En el presente trabajo analizamos los escritos de Lenin referidos al desarrollo del capitalismo en Rusia. No es nuestra intención presentar un nuevo estudio sobre la historia económica de dicho país, sino observar cómo concebía Lenin a la especificidad nacional en el capitalismo. Nos referiremos a aquella parte de sus publicaciones, de las décadas de 1890 y de 1900, donde desarrolló las bases económicas de su programa para la revolución democrático-burguesa.
Estos escritos de Lenin expresan la necesidad de conocer la forma específica que toma el capital en cada espacio nacional. Esto no se satisface con una reflexión general sobre el capitalismo y las naciones. Los textos clásicos del marxismo se mostraban insuficientes para explicar la trayectoria de cada país. Tampoco eran suficientes aquellos estudios que, como los del populismo ruso, aunque estaban dedicados a la trayectoria nacional, la presentaban como si fuera autónoma respecto del capital.
Bajo el modo de producción capitalista, el trabajo es realizado de manera privada e independiente y su potencia social está portada en la forma de valor que toma el propio producto. Se trata entonces de una relación social que traspasa toda frontera geográfica y temporal. En definitiva, es un modo de producción que, aunque por su forma sea nacional, es mundial por su contenido1. Esto significa que la unidad mundial capitalista no es un mero punto de encuentro de naciones autodeterminadas. No estamos hablando de la yuxtaposición de naciones que anteceden al capital, sino del despliegue de una relación social mundial que toma la forma concreta de una división internacional del trabajo en una multiplicidad de espacios nacionales.
En esa división internacional del trabajo, el capital fragmenta a la clase obrera en ámbitos donde la desarrolla con los atributos específicos que hacen a la particularidad de cada espacio nacional2. Al mismo tiempo, recorta las posibilidades de su acción política inmediata. Si bien el capital determina a la clase obrera en la necesidad de asociarse políticamente frente al Estado, ésta no arranca enfrentándose inmediatamente a un Estado mundial, sino que “la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional”3. En definitiva, la clase obrera se enfrenta a la necesidad de comprender las particularidades nacionales con que el capital la determina a sí misma como sujeto político.
En el caso de Lenin, él comenzó a intervenir en el debate intelectual de la década de 1890 convocado por la controversia en torno al destino del capitalismo en Rusia. Luego, su acción política se fundamentó en una idea sobre lo nacional que fue desarrollada, principalmente, en El desarrollo del capitalismo en Rusia de 18994. Pero, como es sabido, el carácter de la revolución cambia en Lenin. Él mantuvo el programa democrático-burgués, al menos, hasta 1917. A partir de la revolución de marzo de 1917, lo da por concluido5 y, desde entonces, defendió el objetivo de una revolución socialista que instauraría una dictadura del proletariado. Este cambio implicó una reelaboración intelectual en Lenin, donde El imperialismo6 pasó a ocupar el lugar que tuvo El desarrollo del capitalismo en Rusia.
Sin embargo, con sus escritos sobre el imperialismo, Lenin nunca llegó a desarrollar una obra comparable a El desarrollo… La misma idea de reemplazo es problemática puesto que dicho cambio no implicó una crítica a lo esencial de los posicionamientos previos referidos al capitalismo en Rusia. Un aspecto llamativo de los escritos de Lenin sobre el imperialismo es la ausencia de la especificidad rusa como problema7.
El imperialismo tiene como propósito demostrar aquello que Lenin entendía como una nueva etapa del capitalismo, que planteaba nuevas tareas políticas al movimiento obrero mundial. Sin embargo, la particularidad de Rusia durante esa nueva etapa nunca llegó a ser trabajada en profundidad por Lenin y El desarrollo… permaneció como su principal obra respecto de la temática que aquí trabajaremos. En definitiva, es en los escritos que aquí analizamos, principalmente, en El desarrollo… donde Lenin forjó una perspectiva que sirvió de fundamento para sus posteriores intervenciones en el renombrado debate sobre la cuestión nacional, con otras corrientes del marxismo.
Desde un análisis crítico, se busca aquí revalorar una producción que fue central en la vida intelectual de Lenin, pero que fue perdiendo el interés de una bibliografía que, desde la adhesión o la crítica al dirigente bolchevique, se detuvo, cada vez más, en aspectos de su personalidad y compromiso revolucionario. En función de nuestro objetivo, la primera sección está dedicada a contextualizar la obra de Lenin, identificando el propósito que le daba a sus análisis en el marco de la controversia entre el marxismo y el populismo. Allí exponemos su posicionamiento frente al populismo ruso y su defensa de la perspectiva que entendía que el capitalismo estaba lejos de agotar sus potencias en Rusia. En las secciones segunda y tercera presentamos un análisis crítico de los aportes de Lenin al debate, dando cuenta de cómo identificaba las particularidades del desarrollo capitalista en Rusia en tanto espacio nacional. Prestamos especial atención a sus planteos sobre el mercado interno y en identificar dónde encontraba los rasgos particulares de la economía rusa. Finalmente, en las siguientes dos secciones, planteamos que Lenin no logró presentar un análisis que trate la problemática en forma directa. Dada la naturaleza de la controversia, Lenin no pudo ir más allá de señalar la presencia en Rusia de formas propias del capitalismo en general, sin reconocer su especificidad. En otras palabras, observamos que Lenin encontraba la especificidad nacional en las formas que tomó la llamada acumulación originaria. Si Rusia se diferenciaba de Inglaterra era por la forma con que el capital transformaba al productor en un sujeto doblemente libre; por las formas con que las relaciones de dependencia personal dejaron lugar a relaciones capitalistas. Sin embargo, allí donde estas relaciones ya aparecían desarrolladas, Lenin no les reconoció particularidad alguna. En definitiva, planteamos que en el enfoque de Lenin existe una tensión no resuelta entre identificar aquello que es general del modo de producción capitalista, y que estaba presente en Rusia, respecto de aquello que era forma específica del capitalismo en ese país.
Marxismo y populismo
Fueron los llamados intelectuales populistas los precursores en el pensamiento sobre la especificidad nacional de Rusia8. Cuando Lenin se sumó a la polémica, dicha especificidad era presentada como una excepcionalidad que habilitaba a una acción política capaz de alcanzar una sociedad alternativa al capital, sin atravesar el capitalismo. Frente a estos posicionamientos, Lenin retomó la visión marxista clásica, principalmente de Plejanov9, que anunciaba el inevitable desarrollo capitalista de Rusia y entendía a la acción política revolucionaria como expresión de dicho desarrollo, en lugar de la abstracta negación de éste.
Distinguimos dos momentos en lo que hace al estudio de la peculiaridad rusa en Lenin. Un primer momento abarca desde la publicación de Los nuevos cambios económicos en la vida campesina10 de 1893 hasta la que fue su principal obra: El desarrollo del capitalismo en Rusia, publicada en 1899. Los escritos de la década de 1890 tenían como objetivo principal la discusión con el populismo ruso. Luego, con el cambio de siglo, sus escritos tuvieron que clarificar un programa agrario en controversia con otras tendencias de la socialdemocracia rusa.
Mientras que la crítica al populismo llevó a Lenin a tener que demostrar la vitalidad del capitalismo ruso, en oposición a planteamientos que argumentaban en torno a su imposibilidad, el debate dentro de la socialdemocracia le demandó clarificar el lugar de una alianza con el campesinado en cursos posibles de desarrollo dentro del modo de producción capitalista.
Lenin empleaba el término populismo en un sentido bastante amplio, donde incluía a aquella porción del pensamiento social ruso que, desde la reforma de 186111, expresaba las inquietudes del pequeño productor, reconociéndoles un carácter progresivo implícito en tanto formas de oposición al arcaísmo zarista12. Sin embargo, establecía una diferencia significativa entre los precursores, como Herzen, y sus exponentes contemporáneos, como Vorontsov o Danielson13. La distinción remitía a que, desde la década de 1880, hubo en Rusia un cambio de actitud general en la intelectualidad de la época basado en las rápidas transformaciones que sucedían en la economía rusa14. La nueva generación de intelectuales populistas aparecía como menos radical en su oposición al zarismo, pero, al mismo tiempo, más preocupada por explicar la economía capitalista y su inserción en Rusia15.
