del pasaje interoceánico.
En cuanto a la genealogía del Gigantum Regio, sus orígenes deben buscarse en los testimonios de la mencionada experiencia magallánica. La existencia de gigantes en las costas orientales de América meridional fue anunciada por primera vez en los escritos de Pigafetta, testigo del primer viaje de circunnavegación español realizado entre 1519 y 1522 bajo la dirección de Fernando de Magallanes y, tras su muerte, de Juan Sebastián Elcano. Al testimonio de Pigafetta debe sumarse la carta dirigida a Mateo Lang que Maximiliano Transilvano confeccionara en 1522 y la carta destinada al Papa Adriano VI que algunos años más tarde Pedro Mártir de Anglería publicó en la quinta década de su Orbe Novo (1530)8. Dentro del conjunto de relatos producidos en el marco de la expedición magallánica también se encuentran los testimonios de Francisco Albo, Ginés de Mafra, Gonzalo Gómez de Espinosa, León Pancaldo y las cartas de Antonio Brito y Juan Sebastián Elcano, que solo abandonaron su condición de manuscritos décadas (y aun siglos) más tarde y no necesariamente refirieron el hallazgo de poblaciones costeras en la bahía de San Julián, en la actual Patagonia argentina9. En este sentido, merecen especial atención los relatos de Pigafetta y Transilvano, cuyo éxito y circulación en incontables ediciones y formatos a lo largo de los siglos XVI y el XVII consolidaron una determinada mirada sobre los habitantes de la región.
En el caso de Pigafetta, tras circular de forma manuscrita en Roma y Vicenza entre 1523 y 152410, su relato de viaje fue publicado por primera vez, en francés, en 1526. Bajo el título Le Voyage et navigation faict par les Espaignolz és Isles de Mollucques, des iles qu’ilz ont trouvé audict voyage, des roys d’icelles, de leur gouvernement et manièrede vivre, avecplusieurs aultres choses..., la obra narraba, entre muchos otros incidentes y observaciones, el hallazgo de gigantes en el Puerto de San Julián11. Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza, describe Pigafetta, quien luego señala: Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura... En cuanto a las mujeres, el vicentino indica: ... no eran tan altas, pero sí mucho más gordas. Cuando las vimos de cerca, nos quedamos atónitos: tienen los pechos largos hasta la mitad del brazo. Seguidamente, el navegante narra una serie de incidentes entre la tripulación y los pobladores locales, bautizados patagones por el propio Magallanes y considerados gigantes por su enorme estatura12.
Por su parte, en 1522 Maximiliano Transilvano, secretario de Carlos V, redactó una carta a Mateo Lang de Wellenburg, cardenal arzobispo de Salzburgo y obispo de Cartagena, en la que se detallaban los logros de la expedición Magallanes- Elcano13. En dicho escrito, impreso el año siguiente y difundido en numerosas ediciones, Transilvano (que no fue parte de la expedición) defendía la veracidad de lo narrado anclándose en el testimonio fidedigno del capitán (Elcano) y de los marinos, quienes tras su regreso a Sevilla en octubre de 1522 se habían entrevistado con el Secretario Real14. Al describir la invernada que la tripulación debió hacer en el golfo de San Julián, el secretario también hace hincapié en el extraordinario tamaño de los habitantes de la región. En sus palabras: vieron algunos indios que andaban por la ribera cogiendo de las conchas que por allí había, los cuales eran de muy valientes cuerpos como gigantes, y andaban vestidos de pellejos de animalias fieras, y su color era algo tostada y morena, más de lo que el sitio de aquella tierra y región requería y demandaba15. Algunas líneas después, Transilvano vuelve a hacer referencia a la grandeza de sus cuerpos al narrar la captura de tres gigantes cuyos pasos eran tan grandes que apenas podían los nuestros trotando tener con ellos16.
En el transcurso de los tres siglos que siguieron a la hazaña magallánica, las aseveraciones del vicentino y de Transilvano fueron refrendadas (o refutadas) por el testimonio de los exploradores españoles tanto como de los viajeros holandeses, ingleses y franceses que merodearon las costas patagónicas17. En el caso de la corona española, mientras las referencias al tamaño de los habitantes de la región presentes en las relaciones de Juan Ladrillero y Pedro Sarmiento de Gamboa permanecieron sin publicar, cronistas tales como Francisco López de Gómara (1552), Gonzalo Fernández de Oviedo (1557) y Antonio de Herrera y Tordesillas (1601) formularon sus propias versiones de la experiencia patagónica, que también fue retomada por Giovanni Battista Ramusio en el primer volumen de sus Navegaciones y Viajes (1550)18.
Por su parte, la edición inmediata de los viajes de circunnavegación ingleses y holandeses realizados en el último cuarto del siglo XVI matizó las miradas sobre el tamaño de los patagones. En 1578, Francis Drake recorrió las costas magallánicas en el marco del primer viaje de circunnavegación inglés, que completaría en 1580 y daría origen al relato incluido por Richard Hakluyt en su gran compilación de viajes Principall Navigations (1589)19. Casi cincuenta años después de concluido el viaje se publicaría The World Encompassed by Sir Francis Drake, being his next voyage to that to Nombre de Dios formerly imprinted; carefully collected out of the notes of Master Francis Fletcher, preacher in this imployment (1628)20, único relato en el que Drake hace una referencia a los gigantes patagones, aunque disminuye su talla de 10 a 7 pies y acusa a los españoles de haber exagerado. En sus propias palabras:
Magallanes no estuvo del todo equivocado en llamarlos gigantes, ya que en general se diferencian del hombre común, tanto en estatura, tamaño y fuerza, como en la fealdad de su voz, pero no son tan monstruosos y gigantes como se ha informado, habiendo algunos ingleses tan altos como cualquiera de los que podíamos ver, sin embargo, los españoles jamás creyeron que algún inglés iba a llegar hasta aquí para refutarlos21.
