El estudio de los problemas públicos es una reconocida tradición investigativa en ciencias sociales a escala global, aunque bastante desconocida en América Latina. Desde sus formulaciones primigenias en Estados Unidos, bajo el formato de problemas sociales, ya sea en una clave funcionalista, con Robert Merton a la cabeza, o en clave interaccionista, con Robert Park y Herbert Blumer como puntas de lanza, la aproximación goza de muy buena salud en el país del norte. Es tanto su reconocimiento que cuenta con una asociación (The Society for the Study of Social Problems) y con una revista propia (Social Problems Journal), de reconocido prestigio internacional, conformándose como una de las tradiciones académicas norteamericanas más robustas. A finales de la década del 70 y a inicios de los años 80, el enfoque recibe dos impulsos fundamentales en el contexto norteamericano. Gracias a la obra M. Spektor y J. Kitsuse (1977) la perspectiva complejiza su orientación construccionista derivada de las formulaciones primigenias del interaccionismo simbólico, en base a la deriva natural del problema social. Sin embargo, será la obra de J. Gusfield (1981), quien con la etiqueta de problemas públicos otorga a la corriente una fuerte repercusión internacional.
Europa fue un foco fuerte de recepción e innovación de la perspectiva, específicamente en Francia. La fecunda apropiación francesa de la perspectiva permitió la ampliación del enfoque, así como sus mutaciones y derivas. Mediante una serie de variantes, contenidas por su parecido de familia en la etiqueta de sociologías pragmatistas, al rescatar el legado de J. Dewey, conformaron una aproximación original y propia, con nombres tan relevantes como Daniel Cefaï, Dany Trom, Louis Quéré, Luc Boltanski, entre sus principales referentes.
Sin embargo, contra su contemporánea relevancia internacional, la aproximación ha sido bastante ignorada en las ciencias sociales regionales, tanto en clave de problemas sociales como en el de los problemas públicos. Eclipsada por la influencia de otras tradiciones académicas, exportadas o propias, las producciones desde la perspectiva de los problemas públicos en América Latina no pasan de archipiélagos apenas relacionados entre sí, sin posibilidad alguna de dar la impresión de conjunto, menos de tradición o estilo compartido. Me atrevo a decir que hemos suscrito una verdadera deuda con la investigación de los problemas públicos.
“Problemas Públicos. Controversias y aportes contemporáneos”, con sus 14 colaboraciones y las más de 600 páginas que le dan cuerpo, intenta saldar esa deuda con la tradición (plural y diversa) de los problemas públicos. El manuscrito se divide en dos profusas secciones, antecedidos de una pulcra y potente introducción -que debiese ser de lectura obligada en todo curso de introducción y/o fundamentos a la investigación social en general, no solo en la sociológica.
La primera parte se orienta a la definición de los problemas públicos como objeto de investigación académica, contiene cuatro trabajos. La característica común a ellos es, en palabras del equipo de coordinación, “reflexionar sobre las maneras en que los problemas públicos se configura” (P.45), es decir, la forma en cómo emergen, se estabilizan y transforman esos objetos llamados problemas públicos. Conforman la primera sección, el trabajo de Daniel Cefaï y Howard Becker en torno al itinerario de trabajo de la sociología de la desviación, que -sin conformar una escuela- entregó un conjunto de recursos de relevancia capital para la configuración del estudio de los problemas públicos. En segundo lugar, la contribución de Sebastián Pereyra sobre la corrupción en Argentina entre fines del siglo pasado e inicios del actual, deja ver el proceso sociopolítico por el cual se configura como un problema público, principalmente vía la inclusión de la idea de estabilización del mismo. Le sigue el trabajo de Juan Carlos Guerrero y Karen Cerón que da cuenta del dificultoso proceso de hacer visible el problema del desplazamiento forzado en Colombia, como efecto de la violencia política experimentada por el país cafetero. Introducen para ello, la figura de alertas como mecanismo para enfrentar el no reconocimiento del Estado del problema. Cierra la primera parte, el texto de Mariana Heredia sobre la inflación en Argentina y su inclusión como problema en el ámbito de la economía política durante los últimos 25 años del siglo XXI. La inflación como problema público le otorgó un estatus central a los economistas en la configuración política de la Argentina neoliberal.