En pocas palabras, tanto Vorontsov16 como Danielson17 planteaban que el desarrollo capitalista en Rusia se hallaba bloqueado y que no podría imitar la trayectoria de los países de Europa occidental. Que esto no solo era indeseable, por las consecuencias negativas que suponía para la comuna campesina, sino imposible. Esta imposibilidad se fundaba en la idea de que el modo de producción capitalista tiende al subconsumo y que en consecuencia no puede dar curso a la realización del plusvalor. En este sentido, afirmaba Danielson: “la producción capitalista encuentra un obstáculo a su crecimiento en la reducción del mercado interno, en la medida en que este último depende del poder de pago de la población obrera”18.
Sobre estas ideas, los autores populistas concluían que el capitalismo, pensado en forma general, tendía al estancamiento. Sus análisis sobre Rusia terminaban recayendo en una teoría sobre la imposibilidad misma del capitalismo. En estos términos, la expansión capitalista parecía posible solo allí donde factores externos compensaran su tendencia intrínseca. La clave era el acceso a mercados exteriores19. Sin embargo, se aseguraba que Rusia no podría ganar terreno en el comercio exterior por su desarrollo tardío20. Al mismo tiempo, los intelectuales populistas no dejaban de reconocer los avances técnicos de occidente. Aun con sus diferencias internas, el populismo parecía unirse en torno a la convicción acerca de la posibilidad de tomar los avances productivos del capitalismo sin sus contradicciones sociales21.
Estas ideas fueron objeto de críticas por parte de aquellos exponentes del marxismo que entendían que Rusia se encontraba abierta a un desenvolvimiento capitalista que la llevaría a un desarrollo como el de occidente. Esto implicaba, en primer lugar, refutar las teorías populistas sobre el problema de los mercados. En este punto aparecieron, fundamentalmente, las contribuciones de los llamados “marxistas legales” como Tugan-Baranovsky, Bulgakov y, también, como veremos en la siguiente sección, de Lenin. Estos autores basaron su argumentación en una interpretación de los esquemas de reproducción que Marx había incluido en el segundo tomo de El Capital. Sus intervenciones coincidían en remarcar que el objetivo de la producción capitalista no era la satisfacción del consumo personal, sino la valorización del valor. En consecuencia, no debía buscarse en el consumo de los individuos la clave para explicar la realización del plusvalor, sino en la reproducción ampliada del proceso de producción, donde el capital engendra, mediante continuas ampliaciones del capital adelantado, el mercado donde realizar el plusvalor22. En definitiva, aunque desde diferentes enfoques, los críticos del populismo compartían la perspectiva de que el capitalismo no encontraba límites inmediatos para su desarrollo en Rusia.
En esta polémica, aunque con ciertas reservas que trataremos en la sección siguiente, Lenin se apoyaba en argumentos similares a los de Bulgakov y Tugan-Baranovsky. Sin embargo, puso especial atención en llevar ese debate general hacia el terreno de las formas concretas del proceso histórico ruso. El desarrollo del capitalismo en Rusia fue el resultado de ese proyecto.
Para la escritura de El desarrollo…, Lenin tenía como principal antecedente los escritos de Plejanov sobre Rusia de la década de 188023. En el marco de su ruptura con el grupo Tierra y Libertad, Plejanov produjo una serie trabajos programáticos para Rusia que marcaron la base desde la cual se apoyó inicialmente Lenin. En primer lugar, Socialismo y lucha política (1883) que aparecía como una crítica a aquellas formas de construcción política del populismo que se basaban en la apariencia de que el atraso ruso ofrecía la oportunidad de una transición al socialismo evitando el capitalismo. “De ningún modo creemos en la pronta posibilidad de un gobierno socialista en Rusia”24 afirmaba Plejanov, quien apostaba a un programa democrático-burgués, que tendría como objetivo la educación general de la clase obrera conforme se desarrollara el capitalismo.
Pero el programa democrático-burgués no podía sustentarse en una esperanza de futuro desarrollo. Dicho programa no es uno que se proponga crear al capitalismo en Rusia, sino liberarlo de trabas. Si se lo consideraba posible era porque la clase obrera y la burguesía ya habían emergido como sujetos políticos. En consecuencia, la defensa de este programa en Rusia debía mostrar que el autogobierno comunal era inviable, porque la propia comuna campesina ya estaba atravesada por los antagonismos propios del modo de producción capitalista. Plejanov intentó demostrar esto en Nuestras diferencias de 188525, que constituye el principal antecedente de El desarrollo… de Lenin.
Antes de pasar al análisis de El desarrollo…, vale aclarar aquí una serie de diferencias importantes respecto de las condiciones en que se produjeron los libros de Plejanov y Lenin. En primer lugar, a diferencia de Plejanov en Nuestras diferencias, Lenin contó con acceso a los tomos II y III de El Capital, a los cuales se remitió reiteradamente para fundamentar sus posiciones en torno al problema de la realización y de la transición del feudalismo al capitalismo. En segundo lugar, no es sino hasta la década de 1890 cuando las administraciones de los gobiernos locales (los zemstvo) comenzaron a producir grandes registros estadísticos para todas las regiones del imperio26. De aquí que, mientras Plejanov tuvo que apoyarse en estudios de casos para mostrar la diferenciación rural, como el trabajo Orlov La propiedad Comunal en el distrito de Moscú de 1878, Lenin pudo emprender un considerable trabajo estadístico, comparando regiones y brindando un panorama más amplio del proceso de diferenciación campesino; demostrando aquello que afirmaba Plejanov diez años antes. Pero, Lenin no solo se encargó de demostrar empíricamente a Plejanov. Como veremos, entre Lenin y Plejanov hay un enfoque muy diferente de la cuestión agraria, lo cual terminará evidenciándose en las controversias posteriores a la Revolución de 1905.
Más allá de sus diferencias, Plejanov y Lenin compartieron un énfasis en el proceso de diferenciación interno de las comunas. En este punto, Plejanov es quien formuló la tesis, que luego retomó Lenin, acerca de que lo distintivo del caso ruso residía en lo gradual de su proceso de acumulación originaria. Para Plejanov, reconocer esta cuestión tenía consecuencias decisivas para la acción política:
Su caída (en referencia a la comuna) es gradual. Durante un largo tiempo, las relaciones de los miembros de la comunidad aparentan, hacia afuera, permanecer sin cambios, mientras que en su interior ocurren serias metamorfosis que resultan en su destrucción final. Este proceso es a veces muy largo, pero una vez que alcanza cierto grado de intensidad no puede ser frenado por ninguna “toma del poder” por parte de ninguna sociedad secreta27.
Desde sus primeros escritos, Lenin compartía la crítica marxista a las perspectivas populistas del capitalismo en Rusia. Para él, el capitalismo no era una mera imposición de la política zarista que podría revertirse mediante la toma del poder. La posibilidad del socialismo dependía de un grado de desarrollo del capital todavía ausente en Rusia. Es importante remarcar esta cuestión, puesto que persiste una corriente en los análisis de biografía intelectual de Lenin que, retomando lo que fueron las críticas mencheviques, sitúan al líder bolchevique como si fuera una fusión entre el optimismo respecto de la capacidad del desarrollo capitalista en Rusia, en los términos del llamado “marxismo legal”, y el voluntarismo populista28. Para ello, se parte por identificar a los marxistas legales, principalmente a Struve, como si fueran los verdaderos fundadores del marxismo ruso29, cuya heterodoxia respecto de Marx correspondía con las complejidades de Rusia, que invitaban a pensar nuevas problemáticas, más allá de la cuestión de la toma del poder30. En cambio, se presenta a Lenin como torciendo los análisis sobre la inevitabilidad del capitalismo en Rusia; exagerando su grado presente de desarrollo con el propósito de acomodar las conclusiones a su deseo de tomar inmediatamente el poder e instaurar el socialismo.