El rédito económico y geopolítico que supuso la empresa del corsario inglés alentó a Inglaterra a continuar merodeando las costas patagónicas, lo que resultó en el segundo viaje de circunnavegación inglés, esta vez bajo la dirección de Sir Thomas Cavendish (1586-1588). Bajo el título The worthy and famous voyage of Master Thomas Candishe made round about the globe of the earth, in the space of two yeeres and lesse then two monethes, begun in the yeere 1586, su derrotero también fue incorporado por el gran compilador inglés Richard Hakluyt tanto en la primera como en la segunda edición de sus Principall Navigations, realizadas en 1589 y 1598 respectivamente22. El relato fue incluido un año después de la segunda edición en el octavo volumen del India Occidentalis o Americae (1599), monumental compilación de relatos de viaje dirigida y ejecutada por la familia de grabadores de Theodore De Bry. Al igual que en el caso de Drake, el relato de Cavendish hace una muy somera alusión al tamaño de los habitantes del Estrecho, que son descriptos como salvajes de estatura razonable23. También da cuenta del fracasado intento de Pedro Sarmiento de Gamboa por poblar la zona, pues solo encontró a los escasos y famélicos sobrevivientes de la Ciudad del Rey Don Felipe, fundada por el español en 158424.
En el caso de Holanda, desde el despegue inicial de las Provincias Unidas tras la firma del Tratado de Utrecht en 1579, la presencia de navíos en los contornos meridionales de América se volvió cada vez más activa. Las primeras expediciones en bordear las costas de la región patagónica fueron aquellas de Olivier van Noort (1598), Simón de Cordes25 (1598) y Sebalt de Weert (1600). En 1615, Joris van Spilbergen se convertiría en el quinto navegante en circunnavegar la Tierra, cruzando para ello las aguas del Estrecho y, al año siguiente, Jakob Le Maire y Willem Cornelisz Schouten también bordearían la región patagónica para, a diferencia de sus predecesores, atravesar las aguas que conectan ambos océanos por el desde entonces llamado cabo de Hornos (Cap Horn)26. En mayor o menor medida, el encuentro de estos viajeros con las poblaciones locales se definiría a partir de ciertos episodios puntuales, divulgados al público general a través de la publicación de relatos de viaje en formato individual o de su inclusión en las grandes compilaciones del período.
En la búsqueda de una ruta alternativa a las islas Molucas, los viajes de las compañías comerciales de las Provincias Unidas de los Países Bajos dieron origen a relatos e imágenes en los que, entre otros objetivos, se intentó dar cuenta de las costumbres de las poblaciones patagónico-fueguinas y de los posibles recursos del área en vistas de un eventual control del pasaje interoceánico. Sobre este último punto resulta de interés señalar que desde fines del siglo XVI los holandeses descollaron en la fabricación de embarcaciones. Introdujeron una serie de innovaciones en las naves que superaron a las portuguesas y fueron los creadores del fluyt, proyectado exclusivamente para el transporte de mercancías27.
En cuanto a la presencia del Reino de los Gigantes en distintos soportes textuales resta señalar que cosmógrafos franceses tales como André Thevet defendieron la existencia de los gigantes patagones en sus cosmografías universales28 y, aun a principios del siglo XVIII, el ingeniero Amedée-François Frézier adscribiría a esta creencia en su Relation du voyage de la mer du Sud aux côtes du Chili, du Pérou et de Brésil, fait pendant les années 1712, 1713 & 1714. Ouvrage enrichi de quantité de planches en taille-douce (1716). Dentro de este conjunto un tanto heterogéneo de géneros e interpretaciones, al menos en el siglo XVII, los relatos de los viajeros ingleses y holandeses fueron los de mayor impacto en términos editoriales, aunque el punto de referencia (o partida) de todos ellos nunca dejó de ser la experiencia inaugural de Pigafetta y el testimonio indirecto de Transilvano29.
La presencia de un Gigantum Regio en las narrativas de los viajes de exploración tuvo, a su vez, un corolario cartográfico, evidenciado en los mapas de América (y de la región patagónica en particular) manuscritos o impresos en los principales centros económicos y culturales europeos de mediados del siglo XVI y fines del XVII30. En cuanto a las producciones cartográficas manuscritas, fue el cartógrafo Diego Ribero quien, en 1529, introdujo a los patagones en su Padrón Real o mapa maestro y describió la región como habitada por hombres de grandes cuerpos, casi gigantes [quienes] visten de pieles de los animales de la tierra. Ribero fue, además, el primero en designar al estrecho de Fernando de Magallanes bajo ese nombre31.
Por su parte, el cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz incluiría un mapa del Estrecho y de la tierra o isla al mediodía del estrecho de Magallanes en su Islario general de todas las islas del mundo, obra manuscrita producida c. 1540. Si bien el mapa no hacía referencia alguna a los habitantes de la región ni utilizaba topónimos vinculados al avistamiento de hombres de gran tamaño, el texto que lo precedía explicaba que se sabía de esta supuesta isla por relaciones de quatro armadas q’han pasado por este estrecho, la primera y que lo descubrió fue Hernando de Magallanes portugués de nación q yva en demanda de las yslas de los Malucos y o de la especería.... Sobre la talla de los habitantes de la región explica: cerca del puerto de S. Julian hallaron abitar una gente llamada Patagones muy agreste que habitaban en unas viles casas o choças a manera de las cavañas. Las cavañas de los pastores cubiertos con pellejos y de estatura algo mayores que los mayores de nosotros los quales tambien vido el capitán Loaysa pasando por este estrecho el año de mil e quinientos y veynte e sis y vio en esta tierra y o isla muchos humos y fuegos.32.
