El estudio del comportamiento de los pobladores ha sido históricamente uno de los pilares fundamentales en la investigación sobre la acción política de las clases populares en América Latina y en Chile1. Tal como señala Bryan Roberts2, los debates acerca de la marginalidad en los años sesenta estaban estrechamente relacionados con los actores políticos de la época. Por una parte, hay quienes sostienen que los partidos fueron importantes agentes de mediación entre las organizaciones de pobladores- sus demandas- y el Estado3, mientras que otros destacan su capacidad de conducción y orientación política4. En la vereda opuesta, contrario a este diagnóstico, hay quienes señalan la autonomía del movimiento de pobladores respecto a los partidos, en particular por el privilegio de la acción directa y la débil formalización de su política5.
Auyero6 destaca que- siguiendo a Portes y Perlman- los tópicos de la anomia y el radicalismo han dominado el debate sobre las prácticas políticas de los pobres en Latinoamérica. Por una parte, inspirados por los trabajos de Oscar Lewis7, la teoría de la marginalidad- asociada a la política de promoción popular de la Democracia Cristiana- destacaba la desorganización individual, familiar y comunitaria que caracterizaba a los habitantes de sectores populares, causa de su falta de participación social y política en la sociedad8. Por otra parte, los investigadores asociados al CIDU, especialmente Manuel Castells9, destacaban el carácter político de la acción de los pobladores, sobre todo a través de las tomas de terreno, interrogando sobre sus distintas formas de articulación con la lucha de clases y su rol dentro de la transición hacia el socialismo.
El golpe de Estado en 1973, aun cuando no frenó completamente las movilizaciones de los pobladores10, implicó una anulación del debate precedente hasta comienzos de los años ochenta. En el marco de la profunda crisis económica que vivía el país y las crecientes protestas contra la dictadura, resurgieron los estudios sobre el comportamiento social y político de los pobladores: por un lado, se destacaban las prácticas económicas a través de las cuales los sectores populares organizaban la sobrevivencia11; y, por otro lado, se analizaba su capacidad para trascender la segregación socioeconómica que los afectaba y proyectarse políticamente tras la recuperación de la democracia12. Desde esta perspectiva, tal como señalaba Rodrigo Baño13, la articulación entre lo social y lo político parecía ser el “dilema clave” del movimiento popular.
Por otro lado, a fines de los años ochenta, distintos investigadores, adscritos a la ONG Sur, fueron instalando progresivamente la pregunta por el comportamiento violento de los pobladores, especialmente de los hombres jóvenes, en las protestas contra la dictadura. Recuperando en parte las orientaciones generales de la teoría de la marginalidad, se destacó el carácter delincuencial del comportamiento popular, lo que los distanciaba cada vez más de la consideración legítima de la política14.
La forma en que se dio la transición política a la democracia, basada en la negociación entre una coalición de partidos políticos de centro-izquierda y la junta militar, excluyó, entre otros, a los pobladores como actor político. Pese a que, tal como señala Patricio Aylwin15 en su primera cuenta pública, el problema de la pobreza fue una prioridad de su gobierno, las estrategias para combatirla no van a considerar más a los pobladores como sujetos. A partir del conjunto de políticas públicas que podemos englobar bajo el rótulo de “estrategias de lucha contra la pobreza”, los pobladores van a ser considerados exclusivamente como beneficiarios.
Ante este nuevo escenario, la pregunta por el comportamiento político de los sectores populares no desaparecerá completamente, pero, tal como sostenía la teoría de la marginalidad en los años sesenta, la “resignación, abulia, apatía”16serán sus actitudes características. En este sentido, la pregunta por la falta de participación política, cuyo indicador será sobre todo la progresiva abstención electoral de los jóvenes pobres17, y por la violencia delictual18, orientarán las investigaciones sobre el mundo popular durante las décadas siguientes.
En una dirección similar, parafraseando el célebre libro de Javier Auyero19, el estudio sobre la política de los pobres se enfocará principalmente en el análisis de las relaciones clientelares que sostienen los distintos partidos políticos- incluyendo ahora a los partidos de derecha- con las distintas organizaciones populares20. Tanto en el caso de la falta de participación política como en el clientelismo, se trata de un comportamiento político de “baja calidad” que contrasta con el “radicalismo” que orientaba buena parte de las investigaciones en los años setenta. De esta forma, desde los años noventa en adelante, la gran mayoría de los estudios realizados desde una perspectiva crítica sobre el comportamiento de los sectores populares se ha centrado en señalar los mecanismos mediante los cuales el Estado domina a los pobres21, explicando así, lo que Edward Murphy22 llama la “domesticación de la periferia”.
Sin desconocer la importante desmovilización de los pobladores tras la recuperación de la democracia, lo cierto es que, en los últimos años, hemos visto emerger nuevamente a distintas organizaciones, vinculadas fundamentalmente con la lucha por el derecho a la vivienda y la ciudad, que disputan la representación de los sectores populares a través de un discurso político radical, cuyo momento de aparición pública fue la campaña presidencial de la dirigenta del Andha Chile a Luchar Democrático23 Roxana Miranda el año 2013. A través de esta campaña, se hizo visible el partido político Igualdad24, resultado de la articulación entre distintas organizaciones sociales y políticas, principalmente de pobladores, que, enmarcado en una retórica anticapitalista, pone en el centro del discurso al pueblo.
Más allá de sostener que esta aparición pública representa una reemergencia del movimiento de pobladores25, en este artículo quisiéramos proponer un marco analítico para identificar los componentes principales del discurso político radical que ha movilizado el Partido Igualdad26 y que, a nuestro juicio, forman parte del repertorio discursivo de los sectores populares27.
