INTRODUCCIÓN
El estudio de la metropolización latinoamericana se ha realizado mayoritariamente respecto de las grandes capitales del continente, invisibilizando otros sistemas urbanos (Maturana y Rojas, 2015).
En el caso chileno, Santiago de Chile, la capital, es el referente casi exclusivo, incluso desde el lenguaje y la administración del Estado2. Sin embargo, otros sistemas urbanos han desarrollado procesos metropolitanos a partir de ciudades intermedias, y no necesariamente estarían repitiendo el modelo de las grandes ciudades. Gran Valparaíso o Gran Concepción son dos áreas metropolitanas reconocidas como tal en Chile3, pero no tienen equivalencias exactas con la estructura del Gran Santiago, sino que evidencian el actuar conjunto de varias ciudades intermedias en un sistema conurbado.
Estudios sobre las transformaciones morfológicas de ciudades intermedias, como Los Ángeles y Chillán (Azócar, Sanhueza, y Henríquez, 2003; Azócar et al., 2007; Azócar et al., 2008; Henríquez, 2009) se han desarrollado sobre la base de modelos tradicionales de metropolización e interpretan, por tanto, patrones estructurales similares a los identificados en las grandes ciudades latinoamericanas. En el caso de sistemas de ciudades intermedias, el trabajo de Hidalgo, de Mattos y Arenas (2009) aglutina investigaciones en los sistemas de San Felipe-Los Andes (Arenas, Hidalgo y Aliaga, 2009), Quillota-La Calera (Negrete e Hidalgo, 2009) y Rancagua-Machalí (Arenas, Hidalgo y Aliaga, 2009), pero estos quedan en un nivel de análisis regional, sin profundizar en los patrones morfológicos de la configuración metropolitana. Desde un análisis funcional, Napadensky y Orellana (2019) han explorado los casos del Gran La Serena, Gran Concepción y Gran Puerto Montt, advirtiendo tendencias divergentes respecto de las grandes ciudades latinoamericanas. Con todo, muchos autores coinciden en que las investigaciones en el campo son incipientes y que los modelos que explican sus fenómenos son exploratorios (Garín, Salvo y Bravo, 2009; Maturana y Rojas, 2015; Henríquez, 2014).
Con el propósito de avanzar en la comprensión de los procesos de metropolización de sistemas urbanos intermedios, se analiza el caso del Gran La Serena, teniendo el objetivo de caracterizar y explicar sus patrones morfológicos. Se toma como punto de inicio 1952, con la finalización de las obras del Plan Serena (1948-1952), y como punto final el último levantamiento aerofotográmetrico y de datos censales completos, realizado en 2012.
Utilizando principalmente fuentes documentales, complementadas con observaciones de campo y trabajo de laboratorio, se caracteriza, primero, la estructura urbana y su evolución en el tiempo, identificando y describiendo los hechos urbanos y factores que han incidido en su conformación. A continuación, se hace una síntesis de los patrones y fenómenos morfológicos del caso de estudio; y, finalmente, se buscan explicaciones a los procesos evidenciados a partir de la geohistoria y los factores contextuales de su desarrollo.
MARCO TEÓRICO
ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DE LA METROPOLIZACIÓN
En Latinoamérica, la metropolización de las capitales a inicios del siglo XX estuvo asociada a la industrialización (Buzai, 2014). A partir de la crisis económica de la década de 1930 y la segunda guerra mundial, en la década de 1940, se desarrollaron iniciativas de industrialización secundaria para sustituir importaciones.
Esto estuvo vinculado a transformaciones en las relaciones urbano-rural, en la estructura y rol del Estado y en su relación con la ciudad. Las ciudades capitales -sede del poder estatal y económico- experimentaron grandes trasformaciones expansivas de población y superficie, complejizando su estructura social (Borsdorf, 2003).
Este fenómeno ha sido modelado por la academia desde el último tercio del siglo XX, pretendiendo explicar el proceso de metropolización de la ciudad latinoamericana. De estos se destacan, por cuanto corresponden al producto final de una línea de investigación y han tenido gran influencia en las investigaciones urbanas del subcontinente, los siguientes modelos:
Modelo generalizado de la estructura de la ciudad latinoamericana (Griffin y Ford, 1980; Ford, 1996) (Figura 1, A).
