Introducción
Desde Ginebra, la Oficina Internacional del Trabajo se interesó desde muy temprano por vincularse a técnicos, profesionales, intelectuales y dirigentes sindicales del continente americano. En ese marco, la relación entre Vicente Lombardo Toledano y Moisés Poblete no puede extrañarnos, pero a pesar de que las fuentes demuestran lo importante que ambos fueron para América Latina y la propia Organización Internacional del Trabajo, hoy sigue siendo una temática que presenta muchas opacidades en la historiografía de las relaciones laborales e institucionales. Esta contribución explora la relación que establecieron el dirigente obrero y el funcionario ginebrino, ejemplo de muchas otras, que es hora de describir y explicar para interpretar de mejor forma la institucionalidad laboral de América Latina y el Caribe, ampliando las perspectivas que han centrado su atención exclusivamente en las “prácticas obreras”.
La investigación sobre los vínculos de funcionarios y técnicos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con dirigentes del movimiento obrero latinoamericano es un estímulo para iniciar estudios que nos ayuden a situar de mejor manera las relaciones políticas, socioeconómicas y laborales experimentadas por los trabajadores en el segundo tercio del siglo XX, ampliando el enfoque de colaboración entre el Estado, los patrones y los obreros (Van der Linden, M.; Lucassen, J.; Bertrams, K.; Kott, S.; Van Daele, J.; Lespinet-Moret, I.; Viet, V.)1.
La historiografía obrera sigue sin ocuparse del protagonismo que tuvo la OIT en la transferencia de experiencias y conocimientos en materia de legislación laboral, sindicalización y conciliación en América Latina. Esto explica, en parte, el sesgo en la crítica que ha existido por parte de los historiadores del movimiento obrero (Alba, V.; Godio, J.; Rama, C.; Melgar, R.; Alexander, R.)2 hacia la temprana legislación social, y los atributos de inoperancia que se le han asignados a órganos públicos, como las oficinas o departamentos del trabajo, y a funcionarios gubernamentales o internacionales, como por ejemplo el caso de Moisés Poblete (Chile), Alejandro Unsain (Argentina), Afonso Bandeira de Mello (Brasil) y José Enrique Sandoval y Saavedra (Cuba). Como resultado de ello, se ha descuidado la investigación sobre los modernos mecanismos de control laboral y la regulación de las relaciones laborales, en un contexto de creciente intervención social de raíces nacionales e internacionales (Herrera, P.; Van Daele, J.; Seekings, J.; Rodríguez, M.; Herrera, F.; Wehrli, Y.; Lespinet-Moret, I.; Viet, V.; Yáñez, J.; Ackerman, M.; González, A.3).
La OIT debió lidiar con los totalitarismos -fascismo, nazismo, comunismo- desarrollados en Europa. Además, sus resoluciones y convenios fueron cuestionados como parte de una política liberal fracasada. Por tanto, la iniciativa de universalizar sus principios de legislación laboral y social presentó un duro revés cuando se inició la conflagración entre las potencias europeas, pues su campo de acción se vio drásticamente disminuido y eventualmente sin interlocutores.
No fue casual, entonces, que la OIT dirigiera sus miradas hacia América, territorial y políticamente neutral por un prolongado tiempo, en comparación con las potencias europeas enfrentadas en un conflicto devastador. Para la OIT significó poder encauzar su misión universalista. En este sentido, la situación laboral de América Latina le proporcionó un impulso a sus principios, pues aquí descubrió problemas que no había percibido en Europa, tales como la exclusión del campesinado de la protección laboral, el estado de pobreza en importantes masas indígenas y la imprevisión en la que vivían cientos de miles de hombres y mujeres a lo largo y ancho del continente (OIT, Actas II, 1940; OIT, Actas III, 1946).