La hipótesis que orienta este artículo es que el discurso político radical que vehiculiza el Partido Igualdad tiene una estructura moral- a partir de la cual critica al capitalismo y busca su superación- centrada en el significante pueblo. Esta estructura coincidiría con la descripción que hace la literatura especializada del “discurso populista”, donde el concepto pueblo operaría como un “significante vacío” que permitiría establecer una frontera antagónica con la élite o bloque de poder (oligarquía)28. En el caso del discurso político radical de los pobladores, la apertura del significante pueblo estaría limitada por el significante “sufrimiento compartido”, asociándolo a la subjetividad del poblador. Finalmente, la “dignidad” se posiciona como un significante central para caracterizar al pueblo, tanto en su condición de subordinado como de protagonista.
Para demostrar nuestra hipótesis, se analizó el discurso político del partido Igualdad, a partir del análisis propuesto por Laclau en “La razón populista”29, utilizando los conceptos de articulación, lógica de la equivalencia, significante vacío y frontera antagónica. Se tomaron como fuentes distintas entrevistas realizadas a dirigentes del partido y de los movimientos que lo componen. Dichas entrevistas fueron efectuadas entre los años 2010 y 2013 en el marco de la tesis doctoral “La construcción de lo político en las nuevas generaciones de pobladores” defendida por uno de los autores el año 2015 en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Paralelamente, en el marco del proyecto Fondecyt Postdoctorado nº3160542, se revisaron los diferentes números del diario “Voces por la Igualdad”, herramienta de difusión del partido entre los años 2010 y 2013.
Nuestro artículo se estructura en tres partes: en primer lugar, se describe a grandes rasgos el movimiento de pobladores en la actualidad y cómo, dentro de su despliegue, se crea el Partido Igualdad; en segundo lugar, se analiza la estructura de este discurso, identificando aquellos elementos que comparte con el populismo; y en tercer lugar, se destacan las especificidades del discurso de los pobladores a partir de las nociones de “sufrimiento compartido” y de “dignidad”.
El movimiento de pobladores y el Partido Igualdad
Como señalamos, si bien en los últimos tiempos se ha producido una desmovilización importante de los sectores populares, esto no ha significado la desaparición del movimiento de pobladores. Tal como han señalado Angelcos y Pérez30, el movimiento de pobladores ha mostrado indicios de rearticulación desde los años 1990, inicialmente con la Toma Esperanza Andina en 1992, y sobre todo en 1999, con la célebre Toma de Peñalolén, cuando 1700 familias ocuparon ilegalmente 24 hectáreas de terreno en la comuna de Peñalolén. Ambas tomas representan una continuidad con el repertorio de acción tradicional del movimiento de pobladores.
Por otra parte, en la década pasada, la ciudad de Santiago presenció el nacimiento de numerosos comités de allegados, que en 2010 dieron vida a la Federación Nacional de Pobladores (FENAPO), una instancia de coordinación nacional para luchar contra las políticas exclusionarias de la vivienda. Estas organizaciones de pobladores, en continuidad con la identidad histórica del movimiento, están compuestas principalmente por pobladores “sin techo” y su demanda específica sigue siendo la vivienda.
Sin embargo, si bien la demanda por vivienda ha sido aquella por la cual inicialmente se han movilizado los pobladores, al interior de la organización esta demanda ha sido utilizada como un vehículo para reivindicaciones de mayor alcance, como la apropiación del territorio y la integración a la ciudad. En la medida en que las políticas de vivienda impulsadas desde la transformación neoliberal en adelante han tendido a confinar a los pobres a la periferia de la ciudad, las movilizaciones contemporáneas de familias sin casa se han estructurado en torno a la reivindicación del derecho a permanecer en las comunas donde se han socializado. De esta forma, se ha ido instalando, al interior del movimiento de pobladores, un discurso que va más allá del acceso a la vivienda, y apunta al derecho a la ciudad31.
Al revisar distintas declaraciones de la Federación Nacional de Pobladores o cualquier otro documento programático de los comités de allegados mayormente movilizados, resulta relevante apuntar que el “derecho a la ciudad” ha emergido con fuerza como una reivindicación que acompaña al reclamo por la vida digna y la demanda territorial.
Como se ha argumentado en otro artículo32, esto ha significado que las movilizaciones de los pobladores no sólo representen una lucha social, contra el desplazamiento de los pobres hacia la periferia urbana, sino también una lucha política, contra el sistema de dominación que orienta tales políticas. La lucha por la vivienda es el espacio a través del cual los pobladores han movilizado una serie de acciones y críticas dirigidas con tra el modelo de desarrollo, y contra el desprecio33 del Estado a la capacidad de agencia de los pobladores.
Es así como a partir del año 2010, distintas organizaciones de pobladores, entre ellas, Andha Chile a Luchar Democrático, el Movimiento Pueblo Sin Techo y el Movimiento de Pobladores en Lucha, decidieron crear el Partido Igualdad, como una herramienta política para la representación de las organizaciones que reivindican el derecho a la vivienda y la reconstrucción de un movimiento popular. A diferencia de períodos anteriores, en que los partidos actuaban como mediadores o conductores de la movilización, en el caso de Igualdad, han sido las mismas organizaciones quienes han decidido representarse a través un partido34. A este respecto, una dirigente nos comenta:
El partido Igualdad (nace de) la necesidad de copar esos espacios para poder golpear la mesa po’ (…) poder informar y poder sacar infraestructura y poder sacar financiamiento de los espacios institucionales, ¿cachai? pero no tan solo pa’ eso, sino también para en algún momento poder cambiar las políticas, o sea, es decir el auto gobernarse, no estar siempre criticando el discurso, no estar siempre criticando la política en este caso habitacional, sino que también en algún momento tener una, pero como tenis una si lo únicos que son capaces de tener política habitacional son aquellos que llegan al poder, al gobierno. Entonces ¿es importante llegar al gobierno? Sí po, es importante porque efectivamente desde el gobierno podríamos generar condiciones para poder elaborar políticas públicas de vivienda, que permitieran un mayor y mejor acceso a los pobladores35
En concordancia con el diagnóstico y los objetivos de las distintas organizaciones de pobladores, desde el Partido Igualdad se ha planteado un discurso político radical, que promueve una transformación profunda de la sociedad en múltiples ámbitos. En primer lugar, de lo que se trata es de derribar el modelo neoliberal y capitalista, y sus consecuencias en materia de vivienda, pero también en lo que respecta a la salud, la educación, la preservación del medio ambiente, etc.; y, en segundo lugar, de generar una política en la que “el pueblo mande”, es decir, donde el poder le sea arrebatado a los ricos y poderosos, a la clase política tradicional, y devuelto al pueblo.