Según ha señalado Surekha Davies, la ilustración más temprana de un patagón en un mapa se encuentra en el mapamundi de 1544 realizado a partir de un dibujo de Sebastián Caboto, quien por entonces era piloto mayor de la Casa de Contratación en Sevilla33. Algunos años después, Sancho Gutiérrez incluiría una figura de similares características en su mapamundi de 1551 (Figura 1). Ricardo Cerezo Martínez ha sugerido que, por la semejanza en las anotaciones marginales, ambos cartógrafos pudieron haber recurrido a las informaciones contenidas en el libro-registro de la Casa de Contratación, sin embargo, la riqueza de las notas de Gutiérrez supera aquella de las de Caboto34. En 1587, Joan Martines, cosmógrafo del rey Felipe II de España, confeccionaría un atlas manuscrito en el que el topónimo Patagonum Chica ocuparía la región al sur de la cuenca del Plata.

Figura 1 Sancho Gutiérrez (1551). Carta Mapamundi. Detalle. Mapa manuscrito actualmente conservado en la Biblioteca Nacional de Viena.
Ahora bien, más allá de las posibles referencias a los patagones en estos u otros mapas producidos por la corona española, lo cierto es que su circulación fue limitada tanto por tratarse de manuscritos cuanto por el celo de ésta frente a los posibles avances de sus rivales35. La validez de este último postulado debe, sin embargo, matizarse, pues el intercambio de información entre talleres cartográficos o potencias rivales fue mucho más fluido de lo que a primera vista parece. Tal como ha señalado Ricardo Cerezo Martínez la información geográfica no permaneció hermética para los cronistas y cosmógrafos europeos afectos a la corona española: Pedro Mártir de Anglería, Francisco Antonio Pigafetta, Pedro Apiano, Gerardo Mercator, Abraham Ortelius, entre otros, tuvieron acceso a las fuentes geográficas de la Casa de Contratación36.
La circulación de informaciones y mapas también se observa en casos vinculados específicamente al Estrecho. La carta de la región magallánica confeccionada por Antonio Moreno en 1618, por ejemplo, da cabal cuenta de los “préstamos” e intervenciones cartográficas realizadas tanto por la corona española como por sus rivales en torno a espacios estratégicos en términos geopolíticos. En vísperas de la expedición liderada por los hermanos Bartolomé y Gonzalo Nodal en respuesta al descubrimiento holandés del cabo de Hornos, Moreno, quien fuera cosmógrafo de hacer cartas de la Casa de Contratación, adaptó el mapa utilizado en aquel entonces por Schouten y Le Maire. A su vez, en la expedición también tomaron parte dos pilotos flamencos, que debieron hacer un padrón de la parte ya navegada por los holandeses y que luego fue puesto en limpio por el propio Moreno37. Por otra parte, la información recabada por la corona española también llegó a manos de cartógrafos flamencos como Petrus Plancius quien, en 1592, publicó un mapamundi basado en cartas geográficas portuguesas y españolas, sustraídas a los hispano-lusos38. Tal como ha señalado Günter Schilder para el caso de Cornelis Claesz, en ocasiones, el material cartográfico podía ser inclusive comprado. En efecto, fue en esta misma época que el editor adquirió veinticinco mapas del cartógrafo portugués Bartolomeo Lasso39.
En el mundo de la cartografía impresa, cuyo auge se dio principalmente por fuera de la península ibérica, la confección de mapas en los que estuvieran presentes elementos propios de los nuevos descubrimientos estuvo motivada, al igual que en las grandes compilaciones de viaje40, por la avidez comercial de impresores y editores, dispuestos a ofrecer al público interesado imágenes del Nuevo Mundo41. Ahora bien, al margen de las redes comerciales en las que circularon los mapas sobre el Gigantum Regio, es en torno a su esfera de producción que conviene detenerse para examinar los mecanismos de construcción de lo que podría denominarse un espacio cartográfico icónico. Interesan, en este sentido, los procesos epistemológicos de escritura cartográfica42, vinculados desde las perspectivas abiertas por la historia cultural a determinados contextos de producción, traducción y circulación de información sobre el Nuevo Mundo43. En términos generales, todo mapa de América requirió de la experiencia directa del viaje ultramarino en sus diversas variantes y géneros, pues en tierras jamás descriptas por los Antiguos debieron necesariamente prevalecer o reivindicarse los testimonios de quienes habían visto con sus propios ojos los territorios recientemente descubiertos44. En otras palabras, a diferencia de la Tierra Austral incógnita (cuya existencia había sido teorizada por el saber clásico), en el caso de América la cosmografía temprano-moderna debió recurrir al testimonio del auctor o testigo para producir en términos cartográficos una imagen verosímil del Nuevo Mundo45.
En cuanto al área magallánico-fueguina, el impacto de la experiencia inglesa y holandesa en la consolidación de una iconografía específica sobre los habitantes de la región invita a reflexionar en múltiples sentidos. Por un lado, permite examinar la influencia recíproca entre representación y experiencia a partir de la participación de agentes intermedios tales como grabadores, impresores y editores. Por el otro, arroja luz sobre el proceso de síntesis (en términos cartográficos) de un acontecimiento histórico ocurrido en un territorio determinado. Los contextos que auspiciaron las experiencias de exploración de la región patagónica, los espacios de edición y circulación de las cartografías y relatos seleccionados, y sus efectos en la construcción de los gigantes patagones devienen, en este sentido, variables de análisis indispensables para comprender a la cartografía temprano moderna como la puesta en imágenes de un tiempo histórico determinado46.