El problema de estas interpretaciones es que, como se dijo anteriormente, no es sino hasta después de la revolución de marzo de 1917 que Lenin planteó la actualidad de una revolución socialista, en contraposición a la revolución democrático-burguesa. Eso los lleva a omitir una enorme evidencia escrita de Lenin31 y no poder explicar la particularidad sus análisis económicos. En ellos, Lenin no pretendía exagerar el desarrollo ruso para hacerlo equiparable al de Europa occidental. No buscaba mostrar que el marxismo tenía por tarea inmediata la superación del capitalismo. En oposición al populismo, Lenin afirmaba que la potencia política de la clase obrera no surgía de anteponer un ideal socialista a las miserias actuales. Denunciar la miseria social no tenía ningún contenido progresivo en sí. En este sentido, Lenin criticaba a referentes populistas como Mijailovsky, en 1894:
se contenta con hacer constar que estas formas “quebrantan” la pertenencia de la tierra al agricultor, es decir, hablando en términos generales, se expresan en la separación del productor de los medios de producción: se conforma con condenarlo como una cosa que no corresponde al ideal32.
Lenin entendía que el populismo se limitaba a proponer alternativas políticas que surgían de abstraer la distribución de la producción33. Por el contrario, en estos años, él reconocía que la vitalidad del marxismo se apoyaba en las posibilidades ilimitadas que presentaba el desarrollo de la producción capitalista en Rusia, cuyo papel histórico progresivo “puede resumirse en dos breves tesis: aumento de las fuerzas productivas del trabajo social y socialización de éste”34. Planteaba, a su vez, que la subordinación al “gran capital” era progresiva puesto que “despierta el pensamiento del obrero”35. De esta manera, Lenin no concebía que el sentido de su acción política fuera el poner un abstracto freno al desarrollo capitalista:
Nosotros sabemos que la teoría de Marx ha tomado de los clásicos esta concepción de la acumulación, al reconocer que cuanto más rápido crece la riqueza, con tanta más plenitud se desarrollan las fuerzas productivas del trabajo y su socialización, tanto mejor se torna la situación del obrero, hasta donde ello es posible dentro del sistema actual de economía social. Los románticos sostienen todo lo contrario, cifran sus esperanzas precisamente en el débil desarrollo del capitalismo y claman porque ese desarrollo sea detenido36.
En este marco, la especificidad del pensamiento de Lenin radicaba en su caracterización de la situación rusa. Lenin no se enfrentaba en Rusia al proceso de socialización capitalista en general, sino a un espacio nacional acotado. Por esta razón, si bien reconocía que las teorías populistas se fundamentaban en una concepción errónea de la reproducción, advertía que para responder a la pregunta sobre si era posible el desarrollo del capitalismo en Rusia, no era suficiente con demostrar teóricamente dicha posibilidad:
…semejante respuesta (lo repito una vez más) presupone que el capitalismo se desarrolla, va abarcando todo el país, pasa a una etapa técnica superior (a la gran industria mecanizada), en tanto que la pregunta se basa precisamente en la negación de la posibilidad del desarrollo capitalista y del reemplazo de la pequeña producción por la grande. El “problema de los mercados” debe ser trasladado de la esfera de las estériles especulaciones sobre “lo posible” y “lo debido” al terreno de la realidad, del estudio y la explicación de qué características va adquiriendo el orden económico en Rusia y por qué adquiere precisamente esas características y no otras37.
La situación rusa demandaba no solo explicar que el país se encontraba abierto al desarrollo capitalista, sino también aquello que diferenciaba a Rusia en este desarrollo. Precisamente porque Rusia era distinta de los países capitalistas clásicos, a Lenin se le presentaba necesario dar cuenta de cuáles eran las bases de esa “excepcionalidad”, de la cual emergían las apariencias sobre las que se montaba el populismo.
Lenin y el Desarrollo del capitalismo en Rusia
El debate de la década de 1890 coincidió con un auge huelguístico del movimiento obrero ruso, principalmente en ciudades como San Pertersburgo. Esto se tradujo en una mayor vitalidad del marxismo antipopulista y en la creación, en 1898, del Partido Socialdemócrata Ruso. La nueva coyuntura demandaba explicar qué era la clase obrera rusa y cuáles sus tareas específicas. Sin embargo, el populismo no podía dar respuesta a esta problemática puesto que el capitalismo se les aparecía como una intromisión inviable, cuya realidad solo encontraba explicación en ser una imposición artificial de la política zarista. En este sentido, respondía Lenin, en su primer escrito publicado, si esa era la naturaleza del capitalismo en Rusia, ¿de dónde sacaban los capitalistas a la masa de obreros libres?38.
El contexto en el que escribe Lenin demandaba explicaciones superadoras de la apariencia de que el capitalismo era un fenómeno implantado en las ciudades y se tornaba necesaria una visión unitaria que diera cuenta cómo ese desarrollo se conectaba con el proceso de diferenciación rural. Esta problemática monopolizó los escritos de Lenin durante la década de 1890. Hacia 1895, el ciclo huelguístico comenzó a agotarse, a lo que sobrevino una fase represiva que terminó con la detención de Lenin, junto con otros dirigentes socialdemócratas. Luego de un año en prisión fue trasladado a cumplir tres años en Siberia, que usó para unificar y ordenar sus intervenciones y resultó en la redacción de El desarrollo….
a. El mercado interior
En la sección anterior, señalamos que Lenin comenzó a intervenir en el debate intelectual de la década de 1890 convocado por lo que se llamó el problema de los mercados. Lenin, junto con Tugan-Baranovsky y Bulgakov aportaron las principales contribuciones marxistas críticas de la concepción populista sobre esta cuestión. En el caso de Lenin, participó con diferentes escritos durante la década de 189039 y luego, en el primer capítulo de El desarrollo… ofreció una síntesis de su enfoque y, más importante, sus conclusiones prácticas para el estudio de la especificidad rusa.
En el problema del mercado es donde más cercanía encontramos entre Lenin y el marxismo de Bulgakov y Tugan-Baranovksy40. El debate colocó a los tres en la necesidad de mostrar la posibilidad y progresividad del capitalismo en Rusia. A su vez, como vimos, a diferencia de Struve, los tres autores tenían en claro que el debate no remitía a circunstancias históricas específicas de Rusia, sino que estaba en juego la comprensión del capitalismo en general. En los tres autores, sus argumentos se apoyaban en interpretaciones de los esquemas de reproducción que Marx expone en el Tomo II. En el caso de Lenin, él encontró en esos esquemas aquello que estaba ausente en toda la economía política previo a Marx. Esto es, la unidad del capital constante con las otras formas de capital en el proceso de reproducción general. Es decir, que allí Marx habría reconocido el lugar del capital constante en la realización del plusvalor.
Al igual que Tugan-Baranovsky y Bulgakov, Lenin se apoyó en los esquemas del Tomo II, sin embargo, los abordó desde otra perspectiva. Para Tugan-Baranovsky “la causa de esa divergencia radical entre los economistas respecto a una cuestión tan importante (en referencia al debate de la realización) reside en la imposibilidad de descifrar el proceso analizado solo con ayuda de razonamientos verbales. En tales casos es necesario recurrir a las matemáticas”41. En cambio, Lenin tenía más en claro que estos esquemas no sometían a prueba las determinaciones generales ya expuestas por Marx, sino que “los esquemas por sí solos no pueden probar nada; sólo pueden ilustrar un proceso, siempre y cuando los distintos elementos que los forman hayan sido teóricamente esclarecidos”42.
A diferencia de Tugan-Baranovsky, Lenin entendía que en un ejemplo numérico no se definía la demostración del futuro del capitalismo43. De aquí que no pretendiera transformarse en un teórico original sobre el estudio de la reproducción del capital en general. De hecho, restaba valor a las interpretaciones sobre los esquemas de reproducción fuera de la controversia con el populismo y llegó a minimizar el debate entre Tugan-Baranovasky y Bulgakov. Según Lenin, estos autores habían ido “demasiado lejos en la polémica” de los esquemas de reproducción44. Finalmente, en el capítulo 1 de El desarrollo… descartó haber tenido interés por esta clase trabajo, recomendando para ello la lectura de Bulgakov45.