De esta forma, el discurso desarrollado es abiertamente contrario a la manera como se han llevado las políticas sociales y económicas en los últimos cuarenta años. Hay una crítica generalizada al modelo neoliberal heredado de la dictadura, y a las profundas desigualdades e injusticias que este conlleva.
El Partido Igualdad se presenta a sí mismo como una alternativa frente a la política tradicional, ya sea de la derecha o de la Concertación36, como un actor con propuestas realmente nuevas, con la idea de cambiar de paradigma o de modelo de sociedad. Las expresiones “construir una sociedad mejor”, “la sociedad soñada” o “refundar la sociedad”, abundan en sus discursos, dando cuenta de esta intencionalidad. En ese sentido, Igualdad se declara como un partido no sólo anti-neoliberal, sino también anti-capitalista.
Ahora bien, pese a que el partido se defina como anti-capitalista, esto no supone la adscripción inmediata a un proyecto alternativo como el socialismo37, como habría podido suceder en otra época. Por el contrario, lo que observamos son más bien un conjunto de demandas que abarcan desde la renacionalización de los recursos naturales, hasta la creación de una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente, pasando por la educación gratuita y de calidad y el fin de las AFP.
Por otra parte, el Partido Igualdad también ha desarrollado una fuerte crítica hacia el sistema político actual y su carácter elitista y excluyente, promoviendo la necesidad de devolver la política a los ciudadanos y, en particular, al pueblo, para que este decida su mejor forma de gobernarse. Una de las principales consignas del Partido “¡Que el pueblo mande!”, expresa nítidamente esta reivindicación.
En la Declaración del Acta de la Igualdad, publicada en el primer número de la revista Voces por la Igualdad, podemos ver expresadas estas reivindicaciones:
DECLARAMOS: Chile necesita profundas transformaciones sociales políticas y económicas, que jamás vendrán desde los poderosos y sus partidos. Esos cambios reales sólo vendrán desde los Pueblos organizados y en lucha, impulsando la construcción de un gobierno que encabece estas transformaciones y propicie una nueva institucionalidad. Por ello los Pueblos vamos a crear nuevas formas de Vida y de gobierno con una nueva institucionalidad a través de la Constitución Política para Chile: la Constitución de la Igualdad38
De esta forma, el discurso del Partido Igualdad asume un tono marcadamente fundacional. De lo que se trata no es de acceder a mejores beneficios por parte del Estado, sino de constituirse en tanto sujetos políticos, disputar el poder en el plano de la política institucional y llevar adelante transformaciones profundas en cuanto al modelo de desarrollo. Ahora bien, como veremos en las siguientes páginas, la radicalidad del discurso de Igualdad no sólo está dada por la existencia de estas reivindicaciones de carácter radical, sino también por la forma en que se estructura su discurso.
La lógica populista del discurso político radical
del Partido Igualdad
El discurso político radical del Partido Igualdad tiene como eje central la denuncia del capitalismo y de sus consecuencias nefastas en la vida social. Desde Igualdad, se plantea la necesidad de garantizar lo que ellos consideran el principal derecho de las personas: el derecho a gobernar y a autogobernarse, arrebatándole el poder a los ricos y poderosos. Se trata de un discurso centrado en torno al significante “pueblo”, que desarrolla a partir de ahí una representación antagónica del mundo social, en la cual cobra una particular relevancia el elemento moral. Efectivamente, no sólo las críticas y las demandas son formuladas en clave moral, sino también la descripción del sujeto político “pueblo” y su oposición a la elite.
En este sentido, la estructura del discurso político radical de los pobladores coincide en gran medida con la descripción que hace la literatura especializada del “discurso populista”, entendido dentro del enfoque político-discursivo e ideacional, desarrollado por Ernesto Laclau39 y Cas Mudde40 respectivamente. En este sentido, es posible definir al populismo como una lógica o morfología discursiva que construye lo político a partir la división de la sociedad en dos campos, el pueblo puro (los de abajo) y la elite corrupta. Además, esta lógica comprende la política como la realización de la voluntad general del pueblo. En palabras de Laclau, “sin construcción y totalización de una nueva voluntad colectiva global, no hay populismo”41. De esta forma, este artículo toma distancia de los estudios sobre populismo en el contexto chileno en el cual han predominado enfoques que lo comprenden asociado al personalismo y la demagogia, un mal manejo de la economía (subordinándola a la política) o a un estilo político ligado al clientelismo y a liderazgos locales42. Al posicionarnos dentro del enfoque político-discursivo, enfatizamos el carácter principalmente formalista del populismo en cuanto a un modo de construcción de lo político43. En el presente apartado, veremos cómo los distintos elementos que desarrolla el discurso de Igualdad se articulan en torno a una lógica populista.
