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Universum (Talca)
versión On-line ISSN 0718-2376
Universum v.21 n.2 Talca 2006
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-23762006000200010
Revista Universum Nº 21 Vol.2:148-167, 2006 DOSSIER: La Vid y el Vino Rivalidades de aldea y gran sociedad vinícola: las organizaciones de productores vitivinícolas en Chile, 1870-19301
Marcos Fernández Labbé (*) (*) Doctor en Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile. Universidad Alberto Hurtado Artículo recibido el 24 de octubre de 2005. Aceptado por el Comité Editorial el 24 de marzo de 2006. Correo electrónico: markosfer@hotmail.com RESUMEN Rivalidades de aldea y gran sociedad vinícola: las organizaciones de productores vitivinícolas en Chile, 1870-1930, busca exponer las principales características de las organizaciones de productores de vinos en Chile entre 1870 y 1930, así como las acciones del Estado en aras de organizar por su cuenta al gremio viticultor. Por medio de la comprensión de las falencias y desafíos de la organización sectorial, se pretende aclarar las reacciones y objetivos así de las agrupaciones de productores, como de un Estado que esas fechas iniciaba un camino de intervención. Palabras claves: Historia Económica - Vitivinicultura -Organización Gremial ABSTRACT Little village rivalries and great wine society: the wine grower trades in Chile, 1870-1930, examine the characteristic of wine producer's partnerships in Chile since 1870 until 1930. Also, this paper exposes the State politics about wine industry development, focused on variable relations between Chilean State and the producer's organizations. Key words: Economic History - Wine growing - Producer's Organization.
Desde muy temprano en las décadas en estudio, junto con ser considerada como la actividad agrícola de futuro más promisorio, la viticultura chilena fue sistemáticamente criticada por la falta de innovación y desarrollo de gran parte de sus productores, y por ello, por la dispar calidad de sus productos. Como un dios de rostro doble y de facciones opuestas, por un lado se celebraba el impulso que un puñado de ricos y poderosos dueños de viñedos ejercían sobre la actividad, incorporando maquinarias, cepas y técnicos de gran calidad, mientras que por otro se lamentaba la ínfima calidad de la inmensa mayoría de la producción y la desidia de la gran parte de los viñateros, satisfechos con las ganancias obtenidas por la venta de ingentes cantidades de bebidas fermentadas en un mercado interno poco exigente y rudo en su paladar. De ese modo, en 1873, la Sociedad Nacional de Agricultura consideraba que: "...antes no se contaban sino dos o tres marcas de vino nacional, que podían competir con los vinos importados del extranjero; ahora el número de las buenas marcas ha subido a veinte por lo menos, i entre ellas hai algunas que no desmerecerán al lado de vinos bastante afamados de la Francia."2 Pero poco más de un año después, el agrónomo Julio Menadier, a través de las mismas páginas del Boletín se quejaba de que: "...la reforma de nuestra industria vinícola haya de estrellarse contra la apatía de los interesados o contra la preocupación demasiado vulgar de que la fabricación de los licores más ordinarios, por no decir malos es la que más cuenta deja a los vinicultores. Ahora que el mercantilismo ha invadido a casi toda la sociedad chilena, ya no se busca una remuneración proporcionada por su trabajo o producto sino que se desea explotar per fas et nefas con precios que no guardan armonía con el artefacto ofrecido en venta, o el servicio prestado. Se olvida el principio vinícola incontestable: la calidad se halla en razón inversa a la cantidad."3 El mismo agrónomo consideraba, tres años después, que el desarrollo de la actividad vitivinícola que experimentaba Chile parecía ser tomado en consideración tan solo por unos pocos productores, en tanto apenas: "...algunos grandes propietarios no han economizado gastos i sacrificios de todo género para perfeccionar sus procedimientos de tal suerte que ya se cuente en la República algunos viñedos tan bien cultivados i mantenidos como los más acreditados de Europa...", mientras que la gran mayoría no habían puesto: "...más cuidado en proporcionarse buenas variedades, en elegir los terrenos más adecuados por su composición, situación o exposición, i en emplear las máquinas, instrumentos i aparatos perfeccionados cuyo uso ha levantado de la postración anterior los distritos vinícolas de la Francia..."4. Al respecto, una de las primeras declaraciones de la Sociedad Nacional de Vinicultores expresaba, en este sentido, que: "Los escollos principales, que impiden que la fabricación de buenos vinos, de ruinoso que es ahora, se convierta en una industria lucrativa i llena de porvenir, consisten: 1° en el subido costo de la producción, originado ante todo por el recargo de derechos de importación sobre materias primeras i reproductivas, que por lo general no pueden fabricarse siquiera en el país; 2° en la falta de mercados abundantes i continuos, recompensando equitativamente los sacrificios hechos ya i los que quedan aún por iniciar con el fin de equilibrar la producción nacional, con la de otras naciones que simultáneamente compiten en aquellos mercados; i 3° en la falta de un enólogo distinguido, quien visitando las distintas regiones vinícolas indicase a los socios los temperamentos adecuados a aprovechar, mejorar i conservar los vinos."5 Sin embargo, ya a inicios de la década de 1880, la situación parecía revertirse en algunos sectores, en particular en aquellas zonas que concentraban grandes extensiones de cultivos y cercanas ya a los mercados urbanos, ya a los puertos de salida para el comercio de cabotaje o la incipiente exportación. Así al menos permite pensarlo un informe de la Sociedad Nacional de Agricultura que establecía que en el curso de 1881, producto de la buena coyuntura de comercio que representaba la Guerra en el norte, se instalaran "...ingentes plantaciones en todas las regiones desde Aconcagua hasta Mulchén; que se construyeran bodegas espaciosas dotadas de excelentes aparatos de fabricación i conservación; i al fin, que se reformaran los procedimientos defectuosos, vigentes aún en los distritos vinícolas alejados de Santiago i Concepción."6. Pero parecían excepciones, bellas flores en medio de un pantano en el cual, por lo general: "...la aspiración del propietario es modesta: vive satisfecho, así de la calidad, como del rendimiento de costumbre, que después de la operación de asoleo, llega a tal extremo de reducción, que en los mejores años no alcanza ni siquiera a medio litro por planta."7. Por ello, la percepción general que se ha construido en torno a que las últimas décadas del siglo XIX fueron una primera "edad de oro" de la vitivinicultura chilena debe ser tomada con sobriedad, en tanto que, si bien es cierto que la incorporación de maquinaria y nuevas cepas fue efectiva, lo es también que este tipo de adelantos se limitaron a las grandes explotaciones, a los cultivos concentrados en la producción de vinos finos y, de forma particular, en propiedad de grandes familias de viñateros, cuyas fortunas, provenientes generalmente de la minería, obtenían por medio de la instalación de una viña un renombre dotado de lustre y dignidad.8 Igualmente, es evidente que la inversión en maquinaria fue notable durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, contándose por millones los pesos que eran gastados en la adquisición de máquinas vinificadoras, sistemas de transporte especializados, cubas de fermentación, etc.9 Pero estas inversiones tecnológicas se concentraban, nuevamente, en las mayores plantaciones, ejerciendo antes una cualidad de enclave en el conjunto de la industria vitivinícola, que de norma representativa del sector en su generalidad. Por el contrario, las técnicas atrasadas, la mala calidad de los procesos