Lenin reconocía que la especificidad de su intervención en la crítica al populismo estaba en haber avanzado desde las determinaciones generales, que se debatían en Bulgakov y Tugan-Baranovsky, hacia las formas históricas concretas del mercado interior de Rusia46. Para ello, necesitaba mostrar a las concepciones teóricas en disputa en su relación con los intereses que emergían del proceso ruso. En concreto, mostrar que la esencia del populismo era ser la perspectiva romántica del pequeño productor rural47 y su estrechez teórica no era sino expresión de su estrechez de miras.
En otras palabras, la renuencia de los autores populistas a considerar a la ampliación del capital constante en la realización del plusvalor correspondía con miradas que “del solo hecho de la ruina de los pequeños productores deducen la reducción del mercado interior”48. La versión populista del llamado problema de los mercados no era sino la contracara teórica de una perspectiva que condenaba la disolución de la pequeña producción rural como si se tratase de un fenómeno puramente destructivo, como una desviación del sendero normal de prosperidad.
La perspectiva del pequeño productor necesitaba tomar a la realización mercantil como algo exterior a la organización de la producción. Necesitaba presentar a lo considerado destructivo como impuesto exteriormente. Esta es una característica del pensamiento económico populista que Lenin ya reconocía en su crítica a Mijailovsky en ¿Quiénes son los amigos del pueblo? de 189449. De esta manera, el populismo podía omitir que la ruina del pequeño productor era una consecuencia inexorable y presentarla como el resultado unilateral de un conjunto de decisiones arbitrarias tomadas por el gobierno zarista. En cambio, según Lenin, si se considera al capital constante en la realización del plusvalor (como lo hacían, además de él, Tugan-Baranovsky, Bulgakov) podía entenderse que la ruina del pequeño productor “significa creación, y no destrucción, del mercado interior”50. Su ruina no expresaba el efecto puramente destructivo de un agente exterior, sino la unidad de un modo de producción que necesitaba atravesar diferentes momentos en su desarrollo progresivo.
Lenin se encargó de señalar que la interpretación populista no surgió en Rusia, sino que “la doctrina económica de los populistas no es más que una variedad rusa del romanticismo europeo en general”51. Vorontosov y Danielson reproducían aquello que ya planteaba Sismondi varias décadas antes, a quien Lenin le dedicó una extensa crítica en Para una caracterización del romanticismo económico de 1897. En este texto, Lenin buscó mostrar cómo el romanticismo del pequeño productor en ruina se manifestaba en teóricos que, como Sismondi, anunciaban la imposibilidad del capitalismo en base a problemas en la realización mercantil.
Lenin contrapuso la perspectiva de Sismondi a aquella que aparecía en Smith, Ricardo y los ricardianos como Mill, para quienes el consumo venía determinado por la producción, no reconociendo límites en la realización del producto. Aquí es donde reside uno de los puntos débiles de los escritos económicos de Lenin de la década de 1890, puesto que, si bien logró delimitarse claramente de la perspectiva sismondiana, no lo hizo satisfactoriamente de la perspectiva ricardiana. Sucede que Lenin pudo explicar por qué las teorías económicas del pequeño productor rural desconocían a la ampliación de medios de producción en la realización del plusvalor y que esto resultaba en argumentos que colocaban toda la carga del problema en el plano de la distribución. Lo que nunca llegó a explicar es por qué Smith y, particularmente, Ricardo “formulan la tesis correcta de que la producción determina el consumo”52 a pesar de que tampoco reconocían el lugar del capital constante en la realización del producto. En efecto, Lenin solo atinó a señalar que Ricardo no pudo desarrollar correctamente el problema de la realización, pero “por instinto, caracterizó la esencia misma del modo burgués de producción”53.
Entre Ricardo y Sismondi colisionaban una perspectiva que confiaba en la reproducción ilimitada del capital contra una que anunciaba su crisis crónica. Se enfrentaban la apología burguesa contra el romanticismo del pequeño productor. Lenin tomó partido por Ricardo, pero sin poder delimitarse de éste. Esto le valió la acusación de armonicista por autores contemporáneos a sus intervenciones, como Struve e incluso Plejanov54, y actuales como Zarembka55. Sin embargo, Lenin se mostró en repetidas ocasiones crítico de aquella perspectiva que desconocía el lugar de la sobreproducción en el modo de producción capitalista. Por ello, consideramos que el problema no remite a la cuestión de la crisis, sino en que Lenin no pudo mostrar de manera convincente la base del “acierto” ricardiano.
Lo cierto es que Lenin no llegó a explicar que Ricardo no acertaba por “instinto”, sino por desconocer el carácter específico que tiene el intercambio mercantil. Ricardo, al igual que la economía política en general, podía concebir que la producción genera su propio consumo porque entendía al intercambio mercantil como si se tratase un trueque directo. La tesis ricardiana de la reproducción no tiene mayor sustento que una noción general de que toda oferta genera su propia demanda. En palabras de Marx: “establece el equilibrio transformando el proceso de la circulación en trueque directo, pero volviendo a introducir de contrabando en el trueque directo las figuras de compradores y vendedores, tomadas en préstamo del proceso de la circulación”56. Al representarse al intercambio como un trueque directo se pierde la finalidad específica del intercambio mercantil. Luego, la figura de compradores y vendedores tiene que ser introducida de contrabando. Así las cosas, el enfoque ricardiano termina teniendo más en común con el populismo de lo que sospechaba Lenin. En ambos casos, pareciera ser que la finalidad de la acumulación de capital es el consumo.
Lenin no advirtió la importancia de esta crítica, que sin embargo ya estaba presente en Bulgakov57. En cambio, concentró sus argumentos contra el populismo en la acumulación de capital constante y desde allí prosiguió sus desarrollos sobre el capitalismo en Rusia. Lo que sigue, en su teoría sobre el mercado interno, es un énfasis en el lugar central que tienen los medios de producción en la expansión de dicho mercado. La ruina del pequeño productor abre paso a la división del trabajo, en su forma plenamente mercantil. Este proceso implica un crecimiento de la población industrial a cuenta de la agrícola, puesto que, en la industria, el capital constante crece implicando un aumento absoluto del capital variable, que cae en forma relativa, mientras que, en el agro, implica una caída absoluta58. La ruina del pequeño productor era, entonces, la contractara del proceso de proletarización. Con este proceso, aseguraba Lenin, se potenciaba la entrada en vigor de la ley general de que el capital constante crece más rápido que el variable, donde “el crecimiento del mercado interior para el capitalismo es, hasta cierto grado, ´independiente´ del crecimiento del consumo personal, verificándose más a cuenta del consumo productivo”59.
El desarrollo del capitalismo y la ruina del pequeño productor traían consigo a la superación del asilamiento campesino. En contraste con la producción precapitalista, la industria capitalista rebasa los límites geográficos. Desde la perspectiva romántica del pequeño productor, esto aparecía como expresión de un modo de producción inconsistente, cuando en realidad “esa necesidad muestra palpablemente la labor histórica progresiva del capitalismo”60. En otras palabras, las teorías populistas sobre el mercado exterior como un factor externo que permite la realización del plusvalor no son sino resultado de una perspectiva acostumbrada al aislamiento.
Lenin cierra el primer capítulo de El desarrollo… en torno a esta cuestión y señala que “la necesidad del mercado exterior para un país capitalista no se determina en modo alguno por las leyes de la realización del producto social (y de la plusvalía en particular), sino, en primer lugar, por la circunstancia de que el capitalismo aparece sólo como resultado de una circulación de mercancías ampliamente desarrollada, que rebasa los límites del Estado”61. Si bien, “no es posible imaginarse una nación capitalista sin comercio exterior” es una circunstancia de “índole histórica”62. En este sentido, la base del comercio exterior reside en que:
las diferentes ramas de la industria que hacen de “mercado” unas para otras no se desarrollan de manera uniforme, sino que se sobrepasan unas a otras, y la industria más adelantada busca el mercado exterior. Eso no significa en modo alguno “la imposibilidad para una nación capitalista de realizar la plusvalía”, como el populista está dispuesto a concluir con aire profundo. Eso no indica más que la falta de proporcionalidad en el desarrollo de las diversas ramas industriales. Con otra distribución del capital nacional esa misma cantidad de productos podría ser realizada dentro del país63.