Como indicamos, uno de los elementos centrales del discurso político radical de los pobladores es estructurarse a partir del significante pueblo. Una de las principales consignas defendidas por el Partido Igualdad es “que el pueblo mande” y las referencias al “pueblo” abundan en sus discursos y declaraciones. Esta idea le permite cuestionar los modelos tradicionales de representación política, en la medida que el pueblo aparece como lo irrepresentable:
Y lo decimos claro: no queremos más gobiernos que dicen representar al pueblo. Queremos que el pueblo mande y se mande, que gobierne y se autogobierne44 Venimos desde los movimientos sociales en lucha a hablarle a nuestro pueblo sobre su máximo derecho: su derecho a gobernar45 No es un gran partido ideológico doctrinario, hay puntos muy básicos pa’ trabajar en conjunto, los principales puntos son: es la idea fundamental digamos de decir en Chile no hay ninguna solución de fondo, real pa’ nuestro pueblo mientras no gobierne nuestro pueblo porque mientras gobiernen los ricos no hay ninguna solución real pa’ la gente, las únicas soluciones del fondo, reales, transformaciones de verdad que puedan producirse digamos en dignidad, justicia social, igualdad pa’ la gente es cuando nuestro pueblo lo mande46.
Como podemos observar en estos fragmentos, el punto central a partir del cual se estructura el discurso de Igualdad es la necesidad del pueblo de autogobernarse. Esta necesidad obedecería a la imposibilidad de alcanzar conquistas para el mundo popular en un marco de representación definido por los intereses de los ricos.
Esta posición central que adquiere el pueblo al interior de la estructura discursiva de Igualdad es reforzada por un conjunto de demandas que van dotándolo de significado, entre ellas: la educación gratuita y de calidad, el fin de las Isapres y de las AFP, el cambio de la Constitución a través de una asamblea “popular” constituyente, el respeto al medioambiente, el desarrollo sustentable, etc.
La educación gratuita, laica y de calidad para tod@s l@s chilen@s, término al sistema de isapres y AFP por uno solidario que cubra de manera digna y calidad a tod@s, cambio al sistema electoral binominal y cambio de la constitución a través de una vía constituyente popular y de los pueblos donde el eje central sea la participación de tod@s l@s ciudadan@s y organizaciones sociales y territoriales. Desarrollo económico sustentable y con respeto al medioambiente, desarrollo de las ciencias y las tecnologías que sirvan de manera real al desarrollo de nuestra nación en lo económico, cultural, artístico, biológico y en el campo de las ideas.47
Se establece así, para decirlo en los términos de Laclau48, una cadena de demandas equivalentes entre sí, que permite al discurso de Igualdad producir una crítica radical al sistema de dominación que caracteriza nuestra sociedad. Efectivamente, según Laclau, la subjetividad popular, asociada a la articulación equivalencial de demandas heterogéneas, sólo es posible en la medida que exista una frontera interna antagónica que permita la articulación de demandas de manera negativa (en oposición a algo). Por ello, debe establecerse la división de lo social entre el poder y el pueblo, porque sin una construcción discursiva de un enemigo, el populismo no puede emerger. Las distintas demandas formuladas por el movimiento logran articularse en la medida en que se oponen, de manera conjunta, al capitalismo. Es a partir de ahí, efectivamente, que cobra sentido su declaración anticapitalista:
Nuestros principios son la participación democrática, horizontal y asamblearia en todas nuestras decisiones; la construcción del poder del pueblo como única fuerza transformadora; el anticapitalismo, porque el capitalismo es el origen de tanta injusticia, problemas y miseria que vive la humanidad; nunca seremos serviles ni nos aliaremos a los partidos de los ricos como son la concertación y la alianza de derecha; legalizaremos este instrumento político para llevar al pueblo chileno al gobierno y no para negociar cupos o cargos en los gobiernos de los patrones.49 Denunciamos el carácter inhumano y depredador del capitalismo que a través de los grandes capitalistas -nacionales y extranjeros - ejercen su poder controlando la economía, el gobierno, los medios de comunicación, explotando a la clase trabajadora, negando la identidad de los pueblos originarios, depredando a la Madre tierra, dejándonos sólo migajas, consagrando su sistema de muerte por sobre la Vida.50
Como vemos, el sistema capitalista es percibido como la causa no sólo de las desigualdades socioeconómicas (“la explotación de la clase trabajadora”), sino también de la depredación de la madre tierra, de la negación de la identidad de los pueblos originarios, de la violencia contra las mujeres, los niños y las niñas, entre otros. Esta doble crítica al carácter “depredador e inhumano” del capitalismo permite desde ya identificar la crítica social con la crítica moral, elemento constante al interior del discurso de Igualdad. El sistema capitalista es criticado porque, de alguna manera, “pervierte” el conjunto de la sociedad. De esta forma, queda en evidencia cómo el discurso político del Partido Igualdad busca constituir un proyecto contra-hegemónico que modifique las condiciones de existencia de los pobladores y los desfavorecidos51.
El elemento moral es aún más visible cuando se describen las clases sociales, “los ricos” y “los pobres”, y la clase política, cómplice del gran empresariado. Se construye, de esta manera, una representación antagónica del campo social, asociada a variaciones de la distinción moral entre lo bueno/malo y lo virtuoso/vicioso, donde el “pueblo” aparece como virtuoso, y la elite como corrupta y malvada. De esta manera, el discurso de Igualdad se condice con lo señalado por Cas Mudde52 a propósito del discurso populista, según quien esta división discursiva de la sociedad en grupos homogéneos y antagonistas, se hace en una clave moral: el antagonismo está mediado por una relación maniquea entre el pueblo y la elite.
