Enrique Leff es investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue coordinador de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) entre 1986 y 2008. Con una fructífera y amplia producción bibliográfica e investigativa, Leff es un autor pionero dentro del campo de la ecología política, sociología ambiental, la epistemología y la educación ambiental. Es considerado el principal exponente del pensamiento ambiental latinoamericano.
La presente obra “La apuesta por la vida. Imaginación sociológica e imaginarios sociales en territorios ambientales del sur”, de Enrique Leff, muestra el conflicto socioambiental de la actualidad, que es el retrato de la “crisis civilizatoria” que enfrenta la humanidad. Esta crisis tiene diversos orígenes que confluyen a un punto común, esto es el desequilibrio de la naturaleza en todos sus procesos sostenedores de la vida en el planeta. Según las propias palabras del autor: la crisis ambiental es una encrucijada civilizatoria que nos lleva a la urgente necesidad de deconstruir la racionalidad de la modernidad y a reconstruir los modos de habitar el mundo desde los potenciales negentrópicos de la biosfera y los sentidos existenciales de los pueblos de la tierra.
Lo significativo en la interpretación de la crisis de origen antropocéntrico actual, sugerida por Leff, es que en este caso lo que está en juego es la idea de progreso de la modernidad, el iluminismo de la razón que se ha desprendido del saber de la vida, y con esto se pone en jaque el logocentrismo de la ciencia y la racionalidad tecno-económica globalizada de la modernidad, entendiendo que justamente esto es lo que dirige al mundo hacia la muerte entrópica del planeta. Con lo cual se renueva la necesidad de preguntarnos y cuestionarnos sobre los fundamentos ontológicos y epistemológicos de la construcción social del mundo en crisis y de la modernidad insustentable. Todo esto llama a la necesidad de construcción de una nueva sociología, y en gran medida de una(s) nueva(s) ciencia(s).
Este punto de colapso en la historia humana es justamente lo que abre la posibilidad de un diálogo de saberes que permita el encuentro con la diversidad cultural y humana para fundar la “sociología de la vida”. Este gran desafío e invitación, hecha por el autor, estimula y obliga a pensar y repensar la vida, al ser humano y nuestro lugar en el mundo, desde otra(s) perspectiva(s). Con este gesto axiológico y ontológico se genera un quiebre epistémico con las formas inadecuadas y desfasadas de hacer las cosas en el mundo, que en muchos casos es guíada por una ciencia ciega que ha perdido su ética y que se ha vuelto esclava de la tecnología y del mercado.
La profunda crisis ambiental actual no envuelve solamente los aspectos ecológicos y medioambientales, esta es una crisis civilizatoria, una crisis de los modos y modelos de comprensión, cognición y producción de conocimientos que a través de la hegemonía dominante han construido un mundo insustentable. El llamado de Enrique Leff es para construir una sociología que cuestione el olvido y la desconsideración que se ha tenido con la naturaleza, por parte de las ciencias sociales, y que a su vez se discuta y pregunte sobre los métodos de construcción y los principios de validación del conocimiento científico. El tema ambiental y las nuevas perspectivas en la relación hombre, tecnología y naturaleza, desafían a la sociología, y a la ciencia en general, para pensar las causas ontológicas, epistemológicas e históricas de la crisis ambiental en la construcción social del mundo globalizado en crisis.
El libro está ordenado por capítulos, lo que le da un orden lógico y una coherencia teórica al argumento general de la obra. Sin embargo, como se sugiere, el libro no tiene que ser leído necesariamente en el orden propuesto, porque cada capítulo presenta una autonomía, de manera que el lector podrá abordarlo en el orden que resulte más adecuado a sus propios intereses y así cada uno podrá organizar su propia forma de lectura.
El primer capítulo “Las ciencias sociales y la crisis ambiental”, define el marco teórico/conceptual desde el cual se desarrolla la propuesta del libro, focalizado en el surgimiento de la sociología ambiental y los puntos de demarcación de “otra” sociología ambiental producto del esquema de inteligibilidad de la racionalidad ambiental. Sabemos que la crisis ambiental tiene una larga data y no es algo reciente, pero solo irrumpe de forma más clara (para quien quiera verla) a mediados de la década del setenta, después de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, realizada en Estocolmo en 1972, y del informe del Club de Roma “Los límites del crecimiento” (1972), como expresión de una crisis que va mostrando, de forma cada vez más clara, un mundo humano que se presenta como insustentable.
De esta crisis emerge un saber ambiental que cuestiona el modelo de racionalidad de la modernidad. Este saber está conectado con los principios de la incertidumbre y la complejidad, el pensamiento utópico y la ética de la otredad, así la epistemología ambiental cuestiona el pensamiento lineal y mecanicista, tanto como el logocentrismo de las ciencias y su aspiración a una verdad objetiva decurrente de la identidad entre teoría y realidad (p. 90).