de transformación, la ausencia de consejo técnico informado y el desequilibrio de calidad entre unos productores y otros, fue el estado permanente de la industria del vino en Chile a lo largo de todo el periodo que abarca este estudio. A fines de la década de 1880, y como clara demostración de las falencias existentes en el proceso productivo de los vinos chilenos, la SNA hizo llegar a los vinicultores nacionales, por medio de las páginas de su Boletín, las recomendaciones hechas sobre los vinos chilenos por parte del jurado de la Exposición Internacional de París, que junto con saludar la calidad de algunos de los productos enviados -al punto de considerarlos competencia para los producidos en La Gironda o Burdeos-10, consideraba que el embotellamiento insuficiente impedía el envejecimiento y la conservación, que existía una tendencia a falsificar aromas naturales por medio de esencias, que los vinos blancos eran en general ordinarios y que a éstos y a los tintos se tendía a cargarlos innecesariamente con alcohol.11 Es decir, problemas que el celo de empleados y técnicos calificados podrían resolver, tal y como lo expresaba una nota del Boletín de la SNA al solicitar de parte del Gobierno apoyo para contratar expertos: "...con aptitudes, práctica i preparación suficientes sobre viticultura i vinificación i que posean nociones de química agrícola."12 Por tales razones, no debe extrañarnos que antes de concluir el siglo XIX una de las peticiones de la Sociedad Nacional de Vinicultores haya sido que, con los fondos provenientes de un impuesto a las viñas que se manifestaban dispuestos a pagar, se mantuvieran agencias enológicas en países extranjeros, como forma de introducir al país innovaciones técnicas y nuevos varietales que profundizaran la diferenciación de este tipo de vinos con respecto a los producidos a gran escala con la vid nacional.13 Junto a ello, apareció como indispensable la formación de Escuelas de vitivinicultura, como aquella instalada en 1900 en la localidad de Cauquenes,14 acompañada de otras ubicadas en Talca, Chillán y Concepción.15 Del mismo modo, pero esta vez contando con los recursos que generaría el impuesto a las bebidas alcohólicas establecido por la ley de 1902, los redactores del Boletín de la SNA propusieron la creación de estaciones agronómicas en las principales ciudades de Chile, lugares dotados de laboratorios químicos para la toma de muestras de calidad e instalaciones que permitieran experimentar en el mejoramiento de semillas, vides y abonos adecuados para la optimización de la producción vitivinicultora.16 La urgencia de este tipo de medidas se debía en gran parte al evidente desequilibrio que existía entre unos pocos centros productivos de excepción, dotados de apoyo técnico cualificado y maquinarias adecuadas, y la multitud de pequeñas viñas y bodegas que producían mucho, pero de pésima calidad: "La calidad de nuestros vinos, excepción hecha naturalmente de los vinos de marca, deja mucho que desear. No contando la mayor parte de nuestros viticultores con instalaciones convenientes, ni pudiendo, por otra parte, utilizar profesionales competentes en la fabricación, los vinos que producen no solo son inaceptables para la exportación, sino que inadecuados para ser elaborados aún por las bodegas de marcas reconocidas, de lo cual resulta que existiendo una gran producción, solo una parte restringida de ésta es potable."17 Este tipo de peticiones y acciones destinadas al mejoramiento cualitativo de la producción de vinos en Chile se vio coronada, de algún modo, por la autorización que el Gobierno expendió al encargado de negocios en Francia, en 1907, para contratar por término de tres años y con un sueldo de mil libras, a un enólogo.18 Al año siguiente, se comunicaba desde París la contratación de Gastón Canu, bajo cuya responsabilidad debería de establecerse la Estación Enológica de la Quinta Normal de Agricultura.19 Canu se desempeñó a cargo de esta Estación hasta el año 1916, fecha en la que fue reemplazado por Vicente Valdivia Urbina, a quien el Gobierno -en otra clara señal del compromiso de las autoridades con el desarrollo cualitativo de la vitivinicultura- había enviado a estudiar a Europa.20 La llegada del agrónomo Valdivia a la dirección de la Estación Enológica puede ser vista como un hito en términos del desarrollo científico y tecnológico de la industria del vino en Chile, en tanto que, tras un periodo de formación especializada costeado por el Estado, era un profesional chileno quien tomaba -de alguna forma- las riendas de la innovación productiva vinícola en Chile, y no ya expertos franceses, como había sido costumbre. De esa forma, va tomando forma cada vez más consistentemente la idea y la práctica de una vitivinicultura chilena, la existencia de un vino chileno, que como tal fuera tratado y conocido en el exterior. En este sentido, es en extremo clara la opinión del Boletín de la SNA, que en 1908, en un artículo titulado "Por la vinicultura nacional", expresaba: "Es un hecho repetido por cuantos observan las condiciones tan irregulares y anárquicas en que se ha establecido i desarrollado esta interesantísima industria, que nuestros vinos no se asemejan entre sí; que cada viticultor produce un artículo propio, distinto del de los propietarios de su misma región, i de las viñas situadas en iguales condiciones de suelo, de clima i de exposición; que los vinos cambian, de una zona a otra, sino de una a otra bodega, dentro de la misma zona; que el producto no se diferencia ni se caracteriza por localidades, sino por productores; en suma, que no hai propiamente un artículo que pueda llamarse "vino chileno" en virtud de cualidades características, uniformes i constantes, de manera que con un producto tan variable, tan indeterminado, tan desigual a sí mismo, no es posible establecer un comercio sólido i progresivo."21 Por ello, así mismo, es importante el hecho de que, a fines de la década de 1920, los productores de vino organizados comentaban que la Estación Enológica, en funcionamiento desde 1909, "...ha prestado importantes servicios al mejoramiento de la Vitivinicultura nacional, vulgarizando los más modernos métodos de cultivo y de elaboración de vinos."22 De forma paralela, y a pesar de las debilidades técnicas a las cuales hemos hecho mención, el prestigio internacional de los vinos chilenos no dejaba de crecer, en gran medida debido a un proceso de divulgación de sus cualidades en el extranjero. En numerosas obras dedicadas a la vinicultura, de autores italianos o franceses, las cepas chilenas fueron saludadas, y los esfuerzos de los productores reconocidos como bien orientados, a más de contar con condiciones de suelo, clima y trabajo excepcionales para el desarrollo de la vitivinicultura a nivel internacional. Por ejemplo, en 1895 el Boletín de la SNA publicó una reseña comparativa sobre el estado del cultivo de la vid tanto en Chile como en Argentina, destacando la opinión del especialista italiano Pompeyo Trentin, de acuerdo con quien: "...Chile es y será por mucho tiempo el primer país vinícola de la América Meridional, por sus condiciones naturales y sobre todo por la buena y racional cultura de sus viñedos."23 En un trabajo anterior, los franceses Portes y Ruyssen, -de acuerdo a la traducción realizada por Gastón Lavergne, director de patología vegetal de la Quinta Normal- habían opinado en su Traite de la Vigne et de ses produts, que: "...Chile es una tierra de promisión para la viña, que se cultiva allí en muchos puntos, que alcanza dimensiones colosales... Chile ha realizado increíbles progresos: se ha plantado ya y se continúa plantando y se da a la viña cuidados inteligentes y minuciosos..."24 Sin embargo, y a pesar de estos comentarios elogiosos, la realidad era que el mayor porcentaje de los vinos que el país producía eran vinos corrientes, bastos, incapaces de abrirse paso en el mercado internacional. Si, en