En definitiva, Lenin concluía que la necesidad del mercado exterior no remitía al problema de la realización. Es decir, que no tenía una explicación sistemática, sino histórica. Por lo tanto, el punto de partida debía ser el examinar cada una de las ramas industriales por separado en su desenvolvimiento dentro del país64. El grado de desarrollo del mercado interior era el grado de desarrollo del capitalismo en el país65. Según Lenin, estudiar la especificidad del capitalismo en un espacio nacional equivalía a analizar el grado de conformación de su mercado interior.
Así, Lenin buscó avanzar en una comprensión unitaria del proceso ruso, dando cuenta de la unidad de los antagonismos allí presentes. Mientras el romanticismo económico transformaba a la pequeña producción en un modo de organización social autónomo66, Lenin afirmaba que ésta se encontraba sujeta a la división capitalista del trabajo, que determinaba los antagonismos que la atravesaban y al propio populismo mismo como sujeto político. Sin embargo, en El desarrollo… esta mayor unidad se logra a costa de presentar al capitalismo como un proceso autogenerado en el propio mercado interno. Como si éste tuviese existencia autónoma respecto del mercado exterior. Lenin entiende correctamente que el comercio exterior no es esencial para la teoría de la realización del plusvalor, pero de aquí dio un salto que lo llevó a presentar al mercado externo como menos esencial para su objeto de estudio. ¿Pero cuál es el sentido de desatender una circunstancia de “índole histórica” en un libro de historia? El libro nunca llega a dar una explicación convincente a esta cuestión elemental. Recién hacia el final de El desarrollo… vuelve sobre esto y señala que, en efecto, distinguir al mercado interno como si tuviese una existencia autónoma respecto del mercado exterior es arbitrario. Sin embargo, el mercado exterior es una extensión del mercado interior y, nos aclara, que el libro no pretendía analizar al capitalismo ruso en su extensividad sino en su desarrollo intensivo67. Es decir, el estudio del grado de capitalismo presente en cada rama.
En Lenin, el mercado externo es el resultado posterior de un desarrollo interno dentro del espacio nacional. La posibilidad de ese desarrollo dependía de desproporcionalidades internas que pueden darse o no; son históricas. Lenin reprodujo así la perspectiva que se detiene en la apariencia del desarrollo nacional como una posibilidad autónoma respecto de la unidad mundial. Desde esta perspectiva, el único límite que enfrentaría un país para alcanzar una existencia plenamente autónoma es cumplir tareas de desarrollo en industrias rezagadas para alcanzar la proporcionalidad general68.
b. La acumulación originaria
.El capítulo primero de El desarrollo… nos anticipa que la unidad rusa es desproporcionada. Conforme avanzamos en la lectura del libro nos enfrentamos a esa desproporcionalidad con un despliegue que arranca desde las formas más embrionarias de antagonismos capitalistas, presentes en la agricultura, hasta la gran industria de las fábricas de San Petersburgo. No se trata de un despliegue cronológico, sino que el libro está ordenado en base a mostrar la sincronía de las distintas fases de desarrollo. Donde, en esa unidad, la gran industria determina a la clase obrera como un sujeto político con atributos particulares. Los cuales, la colocan al frente de la fuerza encargada de liberar las potencias del capitalismo en Rusia.
En este ordenamiento, los capítulos 2 a 4 están dedicados plenamente al sector agrario. Más precisamente, al proceso de diferenciación en el mundo rural. En base a las estadísticas de los zemstvos se muestra el proceso de diferenciación campesina, concluyendo que “los hechos muestran precisamente el desarrollo de la agricultura capitalista entre los “miembros de la comunidad” y la completa adaptación de los famosos “lazos comunales” a la economía de los grandes sembradores, basada en el trabajo de braceros”69. En efecto, la descomposición del campesino atravesaba a las propias parcelas de uso comunal asignadas post reforma de 1861 (el nadiel). Por ello, cuando se analiza desde el nadiel, afirma Lenin, se termina englobando a proletarios y burgueses70. Sin embargo, el vínculo entre la cooperación familiar y capitalista no es exterior. El empleo de obreros en el nadiel no es circunstancial, sino una realidad que expresa la existencia de una relación social en el seno de otra: “la cooperación familiar es también aquí base de la cooperación capitalista”71.
Demostrar la unidad capitalista de Rusia implicaba reconocer que el capitalismo penetró incluso en aquellos ámbitos donde no era evidente la explotación de fuerza de trabajo. En este sentido, un aspecto central de la tesis de Lenin reside en señalar que es la unidad general del mercado interno la que da contenido a las formas de explotación. Las formas de explotación en sí mismas son incapaces de revelar su contenido:
se comprende, a menudo, con excesiva rigidez la tesis teórica de que el capitalismo requiere un obrero libre, sin tierra. Eso es del todo justo como tendencia fundamental, pero en la agricultura el capitalismo penetra con especial lentitud y a través de formas extraordinariamente diversas72.
Lenin identificaba, básicamente, dos formas de unidad económica general que daban sentido a las formas de explotación: la economía natural, basada en la prestación personal, y el capitalismo. Al igual que Plejanov, reconocía a las reformas de 1861 como punto de partida del capitalismo ruso. La clave estaba en que la reforma separó, aunque no de manera inmediata, al terrateniente del campesino, y la prestación personal comenzó a dar lugar al pago del rescate, a partir del cual la renta asumía una forma hipotecaria que cargaría el campesino por décadas. Lo importante aquí es que desde la reforma arrancó un proceso gradual de descomposición campesina. Este gradualismo obedecía a que no en todos lados los campesinos pudieron trabajar por su cuenta, dando lugar a que se mantengan lazos de dependencia, y, a su vez, a que los proyectos de explotar asalariados chocaban con falta de brazos73.
La reforma de 1861 aparece en El desarrollo… como un punto de partida desde donde se muestra que “no pudo surgir de golpe la economía capitalista; la economía basada en la prestación personal no pudo desaparecer de un modo súbito. El único sistema de economía posible era, por tanto, uno de transición, que reuniese los rasgos del sistema de la prestación personal y del capitalista”74. La particularidad del desarrollo ruso podría resumirse en que el modo de producción capitalista avanzó adoptando formas cada vez más desarrolladas en un marco en el cual el proceso de acumulación originaria nunca llega a su término. En estas condiciones, era de esperar que en el desarrollo histórico aparezcan formas políticas y económicas muy diferentes al caso inglés.
En este punto, encontramos una serie de autores que buscaron en estas diferencias de las formas históricas, la existencia de un enfoque del surgimiento del capitalismo contradictorio con el de Marx. El gradualismo de Lenin fue criticado por esconder la violencia inherente a los procesos de acumulación originaria75. En esta línea, Perelman concluye que el estudio de Lenin se termina asemejando más al enfoque de Adam Smith que al de Marx. Sin embargo, estas críticas parecieran confundir el contenido del proceso de acumulación originaria con la forma histórica que tomó en Inglaterra. Este contenido no es la violencia en abstracto, sino la formación de un sujeto doblemente libre. El propósito de Lenin era, precisamente, describir la forma específica con que se desarrolló este sujeto en Rusia, a partir de formas que no demandaron, al menos en el siglo XIX, de una proletarización rápida y violenta.