Modelo de ciudad latinoamericana (Borsdorf, Bähr y Janoschka, 2002; Borsdorf, 2003) (Figura 1, B).
Modelo socioespacial de la metrópolis latinoamericana. (Bähr y Mertins, 1981; Mertins , 2003) (Figura 1, C).
Modelo conceptual-espacial de la ciudad de América Latina (Buzai, 2014) (Figura 1, D).
Si bien los cuatro modelos presentan características particulares, comparten patrones comunes del crecimiento de la mancha urbana, en la que conviven simultáneamente fenómenos de implosión y explosión urbana (Soja, 2008; Sousa, 2010; 2015), configurando una estructura urbana compacta y difusa (Abramo, 2012), donde persisten las matrices formales previas -fundacionales e industriales- junto a fenómenos de dispersión espacial en el territorio, característicos de la posmodernidad (Soja, 2000/2008; Cacciari, 2010; de Mattos, 1999; 2010). Todos los modelos plantean que la metropolización latinoamericana conserva el centro fundacional como el núcleo del sistema, en torno al cual se desarrollan, primeramente, expansiones concéntricas; luego, crecimientos sectoriales; y, por último, dispersión periférica y fragmentación interna (Janoschka, 2006) (Figura 1). El modelo elaborado por Borsdorf, Bähr y Janoschka (2002) expone esta evolución morfológica en fases, la que es posible identificar en la geohistoria de la mayoría de las grandes capitales de Latinoamérica (Figura 1, B).

Fuente: (A) Ford (1996, p. 428); (B) Borsdorf (2003, p. 39); (C) Korbi (2005, p.33); (D) Buzai (2014, p. 252).
Figura 1: Principales modelos de la ciudad latinoamericana.
METROPOLIZACIÓN DE CIUDADES INTERMEDIAS
Una de las mayores dificultades en el estudio de las ciudades intermedias es su definición. La más utilizada alude a su rol en los sistemas urbanos nacionales, intermediando entre el territorio y las grandes metrópolis (Maturana et al., 2017). En este contexto, las ciudades intermedias establecen redes de relaciones con otros núcleos urbanos (Llop et al., 2019), tendiendo a generar procesos de conurbación, tanto en su dimensión funcional, que involucra las dinámicas del conjunto, como física, que hace referencia al fenómeno de encuentro entre las estructuras urbanas (Véliz, 1995; Moreno, 2010; Patiño, 2010; Larrosa, 2012).
En Chile, el funcionamiento conjunto de unidades urbanas intermedias ha originado procesos de metropolización que aún no tienen definición clara, por lo que se las ha identificado como “complejos urbanos” (Hidalgo, Arenas, y Aliaga, 2009) “aglomerados intermedios mayores” (Martínez, Altman, y Rodríguez, 2013), “conurbaciones” (Maturana, 2015) o “sistemas urbanos intermedios” (Napadensky, Monti, y Villouta, 2017). Estos sistemas urbanos intermedios, como unidades de características particulares, no siempre responden a lo caracterizado en la literatura especializada, sino que, como una nueva forma de metropolización, parecen tener más relación con las conurbaciones observadas por Patrick Geddes (2009) que con los modelos tradicionales de la ciudad latinoamericana.
METODOLOGÍA
Para profundizar el análisis de los sistemas urbanos intermedios se utiliza un estudio de caso de alto valor teórico. Siguiendo el enfoque geohistórico de Soja (2008), se cartografió el crecimiento urbano del Gran La Serena en base a diversas fuentes que, según su propósito, se clasifican en:
Antecedentes de historia local: Incluye publicaciones históricas, periódicos locales, leyes y decretos, publicaciones digitales, artículos de revistas y archivos municipales y ministeriales.
Información espacial: La restitución de 2012 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) sirve de base para el estudio, la que se complementa con coberturas censales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), fotografías aéreas y satelitales, planos históricos y documentos municipales del Servicio de Vivienda y Urbanismo (SERVIU), además del levantamiento de información en terreno.