tanto: "...hasta el presente, con excepción de ciertas viñas de la región de Coquimbo i del Maule, el producto de la totalidad de la superficie cultivada, se dedica a la fabricación de vinos corrientes i chichas."25 Aparejado a ello, y de acuerdo al Boletín de la SNA, la industria vitivinícola era posible dividirla, ya en 1913, en dos tipos: aquella formada por un reducido grupo de destacados productores que producían y embotellaban vinos elaborados; y aquellos que solo producían y vendían, pero no elaboraban. Por lo general las segundas -un 80% del total- vendían su producción a las primeras, dotadas de la infraestructura y el arte de la elaboración más refinada.26 Por lo mismo, las ventajas de este tipo de establecimientos se dejaban ver en el costo final de la producción, en tanto: "Mientras más grande es una instalación, menos personal demanda para el trabajo de cada hectolitro de vino. Cosechar 25,000 arrobas en cinco bodegas distintas exige en cada bodega cinco y seis hombres. Cosechar la misma cantidad en una sola bodega bien equipada no exige diez hombres. Las bodegas grandes, bien instaladas, como hay algunas en Chile, tienen gastos de vendimia por hectolitro mucho más bajos que los pequeños productores."27 Junto al desequilibrio en la calidad de la producción, la industria vitivinícola presentó un cuello de botella para su desarrollo productivo: las estrategias de organización - y ausencia de éstas- que los productores experimentaron con el fin de hacer valer ante el Estado los intereses de esta rama de la agricultura nacional. Para intentar remediar los problemas referidos a la elaboración de vinos de calidad y la salida externa de los productos de la vitivinicultura, los productores experimentaron una multitud de iniciativas de organización que, incentivadas desde distintos flancos, promovían la regulación interna de las calidades de producción, el equilibrio del mercado nacional y, de forma fundamental, la exploración de mercados externos y el aprovechamiento de los recursos que para tal fin el Estado, a partir de inicios del siglo XX, puso a su disposición. La primera noticia con la que contamos en torno a la necesidad de organización y acción conjunta de parte de los productores de vinos proviene del año 1874, fecha en la cual Julio Menadier, tras un documentado estudio sobre el estado de la vinicultura en Chile, expresaba que: "...convendría que al fin los grandes vinicultores, dejando a un lado rivalidades de aldea, se resolviesen a formar una gran sociedad vinícola...".28 Tres años después, y al alero de la Sociedad Nacional de Agricultura, se constituyó la Sociedad Nacional de Vinicultores, que se imponía como una de sus tareas primordiales: "...adoptar todos los numerosos temperamentos conducentes a hacer efectiva en las próximas sesiones ordinarias con el fin de levantar de su postración a una industria llamada a un porvenir brillante."29 Es decir, operar efectivamente como una organización sectorial que pudiera, en los salones del Parlamento, velar por el desarrollo de la industria productora de vinos chilena, en momentos en que la discusión sobre el alza de aranceles a los licores importados entraba en tierra derecha. Este requerimiento de organización gremial, de acuerdo al modelo de la Sociedad Nacional de Agricultura era visto, por el mismo Menadier, como un sustituto de la acción de mecenazgo que, hasta ese momento, ninguno de los grandes productores de vino se animaba a realizar. En un intercambio de cartas con el enólogo francés pronto a radicarse en Chile, Ms. Bordy, el agrónomo explicaba que: "...al no haber un filántropo que desease tener la gloria de echar los fundamentos de un comercio llamado a producir un acrecentamiento incalculable de la riqueza pública i el bienestar de las poblaciones rurales; no quedaría otro recurso que el de recurrir a una sociedad vinícola anónima. Del desarrollo etnológico, político i rural, mui peculiares en Chile, se debía explicar no solo la falta de iniciativa individual o colectiva que se observa entre los hacendados, sino también su aversión contra las asociaciones..."30 Reconociendo la falta de voluntad de los productores, la única alternativa viable era, a ojos del experto, la unificación de los viticultores bajo la sombra de un importante y reconocido hombre salido de sus propias filas, con el temple y la fortaleza necesarias para coordinar a un sector que, a pesar de la importancia que jugaba en la actividad económica del país, no lograba vencer los temores y resentimientos que lastraban cualquier iniciativa colectiva. Por ello, debieron de pasar ocho años -y un importante crecimiento de la superficie cultivada, el volumen producido y la demanda interna mediante- para que volvieran a oírse solicitudes de organización gremial. Sin embargo, esta vez la coyuntura amenazante de la llegada de la filoxera a Chile obligó a algunos de los productores a actuar de modo conjunto. Siempre bajo el auspicio de la SNA, en agosto de 1888 se llevó a cabo una reunión de vinicultores -ya sin una organización formal con nombre propio-, que tenía como objetivo el conocer los intereses y medidas posibles de poner en ejecución con tal de impedir el ingreso a Chile de vides contaminadas con la enfermedad que devastaba los campos de Europa, así como de desarrollar la vitivinicultura nacional y promover el comercio de exportación de sus productos, temas cada uno de los cuales fue dejado bajo responsabilidad de una comisión respectiva.31 Pocas semanas después, las conclusiones a que cada comisión había llegado dieron cuerpo al primer programa estratégico de la vitivinicultura nacional, cuyas principales recomendaciones pueden entenderse como el antecedente directo de la serie de medidas que, a lo largo de lo que restaba del siglo XIX y los inicios del XX, promoverían el desarrollo de la industria del vino en Chile. De forma sintética, los acuerdos logrados en esa ocasión hicieron referencia a: a) Desarrollar escuelas agrícolas y formar algunas especializadas en viticultura; b) Limitar los cultivos de viñas en cada zona del país, en relación a la disponibilidad real de brazos, con el fin de convertirlas en explotaciones intensivas antes que extensivas; c) Obtener el nombramiento por parte del Gobierno de dos profesores expertos que recorriesen las viñas y asesorasen a los cultivadores chilenos en los mejores sistemas de producción y conservación de vinos; d) Antes que una asociación independiente, se recomendó la creación, al interior de la SNA, de una sección de viticultores, en tanto: "...la existencia de los sindicatos en la agricultura, implica división de la propiedad, espíritu de asociación, mercados difíciles que vencer, concurrencia numerosa, sociedades de bodegas compradoras (en el caso de que se trata) i muchas circunstancias que no son todavía el caso de Chile."; e) Establecer concursos y premios periódicos que reconociesen la gestión de viñas y la calidad de los productos; f) Oposición a la creación de bodegas regionales, optando por el desarrollo libre de este tipo de establecimientos, con el fin de concentrar la producción de los pequeños vinicultores; g) Instalar oficinas regionales de análisis gratuitos de vinos, para combatir la falsificación de los mismos, así como la instalación de estos laboratorios en las aduanas, para cautelar la calidad de los productos que tuvieran por destino la exportación.32 Como se puede observar, los objetivos manifiestos de los productores asociados tocaban puntos en extremo sensibles para el desarrollo de la vinicultura nacional, como el problema de la adulteración de vinos, la concentración y elaboración de la producción de los pequeños vinicultores y los desafíos que podía implicar la exportación para la calidad de los vinos nacionales. Sin embargo, y es el punto que en este momento nos interesa, la vocación gremial de los vitivinicultores era escasa e intermitente, aun cuando las