Una observación más interesante se encuentra en Harding76. Según este autor, el enfoque de Lenin deriva en una caracterización del capital usurario diferente al de Marx. En El desarrollo…, el capital usurario aparece como promotor del capitalismo desde sus primeros momentos. En cambio, Marx se refiere a la usura como un fenómeno “antediluviano”. Esta idea aparece en el Tomo I77 y más desarrollada en el capítulo 36 del Tomo III, donde se señala que “el capital usurario, pertenece, con su hermano gemelo el capital comercial a las formas antediluvianas del capital, que preceden largamente al modo capitalista de producción y se encuentran en las más diversas formaciones económico-sociales”78. En concreto, la usura “centraliza los patrimonios dinerarios allí donde los medios de producción están dispersos. No modifica el modo de producción, sino que se adhiere a él como un parásito, lo succiona y lo deja en la miseria. Lo vacía, lo enerva y obliga a que la reproducción prosiga bajo condiciones cada vez más lamentables”79. Por si misma, la presencia de la usura no corresponde a un momento transicional, sino que “sólo donde y cuando se hallan presentes las restantes condiciones del modo capitalista de producción, la usura aparece como uno de los medios de formación del nuevo modo de producción, por la ruina de los señores feudales y de la pequeña producción, por una parte, y por la centralización de las condiciones laborales para constituir el capital, por la otra”80. En definitiva, según Harding, Lenin identificaba el nacimiento del capitalismo en estructuras que Marx presentaba como precapitalistas. Harding interpreta esta aparente diferencia como una disimulada crítica de Lenin a Marx, puesto que “lo que Lenin estaba implicando era que Marx accidentalmente había caído en la misma trampa que los narodnikis, reservando el término capitalismo solo para las fases más avanzadas de un largo proceso”81.
Sin embargo, no consideramos correcto afirmar que Lenin evidenciaba una concepción diferente de la usura. De hecho, sobre el final del capítulo segundo de El desarrollo…, se reconoce el origen precapitalista de ésta, en los términos de Marx. No obstante, Lenin entendía que, luego de 1861, las restantes condiciones del modo de producción capitalista se hallaban presentes, al menos en grado suficiente, para que la usura expresase un contenido capitalista. Esto se verificaría en que los usureros que emergían del proceso de diferenciación destinaban sus ganancias, entre otras cuestiones, para mejorar sus haciendas, profundizando así el proceso de proletarización rural82. Si no fuera por esta cuestión, “si en nuestra aldea fuese el capital impotente para crear otra cosa que el vasallaje y la usura, no podríamos (…) advertir la descomposición de los campesinos”83.
Lo cierto es que el surgimiento del capitalismo en Rusia es uno de los puntos más oscuros de la obra. En efecto, se señala a la reforma de 1861 como punto de partida, pero sin ahondar en sus causas. Así, el libro describe las fases de un proceso cuyo origen y razón histórica específica no explica. Dicha explicación lo llevaría a ver cómo el capitalismo se insertó en Rusia y establecer un estudio que trascienda el estrecho límite del mercado interno84. En cambio, Lenin buscó demostrar la unidad capitalista de Rusia donde no podía encontrarla puesto que dicha unidad se determina a nivel mundial.
Habiendo presentado el nacimiento del mercado interno capitalista, en estos términos, el libro prosigue mostrando la integración del agro y la industria en los diferentes estadios de desarrollo.
c. Del campo a la fábrica
Lenin criticaba el supuesto populista de autonomía de la comuna campesina. En términos estrictos, la comuna campesina nunca fue independiente de alguna forma de explotación del trabajo y toda su diversidad histórica y geográfica podía reducirse a la existencia de formas de pago en trabajo o el capitalismo85. La descomposición del campesinado significaba el declive del pago en trabajo86. En consecuencia, la defensa populista de la comunidad campesina no era otra cosa que una idealización de la comuna como si ésta fuera independiente del pago en trabajo87. Así, concluía Lenin: “No hay nada más ligero que el habitual júbilo de los populistas con motivo de que el capitalismo es débil en nuestra agricultura. Tanto peor si es débil, pues ello solo representa la fuerza de las formas precapitalistas de explotación, incomparablemente más duras para el productor”88. Por su parte, en el capitalismo, la contratación implica que “por un sencillo cálculo comercial, el gran productor renuncia a los pequeños abusos que dan poco beneficio y amenazan con grandes pérdidas en caso de conflicto”89.
El productor rural y el industrial pasaron crecientemente a requerir fuerza de trabajo libre. No se trataba de una coexistencia entre el agro y la industria de las ciudades, sino de una unidad en torno a la explotación de fuerza de trabajo. Lenin describe las fases de desarrollo de esta unidad integrando a la forma más primitiva de la industria manufacturera rusa: el kustar. Esto es, el trabajo artesanal domiciliario, que en los escritos populistas también aparecía como teniendo una existencia separada del capitalismo.
Lenin describe las fases del desarrollo industrial que en Rusia coexistían de manera integrada. En pocas palabras, este desarrollo arrancó con el dominio del capital comercial sobre el pequeño productor. En una segunda etapa, este dominio se afianzó con la usura por la cual, el kustar se vio obligado a cumplir metas de ventas. Luego, sobrevino una tercera etapa en la que el capital comercial logró subordinar por completo al kustar y terminó pagándole a éste con materias primas. En esta etapa, según Lenin, el capital comercial logró reducir el kustar a la figura de asalariado. Finalmente, con el desarrollo de la gran industria se rompe el dominio al capital comercial y este último se transforma directamente en industrial90.
El explicar al kustar como una forma capitalista, le permitía a Lenin calificar de utópico a todo proyecto de defensa de la industria a domicilio91 y unir todos los eslabones que hacían a la integridad capitalista de Rusia. Así, Lenin no solo mostraba que la gran industria de las ciudades explotaba fuerza de trabajo expulsada por el agro, sino que incluso las formas más primitivas de manufacturas, que en apariencia tenían una existencia separada del capital, eran formas de su desarrollo. Lejos de haber una oposición entre una dinámica industrial capitalista y una comunal, el kustar se ponía en evidencia como un espacio donde se organizaba el trabajo a domicilio a destajo. Así, tomando como referencia el caso textil, Lenin advertía: “está claro, pues, que la distribución de trabajo a domicilio por esas manufacturas a través de los maestros intermediarios no representa ni mucho menos una forma especial de la industria; solo es una de las operaciones del capital en la manufactura”92. Luego, el análisis rama por rama del capítulo sexto y séptimo, lo lleva a afirmar que el desarrollo de la industria, bajo muchas formas intermedias, escondía una tendencia general a polarizar entre obreros y capitalistas93. En este proceso, “el error fundamental de la economía populista estriba precisamente en que pasa por alto o vela la ligazón que existe entre las empresas grandes y pequeñas, por una parte, y entre el capital comercial y el industrial, por otra”94. Es imposible pensar la industria sin el trabajo a domicilio.
El desarrollo… cumple su objetivo de mostrar que la unidad capitalista rusa combinaba formas de lo más variadas. De aquí, se deriva que la especificidad rusa se definía en la forma con que se combinaban los niveles de desarrollo. Dicho de otro modo, la unidad específica rusa se definía en aquellas trabas particulares que el país tenía para alcanzar la proporcionalidad de todos sus sectores. En Rusia, esta traba se encontraba básicamente en el mundo agrario.
Lenin dio especial atención a la idea de que el modo de producción capitalista pone en funcionamiento la ley de crecimiento de la población industrial a costa de la rural. Pero en Rusia, este proceso parecía tener una traba particular. Mientras que, en el resto de los países, al obrero rural no le quedaba más remedio que emigrar a la ciudad, en Rusia no era tan así. Sucede que esta ley se realiza en forma pura allí donde el territorio está poblado, sin embargo, distinto es el caso cuando la población puede pasar a ocupar una zona no habitada y dedicarse a cultivar la tierra95. En definitiva, el desarrollo capitalista ruso parecía seguir un ritmo vertiginoso, en comparación con la Rusia precapitalista, pero “si comparamos, en cambio, la rapidez dada de desarrollo con la que sería posible atendido el nivel moderno de la técnica y la cultura en general habrá que reconocer que el desarrollo dado del capitalismo en Rusia es, en efecto, lento. Y no puede por menos de serlo, pues en ningún país capitalista se han salvado con tanta abundancia las instituciones del pasado, incompatibles con el capitalismo, que frenan su desarrollo”96.