Holanda y la construcción de un repertorio iconográfico específico para Patagonia
Estudios recientes en los campos de la historia y la etnografía han vinculado las imágenes desarrolladas en torno a la región patagónica a los procesos de construcción de nuevos tipos de alteridad ocurridos en la modernidad temprana. En obras tales como Renaissance Ethnography and the Invention of the Human, Surekha Davies ha puesto el foco en la influencia del imaginario europeo previo a la expansión transoceánica en la creación del gigante patagón. Según Davies, fueron las descripciones sobre los habitantes de los confines dadas por Plinio en su Historia Natural (s. I) y la tradición bíblica las que alimentaron indirectamente el mito de los gigantes patagones47. Por hallarse en los límites de la humanidad a partir de su denominación misma (i.e. se trata de una “Tierra de gigantes” según el topónimo de Diego Ribero), el comportamiento de los hombres y mujeres de la región tal como fue descripto por Pigafetta y Transilvano reavivó el debate respecto de si se trataba o no de un pueblo monstruoso. Su ubicación en los confines de América meridional los emparentaba con los extraños seres descriptos por Plinio, pues tal como ha señalado Jacqueline Duvernay-Bolens el pueblo de los Patagones conserva de los esciápodos los rasgos invariables que los designan como el pueblo de las Antípodas48.
Más allá del interés que despierta el debate en torno a la naturaleza de los patagones, el presente artículo busca examinar la transposición de textos a imágenes en la creación de un imaginario específico sobre aquella región del mundo. Este proceso de “traducción” de un relato de viaje a una carta geográfica no estuvo libre de las contradicciones, omisiones o adaptaciones propias de su contexto de producción. Tal como ha señalado Christian Jacob49, puesto que el mapa se encuentra directamente asociado a la cultura de su tiempo, a su biblioteca, a su enciclopedia, la identificación de estos textos de referencia, que forman parte de un horizonte cultural compartido, contribuye a descifrar el mapa, al desactivar la extrañeza de lo nunca visto por el reconocimiento de lo ya leído. En el caso de las imágenes cartográficas sobre el área magallánico- fueguina, resultaron variables de peso tanto el auge holandés en la producción de cartas náuticas y mapas cuanto la consolidada popularidad que, entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII, tuvieron las grandes compilaciones de viajes. En relación con los textos de referencia a partir de los cuales la cartografía holandesa construyó una imagen de los patagones conviene detenerse, en primer lugar, en la coyuntura en que tanto Levinus Hulsius (1603) como Pieter van den Keere (1614) y Nicolaes Visscher (1633), entre otros cartógrafos, articularon una imagen determinada de los habitantes del área magallánico-fueguina.
En términos generales, ha sido señalado ya cómo hacia fines del siglo XVI hubo una coyuntura favorable para la expansión ultramarina holandesa en el marco de la separación de las Provincias Unidas de la monarquía española50. Hasta la creación de la monopólica Compañía holandesa de Indias Orientales (VOC) en 1602, existieron diferentes compañías comerciales dispuestas a encontrar caminos alternativos en la ruta de las especias. Una vez consolidada la VOC, bajo el respaldo de Holanda, las Provincias Unidas lograron controlar las islas especieras de Oriente, factor que acrecentaba su interés por descubrir una ruta marítima alternativa a las ya conocidas y reforzaba, en consecuencia, la rivalidad con España. En palabras de Manuel Herrero Sánchez, para 1605 los neerlandeses ya se habían apoderado del tráfico de las islas especieras de Ternate, Tidore y Amboina, en Indonesia y, en 1619, la fundación de Batavia (la actual Yakarta) sirvió para dotar a la VOC de un cuartel general desde el que empadronarse del control de las partidas de pimienta y de otro tipo de especias51. En los relatos de sus experiencias de navegación alrededor del mundo fueron frecuentes las referencias al pasaje por las difíciles aguas en las proximidades del Estrecho, que se presentó como un camino posible al Maluco. Ha sido señalado ya cómo, entre 1598 y 1617, los holandeses realizaron dos circunnavegaciones al globo52. Hubo, además, otras expediciones a la zona del Estrecho que, si bien fracasaron en relación con sus objetivos comerciales iniciales, redituaron en la producción de nuevos relatos de viaje53.
Entre tanto, tal como ha señalado Jonathan Israel, a partir de 1598 la guerra hispano- neerlandesa comenzó a evolucionar con rapidez, convirtiéndose en el primer conflicto global de la historia cuyos diferendos se ampliaron hasta abarcar el mundo entero54. Cuando en 1616 Schouten y Le Maire descubrieron el cabo de Hornos, la respuesta española fue el inmediato envío de los hermanos Bartolomé y Gonzalo Nodal en una expedición que constatara lo descubierto por los holandeses en el extremo meridional de Tierra del Fuego. En principio, desde las incursiones de Drake en el Pacífico sur, a raíz de las cuales se había organizado la segunda expedición de Pedro Sarmiento de Gamboa, la Corona se había puesto por objetivo acrecentar el control y defensa de las costas meridionales de América.
La favorable coyuntura para la expansión y los recursos editoriales disponibles en los principales centros comerciales e intelectuales de las Provincias Unidas, dieron lugar a una serie de informes, relatos y crónicas que fueron capitalizados por editores holandeses y la familia De Bry, que los incluyó en su gran compilación de viajes a las Indias Occidentales y Orientales (1590-1634)55. El médico y coleccionista Bernardus Paladanus, por ejemplo, proveyó a los De Bry de varios de los relatos de viaje que fueron utilizados en la confección del India Orientalis56. La compra de relatos a los editores más importantes de las Provincias Unidas también resultó un recurso práctico. Uno de los más prestigiosos de Ámsterdam, Cornelis Claesz, parece haber provisto al menos diez de los relatos de viaje (holandeses) incluidos en la colección India Occidentalis o Americae. Al respecto, Michiel van Groesen ha señalado que al menos ocho de los trece volúmenes de la colección de viajes publicada entre 1598 y 1609 estuvieron basados en los testimonios de los viajeros holandeses editados por Claesz57.