tareas del momento exigían urgencia y un accionar consensuado. Por esta razón, debemos esperar a 1895 para asistir al primer Congreso de Viticultores, realizado el 23 de septiembre de ese año en dependencias de la Sociedad Nacional de Agricultura, evento que, convocado por el ministro de Industrias y Obras Públicas, logró reunir a cerca de 200 productores.33 La convocatoria a esta reunión no fue en nada casual, en tanto que, por medio de un decreto oficial, el 10 de septiembre -dos semanas antes de su realización- el mencionado Ministerio había propuesto la creación de la Sociedad Nacional de Viticultores, con los fines manifiestos de favorecer la exportación y el desarrollo de la industria en el país.34 Esta medida, que implicaría un nuevo intento de organización gremial de parte de los viñateros chilenos, pero conducida e inspirada desde el gobierno, causó una comprensible molestia en la SNA, en tanto que el objetivo implícito de la nueva organización era apartarse del espacio institucional representado por ésta, movido por: "...la intención de despojar a la SNA de todo control y opinión sobre la vinicultura."35 Independientemente de los disgustos de los agricultores agremiados, la Sociedad Nacional de Viticultores logró, en breve, concentrar bajo sus auspicios a parte importante de los más destacados productores de vino del país, quienes a pesar de poseer poco más del 5% del total de hectáreas cultivadas con vid, eran sin duda los más influyente del sector. Junto al mayor propietario de viñas en Chile -Rafael Errázuriz Urmeneta- los apellidos Ochagavía, Valdivieso, Bunster, Subercaseaux e Eastman aparecen en las sesiones de la Sociedad que, al momento de publicar el primer número de su Boletín, explicaba los objetivos centrales así de la publicación como de la misma organización: "...tener un órgano de publicidad, disponer de un elemento llamado a establecer la solidaridad de intereses ente los que, distribuidos en nuestro angosto y prolongado territorio y auxiliados por sesenta mil obreros, fecundan con su trabajo ochenta mil hectáreas de viñedos llamados a constituir, en lo futuro, el fundamento más sólido y estable de la grandeza de nuestra patria. De hoy en adelante la industria vitícola, -la más noble de entre todas las que surgen de la Agricultura- , podrá contar con un órgano de publicidad en que podrá conocer los procedimientos con que la práctica se ha enriquecido, en los últimos tiempos, mediante las valiosas conquistas hechas en el campo científico, por la enología y la viticultura."36 Como primer Director de la Sociedad fue nombrado Luis Pereira, dueño de la Viña Santa Carolina, ubicada en Ñuñoa,37 y Director Honorario el Ministro de Industrias y Obras Públicas, Juan Miguel Dávila Baeza. Así mismo, se estructuraron tres comisiones de trabajo, dedicadas la primera de ellas a la vitivinicultura, el comercio interno de vinos y la protección comercial; la segunda a la represión de los fraudes y la salubridad; y la tercera al fomento del comercio de exportación.38 Es decir, los objetivos que el Gobierno había definido desde el primer momento como motores de la novel organización. A pesar de experimentar un inicio tan promisorio, la información referida a la SNV se limita a los años 1895-1898, año esta último en que desaparece su publicación. Como experiencia de organización, quizás sus mayores logros estuvieron en el apoyo a los inicios de la exportación de vinos chilenos, así como en el permanente diálogo con el Gobierno, tanto por su dependencia formal del Ministerio de Industria y Obras Públicas, como en su labor de comunicación de los intereses vitivinícolas en las instancias parlamentarias en las que se iniciaba la discusión sobre la primera Ley de Alcoholes. Sin embargo, creo que no es aventurado afirmar que una de las causas centrales de la falta de continuidad de esta organización gremial fue la distancia establecida entre ella y la Sociedad Nacional de Agricultura, en tanto que la SNV mantuvo compromisos evidentes con el Gobierno, y al contrario, la SNA apostaba por la independencia y la autonomía de los intereses agrarios que se daba en representar, de acuerdo a un modelo de gestión sectorial representativo de un espíritu liberal, marcado por la desconfianza en la intervención estatal y el estímulo de la iniciativa individual. De ese modo, la SNV podía ser vista como un apéndice de las políticas estatales con respecto a la viticultura, apéndice que, debido sin duda también a la secular oposición de los viñateros a organizarse, terminó difuminándose a pocos años de su formalización. Por todo lo anterior no es extraño que, pocos años después, la SNA contase con una comisión de Viticultura, dentro de la cual participaban los destacados vinicultores Raimundo Larraín y Tomás Tocornal, además del agrónomo Gastón Lavergne.39 Sin embargo, y ya avanzado el siglo XX, ante la percepción de problemas en la industria o el mercado de los vinos en Chile, una de las razones que se esgrimirán para explicarlos será la ausencia e ineficiencia de las organizaciones de productores, ausencia ante la cual debía optarse, en oposición a lo que se había sostenido años antes, por el establecimiento de sindicatos regionales de viñateros, que lograran homogenizar los tipos de vinos producidos -en miras a la exportación- y hacerse cargo de la venta directa, obviando así a los intermediarios que, en particular con los productores más pequeños, hacían pingües negocios gracias al abaratamiento sistemático del precio pagado al productor. Se lograría así un ahorro a la vez que un mayor control de la calidad.40 Como primer paso en este nuevo camino, otra vez amparado por la SNA, se establece a inicios de 1914 la Asociación de Viticultores Chilenos,41 que en sus primeros manifiestos expresó una fuerte voluntad de trabajo gremial centrado en la conformación de corporaciones capaces tanto de maximizar sus propios recursos como de operar como un efectivo organismo de negociación y presión sectorial. Bajo el cálculo supuesto de contar con una cuota de tan solo cien pesos por parte de cada uno de los 30 mil vitivinicultores, esta Asociación: "...dispondrá de 3 millones de pesos [£112.000] al año, es decir, contará con elementos decisivos para hacer la propaganda en todos los mercados donde sea posible i conveniente llevar los productos; será una entidad bastante poderosa para tratar con las empresas de ferrocarriles i de navegación en condiciones de ser debidamente atendida; tendrá el prestigio i la representación suficientes para obtener de los poderes públicos las medidas que interesen a la industria; poseerá, en fin, toda la autoridad i los medios necesarios para hacer en beneficio de la industria i los industriales lo que éstos no conseguirían jamás con su esfuerzo personal..."42 A pesar de la claridad de estos objetivos y de los innegables beneficios que pudieron representar para los productores, el paso de los años no logró consolidar formas de organización que abarcaran un mayor número de viñateros que los que se reunían en los salones de la SNA, o que de algún modo se sintieran representados por la novel Asociación, los cuales sin lugar a dudas no eran la mayoría. Así al menos lo deja entender Eliodoro Yáñez cuando, en 1916, indicaba en el Parlamento que: "....la única manera de levantar la industria vinícola es organizarla i propender a la formación de establecimientos cooperativos o uniones sindicales."43 Es decir, al interior de las estrategias de coordinación de los vitivinicultores chilenos, persistió una tensión entre el modelo de una organización centralizada y de alcance nacional; y aquel opuesto, descentralizado y con asiento en las distintas zonas vinícolas. Como ya hemos visto, desde la SNA no se dejó de favorecer el primer tipo de Asociación, que en acuerdo con la política general de la institución gremial de los agricultores pudiera presionar al Gobierno en beneficio de la