INTRODUCCIÓN
A principios de diciembre del 2019, las autoridades de China identificaron una serie de casos de neumonía atípica, causada por un agente hasta ese momento desconocido. Identificaron una relación con personas que frecuentaban el Mercado de mariscos de Wuhan, lo que indicaba un posible origen zoonótico (Lake, 2020). No fue hasta Enero del 2020, que el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades anunció oficialmente el descubrimeinto del nuevo coronavirus, el COVID-19, considerándolo el responsable de los cuadros atípicos (Meng et al., 2020).
Desde ese momento, el aumento de casos en China y el mundo fue exponencial, y ya el 30 de Enero del 2020, la Organización Mundial de la Salud declaraba al COVID-19 como una emergencia internacional, con presencia en 19 países, cerca de diez mil contagiados y 200 muertes (Mahase, 2020).
¿Qué es el COVID-19?. Los análisis genómicos indican que el COVID-19 es un tipo de coronavirus que se encontraría presente en los murciélagos de herradura de China (Chan et al., 2020), y cuyo posible huesped intermediario sería el pangolín malayo (Meng et al.).
De acuerdo a la evidencia, la transmisión inicial ocurrió de animales a humanos, posiblemente por el consumo de estos, para luego dar paso a un contagio entre humanos, principalmente a través de secreciones respiratorias y contacto directo (Chan et al.), sin embargo, también se han reportado contagios a través de fecas y sangre (Guo et al., 2020). La enfermedad tiene un periodo de incubación promedio de 5,2 días, pero en un rango entre 0 y 24 (Li et al., 2020; Rothan & Byrareddy, 2020). Este periodo de incubación tan variable, hace que su control sea un desafío, por la imposibilidad de detectar oportunamente a los pacientes contagiados.
Los estudios muestran que las personas de todas las edades son susceptibles a contagiarse, sin embargo, quienes están en contacto directo con pacientes positivos, como familiares y trabajadores de la salud tienen un mayor riesgo (Meng et al.).
La mayoría de los casos presentan síntomas leves, como fiebre, tos seca, disnea, fatiga y algunos síntomas atípicos como dolor muscular, fatiga, vómito o diarrea (Guan et al., 2020). Cerca de un 15 % presenta cuadros más severos, con una respuesta inflamatoria generalizada, con aumento de leucocitos, citoquinas pro-inflamatorias, y un 5 %, neumonía y falla multiorgánica (Rothan & Byrareddy; Cao, 2020). Actualmente se trabaja en una vacuna que permita el tratamiento, pero no estará disponible antes de 12 a 18 meses (Amanat & Krammer, 2020).
Escenario actual a nivel mundial y en Chile (Johns Hopkins University & Medicine, 2020). De acuerdo a las estadísticas del Coronavirus Resource Center de la Universidad Johns Hopkins, al día viernes 10 de abril, el COVID-19 se encontraba en 185 país, con un total de 1.767.855 contagiados en el mundo, siendo el país más infectado, Estados Unidos con 524.903 casos.
En lo que refiere a muertes, se contabilizaban 108.281 fallecimientos en el mundo, es decir, con una letalidad de 6,1 %. Italia era el país más afectado con 19.468 defunciones.
A la misma fecha, Chile reportó 6.927 casos confirmados, con 73 muertes y una letalidad de 1,05 %, inferior al promedio mundial.
Suspensión de atenciones odontológicas. Las atenciones dentales son procedimientos que involucran el uso de turbina, micromotor, instrumentos ultrasónicos, contacto con saliva y sangre, y formación de aerosoles, lo cual, sumado a la cercanía de trabajo y la gran cantidad de pacientes asintomáticos o con síntomas leves de COVID-19 o asintomáticos, expone a un gran riesgo de contagio al odontólogo y su personal de apoyo (Meng et al.).
El 16 de Marzo, la Asociación Dental Americana (American Dental Association, 2020), teniendo en cuenta las condiciones únicas y extraordinarias de la pandemia por COVID-19, llamó a los odontólogos a posponer por tres semanas los tratamientos dentales electivos, y solo atender urgencias, pero bajo estrictos protocolos de lavado de manos, desinfección de superficies, uso de mascarillas certificadas o pantallas faciales, lentes y guantes (Meng et al.)
Similares indicaciones en relación a las atenciones electivas y medidas de protección personal fueron entregadas por el Colegio de Dentistas a todos los odontólogos de Chile (Subsecretaría de Salud Pública, 2020), dejando a miles de profesionales de salud sin ejercer mientras dure la pandemia.
¿Nuevo rol del odontólogo en el equipo de salud?. La pandemia COVID-19 cambió el mundo para siempre, y con ello, cambió la forma en la que tendrán que organizarse los equipos de salud (Gallagher, 2019). Para entender la nueva situación, es importante confluir dos situaciones. En primer lugar, la cantidad de contagios por COVID-19 a nivel mundial, ha provocado la falta de insumos y personal médico, llevando al colapso los sistemas de salud de países como EE.UU, España e Italia. Por otra parte, los odontólogos, miembros del área de la salud, cuya profesión es una rama de la medicina, han sido llamados solo a posponer atenciones dentales electivas, sin mayor participación en el control de la enfermedad.
Es aquí donde surge la necesidad de capacitar y redistribuir a los odontólogos, para transferir sus competencias y experiencias al área médica y que formen parte de los nuevos equipos de salud (NHS England, 2020). El odontólogo durante su formación recibe cursos de ciencias básicas y médicas, lo que le entrega la base teórica suficiente para participar en distintas funciones, incrementando la dotación de personal que trabaja en detener la pandemia.
El National Health Service de Reino Unido entrega potenciales roles en los que el odontólogo podría formar parte del equipo de salud, dividiéndolos según la cantidad de entrenamiento que sería necesario, y haciendo énfasis en la voluntariedad según las capacidades del odontólogo (Gallagher; NHS England).
Sin entrenamiento
- Confección de ficha médica
- Triage
- Suturas
- Medidas de desinfección
Entrenamiento mínimo (1 a 3 días)
- Control de glicemia
- Labores administrativos
- Observación de signos vitales como saturación de O2, presión arterial, frecuencia cardiaca y respiratoria.
- Inmunizaciones y vacunas.
- Test para COVID-19
Odontólogos con formación más avanzada
- Flebotomía
- Sedación
Considerando a los odontólogos como los profesionales de la salud que son, entregándole mínimas capacitaciones y asignándolos en áreas en las que puedan apoyar, se lograría redistribuir tareas, maximizar el rendimiento y efectividad del equipo de salud con los pacientes que más necesitan sus cuidados, y así aportar a descongestionar los colapsados sistemas de salud en los distintos países.
Finalmente, sería importante considerar modificaciones al sistema de formación de los odontólogos, de tal forma que se refuercen las habilidades de cuidados médicos, permitiéndoles en casos extremos, como nuevas pandemias, redistribuirse y reforzar a los equipos de salud.
CONCLUSIÓN
El COVID-19 es una emergencia internacional latente, de la cual se desconoce el nivel de contagiosidad y letalidad que alcanzará. Considerando el llamado a la suspensión de las atenciones dentales electivas, el odontólogo, pese a su formación y capacidad, queda imposibilitado de unirse a los equipos de salud. El apoyo de los odontólogos permitiría a los demás miembros de la salud redistribuir sus tareas, maximizar el rendimiento y la efectividad en el cuidado de los pacientes afectados, y ayudar a combatir esta pandemia que afecta a todo el mundo.