Junto a los relatos publicados también circularon grabados sobre alguna escena en particular, diseñados para acompañar las ediciones individuales o ser incluidos en las grandes compilaciones que por entonces eran garantía de éxito editorial. A su vez, dichas imágenes fueron tomadas por los cartógrafos holandeses, quienes las adaptaron e incluyeron en los mapas de la región. En la colección de viajes impresa por la familia de Theodore De Bry entre 1590 y 1634, los grabados utilizados para ilustrar las descripciones de los viajes al Nuevo Mundo alimentaron la producción holandesa de mapas sobre América58. En el caso del Gigantum Regio, los grabados presentes en los volúmenes VIII y IX del Americae, dedicados a las circunnavegaciones de Francis Drake y Thomas Cavendish y a los viajes de Sebalt de Weert y Olivier van Noort respectivamente, reaparecieron en los mapas holandeses publicados poco tiempo después. En principio, se trataba de una práctica corriente entre los grabadores y editores holandeses, que utilizaron la iconografía de Frankfurt para decorar su material geográfico y cartográfico.59. A su vez, no era extraño que los humanistas que habían trabajado con los De Bry en las traducciones de los relatos de viaje reutilizaran aquellas imágenes para sus propios trabajos60.
Antes de analizar aquel proceso de transposición conviene detenerse brevemente en las imágenes referidas. Se trata de cuatro personajes emblemáticos y de una serie de figuras representativas de la fauna del lugar, tales como pingüinos y moluscos, cuyo consumo fue fundamental para la supervivencia de las expediciones europeas en la zona del Estrecho. Todos ellos fueron representados en el frontispicio del noveno volumen del Americae y/o en la sección destinada a los viajeros holandeses dentro de éste (Figuras 2 y 3). Tanto los elementos en las manos de las cuatro figuras como las acciones que realizan (i.e. un hombre arroja una lanza o traga una flecha, una mujer alimenta a un niño, etc.) evidencian que, más allá de algunas modificaciones, su composición ha sido realizada a partir de las descripciones de los viajeros (holandeses principalmente) a la zona. Aunque debe reconocerse, por otra parte, que en el caso de los relatos de Sebalt de Weert (1602), Olivier van Noort (1602), Willem Cornelisz Schouten (1616) y Joris van Spilbergen (1619), los grabados que acompañaron la publicación de sus viajes exacerbaron o distorsionaron las descripciones hechas sobre los habitantes del Estrecho y las costas australes de América meridional.

Figura 2 Frontispicio incluido en la sección destinada a los viajes holandeses del noveno volumen del Americae o India Occidentalis realizado por la familia De Bry. Viuda e hijos de Theodore De Bry (1602). Americae nona et postrema pars, qua de ratione elementorum, de novi orbis natura, de hujus incolarum... Frankfürt: Matthäus Becker. John Carter Brown Library.

Figura 3 Mapa incluido en la sección destinada a los viajes holandeses del noveno volumen del Americae o India Occidentalis realizado por la familia De Bry. Viuda e hijos de Theodore De Bry (1602). Americae nona et postrema pars, qua de ratione elementorum, de novi orbis natura, de hujus incolarum... Frankfürt: Matthäus Becker. John Carter Brown Library.
En el caso del fallido intento por circunnavegar el globo de Sebalt de Weert, la Relatio Historica fue publicada por la familia De Bry en Frankfurt en 1602 como parte del ya mencionado noveno tomo del Americae61. Una primera versión del relato, escrito por el cirujano de a bordo Barent Jansz Potgieter, había sido publicada en 1600 bajo el título de Wijdtloopigh verhael van tgende de vijf schepen. Los ocho grabados que acompañaron aquella primera edición fueron retomados por los De Bry, quienes los modificaron sustancialmente para exacerbar el poder de los navegantes holandeses frente a los habitantes de la zona62. En el mapa sobre el Estrecho incluido por los De Bry en el noveno tomo, reaparecían los cuatro personajes presentes en los grabados de 1600. En primer lugar, en el margen superior derecho figuraba una mujer alimentando a un niño con un ave descuartizada, composición cuyos orígenes se encuentran en una descripción incluida en el relato del viaje de De Weert escrito por Potgieter (Figura 4)63. La escena había ocurrido durante la larga invernada de la tripulación en el área del Estrecho, cuando tras capturar y llevar a bordo a una mujer con sus dos hijos:
le trajeron de la canoa un ave, la desplumó de sus plumas más grandes y en línea recta, desde el ala derecha, la dividió por el medio del pecho hasta el ano y le sacó las entrañas; descartó el folículo de la bilis, los intestinos y el corazón. Inmediatamente asó el hígado sobre las llamas y lo devoró tan ávidamente que sus labios abundaban en sangre. Luego tomó el vientre y lo demás del alimento, una extremidad con los dientes y la otra con la mano izquierda (...) El resto del cuerpo del ave lo tomó a mordiscos y lo desgarró con tanta abominación que la sangre, que manaba abundantemente, cayó por su pecho. Los infantes comían del ave de la misma manera. El mayor de ellos tenía cuatro años y medio64.

Figura 4 Barent Jansz Potgieter (1600). Wijdtloopigh verhael van tgende de vijf schepen. Mujer alimentando a sus niños. Rijksmuseum.