industria, gracias a la dirección de "...personas verdaderamente progresistas y de gran preparación en el ramo cuyo adelanto persiguen...", llamados "...a prestar eficacísimos servicios a la viticultura nacional..."44 Es decir, concentrar los asuntos referidos a la industria del vino en los más importantes y poderosos vinicultores, alejándose de las opciones locales, vinculadas a la organización sectorial de productores más pequeños, dotados gracias a su número de la posibilidad -organización mediante- de generar alternativas de producción y comercialización que les reportaran mayor autonomía y beneficios que la dependencia de las grandes explotaciones vitivinícolas, principales compradoras de sus caldos y empeñadas en la elaboración de vinos-tipo que favorecieran la homogeneidad del mercado y las opciones de exportación. Esta segunda opción era justamente la defendida por el Gobierno desde un inicio, y que debía de formalizarse en la formación de cooperativas vitivinícolas comunicadas entre sí, pero con asiento local y, por ello, una opinión y capacidad de presión más reducida.45 A la larga, la opción triunfante fue la primera, es decir, la centralización en la Asociación de Vinicultores de Chile de toda la representatividad de negociación a nombre de los más de 30 mil productores de bebidas alcohólicas producidas con el fruto de la vid en el país. La importancia de esta Asociación aumentó de forma exponencial a partir del año 1916, fecha en la cual la nueva Ley de Alcoholes estableció el pago de primas a la exportación de vinos y el fomento de ésta por medio de recursos públicos. De esa forma, la ANV fue dotada de importantes sumas de dinero destinadas a estimular la elaboración de vinos de calidad y su colocación en mercados extranjeros, como estrategia tanto de estímulo para la industria, como de oxigenación del mercado interno, en constante crisis por la periódica sobreproducción y la consiguiente baja de precios, efecto absolutamente contrario al que buscaban los esfuerzos legislativos referidos al mercado de los alcoholes. Esta posición dominante de los grandes productores, subvencionados en sus operaciones por el Estado, fue fuertemente criticada en el Parlamento, en donde el senador liberal democrático Enrique Zañartu -a nombre de los pequeños productores- expresó en referencia a la ANV: "Espléndida cooperativa ésta, en que el Estado pone el dinero y los asociados no hacen otra cosa que administrar esos fondos, que pertenecen, primero a la nación y que deben ser empleados en beneficio de los 34 mil viñateros del país, y no de unos cuantos caballeros! En vez de juntar sus productos, en vez de ejecutar obras en beneficio de la industria, invierte la Asociación el dinero del Estado en comprar vinos para mandarlos al extranjero. En tres años no aparecen las cuentas rendidas; no aparecen los fondos ingresados a arcas fiscales, los fondos provenientes de los vinos exportados."46 La denuncia de Zañartu se basó en el hecho de que, recibiendo $350.000 [£8.840] cada año para el fomento de la industria y la exportación de vinos chilenos, la ANV colocaba este dinero en operaciones financieras que le reportaban la no despreciable suma de $5.000 anuales, cantidad que pasaba sin mediaciones a los fondos particulares de la Asociación. Junto a ello, los reducidos volúmenes de exportación volvían irrisorio el accionar del Estado, en tanto: "...el total de los vinos exportados por la Asociación, asciende a 42 o 45 mil litros y el total de la suma que ha dado el Estado para el fomento de esta exportación asciende a 1 millón 400 mil pesos [£35.370], en cifras redondas. Si sacamos la cuenta de lo que cuesta al Estado cada litro de vino exportado, nos resulta que el Fisco chileno invierte en la exportación de cada litro de vino por la Asociación la cantidad de 30 pesos."47 Independiente de estas acusaciones de desfalco, la ANV no debía, de acuerdo a Zañartu, ser entendida como una cooperativa de productores, en tanto que su capital de operación estaba exclusivamente conformado por dineros públicos, y más aún, sus miembros eran representativos de un espectro estrecho de productores, dentro de los que, nuevamente aparecen algunos de los más poderosos viñateros chilenos: Guillermo Barros Jara, Francisco J. Correa, Pedro Aguirre Cerda, Ramón León Luco, Maximiliano Ibáñez, Recaredo Ossa, Gonzalo Urrejola, José Luis Subercaseaux, Luis Echeverría Cazzote, etc.48 Pero además, se cuestionaba a la organización gremial el no cumplir a cabalidad su papel de estimulante del comercio exterior, a pesar de contar con sobrados recursos económicos para ello. Sí, puesto que: "...hay una diferencia considerable, señor Presidente, entre ser un buen productor y ser un buen comerciante de vinos. Esta preparación le falta a la ANV, como le faltará a toda asociación que carezca de medios de investigación en el extranjero, que son absolutamente indispensables para poder cimentar una organización conveniente."49 Poco después, los mismos grandes productores, esta vez agrupados en una nueva organización independiente del Gobierno establecida al alero de la publicación La Viña, terminaron por sepultar los "esfuerzos" de la ANV, en tanto: "...el Gobierno creó la Asociación de Viticultores, y destinó parte del impuesto a la viña, para un fondo de prima de exportación; estas medidas no dieron los resultados que se esperaban, porque no fueron bien estudiadas, y los sacrificios fueron solo consentidos a medias, y con esto no se ha resuelto el problema de la exportación."50 Lo que debía hacerse en ese momento, de acuerdo al principal redactor de la revista, el agrónomo Pablo Pacottet, era volver a la vieja aspiración de agrupar centralizadamente a los viñateros, con el fin de ponerlos en guardia contra los ataques a la vitivinicultura, provenientes de las más diversas tiendas políticas y sociales, y aún no neutralizadas por la "Revolución de Septiembre"51 Imbuido de este nuevo -pero de larga data, como hemos visto- espíritu de asociación productiva, el redactor de La Viña Marcos Serrano estableció, en un largo artículo titulado "Nuestra gran industria vitivinícola. Necesidad de Unión", una evaluación sobre los intentos anteriores, y un llamado claro a las acciones que ameritaba el porvenir. Por su claridad, nos parece relevante citarlo en extenso: "Pero en este país donde todo se espera de los Poderes del Estado, es preciso que los interesados sacudan de una vez por todas su tradicional apatía y se unan en la buena y en la mala fortuna. Y decimos esto porque sucede en todo orden de cosas que en horas de abundancia todos olvidamos los días de estrecheces que vienen periódicamente, y nada hacemos para hacer perdurar la unión, esa unión que debería ser la bandera y divisa de este gremio tan vapuleado por los Catones de la ley seca, vale decir por los mojigatos y los hipócritas. Algunos ensayos de unión se han llevado a efecto, con varios nombres, pero jamás se ha obtenido una unión que lleve envuelto un deseo sincero de cooperación. Lo uno, sin lo otro, es como querer echar el mar en un vaso. Otro defecto, muy generalizado en estos ensayos de uniones, es que la dirección de ellas ha quedado en manos de los políticos, de los abogados, de los que siempre hacen el papel de "figurones" en este desgraciado país. Jamás se ha entregado la tarea a los propios interesados y he ahí, a nuestro juicio, uno de los errores mayores que se han cometido al fundarse las uniones a que venimos refiriendo. Los verdaderos interesados han estado siempre en minoría, y como los dirigentes no han tenido la capacidad de trabajo, el dinamismo, por decirlo así, que habrían puesto en práctica los propios afectados, ha venido el fracaso tras el fracaso, y solo quedan vestigios y recuerdos más o menos inútiles de tales esfuerzos... ...Felizmente se comienza a reaccionar en el sentido de que nos ocupamos. En todas partes se alzan voces de unión. El Gobierno