Hoy queda más que claro que la rapiña empresarial chilena busca, por todos los medios, aprovechar el sufrimiento de cientos de miles de compatriotas para hacer sus negocios, sacar ganancias y lucrar con la desgracia ajena. El gobierno de Piñera viene a garantizar más ganancia y lucro para los ricos dueños de Chile, lo que significa más pobreza, explotación y humillación para el pueblo. Debemos impedirlo.53
Los ricos, los empresarios, aparecen retratados como malvados, egoístas, ambiciosos, incapaces de percibir la desgracia y el sufrimiento ajenos, como una verdadera “rapiña”, o como “cerdos”, como se observa en esta imagen de portada de la revista de Igualdad. En cambio, los pobres aparecen como buenos, solidarios, generosos, valientes y luchadores, que, a pesar del sufrimiento, la explotación y la humillación sufrida, son capaces de levantarse para defender su dignidad.
Yo creo en este proyecto porque lo componen personas honestas y luchadoras.54 La política es el espacio social donde se deciden todas las leyes que nos rigen, pero que no favorecen nunca al pobre ¿Por qué? Simple: porque las leyes las hacen los ricos. Si dejamos que esto siga así, estamos dejando en las manos de políticos corruptos y mentirosos los destinos de nuestras familias y del país. Por eso los pobres de Chile debemos tomar la política en nuestras manos. Nuestra política, que nacerá desde las poblaciones pobres de Chile, será distinta, será democrática, transparente, de lucha, participativa, y tendrá siempre el objetivo de garantizar los derechos del pueblo chileno.55
Como vemos en estas citas, esa lectura también se lleva al plano de la política: los políticos tradicionales son corruptos, mentirosos, están aliados con el gran capital. Interesante es la representación que se da de la Concertación, en la cual estos aparecen como traidores. Dicen representar a los pobres, a los más desfavorecidos, pero, en realidad, también están del lado de las grandes empresas. Bajo esta óptica, “los gobiernos de la Concertación” aparecen como equivalentes de “Pinochet y los economistas de Chicago”. Además de compartir sus intereses económicos, no son capaces de “actuar con valentía”.
¿Tú también Judas? Sabemos por qué Pinochet y los economistas de Chicago cambiaron al país. Porque echaron la culpa de la crisis de los ’70 a la intervención del Estado en una economía que no podía adecuarse a los vientos de cambios que soplaban por el globo. Otra cosa es por qué los gobiernos de la Concertación eran (y serán) neoliberales, con o sin querer. Una cosa es que no quieran enfrentar los poderes que realmente mandan en este país, entonces no pueden controlar la “libre empresa” en manos de los Luksic, los Matta, los Paulmann. No quieren enfrentarlos porque, por un lado, son sus amigos, y son poderosos. Y por el otro, porque el éxito de la economía, el éxito que entrega los impuestos al Estado, depende de las ganancias de las empresas de esos multimillonarios. Es que ellos también creen en el goteo de los multimillonarios “hacia abajo”. Después de todo, ellos también creen que la intervención del Estado en la economía no puede adecuarse al viento de cambios que soplaba por el globo. Dicen una cosa y hacen otra ¿Por qué no salen de ahí y actúan con valentía?56
Como vemos, el discurso político de Igualdad tiene una estructura antagónica que divide el campo social en dos: por un lado, los ricos, quienes, además de sus intereses de clase, son descritos como malvados o perversos; y, por otro lado, los pobres, caracterizados como buenos, valientes y solidarios. Esta distinción entre una élite corrupta y un pueblo virtuoso coincide, como vimos, con la descripción que hace Mudde57 del discurso populista, donde el antagonismo social es representado en términos morales. El carácter moral de esta estructura cuestiona la distinción política tradicional entre izquierda y derecha. De hecho, si bien muchos militantes se consideran de izquierda, no definen al partido en estos términos. En algunos documentos, se destaca la posición del partido “abajo y a la izquierda”, no solamente “a la izquierda”:
Como Partido Igualdad (…) no nos definimos como izquierda ni derecha, ni centro ni socialista, es un partido popular, una herramienta del pueblo y si hay que acercarse a alguna es de izquierda, de izquierda revolucionaria, pero el movimiento a su gente, a todo los que nos rodean no les dice a nosotros somos de izquierda y somos de este lado no, es algo que se va dando naturalmente, que se va entendiendo, se van manejando muchos conceptos de izquierda en el discurso, pero no hay una definición así como directa58
Como se puede observar en esta cita, la definición de izquierda no está ausente en la descripción que hacen los militantes de su posición ideológica o del tipo de demandas que reivindican, sin embargo, no limita la adscripción al colectivo. En el siguiente apartado, mostraremos cómo el pueblo que busca interpelar el discurso de Igualdad no está compuesto únicamente por una articulación de demandas equivalentes expresadas en un lenguaje de derechos, sino que se estructura en torno a una experiencia particular de sufrimiento y dignidad que no puede ser mediada y que restringe sus posibilidades de articulación discursiva. Esta experiencia, característica del pueblo, se articula con la historia del movimiento de pobladores.
Pueblo, sufrimiento compartido y dignidad
Como pudimos observar en el apartado precedente, el discurso político de Igualdad tiene una lógica populista que pone en el centro al significante pueblo. En sus investigaciones recientes sobre populismo, Laclau59 destaca que el pueblo no posee un contenido particular, sino que está siempre abierto a ser llenado de forma tal que pueda articular demandas heterogéneas. En este sentido, Laclau caracteriza al pueblo como un significante vacío60 que surge de la construcción de una frontera interna antagónica con el poder.
Siguiendo esta perspectiva, queremos mostrar dos elementos que particularizan el discurso de Igualdad sobre el pueblo y que, a nuestro juicio, permiten conectarlo con las distintas lógicas de acción61 que orientan el comportamiento político de los sectores populares, específicamente a los pobladores, a saber: el sufrimiento compartido y la dignidad. En este sentido, el discurso de Igualdad tiene una estructura populista que lo articula sincrónicamente con otros discursos similares a lo largo del mundo, pero que moviliza ciertos significantes particulares que le permiten establecer una continuidad diacrónica con la experiencia política de los pobres urbanos.