El episodio, que aparece representado con modificaciones en el noveno volumen del Americae (1602) (Figura 5), sería retomado un año después por el cartógrafo y editor Levinus Hulsius, quien en 1603 construyó su propia síntesis de Patagonia a partir de los grabados de la familia De Bry (Figura 6). Las imágenes presentadas en la colección de viajes de Hulsius se basaron en gran medida en los grabados hechos por Georg Keller, quien también había trabajado para la familia de impresores65. Sin embargo, el mapa en el que reaparecían los personajes de los grabados del viaje de De Weert y su adaptación por parte de los De Bry fue incluido por Levinus Hulsius para ilustrar el relato de viaje de Thomas Cavendish, que junto con los viajes de van Noort y de Weert conformaban el sexto volumen de su más económica colección Sammlung von sechs und zwanzig Schiffahrten in verschiedene fremde Länder durch Levinus Hulsius und einige Andere, aus dem Holländischen ins Deutsche übersetzt und mit allerhand Anmerrkungen versehen. Esto explicaría por qué el mapa contiene referencias explícitas a la ciudad española del Rey Don Felipe, señalada en el mapa como Philippopolis66 y su refundación bajo el nombre de Port of Famine en el marco de las incursiones inglesas lideradas por Cavendish y el hallazgo de algunos de los pocos sobrevivientes de la colonia de Sarmiento de Gamboa. En el mapa de Hulsius también aparece la isla de los Pingüinos, bautizada así por Sebalt de Weert, y mencionada luego en la expedición de van Noort, que en su paso por ella se había abastecido de más de dos mil aves67.

Figura 5 Hollandi denvo canoas aliquot cum Indis inveniunt. Viuda e hijos de Theodore De Bry (1602). Americae nona et postrema pars, qua de ratione elementorum, de novi orbis natura, de hujus incolarum... Frankfurt: Matthäus Becker. John Carter Brown Library.

Figura 6 Levinus Hulsius (1626 [1602]). Delineatio Freti Magellanici. Frankfurt: Hartmanno Palthenio. John Carter Brown Library.
El mapa de Hulsius también retoma al hombre robusto erguido con una lanza en la mano que De Bry había ubicado en el margen superior izquierdo de su propia carta del Estrecho. Esta imagen también tenía un antecesor directo en el grabado del viaje narrado por Barent Jansz Potgieter, aunque no únicamente. Los dos personajes restantes (i.e. un patagón con falda y tocado de plumas y una mujer con capa y pechos caídos) también habían aparecido en el relato de Potgieter para ilustrar distintos episodios del encuentro de los holandeses con los habitantes del área magallánico-fueguina (Figura 7). Sus orígenes, sin embargo, parecen encontrarse en otros espacios de producción. En efecto, tanto el hombre vestido de plumas como la mujer cubierta (únicamente) por una capa fueron insertos en otros escenarios geográficos hechos por los De Bry aun antes de los viajes holandeses.

Figura 7 Barent Jansz Potgieter (1600). Wijdtloopigh verhael van tgende de vijf schepen. Mujer con capa y hombre con tocado y falda de plumas. Rijksmuseum.
En lo que respecta a la figura del hombre vestido de plumas, la imagen bien podría haber respondido a un rasgo estereotípico atribuido a los habitantes de América en la modernidad temprana, ya sea por falta de información específica por parte de los grabadores o por el afán de crear un perfil homogéneo para el hombre americano68. En el octavo volumen del Americae, cuya editio princeps en latín data de 1599, dentro del conjunto de grabados que ilustran el viaje a Guyana realizado por Sir Walter Raleigh en 1595 se advierte la presencia de la misma figura para representar a uno de los nobles del reino preparando al emperador de la región previo a una ceremonia69.
Ahora bien, más allá de esta y otras posibles apariciones, lo cierto es que a partir de su incorporación al repertorio iconográfico magallánico-fueguino, pareció refrendarse la identificación de esta figura con aquella región. En efecto, del conjunto de figuras incluidas en el relato de Olivier van Noort para dar cuenta de las diversas poblaciones que habitaban el Estrecho, el hombre patagónico es, una vez más, aquella figura con tocado y falda de plumas70. Al igual que muchos de los relatos de sus contemporáneos, la circunnavegación de van Noort fue publicada por Cornelis Claesz en Ámsterdam en 1602 y traducida ese mismo año al francés bajo el título Description du penible voyage faict entour de l’univers ou globe terrestre71. Además fue incluida por los De Bry en el noveno volumen de su Americae y, en 1603, en el sexto volumen de la mencionada colección Sammlung von sechs und zwanzig Schiffahrten in verschiedene fremde Länder..., compilación impresa en veintiséis partes editada por Hulsius entre 1598 y 1663. El uso frecuente de esta imagen para caracterizar el área también se observa en su reaparición en los márgenes del mapa de Nicolaes Visscher (1633) (Figura 8), y aun en los grabados que hacia fines del siglo XVIII fueron utilizados por los viajeros franceses para dar testimonio de la condición y talla de los patagones72. Tal como se observa en las (Figuras 8 y 9), en los mapas de Joris van Spilbergen (Figura 9) y Nicolaes Visscher también aparecen con leves modificaciones los tres personajes restantes, que refuerzan la noción de un espacio cartográfico icónico creado para sintetizar las informaciones del área.

Figura 8 Nicolaes Visscher (1633). Americae nova descriptio. Amsterdam (orig. Pieter van den Keere, 1614). John Carter Brown Library.

Figura 9 Joris van Spilbergen (1619). Tijpus Freti Magellanici quod Giorgius Spilbergius cum classe lustravit. Leiden: Nicolaes van Geelkercken. John Carter Brown Library.