El destino del capitalismo en Rusia
Lenin encontraba la especificidad de Rusia en su atraso, que se medía por la presencia de instituciones precapitalistas que frenaban la movilidad del campesino en descomposición. Su estudio se centra en contraponer desarrollo con ausencia de desarrollo. Sin embargo, esto no equivale a analizar particularidades en el desarrollo. En otras palabras, hay un conjunto de problemáticas claves que Lenin simplemente dejó de lado por enfocarse en el mercado interno. Así, por ejemplo, él nunca llegó a analizar la especificidad capitalista de Rusia indagando en las formas particulares con que el capitalismo se desplegaba en las diferentes ramas de la producción. Es decir, no llegó a analizar si dada la materialidad específica de cada proceso de producción y su organización mundial, aparecían en Rusia formas que presentaban diferencias respecto del desarrollo mundial del capital medio. A su vez, nunca pretendió analizar qué lugar ocupaba Rusia en las inversiones de los capitales extranjeros que allí operaban. Lo mismo puede decirse de otras formas que hacían a las relaciones exteriores del país, como el endeudamiento externo. Ausente por completo en los análisis de Lenin, el endeudamiento externo fue considerado por Trotsky, en Resultados y perspectivas, como clave en la incapacidad política de la burguesía liberal para romper con el statu quo97.
Aunque Lenin hacía de la cuestión agraria el eje de sus estudios, es llamativo que no se detuvo a considerar qué lugar ocupaba la renta capitalista de la tierra en tanto constitutiva del propio mercado interno. En rigor, esto es un tema sobre el cual llegó a referirse en los debates posteriores a la Revolución de 1905, donde justificaba su programa de nacionalización de la tierra. Allí se reconoce que: “bajo las relaciones capitalistas, la nacionalización de la tierra es la transferencia de la renta al Estado”98, sin embargo, nunca llegó a poder estudiar cómo esta masa de riqueza era apropiada en el mercado interno, ni que efectos tenía para los ciclos económicos de Rusia. Más importante aún es que nunca llegó a reconocer el lugar de la renta de la tierra en la supervivencia del pequeño productor rural, que es central en la definición de su programa agrario99.
Más allá de identificar determinaciones que Lenin dejó de lado, lo importante aquí es que en su enfoque pareciera no haber especificidades nacionales en el propio desarrollo del capitalismo, puesto que la especificidad nacional se mediría en la presencia de formas precapitalistas que traban a las capitalistas. Es decir, lo específico no se encuentra en lo capitalista, sino en aquello no capitalista que no termina de morir. De hecho, es en esta cuestión donde residía la clave de su programa agrario y de sus diferencias con Plejanov.
Como dijimos, anteriormente Lenin retomaba de Plejanov el énfasis en el proceso de diferenciación gradual y la idea de una acumulación originaria que se realizaba en forma gradual, resultando, en consecuencia, en la unidad de las formas más avanzadas del capitalismo con sus formas más atrasadas. Sin embargo, su punto de partida era diferente.
En El desarrollo… nos enfrentamos a un recorrido que arranca con las formas más atrasadas del capitalismo ruso, presentes en el agro, hacia las formas más avanzadas de la gran industria. Al reconocer la unidad entre ambas, reconocemos que ni la descomposición del campesinado era exterior a las formas más avanzadas del capitalismo, ni las formas más avanzadas del capitalismo en Rusia eran independientes de la descomposición del campesinado. Lenin puso la carga del problema en la descomposición del campesinado. La velocidad con que se desarrollaba el capitalismo ruso dependía de remover trabas que impedían una descomposición más rápida. De aquí que Lenin, a diferencia del marxismo legal y del propio Plejanov, caracterizaba que, si bien, el populismo era una perspectiva reaccionaria, en tanto defendía los intereses del pequeño productor, contenía un carácter progresivo en tanto que la defensa de dichos intereses los obligaba a enfrentarse con las rémoras feudales que fijaban el pago de renta bajo formas estamentales, que trababan la acumulación de capital en el agro. Lenin planteaba entonces un programa de nacionalización de la tierra, que defendió en los debates posteriores a la Revolución de 1905100. A diferencia de países clásicos como Inglaterra, en Rusia la consigna de nacionalización no había tenido que esperar cierto grado de desarrollo burgués. Por el contrario, la nacionalización era un elemento para su desarrollo101.
Sin adentrarnos en todas las aristas del debate agrario de la década de 1900, es suficiente aquí con señalar dos puntos esenciales: 1) Lenin identificaba a las rémoras precapitalistas rusas como de tipo feudal y 2) aclaraba que no impedían el desarrollo capitalista, sino que condicionaban su forma. Lenin afirmaba que el desarrollo de la economía mercantil venía a poner un fin inevitable a las resistencias feudales en Rusia. En este sentido, afirmaba que “ante Rusia solo se abre un camino: el del desarrollo burgués”102. Sin embargo, Lenin reconocía dos formas posibles en ese camino. Uno era la transformación de la economía terrateniente que paulatinamente se iría convirtiendo en cada vez más burguesa. El otro era la liquidación de los latifundios terratenientes y el desarrollo libre de la economía capitalista. Al primero lo llamaba el camino prusiano y al segundo el camino norteamericano. En el primero, el terrateniente seguiría exprimiendo al campesino mientras gradualmente se formaba una burguesía agraria. En el segundo se liberaba a los campesinos para que se transformen en agricultores capitalistas. Así, aunque los populistas no lo supieran, su lucha era por imponer el modelo norteamericano frente al prusiano existente103. De aquí que los populistas se equivocaran en pensar que luchaban contra el desarrollo capitalista puesto que, así como la economía terrateniente evoluciona en el sentido capitalista, la explotación campesina también104. De este modo, Lenin sentaba las bases para un programa agrario de nacionalización que se proponía eliminar, de la manera más radical, al poder de los terratenientes.
En cambio, Plejanov, en Nuestras diferencias, realizaba el camino inverso. Su planteo sobre la especificidad rusa prestaba especial atención a la descomposición campesina, pero no partía desde allí, sino desde las formas más avanzadas: de la burguesía de las ciudades. Plejanov buscaba mostrar la existencia de una burguesía que, de manera creciente, entraba en contradicción con el zarismo. Su preocupación por la diferenciación campesina, que luego retomó Lenin, aparecía, sin embargo, con el único propósito de mostrar el carácter anacrónico del populismo. El populismo, en Plejanov, aparecía expresando una opción política puramente reaccionaria.
En Nuestras diferencias, el eje de la acción política no estaba en el sujeto desplazado de la tierra, sino en que “los intereses de la burguesía rusa están ahora llegando a una contradicción irreconciliable con los intereses del absolutismo”105. Plejanov discutía con el populismo la idea de que el creciente proteccionismo de la burguesía rusa era síntoma de su inviabilidad. Por el contrario, afirmaba que la política comercial es cambiante a lo largo de la historia y que es un error asumir que “en la historia occidental, la burguesía nunca necesitó de la intervención estatal y el apoyo gubernamental”106.
Según Plejanov, desde una mayor cercanía con el liberalismo ruso, el problema residía en las condiciones asfixiantes que imponían las necesidades fiscales del Estado zarista. Lo distintivo de los análisis de Plejanov sobre Rusia es que no caracterizaba que dicho país contuviese trabas feudales, sino semiasiáticas107. La dinámica del Estado zarista era, entonces, la de un despotismo patriarcal que suprimía al desarrollo individual, esclavizando a la población y buscando construir un gran estado exprimiendo bases económicas primitivas108. En base a esta caracterización de la especificidad de los resabios precapitalistas, Plejanov planteaba que solo el desarrollo de las ciudades y la descentralización del poder aparecían como políticas razonables para enfrentar al absolutismo. Esto significaba oponerse a cualquier proyecto que, como en Lenin, propusiera la nacionalización de la tierra, es decir, la centralización estatal de la tierra. En este sentido, Plejanov apuntaba contra Lenin afirmando:
Lenin mira a la nacionalización con ojos de social-revolucionario. El comienza a adquirir incluso su terminología; así, por ejemplo, comienza a tomar en consideración a las obras notorias del populismo. Es agradable recordar a viejos conocidos, pero es desagradable ver a socialdemócratas convertirse al punto de vista del populismo. La historia agraria de Rusia es más parecida a la historia de la India, Egipto, China y otros despotismos orientales que a la historia de la Europa occidental. No hay nada sorprendente en esto, puesto que es sabido que el desarrollo de cada pueblo ocurre en condiciones históricas particulares. A nosotros, las cosas se dieron de manera tal que, la tierra junto con los agricultores, fueron esclavizados por el Estado y sobre la base de esta esclavitud se desarrolló el despotismo ruso. Para quebrar al despotismo, es necesario eliminar sus bases económicas. Por lo tanto, ahora estoy en contra de la nacionalización; cuando discutíamos sobre esto con los socialistas revolucionarios, Lenin encontraba correctas mis objeciones. Lenin dice: ´nosotros neutralizaremos la nacionalización´, pero para neutralizar la nacionalización, es necesario encontrar garantías contra la restauración; y no hay ni podrá haber tal garantía. Recordemos la historia de Francia; recordemos la historia de Inglaterra; en cada uno de estos países, tras la gran agitación revolucionaria sucedió la restauración. Lo mismo puede pasarnos a nosotros y nuestro programa debe ser tal que, su eventual implementación minimice los perjuicios que pueda traer una restauración. Nuestro programa debería eliminar las bases económicas del zarismo; la nacionalización de la tierra durante el período revolucionario no lo hace. Por esta razón, considero que la demanda de nacionalización es una demanda antirrevolucionaria109.
