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Universum (Talca)

versión On-line ISSN 0718-2376

Universum v.23 n.2 Talca  2008

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-23762008000200012 

Revista Universum N: 23 Vol.2: 203-207 , 2008

ENSAYOS

Novelando Voces. En Lisboa Con António Lobo Antunes

 

Javier Pinedo (*)

(*) Doctor en Literatura, Universidad de Lovaina. Académico del Instituto de Estudios Humanísticos Juan Ignacio Molina, de la Universidad de Talca.


 

António (con acento) Lobo Antunes, enciende el cigarrillo con la colilla del anterior, una y otra vez, fumando sin considerar las consecuencias, como si los días que restan no le importaran, y lo único válido fuera su obra literaria. Es el miércoles 20 de febrero de 2008 en su casa en Lisboa. No es una entrevista sino una conversación. Me dice que el lunes siguiente comenzará una nueva novela. Que está aterrado y junta los dedos marcando la sensación del pálpito. Después se ríe y dice: "Tengo vendidas novelas que no he escrito".

Es conocida su personalidad aislada. No tiene teléfono ni mail, y llegar a su departamento resulta casi imposible (un par de horas antes, me llamaron al hotel con una dirección que debía entregar al taxista y borrar de inmediato). Un hombre, muy agradable y refinado que pasa sus días fumando, leyendo y recuperando voces escuchadas alguna vez. Un hombre solitario en extremo. No da entrevistas, no asiste a los lanzamientos de sus libros ni a programas de TV., que considera como "ejercicios de vanidad" Lobo Antunes, cita a Nabokov, quien sólo daba entrevistas si él mismo se hiciera las preguntas.

Autor de una novelística muy autobiográfica, pertenece a las familias aristocráticas portuguesas, una familia de médicos, como él mismo, como su padre y su abuelo y varios de sus hermanos; su querido abuelo António, monárquico, conservador, católico y salazarista, que lo llevó en auto, a los 7 años, desde Lisboa a Italia para hacer la primera comunión y recorrer Europa, mostrándoles museos y catedrales que el niño no comprendía, como el Prado de Madrid, del que recordará a Goya y Velásquez. Para siempre.

Lobo Antunes se ha ido alejando de su grupo social, desde su participación como médico en la guerra de Angola, una de las últimas pérdidas ultramarinas del Imperio Portugués, y que encierra una situación política crucial de la Guerra fría: la aparición de periferias que se incorporan al centro mundial, la presencia de Cuba en África, y la constitución de un triángulo cultural y político interesante: África, América latina, la Europa del Mediterráneo, Portugal. "...en la guerra los que morían eran chicos muy jóvenes, los soldados tenían veinte años, yo mismo era teniente y tenía veinticuatro. Nosotros teníamos un juego macabro que consistía en ir por las tardes donde estaban los ataúdes. Recuerdo aquel pequeño almacén donde se apilaban las urnas y decir: ¿Cuál va a ser la mía?", declaró alguna vez.

"... me sentía heredero de un viejo país desmañado y agonizante, de una Europa repleta de forúnculos de palacios y de cálculos en la vejiga de catedrales enfermas...", escribe En el culo del mundo.

De regreso a Lisboa, se opuso a la dictadura de Salazar ("un hombre que murió virgen", me dice ¿Cómo lo sabes? "Es lo que se dice"), y más tarde, la revolución de los Claveles, al ritmo de "Grandola Vila Morena", cantada por José Afonso, el 25 de abril de 1974, cuyo ideólogo fue su gran amigo, el oficial de ejército Ernesto Melo Antunes, una revolución en la que los ecos de Mayo del 68 y los procesos de liberación en América latina, todavía están presentes. Más tarde, candidato por el partido comunista en los 80, y luego muy crítico de la cultura de ese partido, hasta una posición de aislamiento actual.

Desde los años 90, ha sido mencionado reiteradamente como candidato al Premio Nobel, aunque muchos de sus compatriotas se oponen que le otorguen ese premio a alguien que escribe en contra de Portugal. Alguien que decidió ser escritor a los 7 años, y que comenzó publicando novelas con una historia, personajes, escenas y diálogos; pero con un fuerte estilo poético traducido en el uso frecuente de metáforas e imágenes.