“No somos vulnerables sino que vulnerados” 62
En un artículo publicado el año 2000, Marie- Christine Doran63 propone que el discurso político de los pobladores se caracteriza por una “sintaxis fusional”, es decir, por la enunciación colectiva de un nosotros que cuestiona a los diferentes “discursos de mediación” que buscan representarlo, ya sean los partidos políticos, la Iglesia católica u otros actores. La imposibilidad de representar el discurso de los pobladores- que destacamos en el apartado precedente- a juicio de la autora, se explicaría por la centralidad que tiene “el sufrimiento compartido” en la definición del “nosotros, los pobres” que moviliza este discurso político. En esta misma perspectiva, Dubet et al. muestran cómo, al interior de la lógica de defensa comunitaria, los pobladores se autodescriben como una comunidad moral, “como aquel que defiende la vida de todos los días, aquel que defiende al Ser Humano en su derecho a la dignidad, aquel que es una víctima inocente”64. Estos autores destacan cómo el sufrimiento es utilizado para definir al adversario, representado en los años ochenta por la dictadura y por las clases medias, estas últimas “demasiado alejadas del sufrimiento del pueblo”65.
En consonancia con estos argumentos, en este apartado, quisiéramos proponer que el “sufrimiento compartido” opera como una restricción discursiva que limita, en última instancia, las posibilidades de variación del discurso político de Igualdad. Esto significa que, si bien en torno a la frontera antagónica que define su discurso se articula una amplia cadena de demandas equivalentes, el sujeto colectivo (pueblo) que se construye está sobredeterminado por el significante “sufrimiento compartido”.
Como veremos en la siguiente carta, Rafael Soto- dirigente de comité de allegados y ex candidato a diputado- resalta la experiencia vivida y compartida por la comunidad, que no es otra que la experiencia de la pobreza, el “hacinamiento, la enfermedad, el empleo precario y la violencia que genera este sistema para con nuestra gente”.
No hablamos desde la teoría ni elaboramos nuestras propuestas desde la intelectualidad de arriba. Nuestros proyectos en materia de vivienda, salud, educación, trabajo y seguridad brotan desde el hacinamiento, la enfermedad, la desinformación, el empleo precario y la violencia que genera este sistema para con nuestra gente66
¿A quién refiere Rafael cuando habla de “nuestra gente”? La historia que relata, y a partir de la cual pretende dar cuenta de una identidad compartida, no es la historia de la sociedad chilena en su conjunto, es la historia del pueblo pobre, de los marginales, de los pobladores. Se trata de una historia de sufrimiento, de privaciones, de migración en búsqueda de una mejor vida, de represión y desprecio por parte de las élites, en fin, de una marginación y exclusión constante de la vida social y política del país.
La historia de nuestras familias no es muy distinta entre nosotros, pero sí es muy diferente a “nuestros representantes”. Nuestros abuelos campesinos llegaron a Santiago entre los años 1940 y 1960 provenientes del Valle del Limarí, Monte Patria, huyendo de la pobreza que azolaba a nuestros antepasados en los campos de todo Chile con la esperanza de vida digna para sus hijos, nuestros padres, y sólo se encontraron con la indiferencia y el desprecio de la clase dominante teniendo que nutrir la ya creciente periferia pobre de la capital y de otras ciudades que sufrieron el mismo fenómeno producto del éxodo de miles de campesinos. Nuestros padres dejaron su juventud sin mucha educación y como obreros en las fábricas debieron trabajar duro para salir adelante en una sociedad la cual le negaba lo que les correspondía siendo estos erradicados y desgarradas sus familias hacia diferentes puntos de la ciudad para proveer de techo a sus hijos, quienes de ellos no tuvieron estas mínimas “oportunidades” acabaron sus vidas a la sombra del hampa para poder sobrevivir67
Como se puede apreciar en este discurso, la historia de “nuestra gente”, de “nuestras familias”, es la historia de los pobladores, quienes migraron del campo a mitad del siglo pasado y que hoy son erradicados “hacia diferentes puntos de la ciudad”. Esta historia se construye en oposición a la de los ricos, a los poderosos, lo que abarca tanto la clase explotadora, como a la clase dirigente, “nuestros representantes” dice Rafael Soto. De hecho, estos dos grupos son percibidos como cómplices en tanto pertenecientes a una misma “clase social”.
Esta caracterización del pueblo a partir de una experiencia compartida de sufrimiento es reforzada, en el diario Voces de la Igualdad, por distintos testimonios individuales que relatan, desde un enfoque centrado en lo cotidiano, diferentes aspectos en la vida de los sectores populares. Estos relatos más íntimos, que tienen que ver con las historias familiares, pero también con las decisiones personales de participar en la organización, van limitando las posibilidades de variación del discurso de los pobladores, en la medida que refieren a una subjetividad mucho más específica.
Yo vivía allegada en la casa de los suegros, en una casa atrás. Entonces llegué a la Florida con mi pareja y nos inscribimos en un Comité. No queríamos seguir en la casa de los suegros porque vivir como allegada es fome, porque uno no tiene su espacio, uno no tiene lo propio68. Tengo historia también. Mi mamá era de la toma de la Nueva Habana y llegué acá a los cinco meses. Entonces conozco la historia de las tomas y rescato un poco la historia de mis padres. Tengo 42 años y no quiero que me quiten mis raíces69.