La segunda parte intitulada “procesos de publicización y controversias”, se subdivide en dos secciones. La primera de ellas incluye cinco trabajos, que tienen como foco el ejercicio de categorizar, los procesos de categorización y los casos públicos. Abre la sección, la contribución de Alicia Márquez Murrieta con un capítulo que sigue la huella de un problema público ya instalado en la sociedad mexicana, como es la desigualdad de género, con los vaivenes asociados en la asignación de los recursos del erario público. El texto enfatiza en las formas de categorización de la desigualdad de género en relación a la entrega de recursos públicos y los procesos de ajuste y traducción entre las categorías y las asignaciones presupuestarias. Le sigue la aportación de Fabio Reis y Marta Fernández cuyo son las demandas de reconocimiento y derechos en Brasil y Argentina, por actores categorizados como migrantes (Argentina) y por quilombolas (Brasil). Mediante la aplicación de políticas de autenticidad, el capítulo muestra cómo se fueron configurando unas políticas del reconocimiento diferenciado a cada caso, que se asociaron a la emergencia de ciertas gramáticas políticas y morales que posibilitaron ciertas actuaciones en la arena pública. Gabriel Nardacchione en su escrito, analiza la forma en que un problema público existente, como es la “cuestión educativa” en Argentina -con especial atención a lo acontecido durante la década de los 90’-, puede ser reconfigurado en su deriva sociohistórica. El análisis del investigador argentino enfatiza en las redefiniciones de este tránsito en el plano ético, político y legal. Por su parte, Paola Díaz vuelve a poner el foco en el proceso de categorización de un problema público al estudiar el caso de los detenidos desaparecidos durante la dictadura chilena. El texto de Díaz muestra cómo se constituyó la categoría de detenido desaparecido a partir del trabajo de denuncia realizado por los familiares y los grupos sociopolíticos ligados a ellos, mediante un ejercicio de politización de la causa mediante la publicización realizada por los familiares de las víctimas y sus organizaciones. El trabajo de Carolina Schillagi, cierra la sección. A partir de la relación entre “acontecimiento”, como lo fue el secuestro y asesinato del hijo de un conocido empresario en Argentina, y la configuración del problema público de la inseguridad social. A partir del trabajo de denuncia del empresario se sigue su camino hacia el debate público y su tratamiento en la arena legislativa, para dar forma al problema de la inseguridad en Argentina.
La última sección, cuyo título es “escalas y espacios de acción: de la turbación a lo público”, vincula procesos de problematización a lugares, espacios y escalas de acción pública diferenciada, lo que significa que la actuación pública no debe reducirse al ámbito estatal-nacional, sin considerar otras dimensiones espaciales, las que incluyen los espacios microsociales e incluso personales. El trabajo de Marc Breviglieri y Danny Trom muestra el paso de la turbación (situada y cotidiana) a una experiencia pública en espacios urbanos, especificando que entre ambas dimensiones existe un continuo y no una brecha dicotómica, como por ejemplo privado y público. Para mostrarlo, haciendo gala del arsenal pragmatista, recurrirán a un conjunto de pruebas identificables en el ambiente urbano. Posteriormente, José Manuel Resende se enfoca en la experiencia de vida de individuos seropositivos y las razones por las cuáles no visibilizan públicamente su condición, mostrando diferentes formas de vinculación entre diferentes regímenes de actuación (desde el familiar al público) y por ende, diferentes consecuencias a nivel social e individual. El trabajo etnográfico sostiene el estudio de Pedro José García, al observar diferentes escenarios de vulnerabilidad que tienen como característica común ser espacios urbanos amenazantes. Ya sea Burkina Faso, Caracas o Francia, la turbación urbana en ellas identificable, en base a ciertas dinámicas y relaciones que resaltan su carácter escalar, dejan ver la configuración de escenarios inciertos e incluso peligrosos. Finalmente, el trabajo de Luís López, relaciona las teorías de los movimientos sociales con la noción de públicos del pragmatismo, a partir de la etnografía de tres movilizaciones sociales a inicios del siglo XXI, en la frontera Noreste de México. El aporte de la noción de público a la investigación de los movimientos sociales, vendría dada por la inclusión de la categoría de experiencia y del proceso de experimentación como ejes que permiten prescindir de determinismos racionales, políticos o socioeconómicos para dotar de mayor operatividad a la noción de movimiento social.
Claramente, el libro acá reseñado no es un handbook, pues presenta una complejidad y densidad que desborda cualquier manual de uso, aunque tal densidad le permite responsabilizarse de la deuda antes identificada. Y lo hace al menos en un doble sentido. Por un lado, es un mapa de la producción reciente en América Latina de un conjunto de obras y autores/as que trabajan en la órbita de los problemas públicos. En este mapa aparecen identificados países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Venezuela o vinculaciones interregionales con Europa (Francia, Portugal), para la localizar su aplicación en temas específicos (escándalos, controversias, desapariciones, desplazamientos forzados, inseguridad pública, desigualdad de género, contextos represivos y violentos, el medioambiente urbano o la cuestión ecológica, temas educativos, la corrupción política, entre otros). Al mismo tiempo, como segunda modalidad, el libro es un hito fundante, un gesto inaugural, un movimiento de inscripción en nuestra vida académica regional de una forma distintiva de hacer investigación en ciencias sociales (un estilo). La presentación de una modalidad amplia de observación y de un estilo plural, con su objeto propio, su lenguaje, sus fundamentos, sus recursos analíticos, que abandona la figura del archipiélago para dejar ver un continente: el del estudio de los problemas públicos en la región.