mismo se ha manifestado dispuesto a terminar con la situación de incertidumbre en que nos encontramos. Un importante diario ha iniciado una campaña en pro de la industria vitivinícola. Aprovechemos, pues, estos buenos síntomas. Para que no nos quedemos como pasa generalmente, a medio camino. Hagamos algo práctico. Lo esencial es la unión. Sin ella nada habremos conseguido. Dejemos a un lado rivalidades y vamos todos juntos a la conquista de esta unión. Y desarrollemos un programa sencillo y práctico de propaganda, de fomento y de verdadera conveniencia nacional. Tomemos los interesados la dirección del movimiento y no lo dejemos en manos de los figurones a que nos hemos referido."52 Preeminencia de actores políticos antes que gremiales, escasa voluntad de participación, desconfianza en el aporte de recursos propios, mezquindad en la colaboración técnica y productiva: una y otra vez las mismas rémoras pesaban sobre la organización de los productores, dejándola por ello indefensa ante los ataques de las asociaciones anti-alcohólicas y a merced de gobiernos -a juicio de los productores- más interesados en la obtención de rentas fiscales que del desarrollo autónomo de la industria viñatera. Como estrategia de solución, el mismo Marcos Serrano elaboró un plan de acción, una estructura que, si bien centralizada, fuera dotada de presencia local por medio de filiales instaladas en las principales zonas vinícolas. Imaginó, al abrigo de las páginas de la publicación periódica que servía de voz a los grandes productores, una Federación de Asociaciones Viti-vinícolas, la cual: "...tendría a su cargo, por ejemplo, la propaganda, defensa y fomento de la industria en el interior y aún la propaganda en el exterior, cuando el caso llegase, y según la colocación que llegue a tomar en su contacto con el Estado. Estudiaría las posibilidades de exportación de vinos y de uva, estaría pendiente de todos los medios de abaratamiento de la producción. Podría estudiar los métodos de cultivo más selectos, encomendar su aplicación en el país. Estudiaría la técnica de la industria para poder responder siempre a las consultas que se hagan, y aún podría llegar a tener un cuerpo -andando el tiempo- de peritos de vinificación, plantaciones, etc., etc. Estudiaría la legislación en vigencia, para proponer a los asociados, o sea a las Asociaciones filiales, las modificaciones que se patrocinarían ante el Gobierno, serviría de consultor al Ministerio respectivo, y quizás así más tarde todo caldo exportado de Chile podría llevar el sello de la Federación."53 Como corolario de toda esta actividad tendiente a la organización, se realizó en Santiago, entre los días 11 y 14 de enero de 1928, el Congreso Vitícola, que entre sus resoluciones -vinculadas fundamentalmente a la realización de una campaña en defensa de la producción de bebidas fermentadas, entendidas tanto como artículos sanos y alimenticios como generadores de riqueza y prestigio para el país-, destacó el hecho de que había llegado la hora de "...que los viñateros debemos contar con nosotros mismos para solucionar en forma los problemas, agrupando a nuestro alrededor a todos los amigos de un Chile agrícola, más rico y más progresista."54 Sin embargo, estos "amigos" de la agricultura pareciera ser que no lograron ni agruparse centralizadamente, ni siquiera cumplir el objetivo menos ambicioso de mantener, al menos, su propia publicación: ya en julio de 1928 La Viña se quejaba de la poca cooperación de los productores y el reducido número de suscriptores.55 Cuatro meses después, la publicación dejó de aparecer. Tomando el relevo, dada la impotencia de los productores asociados por su propia cuenta, el Estado volvió a la carga con su estrategia de establecer cooperativas locales auspiciadas y fiscalizadas por entes públicos, tal y como lo dejó ver el jefe de la Oficina de Defensa de la Raza en 1928, quien consideraba indispensable "...la formación de Cooperativas controladas por el Estado a quienes éste ayudaría largamente con las mismas contribuciones del consumo."56 Al finalizar nuestro periodo de estudio, ya en 1929, se publicó el Reglamento de Cooperativas Viti-Vinícolas, que significó el triunfo de la opción estatal, es decir, la constitución de cooperativas limitadas a zonas vinícolas, encargadas de la instalación de bodegas comunes y procedimientos técnicos que mejoraran la calidad de la vinificación, así como la elaboración de tipos de vino similares en cada una de las zonas, con el fin de estimular el comercio de exportación. Con un notable control estatal, las cooperativas se plegarían a las políticas fiscales antes que representar a sectores determinados de interés, y con ello, facilitarían el camino cada vez más restrictivo que tomó la política pública con respecto a los viñedos nacionales.57 De esa forma, el estudio de las organizaciones e intentos de organización de los productores de vinos nos ha ilustrado en torno a los problemas y conflictos presentes en la elaboración de políticas productivas y comerciales de carácter general, en tanto que en el campo de batalla que representaron los viñedos chilenos se enfrentaron, con estrategias distintas pero fines más bien comunes, los intereses tanto del Estado como de los grandes productores de bebidas fermentadas. Conscientes ambos de la importancia que la industria representaba para la economía nacional, así como para el prestigio internacional que ella podría adquirir gracias a la calidad de sus productos, buscaron aprovechar al máximo los beneficios de la actividad al mismo tiempo que acrecentar sus cuotas de influencia sobre los dueños -grandes, medianos o pequeños- de vides. En un contexto tanto de expansión productiva como de animadversión ante la industria vitivinícola, la dimensión de lo que estaba en juego no se perdió de vista en ningún momento. Ya fuera al alero de la Sociedad Nacional de Agricultura o bajo los auspicios del gobierno de turno -que en este sentido mantienen una gran coherencia desde los gobiernos parlamentaristas hasta la dictadura de Ibáñez-, la viticultura chilena fue considerada un sector requerido de organización y control, de provecho político y potencial económico. A la larga, la batalla parece haberla ganado el Estado, que impuso una organización fragmentaria y localizada, en oposición a los intentos de centralización de los grandes productores. 1 Este artículo es parte de la investigación elaborada en el marco de la realización de la Tesis Doctoral "Historia Social del Alcoholismo en Chile. 1870-1930. Políticas, prácticas, representaciones". El proceso de indagación y redacción contó con el valioso aporte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT), la Dirección de Investigaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile (DIPUC), el Programa de Mejoramiento de la Calidad y la Equidad de la Educación Superior (MECESUP) implementado en el Programa de Doctorado en Historia de la misma Universidad, el Center for Latin American and Caribbean Studies de la State University of New York at Stony Brook y SEPHIS (South-South Exchange Program for Research on the History of Development), instituciones a quienes manifiesto mi agradecimiento. Junto a ello, agradezco los valiosos comentarios de los profesores Thomas Miller Klubock, Julio Pinto V. y Juan Eduardo Vargas C. 2 Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura (en adelante BSNA), vol. IV, n° 18, julio 5 de 1873. p. 336. Más expresivo aún fue el agrónomo Luis Bachelet al opinar: "...ignoro el motivo que puede impulsar a un hacendado chileno a buscar plantas de viñas europeas, teniendo en Chile todas o casi todas las clases que pueblan los viñedos de Francia...". BSNA, Vol. V, n° 18, julio 5 de 1874. 3 BSNA, Vol. VI, n°3, noviembre 20 de 1874. p. 45. 