Desde esta perspectiva, si bien el discurso de Igualdad busca articular una pluralidad de demandas que van más allá de los pobladores (educación gratuita, No + Afp, entre otras), cuando caracteriza el tipo de subjetividad colectiva que busca movilizar para una transformación radical de la sociedad chilena, el “sufrimiento compartido” aparece como una restricción que limita el espacio de articulación política. Son solamente los sectores populares, los trabajadores, los pobres organizados, los pobladores, quienes- “buenos y valientes”- serán capaces de crear “la nueva sociedad del buen vivir”.
¿QUÉ ES EL PARTIDO IGUALDAD?: Somos el partido de los que decimos ¡BASTA! Somos el Partido del pan, somos el Partido de la casa, somos el Partido del trabajo, de la salud y la educación dignas. Somos el partido de los obreros de la construcción, de la dueña de casa, de los pobladores, de los temporeros, de los empleados, de los pescadores artesanales, de los pueblos originarios. Somos el partido de las madres y los niños. Somos el partido que aspira a una nueva relación entre los humanos y su medio ambiente. Somos el partido de los trabajadores manuales e intelectuales, de los estudiantes, de las mayorías y minorías discriminadas y excluidas. Somos el partido de la tierra, el agua y el cobre. Somos el Partido del mar, el campo y la ciudad. Somos el Partido de la libertad, de la cultura la justicia social y la igualdad. Somos el partido de los buenos y valientes, somos el Partido de los seres humanos que guiados por el amor crearemos la nueva sociedad del buen vivir, Somos el Partido de la nueva Constitución. Somos el instrumento político de los que luchan, una herramienta necesaria para conquistar nuestros sueños70
En una entrevista realizada a una dirigenta del Partido, nos destaca cómo el poblador aparece como una categoría más flexible que la del trabajador para caracterizar al pueblo:
El poblador se entiende (como) el vecino desde la niña que va a la escuela, desde su mamá, desde su papá todos ellos en conjunto forman la población, así que denominarlo como trabajador o no trabajador entonces ¿dónde queda la dueña de casa? me acuerdo que discutíamos en ese tiempo claro porque está el estudiante, el trabajador pero ¿dónde está la dueña de casa, la vecina que está todo el día en la casa? (…) nosotros somos pobladores y siempre decimos lo mismo, un político no va a venir a decirnos lo que el pueblo necesita si nosotros somos pobladores igual y ya sabemos ahora lo que tenemos que empezar a cuajar71
Como vemos, si bien el discurso de Igualdad permite articular inicialmente un conjunto de demandas heterogéneas en torno al significante vacío “pueblo”, lo cierto es que dicho discurso va siendo restringido en la medida que se articula con la experiencia de vida de los pobres urbanos y, en particular, de los pobladores72. En el discurso de Nuria, el poblador es movilizado como una categoría política73 que permite articular a un conjunto de subjetividades (el vecino, el estudiante, el trabajador, la dueña de casa, la niña que va a la escuela) detrás de un nosotros que se opone a todos aquellos que no comparten las mismas necesidades (los ricos, la clase media, los políticos). Para profundizar en esta idea, en el siguiente apartado, desarrollaremos otro elemento que permite particulizar el tipo de subjetividad colectiva al que hace referencia el discurso de Igualdad, a saber: el significante dignidad.
“La dignidad no se mendiga, se conquista luchando”74
Un segundo elemento característico del discurso político de los pobladores y que es movilizado en el discurso de Igualdad, para describir al pueblo, es el significante dignidad. Esta referencia a la dignidad en el discurso de los sectores populares ha sido ampliamente destacada por la literatura en ciencias sociales. En algunos casos, se ha señalado cómo las organizaciones de pobladores reivindicaban la dignidad frente a la represión y exclusión sociopolítica de la cual eran víctimas en dictadura75. En otros casos, se ha evidenciado cómo los pobres urbanos movilizan el significante dignidad para desidentificarse respecto a la discriminación y estigmatización de la cual son objeto en su vida cotidiana76. En investigaciones recientes sobre poblaciones, se ha destacado la importancia del significante dignidad para caracterizar formas de acceso al consumo77 y de recuperar la memoria respecto a luchas pasadas78. Finalmente, en investigaciones contemporáneas sobre acción colectiva, se ha relevado la reivindicación pública de la vida digna como un horizonte político del movimiento de pobladores79.
Tal como destacan Ch. Taylor80 o R. Forst81, el significante dignidad ha tenido históricamente una posición central en las distintas luchas contra formas de dominación injustificadas. En este sentido, la dignidad es una forma moral de reivindicar la igualdad entre los distintos seres humanos, independientemente de su identidad o posición social específica. En el caso del discurso de Igualdad, el significante “dignidad” aparece en diferentes ocasiones, ya sea para caracterizar el horizonte al que se aspira (viviendas dignas, salud digna, etc.) o a los sujetos que reivindican (“dignidad de sus habitantes”).
El Partido Igualdad impulsará los cimientos de la nueva sociedad a través de la Constituyente Social, proceso a través del cual acompañaremos a los pueblos y trabajadores en la tarea de imaginar, diseñar e instaurar una nueva Constitución para Chile que garantice la dignidad de sus habitantes82
A través de la reivindicación de la dignidad, asociada a distintas demandas específicas, los pobladores exigen su reconocimiento como seres humanos, condición que ha sido usurpada por los “grandes saqueadores de nuestro país”.
(Roxana Miranda) se la jugará, como hasta ahora lo ha hecho, por conquistar para la mayoría explotada y abusada, condiciones para vivir con dignidad e igualdad83 Hemos sufrido la represión y hostigamiento constante, pero alzándose el pueblo cada vez más fuerte a fin de devolverle la dignidad usurpada a una ciudad que debería brillar por contar con el principal puerto de transferencia de carga del país” Milko Caracciolo, San Antonio, la ciudad traicionada84.