La epistemología ambiental no provee, ni pretende, generar un método de integración interdisciplinar de las ciencias sociales y naturales buscando abordar temas y resolver problemas socio ambientales complejos. Tampoco se pretende que el saber ambiental sea una ciencia general de las relaciones sociedad-naturaleza. Desde la racionalidad ambiental el salto que se propone apunta hacia la construcción de “otro” programa de sociología ambiental, porque la epistemología ambiental constituye el marco teórico para deconstruir los paradigmas científicos derivados de la racionalidad de la modernidad -la racionalidad teórica e instrumental, económica y jurídica- que orienta los destinos de la sociedad, para comprender su incidencia en la crisis ambiental y para orientar la construcción de saberes y conocimientos coherentes con la sustentabilidad de la vida (pp. 91 y 92).
En el segundo capítulo, “La sociología ante la naturaleza: construcción de la sociología ambiental”, se desarrolla un análisis crítico de los diferentes esquemas teóricos y programas de investigación que se han realizado a partir de los años setenta como respuesta al desafío ambiental, en torno a lo cual se ha constituido la sociología ambiental anglófona y europea. La crisis ambiental posibilitó un complejo y profundo proceso de reflexión buscando incorporar el ambiente y todo lo que este significa, lo cual fue tradicionalmente excluido en los diversos dominios del conocimiento. En sus distintos abordajes, los diferentes autores de la sociología ambiental naciente coinciden en el propósito de romper la división entre naturaleza y sociedad, indagando en el error epistemológico que produjo el “excepcionalismo” de las ciencias humanas en su olvido de la naturaleza, de las condiciones naturales que no solo afectan, sino constituyen al orden social (pp. 144 y 145). En este sentido, el objeto de la sociología ambiental no serán únicamente los casos empíricos concretos de problemas ambientales, siendo su “objeto de fondo” y motivo de emergencia la “cuestión ambiental”. Así todo el tema ambiental adquiere el carácter de los grandes problemas de la sociología (cuestión agraria, urbana, energética, del agua, etc.) y a la vez presenta en el fondo la crisis ambiental como cuestionamiento del orden social establecido (p. 152). Uno de los grandes desafíos que la sociología ambiental tendrá es realizar el puente y diálogo con los saberes excluidos de su campo de conocimiento, tales como los saberes ambientales, así como los saberes indígenas, de mujeres, de pobres y de todos los excluidos de tener voz y validez al proclamar su verdad en su visión del mundo y de la vida.
En el tercer capítulo, “Ecología política: conflictos ambientales, ontología de la diversidad y política de la diferencia”, se definen las bases conceptuales y los anclajes teóricos en la construcción del campo de la ecología política, estableciendo las relaciones de poder en torno a los procesos sociales de apropiación de la naturaleza. Así la ecología política entra en una dimensión teórica-epistemológica-disciplinaria y se manifiesta en un territorio político: el de las luchas por la apropiación, conceptual y práctica, de la naturaleza. Desde este lugar la ecología política se expresa y consolida en procesos de territorialización en los que se desarrollan estrategias, prácticas y procesos políticos, sociales y culturales en la apropiación de la naturaleza. La ecología política avanza y profundiza en las relaciones de poder entre sociedad y naturaleza que han penetrado los espacios del interés social, de los órdenes institucionales en la modernidad, de los modos de conocimiento y producción, de los imaginarios que se entretejen en los mundos de la vida de las personas. En esta perspectiva, la ecología política es el campo en el que se despliegan las estrategias de poder para deconstruir la racionalidad moderna insustentable, movilizando acciones sociales para la construcción de un futuro otro, esto es, un futuro sustentable. Entendida así, la ecología política es un campo de conflicto y un laboratorio de experiencias de emancipación nutrido por una ética política que renueva el sentido y las condiciones de sustentabilidad de la vida, volviéndose un campo de encuentro, confrontación y convivencia entre los diferentes modos de construir la vida humana en el planeta. Más allá del reconocimiento de la diversidad cultural, del conocimiento tradicional y de los derechos de los pueblos indígenas, el ambientalismo confronta el poder unificador y hegemónico del mercado como forma única de hacer y guiar la historia humana. De esta forma se rompe con la idea del fin de la historia o de la historia única (capitalismo extractivista perpetuo), levantando valores y comprensiones que permiten ir territorializando el pensamiento sobre el ser, la diferencia y la otredad en una racionalidad ambiental, enraizada en una política de la diversidad cultural, descolonizando el conocimiento y legitimando otros saberes -otros modos de pensar, conocer y sentir- abiertos a modos alternativos de comprensión de lo Real, de la naturaleza, de la vida humana y de las relaciones sociales (pp. 224, 225 y 226).