4 BSNA, Vol. VIII, n° 11, marzo 20 de 1877. p. 197. En el panegírico publicado en el Boletín de la SNA con motivo de la muerte de Silvestre Ochagavía, se lo ubicaba dentro de los primeros prohombres de la vitivinicultura nacional, siendo ejemplo de aquellos productores visionarios que empezaban a destacar en la industria del vino en Chile: "El difunto fue casi el primero en reconocer la admirable disposición de los terrenos de Chile para la introducción de la vinicultura moderna. No se conformó con importar cepas de los viñedos franceses más afamados, sino que contrató también a un vinicultor inteligente que, por sus conocimientos teóricos i experiencias prácticas, contribuyere a llevar la industria vinícola de Chile a este grado de perfección que jamás dejó de constituir su ensueño más acariciado..." BSNA, Vol. XIV, n° 6, enero 5 de 1883. p. 121. De igual forma, la muerte de Julio Menadier en medio de la pobreza, tras haber sido uno de los principales colaboradores de la Sociedad Nacional de Agricultura e incansable impulsor del desarrollo vitivinícola, es expresivo de la poca consistencia de las acciones emprendidas por los productores para el desenvolvimiento dinámico de ésta. Como forma de pagar sus servicios, con motivo de su muerte, en las páginas del Boletín se expresó: "El Sr. Menadier ha muerto pobre, sin legar a sus hijos otra cosa que la memoria de un hombre honrado, que dio a su patria adoptiva, al dedicarle su preciosa inteligencia e incansable actividad, todo lo que poseía sobre la tierra. El Directorio de la Sociedad Nacional de Agricultura, interpretando dignamente la voluntad de sus socios, ha costeado los modestos funerales del Sr. Menadier i acordado a sus hijos una pequeña pensión por los meses que restan del presente año." BSNA, Vol. XVIII, n° 23, septiembre 20 de 1887. p. 748. 5 BSNA, Vol. VIII, n° 14, mayo 5 de 1877. p. 257. Las materias primas y reproductivas a las que se hace alusión son fundamentalmente la maquinaria de cosecha y vinificación, los barriles y duelas que permitieran mejor almacenamiento y transporte, las botellas y los corchos. Sobre las botellas, es ejemplificador el dato que aporta José del Pozo al indicar que hasta inicios del siglo XX, éstas eran importadas, alcanzándose, entre 1884 y 1900, la enorme cantidad de más de 70 millones de unidades. José del Pozo, Historia del vino chileno. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1999, p. 126. De igual manera, ya en 1873 los productores se quejaban de los altos aranceles que debían pagar los artículos importados requeridos para la fabricación y embotellamiento del vino, como cajones, barriles, lacres, botellas, duelas y sunchos, productos los cuales soportaban derechos de internación fijados entre el 15 y 25% de su valor. BSNA, Vol. IV, n° 21, agosto 20 de 1873. pp. 391-396. Diez años después, se nos informa que la cantidad de corchos importados alcanzó a los 100.000 kilogramos, llegando a más de 40 millones las unidades ingresadas a través de las distintas aduanas. Se evidenciaba de ese modo la necesidad de desarrollar los cultivos de alcornoque presentes desde el Huasco hasta la zona del Maule. BSNA, Vol. XIV, n° 15, mayo 20 de 1883. pp. 325-327. Casi 20 años más tarde, el enólogo Juan Charlin se quejaba que "...los vinos, los alcoholes finos, no encuentran en los bosques nacionales duelas aparentes ni para la conservación ni para la exportación de estos productos en buenas condiciones." BSNA, Vol. XXXIII, n° 9, febrero 6 de 1902. p. 231. 6 BSNA, Vol. XIII, n° 5, diciembre 20 de 1881. p. 88. Al concluir, se expresa, de forma esperanzada, que "...informes fidedignos aseguran, que la mayor parte de las nuevas viñas no se destinarán a surtir de chicha, chacolí i aguardientes chibatos el consumo interior, sino de burdeos, vinos de postre i coñac el comercio exterior...". 7 Gundian, A., La vinicultura en el Departamento de Cauquenes. Su presente i su porvenir. Carta dirigida a la Sociedad de Fomento Fabril, Imprenta "Central del Comercio", Santiago, 1884, p. 19. 8 Una descripción general sobre el origen de los mayores viticultores y las principales viñas de Chile en el periodo anterior a 1900 se puede encontrar en Alvarado Moore, R., El vino en la historia de Chile y el mundo, Origo ediciones, Santiago, 2003, pp. 114-123. 9 Del Pozo, J., Historia del vino chileno, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1999, pp. 120-121. 10 BSNA, Vol. XX, n° 18, septiembre 20 de 1889. p. 669. Debe anotarse aquí que los vinos que participaron en la representación chilena en París eran aquellos considerados como los mejores y más afamados, producidos con el mayor cuidado y bajo la responsabilidad de los más prestigiosos viticultores nacionales. 11 BSNA, Vol. XX, n° 21, noviembre 5 de 1889. pp. 800-801. 12 BSNA, Vol. XXIV, n° 18, septiembre 20 de 1893. p. 584. 13 Boletín de la Sociedad Nacional de Viticultores (en adelante BSNV), 1897. p. 71. 14 BSNV, 1900. p. 29 15 Del Pozo, Op. cit. pp. 129-130. 16 BSNA, Vol. XXXIII, n° 9, febrero 27 de 1902. pp. 226-231. 17 BSNA, Vol. XXXIX, n° 3, marzo 15 de 1908. p. 167. Meses después, se insiste en el mismo punto: "El estado actual en que se encuentra la viticultura se puede definir del siguiente modo: gran producción, pero la mayor parte de mala calidad. Los vinos corrientes, que son los que predominan, adolecen de defectos que los hacen impropios para la exportación, i aún para el consumo de los mercados del norte, no prestándose, por otra parte, para ser elaborados por bodegas de primera clase." BSNA, XXXIX, n° 5, mayo 15 de 1908. p. 317. 18 BSNA, Vol. XXXVIII, n° 7, julio 15 de 1907. p. 407. Se agrega: "El mismo Encargado de Negocios podrá invertir 500 libras [$9.410] en la adquisición de los útiles necesarios para la instalación de un laboratorio de enología." 19 BSNA, Vol. XXXIX, n° 7, julio 15 de 1908. p. 402. La contratación de Canu debe ser vista como la adquisición de un empleado público dotado de conocimientos y técnicas que hasta ese momento habían quedado reservadas solo para los más grandes y acaudalados dueños de viñas, los cuales desde fines de la década de 1870 habían contratado de modo particular los servicios de enólogos franceses, tales como Labouchere, Pierre Godeffroy Durand, Fernando Saligne y M. Pressac, entre otros. Alvarado M., Op. cit., pp. 114-121. 20 El Agricultor. Revista Mensual Agrícola Ilustrada. Órgano de la Sociedad Nacional de Agricultura. Santiago de Chile, junio de 1916. p. 151. Con respecto a la formación de los ingenieros agrónomos en el período, José del Pozo indica que: "...desde 1872 existía la carrera de ingeniero agrónomo, como parte de las actividades del Instituto Nacional. A partir de 1883 se creó la asignatura de viticultura y vinificación, que era la primera especialidad en el currículo de los alumnos, ya que hasta entonces se enseñaban solo materias generales, como Agricultura, Zootecnia y Botánica. Otra especialidad que apreció al mismo tiempo fue la Arboricultura y Horticultura...". Junto a ello, en 1904 la Universidad Católica creó su primera Escuela Agrícola, en tanto que la Universidad de Chile lo hizo en 1928. Del Pozo, Op. cit. pp. 129-130. 21 BSNA, Vol. XXXIX, n° 10, octubre 15 de 1908. pp. 591-594. 22 La Viña, año II, n° 8, marzo de 1928. p. 73. Se informa así mismo que "...este establecimiento ocupa ahora un hermoso pabellón que se constituyó especialmente para este objeto en 1912 y consta de numerosos laboratorios, modernamente equipados, a fin de que puedan llenar sus necesidades de investigación y fomento..." 23 BSNA, Vol. XXVI, n° 9, mayo 5 de 1895. pp. 245-246. 24 BSNV, 1897, p. 565. En la misma publicación, se anota la opinión del enólogo Octavio Ottavi, que en su Viticultura teórico-práctica comentaba: "En Chile existen excelentes variedades de cepas; a pesar de esto se fabrica un vino turbio y agrio que sin embargo no carece de color ni de fuerza...". 