En esta categoría están sus primeras obras: Memoria de elefante y Os cus de Judas, (ambas de 1979), en mi opinión una de las más altas expresiones narrativas de la literatura europea actual, por la alta concentración de poesía y prosa.

Lobo Antunes, rápidamente comprendió que no quería recrear el mundo con escenas inventadas, ni descripción de personajes, sino recuperar las voces de una época, y en sus siguientes novelas: Las naves (1988), Tratado de las pasiones del alma, (1990), El orden natural de las cosas (1992), Manual de los inquisidores (1996), se propone desarticular el arte de novelas. Manual de inquisidores (1996), una novela ambientada durante la dictadura de Oliveira Salazar, aunque ese nombre, ni la palabra dictadura, nunca aparezcan en ella; Lobo Antunes modifica su estética y se permite la máxima libertad en el uso de los puntos ortográficos, en la eliminación de los verbos introductorias a los diálogos, y especialmente en la descripción de personajes que viven una historia creíble y lineal.

Desde entonces sus novelas están constituidas por voces casi sin cuerpos, fragmentos de diálogos, voces que en la misma página repiten una y otra vez, las mismas palabras que quedaron en la memoria y que desaparecerán con ésta. Voces que guardan la historia personal y social. Voces como la sutil vibración de la mandolina que acompaña al melancólico fado, cantado por Katia Guerreiro, con letra del novelista portugués.

Lobo Antunes, en un intento experimental casi suicida, la búsqueda de una forma de escribir en la que el habla reproduzca una palabra verdadera, ha optado por la obsesiva preocupación de corregir y corregir cientos de veces (de voces), lo que escribe hasta alcanzar las "palabras primas", me dice, en sentido matemático: "las que son solamente divisibles por sí mismas y por la unidad, a esas hay que llegar".

Sin embargo, rechaza la influencia de James Joyce y su largo monólogo en el Ulises, como desconoce la influencia de Claude Simon, al que dice no haber leído.

Cuando le pregunto a quién recuerda entre los latinoamericanos, dice que su novela más presente es Paradiso de Lezama Lima, y por supuesto las experimentaciones de Cabrera Infante en Tres tristes tigres, constituida por voces de la calle. También Juan Rulfo. "Lezama me maravilló, Paradiso, Oppiano licario, también su poesía; todo lo que sale de su mano, me gusta. Eliseo Diego, un gran poeta cubano un poco olvidado, pero me gusta mucho".

Dice que no coincide con los novelistas demasiado estructurados. "Tratado de las pasiones del alma", dice irónicamente, "es un título de Descartes que es menos lógico de lo que se cree, era casi un loco. Escribió un libro sobre los animales de la luna, cómo se explica eso. Era un lunático disfrazado. Siempre me ha aburrido la manera como se ha mirado a Descartes".

Y luego declara su distancia absoluta, con Borges y García Márquez. Del primero por el uso de una lógica casi matemática en la arquitectura de sus cuentos, completamente lejana en Lobo Antunes. Del segundo por la creación de situaciones y personajes más fuertes que la propia obra narrativa.

Aunque estará de acuerdo con el argentino, cuando en Una flor amarilla, declara que una obra literaria no reproduce la realidad sino que es un objeto que se agrega a la realidad. Pero, mientras el primero cree que ese objeto debe funcionar con las leyes de la inteligencia, la sorpresa, y la cultura; el portugués, sólo confía en su capacidad para reproducir voces humanas, anteriores a la expresión lógica.

De José Donoso ha leído poco. En portugués conoce, por que está traducido El Obsceno de pájaro de la noche, "un gran libro, pero lo conozco poco. Aquí en Lisboa, conocí a Roberto Matta un pintor chileno. ¿Está vivo?"