El autor postula que la crisis ambiental es la manifestación de una crisis del conocimiento, del olvido del ser y de la naturaleza. Así, en los discursos de la ecología política se escuchan los ecos de las ecosofías que respondieron a los primeros signos del colapso ecológico y que ofrecen una comprensión ecológica del mundo -la ecología de la mente (Bateson, 1972, 1979), la teoría Gaia (Lovelock, 1979), la ecología profunda (Naess y Rothenberg, 1989), la trama de la vida (Capra, 1996) y el pensamiento complejo (Morin, 1990). Percibiendo y pensando la vida de esta forma más amplia y compleja, la ecología política es una respuesta frente a diferentes problemas ecológicos: el crecimiento de la población, la salud humana, la escasez de recursos, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la contaminación, el cambio climático. Ampliando esta comprensión, la ecología política es el espacio de confrontación entre diferentes enfoques sobre la sustentabilidad: ambientalismo - ecologismo; sustentabilidad débil - sustentabilidad fuerte; desarrollo - decrecimiento; racionalidad económica - racionalidad ambiental. A su vez la ecología política se vincula y entrelaza con otras disciplinas ecológicas y ambientales emergentes: la ecología cultural, la economía ecológica y la bioética; dialogando a su vez con la antropología, la sociología, la psicología, la geografía, la historia y el derecho. También en ella chocan y convergen distintos enfoques del ecologismo: la ecología radical, la ecología profunda, la ecología social, el ecofeminismo, el ecomarxismo, el ecosocialismo, con sus controversias y polémicas internas (p. 242). En síntesis, la ecología política es la política de la reapropiación social de la naturaleza, siendo esta el campo de la epistemología política del medioambiente, de las estrategias de poder-conocimiento que abren caminos alternativos hacia la sustentabilidad (pp. 246 y 247).
El capítulo cuarto, “Imaginarios sociales y sustentabilidad de la vida” es una exploración sobre el renacer y el enraizamiento de los principios de la vida en los imaginarios sociales de sustentabilidad de los pueblos de la tierra. La crisis ambiental aparece en la historia humana como una crisis global, como una crisis civilizatoria en la que se manifiesta el límite de la racionalización del mundo, que ha desencadenado procesos incompatibles con la sustentabilidad de la producción y de la vida misma (p. 301). En este contexto, el cambio climático aparece como un signo unificador de un proceso global de entropización del mundo. No se trata de la manifestación de la ley universal de la entropía en este territorio puntual en el universo y del tiempo de la historia de la Tierra, sino de su emergencia, generada por un modo de pensar y un modo de producir el mundo que ha instituido globalmente una modernidad insustentable (p. 304). En este camino entrópico que pareciera sin retorno, abrir la perspectiva de la sociología ambiental y de la ecología política a los imaginarios sociales de la sustentabilidad permitiría entender cómo las filosofías, teorías y discursos de la sustentabilidad se filtran, se decantan e instituyen en la consciencia de la gente y se aplican a nuevas prácticas ecologizadas de gestión ambiental (pp. 304 y 305). En esta línea, la respuesta social frente a la crisis civilizatoria actual demanda otras formas de comprensión del mundo, otras formas de pensamiento y otras formas de acción, más allá de la posible reflexión del conocimiento científico sobre la racionalidad de la modernidad. El desafío es que la realidad emergente actual requiere otras formas de ser, estar y pensar el mundo y preguntarnos sobre el lugar de los humanos en él, en este sentido se plantea un dilema que no podría responderse desde los antiguos paradigmas de la ciencia y del pensamiento moderno (p. 311). Frente a esta disyuntiva surge la noción de “consciencia ecológica” como una “consciencia de especie”, que envuelve una consciencia del ser dentro de la naturaleza, lo que implica una ética de la responsabilidad de la naturaleza, y ésta remite a un juicio ético que no puede ser englobado en una norma universal, porque la ética ambiental confronta a la responsabilidad de cada persona, su cultura y su cosmovisión, con las normas globales y nacionales específicas (pp. 317 y 320). Todo esto implicaría la necesidad de un diálogo de saberes, entendido como una apertura hacia otros mundos, renunciando a entenderlos dentro de los códigos de comprensión del mundo establecido. Este dialogo de saberes tiene la virtud de poner en contacto, frente a frente, verdades alternativas que hoy se expresan como reclamos del ser cultural que hará brotar las verdades por venir (pp. 379 y 380).