ANÁLISIS DE LA EVOLUCIÓN MORFOLÓGICA
El análisis se organizó en seis periodos históricos, en los cuales se identificaron los factores que incidieron en el desarrollo urbano y las formas de crecimiento, como también el modo en que la configuración espacial fue dando pie a acciones de los distintos agentes urbanos. Se inicia con los resultados del Plan Serena (1955); el segundo y tercer periodo corresponden a la expansión urbana experimentada en los años 1960 y 1970; los periodos cuarto y quinto corresponden a los periodos intercensales; y el último da cuenta de los hechos y tendencias más recientes.
A partir del análisis geohistórico, se sintetizan los patrones morfológicos del proceso de metropolización y se buscan explicaciones en particularidades del caso y sus factores contextuales.
CASO DE ESTUDIO
El Gran La Serena se ubica en la región de Coquimbo (Figura 2, A). Esta región tiene tres provincias: Elqui, Limarí, Choapa (Figura 2, B). El caso de estudio se encuentra en la Provincia de Elqui (Figura 2, C), que está dividida en seis comunas. Las comunas de La Serena, con 221.054 hab., y Coquimbo, con 227.730 hab., concentran el 74,4 % de la población regional. Las áreas urbanas de estas dos comunas conforman el Gran La Serena, uno de los sistemas urbanos de mayor crecimiento poblacional del país (Tabla 1).
Tabla 1: Crecimiento de población y área urbana del Gran La Serena.
Año | Población | Tasa de Crecimiento Anual | Área (Ha) | Tasa de Crecimiento Anual | Densidad (Hab./Ha) |
---|---|---|---|---|---|
1940 | 40.605 | 298,659 | 135,96 | ||
1952 | 62.580 | 3,7 | 542,179 | 5,1 | 115,42 |
1960 | 74.603 | 2,2 | 777,859 | 4,6 | 95,91 |
1970 | 115.606 | 4,5 | 1.126,230 | 3,8 | 102,65 |
1982 | 145.469 | 1,9 | 1.922,890 | 4,6 | 75,65 |
1992 | 220.172 | 4,2 | 2.799,182 | 3,8 | 78,66 |
2002 | 302.131 | 3,2 | 4.030,495 | 3,7 | 74,96 |
2012 | 417.357 | 3,3 | 5.452,650 | 3,1 | 76,54 |
Fuente: Elaboración del autor en base a datos censales y cartografías de la mancha urbana del Gran La Serena.
El Gran La Serena es la capital de la región de mayor crecimiento económico en las últimas cuatro décadas, con un 54,2 % en su participación del PIB nacional (Daher, 2016). Si bien presenta bajos niveles de especialización funcional, no es una ‘región- commodity’, sino que su economía es más diversificada (Rojas, Maturana, y Morales, 2015). Esta no experimentó grandes procesos de industrialización y desindustrialización. La ciudad de La Serena desarrolló principalmente actividades económicas terciarias. Coquimbo desarrolló algo de industria, con los puertos y el ferrocarril, pero marginal en comparación con las regiones industrializadas del país.
El proceso de metropolización de La Serena ha sido escasamente documentado desde la academia, logrando apenas visiones parciales del sistema urbano (Ortiz, Castro, y Escolano, 2002; Cid, Castro, y Rugiero, 2012). En 1995, Véliz realizó un análisis del crecimiento urbano, que caracterizó el proceso de conurbación de La Serena y Coquimbo. En el siglo XXI, estudios de la reestructuración urbana vinculados a la vulnerabilidad (Ortiz, Castro, y Escolano, 2002) y a cambios socioespaciales (Escolano y Ortiz, 2004), describen la ciudad como dispersa y multipolar. Desde el Estado, se ha caracterizado el sistema como bipolar con un proceso de crecimiento por urbanización difusa y desagregada (MINVU, 2007). El análisis de Hidalgo, Arenas y Monsalve (2009) concluye que el sistema se encuentra en un claro proceso de metropolización. En la misma línea, Daher (2016) habla de “metrópolis emergente” y “cuasi metrópoli”.
RESULTADOS
1955. LAS TRANSFORMACIONES DEL PLAN SERENA. FUNDAMENTOS METROPOLITANOS
Durante el gobierno de Gabriel González Videla (1946- 1952) se implementó, a modo de piloto, el Plan de Fomento y Urbanización para las Provincias de Chile (Chile, Presidencia de la República, 1951).