25 BSNA, Vol. XLV, n° 12, 15 de diciembre de 1914. pp. 721-722. Para el autor: "...es llegado el momento de introducir modificaciones en la vinicultura, cambiar nuestros sistemas de producción, fabricar vinos licorosos similares a los que se producen en Austria Hungría, España, Francia, Italia i Portugal i que se importan al país en grandes cantidades." 26 BSNA, Vol. XLIV, n° 8, agosto 15 de 1913. p. 505. Una de estas bodegas de mejor calidad y capacidad productiva es visitada por el corresponsal de El Agricultor -publicación de continuidad del Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura- en 1916, en Lontué: "...el establecimiento industrial de la Sociedad Vinos de Chile, cuyo objeto es servir de recolector de los mejores vinos de las provincias cercanas, de cuya elaboración se encarga, para enseguida entregar al consumo los vinos perfectamente trabajados." El Agricultor, junio 1916. p. 130 27 BSNA, Vol. LX, n° 11, noviembre 11 de 1928. 28 BSNA, Vol. VI, n° 3, noviembre 20 de 1874. p. 44. Cursivas en el original. 29 BSNA, Vol. VIII, n° 14, mayo 5 de 1877. p. 258. 30 BSNA, Vol. XI, n° 9, febrero 20 de 1880. p. 192. 31 BSNA, Vol. XIX, n° 21, agosto 20 de 1888. pp. 651-655. 32 BSNA, Vol. XIX, n° 22, septiembre 5 de 1888. pp. 712-725. 33 BSNA, Vol. XXVI, n° 19, octubre 5 de 1895. pp. 591-592. 34 BSNV, 1897. pp. 553-554. 35 BSNA, Vol. XXVI, n° 20, octubre 20 de 1895. pp. 633-641. 36 BSNV, año I, 1897. pp. 2-3. 37 Alvarado Moore, R., Op. cit., p. 115. 38 BSNV, año I, 1897. p. 71. 39 BSNA, Vol. XXXV, n° 45, noviembre 10 de 1904. p. 794. Tres años después, se confirma la desaparición de la SNV, y se valora la existencia de la sección viticultura de la SNA: "Extinguida la Sociedad de Viticultores, esa sección es hoy día la más genuina i autorizada representante de la industria vinícola, i a ella le corresponde la iniciativa." BSNA, Vol. XXXVIII, n° 9, septiembre 15 de 1907. pp. 547-548 40 BSNA, Vol. XLIV, n° 8, agosto 15 de 1913. pp. 505-510. 41 BSNA, Vol. XLV, n° 2, febrero 15 de 1914. pp. 79-81. 42 BSNA, Vol. XLV, n° 7, 15 de julio de 1914. p. 395. 43 Boletín de Sesiones Extraordinarias del Senado (en adelante BSES), 1915-1919. Debates. Sesión 67° en 7 de marzo de 1916. p. 1281. Esta opinión se reafirma, en términos de la ausencia total de algún tipo de organización eficiente de los viticultores, por el hecho de que: "...hacia fines de la guerra mundial, ciertos comerciantes franceses se interesaron por adquirir grandes partidas de vino chileno, a fin de reemplazar los vinos franceses, que, a causa de las hostilidades, y por la destrucción de los viñedos, habían disminuido fuertemente su producción. Pero esta petición francesa no pudo ser acogida, debido a que tomó de sorpresa a los productores nacionales que no pudieron afrontar esos compromisos, debido a su total desorganización." Concha Garcés, H., Importancia Económica de la Industria Viti-Vinícola en Chile. Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile, imprenta "El Imparcial", Santiago, 1937, p. 86. 44 El Agricultor, abril de 1918. p. 67. 45 Una posición que puede definirse como intermedia fue la que levantaron los miembros de la Liga Nacional contra el Alcoholismo en marzo de 1916, en tanto solicitaban al Gobierno la instalación de Sindicatos de productores de bebidas alcohólicas, con el fin de ejercer un mayor control sobre la calidad y cantidad de sus producciones. Gentilini, B, El Alcoholismo. Artículos ilustrativos para una campaña anti-alcohólica. Segunda Edición, aumentada y completamente refundida por el autor. Apostolado de la Prensa, Santiago de Chile, 1920, p. 128. 46 Zañartu Prieto, E., y Galanti, A., En defensa de la raza, de la viticultura y de la solución práctica del problema del alcoholismo. Por el Senador de Concepción Sr. Enrique Zañartu Prieto y por el Sr. Armino N. Galanti, Director de Industrias de la Provincia de Mendoza. Liga Chilena de Higiene Social, Santiago de Chile, 1926, p. 61. 47 Ibid. pp. 62-69. El mismo senador preguntó a sus pares, en referencia a esta situación: "¿No creen sus señorías que en lugar de entregar ese dinero a la asociación, habría ventaja en que el Estado invirtiera el millón quinientos mil pesos en comprar vinos ordinarios de veinte centavos el litro, por ejemplo, y los botara en seguida, con el plausible objeto de disminuir el alcoholismo y proteger a un número considerable de viñateros? ¿No es verdad que con este sistema se protegería a una cantidad de viñateros pobres, se produciría un gran vacío que entonaría los precios; en una palabra, se llenarían mejor los fines de la ley?" p. 70. 48 Ibid. p. 132. 49 Ibid. p. 169. 50 La Viña, año I, n° 2, septiembre de 1927. pp. 18-19. 51 Ibid., año I, n° 5, diciembre 1927. pp. 14-15. 52 Ibid., año I, n° 4, noviembre de 1927. pp. 3-4. Paradójicamente, uno de los más destacados líderes de la lucha contra el alcoholismo, el doctor Carlos Fernández Peña, coincidía en lo central con los representantes de los productores, al señalar a éstos en 1926: "Yo ruego fijar la atención a todos los vinicultores chilenos, en que es esencial abandonar este estrecho individualismo que está destruyendo nuestra vida nacional, por el de la más amplia cooperación por una doble razón: por patriotismo y por negocio. Por patriotismo, porque los productores nacionales deben estar organizados como los extranjeros para triunfar en la lucha económica, para evitarnos esta vergüenza nacional de que la vinicultura argentina, que data de muy pocos años, haya derrotado por su organización y pronto derrotará por la calidad de sus productos a la vinicultura chilena, que nació en los albores de nuestra independencia. Por negocio, porque con el régimen individualista actual, nuestros comerciantes mayoristas y bodegueros explotan a la inmensa masa de nuestros veinte mil viñateros en los años de abundancia, pagándoles sus cosechas a vil precio, y en los años de escasez, no remunerándoles debidamente el esfuerzo de sus trabajos, sin hacer nada para evitar la desvalorización del producto." Fernández Peña, C., Proyecto de Reforma de la Ley de Alcoholes. Redactado por el Dr. Carlos Fernández Peña por encargo de las tres instituciones [Asociación de Educación Nacional, Liga Chilena de Higiene Social y Liga Nacional contra el Alcoholismo] y en Defensa de la Raza, de la Viticultura y de la solución práctica del problema del alcoholismo. Patriótica cooperación a la labor de S.E el Presidente de la República Exmo. Señor Carlos Ibáñez del Campo y del Congreso Nacional, establecimientos gráficos "Balcells & Co.", Santiago, 1928 53 La Viña, año I, n° 5, diciembre de 1927. p. 6. Como introducción a la necesidad urgente de estas medidas, el autor expresaba: "Es verdaderamente increíble que todos los gremios de diversas actividades, ya sean patronales, como de empleados, ya sean de atletismo, sportivas, etc. tengan sus organismos centrales. Y la gran industria viti-vinícola, la primera del país, por sus cuantiosos capitales en giro, la primera del país por los ciudadanos que viven a su sombra, la primera del país, por tratarse de una industria agrícola, unida a nuestra madre Naturaleza en forma tan elocuente como noble, no tenga una directiva común que le permita cuidar de sus intereses y afianzar su porvenir." 54 Ibid., año I, n° 6, enero 1928. p. 4. La SNA saludó la realización de este Congreso en los siguientes términos: "La constitución de un gremio de todos, o por lo menos de la mayoría de los viti-vinicultores, creemos que podrá ser la mejor prueba de convencimiento que se daría al Gobierno para que vea la necesidad que hay de ayudar a la explotación de esta riqueza nacional y lo convencería, también, de que es un profundo error confundir la política represiva del alcoholismo con la funesta persecución que se ha hecho en casos por lo demás lamentables a los intereses de la viti-vinicultura." BSNA, Vol. LX, n° 1, enero de 1928. p. 3. 55 La Viña, año II, julio de 1928. p. 168. 56 Revista Médica de Chile, Tomo LVI, 1928. p. 202. 57 BSNA, Vol. LXI, n° 8, agosto de 1929. pp. 490-498.
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