Como podemos observar, además de explotada, la mayoría aparece descrita como “abusada”. La denuncia del abuso es recurrente en el discurso de Igualdad. Gran parte de los problemas sociales se refieren al abuso: el abuso de los empleadores, el abuso de los poderosos, el abuso de las empresas con los consumidores, el abuso de los recursos naturales. El significante “abuso” aparece constantemente como algo que impide justamente el acceso a los derechos y, por ende, a la dignidad.
No son pocos en Buin los abusos, la corrupción, y la apatía que ha suscitado la repartija vil del poder entre las dos coaliciones tradicionales. Una de dura derecha, y la otra que pretende llenarse la boca con una supuesta “izquierda” que no es más que populismo barato85. La ley de subcontratación, surgió por el abismante abuso que reciben los trabajadores en régimen de subcontratación y que, en la práctica, solo sirvió para naturalizar algo aberrante socialmente como la esclavitud y la trata o comercialización de las personas86
Tal como señala Kathya Araujo87 en su análisis del habitar popular, el “abuso” reemplaza la idea de “explotación” para caracterizar la experiencia de dominación de los sectores populares. La idea de abuso tiene contenida la idea del poder, la discriminación, del aprovechamiento, pero este aprovechamiento puede venir de muy distintos ámbitos. La usurpación de derechos es leída como abuso, los derechos hay que recuperarlos para recuperar la dignidad.
La dignidad se posiciona, así, como un significante central para caracterizar al pueblo. A diferencia de la posición ocupada en otros discursos populares, la dignidad no sólo es utilizada para caracterizar la situación de exclusión social que viven los sectores más pobres de la población, sino también para denunciar al sistema capitalista que niega una vida digna. Es, en este sentido, tal como presentamos en el apartado precedente, que el capitalismo es descrito no sólo como un sistema de explotación, sino como “depredador e inhumano”. Asimismo, la dignidad no refiere solamente a una experiencia vivida, sino también a un componente que se activa en la lucha. De este modo, el significante dignidad no se moviliza únicamente para valorizar una experiencia de sufrimiento compartido, sino para caracterizar, tal como señalamos anteriormente, al pueblo “que dice ¡BASTA!” y que camina “hacia el buen vivir”. En este sentido, la “dignidad” no sólo busca interpelar a la “mayoría explotada y abusada”, sino a “la gente buena// solidaria, respetuosa, luchadora”. En esta misma dirección, un dirigente de Igualdad nos señala cómo la dignidad no es un elemento pasivo, sino que se obtiene a través de la lucha política:
A nosotros nos gusta la marcha, yo te digo que esa weá te da dignidad porque la lucha te hace digno po’. No es el caso de someterte al poder de estos políticos, de los empresarios, la lucha te libera de toda esa weá88.
Manteniendo la oposición entre:
Mi vida digna no nace por la vivienda digna, a lo mejor por mi vida digna puedo llegar a la vivienda, entonces lo nuestro no es solamente la vivienda… nos amarra la organización, el deseo de formar una comunidad diferente89.
En síntesis, podemos observar cómo el discurso de Igualdad, si bien tiene una estructura equivalente a otros discursos populistas en el mundo, centrado en el significante pueblo y, a partir de ahí, divide la sociedad en dos campos antagónicos que se oponen moralmente, es sobredeterminado por ciertos elementos propios del discurso político de los pobladores que ya han sido identificados por la literatura especializada. Tanto el sufrimiento compartido como la dignidad operan como restricciones discursivas que limitan la flexibilidad del significante pueblo.
Conclusiones
En el presente artículo, hemos querido demostrar cómo el discurso político radical, identificado en manifestaciones anteriores en el movimiento de pobladores, es interpretado y comunicado actualmente por el Partido Igualdad. Esto no quiere decir, por una parte, que todos los pobladores adhieran a este discurso, ni, por otra, que todos los pobladores radicales políticamente se identifiquen con el Partido. Lo que hemos mostrado es una variante posible del discurso político radical que se articula con los discursos cotidianos de los pobladores y que, por lo mismo, está presente en otras organizaciones que no están contenidas orgánicamente en el partido. Asimismo, la forma del diagnóstico de Igualdad acerca de la sociedad chilena puede encontrarse en “críticas ordinarias”90 realizadas por los pobladores a propósito de la segregación socioespacial que los afecta, sin que, por ello, adscriban a un discurso político en específico.
Tal como hemos señalado, la estructura del discurso político de Igualdad coincide con la definición que realiza la literatura contemporánea acerca del populismo, en el sentido de que posiciona al pueblo como una voluntad colectiva global y, a partir de ello, estructura el campo político de forma antagónica, traduciendo dicho antagonismo en clave moral. Sin embargo, como vimos, este significante tiene una extensión limitada de acuerdo a las formas en que se articula con el discurso político de los pobladores. De esta forma, a la pregunta ¿qué es el pueblo?, Igualdad responde: son todos aquellos que sufren las consecuencias del sistema capitalista y que, pese a ello, son capaces de levantarse y exigir colectivamente una vida digna.
Esta respuesta que da el Partido Igualdad le permite articular una cadena de demandas equivalentes y apelar a una multiplicidad de subjetividades que exceden el espacio de los pobladores, sin embargo, le impone restricciones respecto a la posibilidad de articularse políticamente con actores provenientes de otras clases sociales. La reciente incorporación de Igualdad al Frente Amplio desafía los límites discursivos que hemos identificado en este artículo y, en este sentido, puede marcar una apertura de su estructura y una resignificación del significante pueblo. Hasta qué punto un discurso político populista como el que moviliza Igualdad puede articularse con otros discursos de izquierda socialista o socialdemócrata era un desafío en décadas pasadas y lo sigue siendo en la actualidad. Esperamos que con este trabajo podamos orientar futuras investigaciones en esta dirección.