El presidente, oriundo de la zona, la eligió para aplicar un plan de desarrollo que involucró la transformación tanto arquitectónica, funcional y socioespacial de la ciudad, como de la conectividad de la región y de su estructura productiva (Fierro Page, 2015).
El espacio urbano de La Serena fue profundamente rediseñado: se demolieron amplias zonas, se construyeron equipamientos emblemáticos y nuevos espacios públicos en la trama urbana.
En Coquimbo se mejoró el puerto de carga, se construyó un nuevo puerto mecanizado para la exportación minera, una planta termoeléctrica y una maestranza de ferrocarriles (Figura 3, puntos 7, 8 y 9). El Plan Serena aumentó la superficie urbana de La Serena y Coquimbo en más de un 80%, pero gran parte de este aumento (33%) se produjo a través de asentamientos separados de las unidades urbanas consolidadas; una consecuencia no deseada del Plan (Figura 3, punto 4).
1955-1965. LA CIUDAD DE LOS FRAGMENTOS. TENSIONES EN LA EXPANSIÓN DE LA CIUDAD
El crecimiento urbano en este periodo se produjo en dos patrones contrarios. Cada núcleo urbano presentó un lento crecimiento por contigüidad, dentro de los límites urbanos aprobados en 1961 para Coquimbo y 1964 para La Serena; y, por otro lado, rápidos procesos de expansión por ocupaciones informales en locaciones separadas del continuo urbano, rebasando los límites de la planificación (Figura 4, puntos 1,2 y 4). En la década de 1960 surgió el asentamiento informal Tierras Blancas, iniciado por familias damnificadas por los aluviones de 1957 (Pinilla, 2014).
Aunque este sector estaba dentro de los límites administrativos de Coquimbo, desde sus inicios estableció fuertes vínculos funcionales con la ciudad de La Serena a través del camino a Ovalle (Figura 4). Al oeste de Tierras Blancas, se instalaron algunos recintos industriales. Un segundo crecimiento informal surgió en Las Compañías (Figura 4, punto 1), regularizado en la década siguiente (Gili, 2004). El tercer sector de crecimiento corresponde a la población San Juan, proyectada por el MINVU para dar solución habitacional a damnificados de 1957 (punto 4). El balneario y la población de pescadores de Peñuelas (punto 3) creados por el Plan Serena, quedaron fuera de la planificación urbana.
1965-1982. CRECIMIENTO NUCLEAR
Entre 1960 y 1970 la población urbana creció a un 4,7% anual (Tabla 1), lo que fue presionando el sistema urbano, expandiéndose mayoritariamente por urbanización informal, regularizada e integrada en el área urbana con ampliaciones fragmentadas de los límites urbanos. La modificación del Plan Regulador Comunal (PRC) de 1968 definió tres áreas urbanas en la comuna de Coquimbo, entre ellas, Tierras Blancas (Figura 5), lo que permitió la edificación de vivienda social adyacente al asentamiento de origen informal y el desarrollo de un Barrio Industrial, regularizando el que ya se había iniciado.
Este nuevo polo productivo (Figura 5, punto 1), junto con instalaciones industriales existentes, vinculadas al ferrocarril (punto 6), la minería (punto 5), la pesca (punto 3) y la actividad portuaria (puntos 2 y 4) configuraron un rol industrial en Coquimbo, contrastando con el rol de servicios de La Serena, que tenía solo la embotelladora CCU (punto 7). En este escenario, se acrecentaron las relaciones funcionales entre los dos núcleos urbanos, fortalecidas por el crecimiento de los fragmentos en el espacio intermedio.