El capítulo quinto, “El desvanecimiento del sujeto y la reinvención de las identidades colectivas en la reapropiación social de la naturaleza”, levanta una crítica a las propuestas de la acción social fundadas en las ideas del sujeto individual y el self ecológico, y una argumentación de identidades y actores colectivos en la construcción de estrategias y modos culturales de apropiación sustentable de la naturaleza. En este sentido Leff propone que frente a la crisis ambiental y frente a los límites del pensamiento unitario, analítico y fragmentario, emerge el pensamiento ecológico para repensar las interrelaciones de un mundo complejo; para reinventar al sujeto sometido y subyugado; para rescatar al ser y construir la sustentabilidad de la vida. Desde esta nueva visión ecológica del mundo surgen nuevas ecosofías y paradigmas de autoorganización de la vida: la Hipótesis Gaia (Lovelock, 1985), La trama de la vida (Capra, 1998) y la Teoría de la autopoiesis (Maturana y Varela, 1994). A su vez, desenvolviendo la teoría de Theilhard de Chardin (1982) sobre la emergencia de la noosfera, nace la comprensión de una “conciencia ecológica” (tránsito desde biosfera a noosfera en la búsqueda de la megamente ecológica espiritual, esto es el “punto omega”), en la cual el pensamiento humano estaría asimilando el orden complejo del cosmos y el ordenamiento ecosistémico de la biosfera, abriendo camino así para un mundo ecologizado (pp. 408 y 409).
Finalmente, el capítulo sexto, “La constitución del campo socioambiental: movimiento sociales, sustentabilidad y territorios de vida”, enmarca en la triada conceptual territorio-territorialidad-territorialización los procesos y experiencias recientes de estrategias y modos alternativos de habitar sustentablemente el planeta y de construcción de nuevos territorios de vida. Desde esta mirada, la crisis ambiental vino a cuestionar el proyecto civilizatorio basado en el ideal antropocéntrico de la dominación del hombre sobre la naturaleza que fue fraguado en la racionalidad de la modernidad: en su ética, su epistemología, su tecnología y sus dominios políticos, que confluyen en la centralidad de la racionalidad económica en la vida social. Así vemos como lo que está siendo cuestionado en este libro son los paradigmas hegemónicos de la modernidad que fueron instituidos en los imaginarios sociales y en los estilos de vida de los sujetos modernos, reduciendo la diversidad ontológica a la unidad metafísica que domina al mundo: el imperio de la lógica del mercado (p. 453).
El libro termina siendo un acto refundacional de una gama muy amplia de conceptos, perspectivas epistemológicas e inclusos disciplinas teóricas por profundizar y desarrollar, tales como: la sociología ambienta (otra), la ecología política junto a una ontología de la diversidad y una política de la diferencia. O sea esta valiosa obra es una invitación y un llamado a la responsabilidad individual y colectiva que posibilite el nacimiento de una sociedad neguentrópica y de una racionalidad ambiental entendida como “una nueva comprensión del mundo, una axiomática no apriorística donde se constituye un nuevo programa para las ciencia sociales y una estrategia política para la construcción de un futuro sustentable. Los imaginarios sociales se conjugan con la imaginación sociológica en esta odisea, en esta apuesta por la vida.” (p. 497)
Como palabras finales, destacamos el compromiso y seriedad de Enrique Leff en su libro y todas sus investigaciones, lo que muestra una vida de estudio y dedicación. Esta profunda y rigurosa obra científica es un libro que sin duda debe leer todo sociólogo que busque profundizar su comprensión del mundo(s) humano(s) y de todo estudioso de las ciencias sociales que se pregunte sobre temas fundamentales del presente como son: la sustentabilidad de nuestra especie humana. Es importante recordar que el futuro siempre es y será incierto, pero al atreverse a soñarlo y en este acto también nombrarlo y renombrarlo, ya es un primer paso muy valioso y significativo en la construcción de ese “futuro otro”. Entonces, si vamos a soñar atrevámonos y soñemos lo imposible, lo que parece imposible, esto es soñar con el salto evolutivo que nuestra especie humana y toda la humanidad necesita. Un salto, un paso, un nuevo camino en esta innovadora dirección desde donde, a través del error, tomemos el camino adecuado y aprendamos a hacer lo correcto para la vida. En esta profunda transformación social, individual, institucional, epistemológica, gnoseológica y paradigmática se postula un cambio que debe partir por la recuperación y revaloración de la solidaridad como eje central de este nuevo accionar en el mundo. Solidaridad intrageneracional (con los seres humanos de hoy), solidaridad intergeneracional (con los humanos del futuro) y solidaridad con la naturaleza. Solidaridad como elemento primero existente en la naturaleza y en toda la red de colaboraciones sinérgicas que permiten la vida.