Lenin y Plejanov se enfrentaban con programas agrarios antagónicos. El primero veía en la nacionalización la oportunidad de desatar un desarrollo similar al estadounidense. Para el segundo, si un desarrollo de ese tipo era posible, implicaba evitar la nacionalización de la tierra, puesto que ésta abría la posibilidad de que se reforzara el poder del zar en caso de una restauración. En cambio, debía apostarse a un programa de fortalecimiento de poderes municipales que contrarrestasen la centralización zarista. Independientemente de otras consideraciones respecto del contexto de este debate, lo que nos interesa remarcar aquí es que tanto en el programa antiterrateniente radical de Lenin como en el moderado programa de municipalización de Plejanov, el destino del capitalismo ruso no se definía en lo que éste y, por lo tanto, su clase obrera en tanto sujeto político tenían de específicos, sino en aquellos resabios que lo condicionaban exteriormente.
Reflexiones finales. Sobre el rol dirigente de la clase obrera
Hasta aquí, vimos que, ya en sus tempranas intervenciones contra Mijailovsky, Lenin planteaba la necesidad de dejar atrás toda consideración sobre lo deseable o lo ideal para analizar las potencias reales contenidas en el desarrollo del capitalismo en Rusia. La acción política obrera demandaba superar toda apariencia de que existían problemas distributivos exteriores al modo con que se organizaba la producción social. Partiendo de la crítica de Marx al romanticismo, lo que restaba era develar las formas particulares que tomaba la unidad capitalista de Rusia, mostrando sus cursos posibles de desarrollo y, en consecuencia, las potencias de las fuerzas políticas allí presentes.
Lenin emprendió esta tarea buscando presentar a Rusia como una unidad de distintas fases de desarrollo en el mercado interno. Así, su obra está atravesada por una oposición entre desarrollo y falta de desarrollo. Sin embargo, como dijimos anteriormente, esta perspectiva deja afuera las particularidades en el desarrollo. De esta manera, la idea de que Rusia podía repetir la trayectoria de Estados Unidos se apoyaba más en una concepción general sobre el destino de las naciones que en aquello que se demostraba en su extenso estudio sobre el capitalismo ruso. Vale aclarar que se trataba de una concepción que no era exclusiva de Lenin. La perspectiva según la cual, las diferencias nacionales no eran más que diferencias de tiempos de desarrollo estaba presente también Plejanov y en el llamado “marxismo legal”110.
Lo que nos interesa señalar aquí es que pensar a las naciones desde la idea de grados de desarrollo conlleva consecuencias importantes para la fundamentación de la acción política. En primer lugar, se trata de una perspectiva donde las particularidades en las trayectorias de las naciones en el capitalismo, de sus diferencias respecto del sendero clásico, parecieran definirse fuera del capital, en lo que cada nación arrastra de precapitalista. En consecuencia, lo que debía ser un estudio sobre las formas nacionales específicas que el capitalismo toma en Rusia, en el marco de la división internacional del trabajo, termina desembocando en una caracterización de formas que condicionan exteriormente al capitalismo. En segundo lugar, el enfoque de El desarrollo… lleva a que cuando Lenin se enfrente con formas a las que reconoce como plenamente desarrolladas, no les reconozca ninguna especificidad nacional. Nos referimos a aquí al tratamiento que hace de la clase obrera rusa.
Lenin cierra los últimos capítulos de El desarrollo… reflexionando en torno a la determinación de la clase obrera como sujeto político. Ya desde las formas más primitivas del capital, podía reconocer la presencia de un antagonismo entre capitalistas y asalariados. Pero recién a partir del capítulo VII, donde abordó el desarrollo de la gran industria en Rusia, Lenin se refirió a los atributos políticos particulares de la clase obrera. Allí se presenta al obrero de la gran industria como un sujeto que “se distingue de él (el campesinado) por otro régimen de vida, por otro régimen de relaciones familiares, por otras demandas superiores, tanto materiales como espirituales” y una “actitud despectiva hacia el pasado”111. Si el obrero de la gran industria podía plantearse “demandas superiores” era porque en tanto grado más avanzado del capitalismo, la gran industria implica “la ruptura completa con las tradiciones, la agudización y ampliación de todos los aspectos sombríos del capitalismo, y, al mismo tiempo, la socialización en masa del trabajo por el capitalismo”112.
El pasaje del campesino a la fábrica implicaba perder la inmediatez entre producción y consumo. La industria que se dirige a un mercado grande, incluso a la nación entera, conlleva una inmanente inestabilidad y el desarrollo de la gran industria mecanizada no puede ir de otro modo que, con saltos, alternando épocas de florecimiento y de crisis. Pero, afirmaba Lenin: “la ´inestabilidad´ de la gran industria mecanizada ha producido siempre y provoca lamentaciones reaccionarias de las personas que siguen mirando las cosas con los ojos del pequeño productor, olvidando que solo esta ´inestabilidad´ es la que ha sustituido el estancamiento anterior con una transformación rápida de los modos de producción y de todas las relaciones sociales.”113.
La consecuencia política es que “a diferencia de las fases anteriores (la gran industria) requiere insistentemente una regulación planificada de la producción y el control social sobre ella (una de las manifestaciones de esta tendencia es la legislación fabril)”114. El obrero de la gran industria aparece como el único sujeto que puede gobernar la “inestabilidad” del modo de producción capitalista. En consecuencia, la clase obrera tiene una capacidad política distinta al campesino. Capacidad que evoluciona con las diferentes fases del capitalismo. Esta es una línea que fue luego profundizada en el ¿Qué hacer?, donde marca como las distintas fases implican formas cambiantes de organización política de la clase obrera, siendo el Partido Socialdemócrata aquella más avanzada y correspondiente a la fase fabril115.
En El desarrollo…, Lenin concluyó que la clase obrera tenía un rol dirigente a pesar de ser numéricamente inferior al campesinado. Luego, según Lenin, los acontecimientos de 1905 han “puesto plenamente de relieve el papel dirigente del proletariado, así como el hecho de que su fuerza en el movimiento histórico es inconmensurablemente mayor que su cuantía numérica”116. Sin embargo, esta reflexión general no nos dice qué tareas específicas enfrentaba la clase obrera rusa en tanto “dirigente”. En otras palabras, no llega a plantearse con qué atributos políticos particulares formó el capitalismo al obrero ruso, respecto del obrero inglés. Esto implicaría avanzar en las mediaciones específicas del capitalismo dentro del espacio nacional. Sin embargo, Lenin no va más allá de contrastar al campesino con una clase obrera genérica; con una clase obrera definida en términos formales que sin ninguna determinación propia deberá imponer un curso particular de desarrollo. En consecuencia, aunque Lenin podía reconocer, hasta 1917, que la clase obrera rusa no tenía por delante a la superación del modo de producción capitalista, no logró evitar aquello que criticaba en Mijailovsky. Pareciera ser que, en definitiva, la excepcionalidad rusa se definía en una disputa entre ideales.