1982-1992. EXPRESIÓN FÍSICA DE LA CONURBACIÓN
A partir de la década de 1980, sumado a la producción informal de suelo urbano -especialmente en los sectores de Las Compañías y Parte Alta de Coquimbo (Figura 6, puntos 1 y 8)- tomó protagonismo el actuar de los agentes privados, a través de poblaciones construidas por empresas mineras para su personal, como la Villa El Indio (Figura 6, punto 4). A finales de la década, surgieron los primeros loteos de iniciativa privada en el espacio de conurbación, en el sector de Alto Peñuelas y el Rosario de Peñuelas, San Joaquín, La Florida y Sindempart (Figura 5, puntos 2, 3, 6, 7 y 9); y los primeros edificios de departamentos en la avenida del Mar (punto 5). Algunos de estos loteos fueron realizados fuera del límite urbano en iniciativas que vinculaban actores públicos y privados (Orellana, Díaz y Fierro, 2016). Además, se construyeron una serie de pequeños loteos en torno a las vías de comunicación entre las dos ciudades, que fueron configurando el encuentro físico de las tramas urbanas y evidenciando la conurbación como una forma fragmentada de crecimiento conjunto de los dos núcleos urbanos.
1992-2002. CAMBIO DE ESCALA DE LA CONURBACIÓN
Durante la década de 1990 surgieron nuevas formas de crecimiento, como parcelaciones de agrado en sectores adyacentes al límite urbano (Figura 7, punto 3). Fue una fase de gran actividad inmobiliaria, en la que aparecieron edificaciones de mayor altura -7 a 12 pisos- en el borde costero y en el sector sur de La Serena. En este periodo se comienza a hablar de la “Conurbación La Serena-Coquimbo” (Véliz, 1995).
Con la reducción del déficit de vivienda como prioridad de la política estatal, viviendas cada vez más pequeñas, en terrenos mínimos -de 60 metros cuadrados- se localizaron principalmente en tres áreas: al norte de Las Compañías, al este de Tierras Blancas y al sur de Coquimbo (Figura 7, puntos 2, 4 y 5). La producción masiva de vivienda social conformó amplias zonas con escaso equipamiento, accesibilidad deficiente y una fuerte estigmatización. La continuidad normativa lograda en 1992 (Figura 6, letras A, B y C), más la construcción de la Avenida del Mar y las tendencias de suburbanización, configuraron un crecimiento lineal a tres bandas, que se desarrolló en las terrazas baja -la costa-, media -la localización primaria de la ciudad- y la superior -las urbanizaciones más recientes. En este periodo, además, se dio inicio a un proyecto de gran escala llamado Serena Golf (Figura 7, punto 1), que pretendió urbanizar la costa al norte del río Elqui.
2002-2012. LA CIUDAD SUPERADA
Con un desarrollo inmobiliario en ascenso, la construcción de la autopista a Santiago de Chile atrajo capitales de inversión. La consolidación del eje avenida del Mar-Costanera, la primera vía estructural interna de la conurbación, marcó el principio de una consolidación vial del sistema, que partía desde el borde costero. Comenzó a transformarse el sistema ciudad interior-puerto en una ciudad metropolitana costera.
En la costa, se construyeron edificios de hasta 25 pisos y una segunda línea de condominios, junto con una urbanización progresiva de “Las Vegas” a lo largo de la carretera Panamericana. Las parcelas agrícolas del Plan Serena fueron cambiando su uso, sus residentes se mudaron a las terrazas más altas y aparecieron centros deportivos, turísticos y comerciales. En Las Vegas Norte, el proyecto Serena Golf continuó la urbanización de la bahía (Figura 8, punto 1).
La Serena modificó su PRC en 2004, aumentando el suelo urbanizable e incluyendo las parcelas de agrado surgidas en el periodo anterior (Figura 7, punto 2).
El crecimiento urbano hacia dentro del sistema, pero por extensión -en baja y media densidad-, fue rellenando los espacios que había dejado el crecimiento fragmentado. En dichos espacios se construyó vivienda destinada a los estratos más altos. La vivienda social, presionaba los límites urbanos en la periferia del sistema conurbado y los traspasaba. En Coquimbo, la expansión urbana alcanzó las posibilidades de edificación que planteaba el límite urbano -vigente desde 1991-, propiciando importantes expansiones en suelo rural de Tierras Blancas, Pan de Azúcar y El Sauce-La Rinconada (Figura 8, puntos 3, 4 y 5).