Ambos focos permiten sospechar que estamos en presencia de un libro colectivo que se ensambla en una lógica sinérgica que desborda las colaboraciones individuales, sin eclipsarlas. Mapa y continente se fusionan para dar vida a una potencialidad.
Por lo anterior, el libro no se limita a un gesto fundante a escala regional ni a la cartografía geográficamente delimitada de un estilo. Parafraseando al filósofo J. Austin, podemos decir que “Problemas Públicos. Controversias y aportes contemporáneos” no solo funda una forma de mirar o guía una forma de lectura, también permite hacer “cosas”. Es un artefacto que genera otros productos, posibilita hacer una diferencia en el modo de indagar sobre el mundo, al concebirse a sí mismo como parte de un proceso de producción de conocimiento que es siempre una modalidad de acción.
Desde mi lectura, el libro opera en al menos tres modos distintos. En primer lugar es una caja de herramientas que brinda utensilios tan potentes como “problematización”, “categorización”, “publicización”, “desingularización y generalización”, “estabilización”, “pruebas”, “arenas públicas de controversia”, “la conformación de públicos” relacionados a los problemas, entre otros. Cada uno de estos recursos, permiten iniciar un proceso de indagación en torno a una situación problemática, sus actores/actantes, sus temas, sus matices, sus narraciones y dramatizaciones, su desarrollo, sus continuidades y discontinuidades. En simple, la aproximación posibilita de realización de investigación empírica fundada en categorías analíticas que van más allá del empirismo vacío y la cuantofrenía, hoy muy en boga en ciertas latitudes, aportando las bases de un ejercicio analítico con los pies en materiales empíricos.
En segundo lugar, funciona como una brújula en el proceso investigativo. No solo entrega herramientas para hacer la investigación, también permite retomar el sendero cuando se ha perdido el camino e iluminar la pista cuando se nubla vista. Los trabajos de la perspectiva de los problemas públicos se mueven en el registro de la teoría de rango medio más que en la teoría general, por lo que conjuga con mucha maestría, y en dosis bien equilibradas, el polo descriptivo y el polo analítico del continuo del conocimiento social. Tal característica es parte de su fortaleza y permite enfrentar algunos problemas que se presentan en el proceso investigativo, no solo durante el fieldwork sino también durante la interpretación y la generación de conclusiones, e incluso durante el proceso mismo de elaboración de una problemática a indagar. Sirvan de ejemplo las referencias a los trabajos de Howard Becker y John Dewey, entre otros consolidados investigadores, contenidos en algunos de los capítulos del libro.
Tercero, el libro es una ventana. Ahora parafraseando a Althusser, podemos hacer una lectura no cerrada del texto, abierta a nuevas problemáticas y nuevos horizontes. Los trabajos contenidos en el libro, leídos a manera singular como en su conjunto, desde la introducción hasta el último de los casos, son una fuente inagotable de experiencias, propuestas e ideas que invitan a cada lector(a) a experimentar con él. Una lectura no cerrada, sino abierta en base a cruces, combinaciones, articulaciones novedosas, que posibilitan siempre otras lecturas. Al realizar esa lectura en dialogo de los textos es posible derivar un proceso de fertilización cruzada que facilita la producción de nuevos trabajos posibles de inscribir en “el campo de los problemas públicos” a escala regional (el nuevo continente del que hablamos antes).
Por supuesto, “Problemas Públicos…” presenta algunos problemas, como por ejemplo la diferencia de claridad en los trabajos, la multiplicidad de temas abiertos, o la dificultad de comprensión que tienen los diferentes abordajes debido a su propio lenguaje al uso, no apto para neófitos o el desconocimiento de la “tradición” para lectores situados en América Latina. No obstante, comparto completamente el juicio del equipo de coordinación sobre el libro: “Estamos convencidos de que la multiplicidad de objetos, de abordajes y de contextos en los que estas investigaciones se han realizado contribuirá a enriquecer los debates académicos en torno a los procesos de emergencia, configuración, estabilización y reconfiguración de los problemas públicos” (P.51).
Y con ello creo se ha comenzado a saldar la deuda, ahora es tiempo que otros/as tomemos la posta.