En el caso de la mujer con capa, se advierte su semejanza con el grabado del “sacerdote de Secotan” (Figura 10) incluido por Theodore De Bry en su Admiranda Narratio (1590) y creado a partir de las acuarelas realizadas por John White en el asentamiento inglés de Virginia73. Asimismo, su silueta pareciera corresponderse con aquellas de las figuras hechas por Hans Weigel para ilustrar al “brasileño de América” en su libro de trajes del mundo, publicado en la ciudad de Nüremberg en 157774. Ahora bien, al igual que con la figura del hombre de falda y tocado de plumas, resulta de interés señalar su perdurabilidad en el repertorio iconográfico del área magallánico-fueguina, que se constata una vez más en los mapas de Hulsius, Visscher y Guillermo Blaeu75. El hecho de que se destaquen sus pechos caídos y el uso de una capa como única vestimenta se vincula directamente a las descripciones dadas por los viajeros holandeses, aunque también Pigafetta (1971) había resaltado que sus tetas, colgantes, tienen más de un pie de longitud76. Según el relato de De Weert, la mujer encontrada en la isla Magdalena era: mediana en la constitución de sus miembros y tenía un vientre prominente que le colgaba, cuerpo rosáceo, gestos salvajes y altaneros y cabellos negros, los cuales suelen cortar por detrás con conchillas, a falta de cuchillos... Llevaba a manera de adorno conchillas suspendidas del cuello y cubierta la espalda por una piel hirsuta [...] El resto de su cuerpo estaba desnudo; sus mamas pendían a manera de ubres de vaca; su boca era grande y torcida; sus piernas, torcidas; sus tobillos, abiertos77.

Figura 10 “A Secotan priest” en Thomas Hariot (1590). Admiranda narratio fida tamen de commodis et incolarum ritibus Virginiae.... Frankfurt: Theodore De Bry. John Carter Brown Library.
Completan el repertorio iconográfico sobre el área magallánico-fueguina las figuras de un pingüino y de un molusco, asociados a la región del Estrecho a partir del relato inglés sobre los recursos alimenticios disponibles en la zona y la caza indiscriminada de pingüinos realizada por ingleses y holandeses con el objetivo de aprovisionarse para la continuación del viaje. Más allá de la hambruna padecida por los pobladores de la Ciudad del Rey Don Felipe, la cantidad de marisco apto para el consumo parece ser reconocida por españoles e ingleses como un recurso alimenticio en disponibilidad ante posibles carestías. Así, por ejemplo, a poco de establecida la colonia fundada por Sarmiento de Gamboa, la Sumaria relación hace hincapié en las bondades de la fauna local: Y la gente se sustentaba muy bien con marisco y lobos marinos y algunos pescadillos. Hay mucha sardina y pescado cecial, muchas avestruces y gallinas de papada. Hacíase provisión de pescado fresco para el invierno78. Los ingleses y holandeses tampoco desestimaron la presencia de pingüinos, que cazaron en cantidades en las islas Magdalena y Marta, así como en zonas aledañas.
Junto al auge de la cartografía holandesa, los cuatro personajes, acompañados alternativamente de la fauna vinculada a la región, devinieron un conjunto representativo del área patagónica. En este sentido, así como Michiel van Groesen ha sostenido para las compilaciones de los De Bry79, es posible afirmar que la combinación de imágenes existentes y nuevos grabados confluyó en la conformación de nuevas secuencias iconográficas, que a su vez configuraron el modo en que los lectores observaron desde la distancia el mundo ultramarino. Ciertamente, más allá de que fuesen representadas en su totalidad o en partes, las figuras hasta aquí analizadas devinieron una forma de identificar aquel espacio geográfico en los mapas holandeses (y aun en la cartografía europea en general) del período subsiguiente.
La “Tierra de gigantes” como espacio cartográfico icónico: Algunas reflexiones finales
Han sido esbozados hasta aquí algunos de los circuitos hechos por las imágenes que, a comienzos del siglo XVII, fueron asociadas inequívocamente al área magallánico-fueguina. En principio, fueron las Provincias Unidas de los Países Bajos las que difundieron sus experiencias de navegación en la búsqueda de una posible ruta por los mares del sur hacia las Molucas. Sus relatos de viaje fueron hábilmente traducidos en imágenes cartográficas de amplia circulación que, apropiándose de elementos en ocasiones ideados para otros espacios y contextos, terminaron por dar cuenta de los recursos, usos y costumbres de las poblaciones patagónico-fueguinas. Los personajes surgidos de este proceso de transposición fueron el producto de la acción conjunta de los editores (i.e. Hulsius, Claesz), grabadores y cartógrafos (i.e. Keere, Visscher, Blaeu, etc.) holandeses, quienes realizaron una síntesis iconográfica de un espacio estratégico a escala mundial.
En otras palabras, en el período de mayor rivalidad con la monarquía ibérica, la experiencia holandesa fue interpretada, ilustrada y traducida en imágenes cartográficas que, con mayores o menores adaptaciones, se volvieron representativas de un área cuya importancia geopolítica era reconocida por toda Europa. El valor del Estrecho tanto para el comercio con Oriente cuanto para el saqueo de los puertos españoles sobre el Pacífico americano ya había sido advertido por los ingleses, cuyas actividades corsarias en América meridional en el contexto de sus viajes de circunnavegación habían alertado a la corona española y fundamentado, en consecuencia, las expediciones al área magallánico- fueguina enviadas desde Perú. Tal como Richard Hakluyt había señalado en su panfleto titulado A Discourse of the Commodity of the Taking of the Straight of Magellanus (1579), el estrecho de Magallanes era la puerta de entrada al tesoro tanto de las Indias Orientales como de las Occidentales80.