Le digo que no, y me pregunta qué tan bueno era. Le digo que de los mejores entre los surrealistas. No lo puede creer. "A mí me quería mucho y siempre me invitaba a su casa en París y cuando viajaba lo visitaba. Creo que allí conocí a Donoso. Pero, me acuerdo muy bien de Matta, un hombre muy simpático, ingenioso, encantador. Si le hubiera pedido cualquier cuadro me lo hubiera dado. Un hombre muy divertido, muy mujeriego. Siempre con la mano suelta... tengo muchas fotos con él. Hablaba poco de su trabajo, siempre estaba bromeando. Nunca he visto deprimido a ese hombre. Y por allí me encontré con José Donoso".

La de Lobo Antunes, se trata de una narrativa que intenta descifrar los códigos históricos y culturales de una sociedad tan compleja y con una historia tan larga como la de Portugal, que levantó un refinado imperio, extendiendo sus fronteras hasta la India y que colonizó parte de China; un Imperio que levantó Iglesias a la "Madre de Deus", conventos jesuitas y "Santas casas da Misericordia", Hogares para ancianos y pobres, que enseñó a construir los más hermosos azulejos y las más suaves telas de hilo, y también casas de cambio y bancos comerciales. Un imperio, que con el surgimiento de la modernidad, como nosotros en América latina, cayó en la marginalidad, respondiendo ante esa modernidad desde la utopía, el repliegue sobre sí mismo, o soñando con el pasado perdido, para evitar los problemas del presente y el porvenir.

Sin embargo, la literatura de Lobo Antunes es lo opuesto a una literatura histórica o realista. La suya, reproduce un flujo de conciencia continuo de un narrador que es una voz y que a su vez se constituye en un lenguaje de una época. Un largo monólogo, podríamos decir, o de diálogos no siempre con respuesta. Ni el tiempo, ni la narración son aquí una flecha lineal: son círculos que giran sobre sí mismos, la esencia del barroco, una palabra, como se sabe, de origen portugués.

António Lobo Antunes, toma un libro de la repisa, el de María Luisa Blanco, y riéndose se cita a sí mismo: "Lo que pretendo es trasformar el arte de la novela, la historia es lo de menos, es un vehículo del que te sirves, lo importante es transformar ese arte, y hay mil maneras de hacerlo, pero tú tienes que encontrar la tuya. La intriga no me interesa, lo que yo quisiera es que no me leyeran, sino que vivieran el libro. Las emociones son anteriores a las palabras y el reto es traducir esas emociones, intentar que las palabras "signifiquen" esas emociones. Ése es el desafío imposible, y el que yo creo que se debe intentar (...) Creo que era Goethe el que decía que nuestra grandeza está en no llegar nunca. Sí, es un ejercicio imposible porque sabes que nunca llegarás a donde quieres llegar".

Me ofrece un vino dulce y dice "que trabaja todo el día todos los días, doce horas diarias, no salgo de este departamento, no voy a ninguna parte, no tengo entretenciones, sólo pienso en cómo debo escribir".

En un mundo en el que la literatura se ha transformado en una entretención más, la de Lobo Antunes, visitado frecuentemente por las musas, intenta una prosa muy diferente a la que se publica hoy. Una prosa lírica ("epopeya lírica", dice él, "novela polifónica") si esos conceptos no estuvieran ya tan repetidos. "Al final, para mí todo es lenguaje".

No son novelas siempre fáciles de leer, o no de aquellas que el público espera. Estas poseen una arquitectura muy compleja, personajes desdibujados, poca anécdota, y todo se afirma en voces que se cruzan. Son voces, son formas de lenguaje, palabras, expresiones que nos explican quién habla, como habla, de qué medio social proviene. Los lectores del futuro, al leer las novelas de António Lobo Antunes, sabrán muy poco de las historias personales de los portugueses del siglo XX, en cambio, sabrán mucho de cómo hablaban esos portugueses y cuáles eran las voces y las emociones que tenían ocultas en sus cabezas o corazones.

¿Que por qué escribo?, "Pregúntale a un manzano por qué da manzanas"


Correspondencia a: Correo electrónico: jpinedo@utalca.cl

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