TENDENCIAS RECIENTES
Junto con la colmatación del espacio de conurbación, en la última década se observa una parcelación masiva de los terrenos rurales en torno al Gran La Serena en un radio de hasta 30 km (Figura 9). Los loteos, inicialmente de 5.000 metros cuadrados de subdivisión mínima -según el decreto 3.516/1980-, o de 1.000 metros cuadrados -“loteos brujos”-, han dejado de ser un destino de segunda vivienda y se han transformado en una alternativa de primera vivienda para hogares de niveles socioeconómicos diversos. Este fenómeno ha extendido el sistema interurbano y complejizado la gestión de servicios urbanos en territorios extensos. Los loteos suburbanos, en principio adyacentes al límite urbano, están configurando una ciudad extendida a lo largo de las vías de comunicación.
SÍNTESIS MORFOLÓGICA
El análisis del crecimiento urbano del Gran La Serena permite identificar dos patrones que se desarrollan de forma paralela. En primer lugar, se observa un crecimiento nuclear concéntrico a partir de fragmentos y, en segundo, la ocupación lineal del territorio de la bahía a partir de las vías de comunicación. En el espacio de conurbación estas lógicas de ocupación -líneas y núcleos- se aproximan hasta lograr encuentros tangentes, una yuxtaposición de lógicas de emplazamiento, que está relacionada con una aproximación de grupos socioeconómicos en el espacio.
DESDE LOS FRAGMENTOS A LA CONTINUIDAD YUXTAPUESTA
El proceso de conurbación tuvo su origen en urbanizaciones -formales e informales- separadas de los núcleos urbanos consolidados. Estos fragmentos establecieron relaciones funcionales a través de las vías de comunicación, inicialmente sin continuidad urbanizada, dando forma a una estructura suburbana al interior del sistema. La continuidad actual es producto de un crecimiento hacia dentro, que rellenó intersticios, en directa relación con la definición de una continuidad normativa en los instrumentos de planificación y el crecimiento de la industria inmobiliaria. Esto produjo un patrón de yuxtaposición de sectores muy próximos, pero escasamente relacionados espacial y funcionalmente; conectados y dependientes de las circulaciones lineales hacia los centros del sistema urbano.
CRECIMIENTO NUCLEAR DIVERSO
Los fragmentos conformaron localidades con una lógica fundacional, a modo de satélites de los centros tradicionales (Figura 11). Estos fueron creciendo por agregación de iniciativas diversas de modo nuclear o concéntrico. Estos núcleos son las áreas de mayor densidad poblacional del sistema urbano -hasta 680 hab./ha- (Figura 10, B), por concentración de vivienda social - el lote de 60 m2 es predominante- (Figura 10, A). El espacio de conurbación se caracteriza por presentar una gran variedad morfológica, además de altos contrastes de densidad y superficie predial en ámbitos muy próximos, constituyendo un mosaico de formas diversas en un espacio que aún no termina de urbanizarse.

Fuente: Elaboración del autor.
Figura 10: Superficie predial y densidad poblacional en el Gran La Serena.
DISCUSIONES
La conformación metropolitana desde fragmentos puede encontrar explicaciones en el sistema político-administrativo. En el caso estudiado, la metropolización fue originalmente concebida por un plan estatal de infraestructura y fomento económico en un periodo tan intenso como corto. Sin embargo, el cambio en la concepción estatal del territorio en la década de 1960 abandonó la visión metropolitana del Plan Serena, separando competencias administrativas entre el MINVU, que focalizó los esfuerzos estatales en la reducción del déficit de vivienda, y el Ministerio de Agricultura, que se encargó de implementar la reforma agraria; y dividiendo por medio de límites urbanos el territorio metropolitano en áreas rurales -productivas- y áreas urbanas -reguladas-. El Estado fue abandonando su rol como promotor urbano y metropolitano, propiciando el surgimiento del mercado informal, fortalecido por una política de regularización y construcción de vivienda social adyacentes a núcleos informales. Esto provocó un crecimiento expansivo de superficie urbana (4,6% anual) y una reducción de la densidad habitacional del sistema urbano (de 102,65 hab./ha en 1970 a 75,65 hab./ha en 1982) (Tabla 1). Con las reformas neoliberales implementadas en las décadas de 1970 y 80, es la industria inmobiliaria, capaz de transformar extensas zonas del territorio, la que asume el protagonismo en adelante.