En este contexto político, la producción y circulación del repertorio iconográfico aquí estudiado invita a reflexionar sobre las posibles motivaciones y finalidades detrás de tal selección de imágenes. Al respecto, debe señalarse que las escenas y personajes asociados al Gigantum Regio están directamente vinculados a la experiencia holandesa en la zona. Desde la firma del Tratado de Utrecht en 1579, el impulso comercial y posicionamiento global de las Provincias Unidas por sobre sus competidores se reflejó en el protagonismo que sus relatos tuvieron dentro de la saga de viajes y compilaciones existentes. Al igual que Inglaterra, a partir de su despegue comercial a fines del siglo XVI, las Provincias Unidas también merodearon las costas del Atlántico y el Pacífico austral en busca de un pasaje que pudiera garantizar un comercio más fluido con Oriente. Sus viajes exploratorios, que preocuparon una vez más a la corona ibérica, dieron lugar a una singular forma de imaginar la región patagónica, que acompañó los relatos que se publicaron a la par y cuyas imágenes pervivieron en distintos formatos y soportes hasta fines del siglo XVIII.
En efecto, los grabados de los habitantes de aquellas regiones australes fueron reutilizados para defender la superioridad del territorio americano en nuevos contextos políticos tales como el debate sobre la naturaleza de América ocurrido hacia 177081. A su vez, algunas imágenes en particular parecen haberse dislocado de sus contextos originales de producción para volverse representativas de América meridional en su totalidad y no ya del área magallánico-fueguina específicamente. Tal es el caso de la figura de la mujer alimentando a su niño con un ave, cuyas apariciones son recurrentes en las cartelas de los mapas holandeses sobre las Indias Occidentales82 y en aquellos mapas destinados a representar la totalidad del continente americano elaborados en la segunda mitad del siglo XVII, entre los que se destacan las versiones de la Novissima et accuratissima totius America descriptio realizadas por Nicolaes Visscher y Frederik de Wit en 1682 y 1688 respectivamente83. Sin duda, uno de los casos más llamativos de esta dislocación espacio-temporal es la aparición de esta figura en el mapa de El gran río Marañón, o Amazonas, con la misión de la Compañía de Jesús (1707) (Figura 11), realizado por el padre jesuita Samuel Fritz en Quito tras recorrer el cauce del Amazonas. Su cartela presenta en un primer plano a la mujer, ahora sentada, alimentando a su niño con la carne de un ave. A su lado, la imagen de un indígena convertido al catolicismo (pues lleva una cruz colgada en su pecho) pareciera dar prueba del éxito de la misión. Al igual que en los otros casos referidos, la escena del viaje de De Weert reaparece así en un nuevo contexto, cargada de sentidos que solo pueden leerse en diálogo con el mapa y las imágenes que contiene.

Figura 11 Samuel Fritz (1707). El gran rio Marañon, o Amazonas, con la mission de la Compañia de Jesus geograficamente delineado por el P Samuel Fritz, missionero continuo en este rio. P J. de N. Societatis Jesu, quondan in hoc Maranone missionarius, sculpebat. 10 leguas castellanas. Quito: [s.n.] Detalle. Biblioteca Nacional de Francia.
Ahora bien, más allá de los usos posteriores o de la independencia que estos motivos iconográficos adquirieron de sus contextos originales de producción, vale recordar que la legitimidad de tales imágenes se sustentó, en un principio, en la mirada del viajero que, en condición de testigo, había visto con sus propios ojos lo que narraba. Las experiencias sobre el terreno de navegantes holandeses tales como van Noort, de Weert, Schouten y Spilbergen proporcionaron, en este sentido, las primeras impresiones sobre las que se fundamentó la síntesis iconográfica patagónico- fueguina. Sobre este último punto, llama la atención, sin embargo, el marcado contraste entre la iconografía sobre el Estrecho y las penurias descriptas por los viajeros. En efecto, las imágenes de hombres de gran tamaño, mujeres y niños en la región patagónica son casi antagónicas frente a la visión dada por los viajeros españoles sobre la carestía y condiciones inhóspitas del clima en la región84, e incluso frente a las penurias narradas por los holandeses cuyas travesías fracasaron por falta de alimentos o condiciones climáticas severas. De tal forma, los pingüinos, moluscos, tocados y faldas de plumas, además de la robustez de los cuerpos, parecieran ocultar las dificultades y obstáculos naturales propios del cruce por aquellas aguas.
Ahora bien, la presencia de hombres y mujeres robustos en los mapas y relatos sobre el Estrecho también podría considerarse una “prueba” de que la vida en aquellas latitudes era posible. Este último punto bien podría vincularse a la finalidad o intención detrás de la elección de tales imágenes, pues tanto la iconografía como la simpleza con la que es dibujado el pasaje interoceánico parecieran invitar a futuras navegaciones. En efecto, las familias (“salvajes” pero bien formadas) presentes en los mapas de la región se sitúan en una traza relativamente limpia del Estrecho. A la disposición de los personajes se suma la ausencia de cualquier marca o referencia al hecho de que la zona se encuentra nominalmente bajo dominio español85. Todos estos elementos parecieran propiciar la navegación por el pasaje interoceánico que, en contraste con las descripciones de los viajeros y la cantidad concreta de navegaciones realizadas, no pareciera presentar grandes dificultades. En un período de fuerte competencia inter-imperial, tal como la representó la cartografía holandesa, la “Tierra de los Gigantes” aparece como un espacio habitado y por ello habitable, argumento capital para todo aquel que se atreviera a navegar por debajo de los 40 grados de latitud Sur.