Este contexto propició que el crecimiento informal siguiera un patrón distinto de la ciudad formal. Mientras que el inicialmente tímido mercado inmobiliario formal fue urbanizando por contigüidad, grupos de familias sin acceso a la vivienda se “tomaron” terrenos no productivos fuera del límite urbano. La reacción del sistema político fue transformar en urbano los territorios ocupados, generando una constelación de áreas normadas conectadas por precarias líneas de infraestructura, en medio de un espacio rural regido por las lógicas de la reforma agraria (Figura 12).

Fuente: Elaboración propia, en base a MINVU (1968).
Figura 12: Modificación del límite urbano de Coquimbo de 1968.
El espacio fuera del límite urbano es un espacio no planificado, que se incorpora ante hechos consumados. La marcada dicotomía urbano-rural que propuso el límite urbano invisibilizó el espacio intermedio suburbano, con la excepción de aquellas áreas de asentamientos informales que son regularizados en su marginalidad. En lo sucesivo, los instrumentos de planificación replicaron el fenómeno espacial, configurando un entorno normativo fragmentado que fue logrando unidad por yuxtaposición y superposición de instrumentos hasta conformar una continuidad normativa que ha permitido la urbanización de los intersticios.
En la década de 1990, contando con límite urbano y un área para la expansión urbana, el sistema se fue construyendo por paños de uso residencial sin más continuidad espacial que las vías de acceso. Esta es la morfología característica de las áreas de expansión a partir de esta década, con espacios no urbanizados insertos en la trama urbana, a la espera de un aumento en el valor de suelo, tanto en el espacio central de la conurbación, como en todas las áreas de expansión, incluso en las zonas donde se construyen loteos de vivienda social. El patrón de fragmentación-colmatación es altamente rentable en el mercado de suelo; los paños sin construir se valorizan por el aumento del valor-localización (Villaça, 2001).
CONCLUSIONES
El proceso de metropolización del Gran La Serena difiere de los patrones morfológicos característicos de la metropolización latinoamericana, en sus lógicas de ocupación espacial. Estas diferencias encuentran explicaciones parciales en los hechos urbanos que incidieron en su proceso, y en el contexto político social en que se produjeron. En el período estudiado, el sistema urbano sólo contó con regulación urbana local -sin plan regulador metropolitano, ni intercomunal. Tampoco se construyeron grandes estructuras que potenciaran el vector de crecimiento de la clase alta. En definitiva, son las infraestructuras construidas en la década de 1950 las que, por su escala, sustentaron el crecimiento urbano durante 70 años.
Es un factor relevante que el caso de estudio no es capital nacional ni tampoco tuvo industria de importancia. Las ciudades intermedias tienden a no presentar una base de urbanización industrial preexistente, sino que despliegan procesos de metropolización postindustrial desde prexistencias con menor inercia. Por tanto, el sistema urbano se entiende, no sólo como un proceso de metropolización desarrollado en un contexto neoliberal, sino como un conjunto de prácticas espaciales que expresan las lógicas del neoliberalismo en la ciudad (Hidalgo, Santana, y Alvarado, 2016).
El caso analizado posee características que se desvían de las convergencias en la modelación urbana de la ciudad latinoamericana. Esto representa una oportunidad de ampliar la comprensión de los fenómenos urbanos, especialmente en relación con los sistemas metropolitanos, o en vías de conformación, configurados a partir de la conurbación de dos o más ciudades intermedias. Considerando que los modelos urbanos de las ciudades latinoamericanas son un referente muy utilizado por estudios urbanos -en muchas ocasiones, sin mayor análisis-los resultados de esta investigación vienen a cuestionar y rebatir su aplicabilidad en el caso de los sistemas urbanos intermedios, muchas veces no reconocidos o estudiados con enfoques parciales.
Por lo anterior, este estudio contribuye a comprender la tendencia de las ciudades intermedias a establecer redes de núcleos urbanos para funcionar como un sistema más complejo, abriendo la posibilidad de remirar todo el sistema urbano en la realidad latinoamericana, en línea con algunos esfuerzos ya realizados (Hidalgo, de Mattos, y Arenas, 2009; Maturana y Rojas, 2015; Sousa, 2015).