La OIT, como agencia internacional, fue fundamental para garantizar cohesión y evitar conflictos sociales globales. En ese contexto, la presencia del organismo internacional en el continente es indicativo de una época que exigió fórmulas nuevas para resolver las demandas de la productividad y el bienestar social. Hacia mediados de los años treinta, los países de la región estaban acumulando muchas tensiones y las acciones represivas o revolucionarias, como antaño, parecían no tener cabida. En esto coadyuvó la estrategia de colaboración interclases, promovida por la Internacional Comunista, resultado de la resolución sancionada en el VII Congreso de la Internacional, celebrada en Moscú en agosto de 1935. La presencia de la OIT permitió abrir nuevos cauces, pero fue necesaria la voluntad de un movimiento de trabajadores dispuesto a negociar y la apertura de agencias obreras o gubernamentales, para emprender estudios técnicos sobre diversas materias laborales, económicas y sociales, tales como el nivel de los salarios, la integración indígena, la situación laboral y social del campesinado, la seguridad social, la inserción de la medicina del trabajo, la educación técnica o la participación política de los trabajadores. En concreto, se trató de instaurar una agenda laboral y social que estaba plenamente vigente en el debate sindical, patronal y estatal, pues había problemas estructurales aún sin solución efectiva.
Los vínculos de la OIT y América Latina se pueden observar, a microescala, en la estrecha relación profesional, gremial y de amistad que se estableció entre el dirigente sindical Vicente Lombardo Toledano (mexicano) y Moisés Poblete (chileno), funcionario de la OIT. Las fuentes de archivo proporcionan antecedentes -inéditos- sobre la circulación de materias técnicas del trabajo y legislación social, como también detallados informes de la situación política y sindical en la región, que permitieron a ambos definir posiciones técnicas y políticas, y colaborar por una agenda laboral y socioeconómica para el continente.
Primeros intercambios
La participación de Vicente Lombardo Toledano en las diversas esferas de la vida pública de México, América Latina y Europa, aún espera por una investigación rigurosa que integre sus experiencias como intelectual, dirigente obrero y líder político. Entre sus múltiples aportaciones como dirigente obrero, se le ha prestado una menor atención a la estrecha relación que mantuvo con altos funcionarios de la OIT, al menos por dos décadas. Vínculos que, con el correr del tiempo, fueron primordiales para establecer un contacto regular entre los funcionarios de la OIT y los dirigentes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), y posteriormente con los líderes de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL).
El líder sindical conoció de primera mano las funciones de la OIT. Su profesión de abogado, sus amistades con la clase política revolucionaria, su participación como dirigente en la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y sus vínculos con intelectuales de México, América Latina y Europa, le permitieron participar en varias instancias donde pudo tener contacto regular con los funcionarios de la OIT.
La exclusión de México, como resultado de su proceso revolucionario, en el nuevo orden internacional que sancionó el Tratado de Versalles y las Conferencias de Washington, no fueron impedimento para que las organizaciones internacionales de Ginebra, Sociedad de Naciones (SDN) y OIT, y algunas personalidades relevantes de la política mexicana, iniciaran un “acercamiento mutuo y excepcional”, dando “pie a una serie de intercambios y tentativas dirigidas a formalizar su colaboración” (Herrera, F., 2011: 336; González, A.). En ese contexto, Vicente Lombardo Toledano fue considerado un “amigo que está destinado a convertirse en uno de nuestros mejores colaboradores con el presidente Calles y la Confederación General de Trabajadores de México”4, afirmó un funcionario de la OIT.
Antonio Fabra Ribas, con residencia en Madrid, fue corresponsal de la OIT para América Latina. Nexo recurrente para vincular al dirigente obrero mexicano con otros funcionarios residentes en Ginebra. En innumerables ocasiones solicitó a jefes de Servicios de la OIT, tales como Edgar Milhaud o Robert Boisnier, enviar a Lombardo Toledano documentos mimeografiados de las comisiones de seguros, accidentes de trabajo y enfermedades profesionales; informes provisorios de las conferencias internacionales en francés y español; las listas de delegados definitivos a las conferencias, y los estudios sociales y económicos que se elaboraban en la Oficina Internacional del Trabajo5.
El interés del sindicalista mexicano por los estudios sobre la cuestión del trabajo y las políticas laborales, en una dimensión integral -legislativa, sindical y científica-, lo llevó a representar a la delegación obrera mexicana en la Conferencia Internacional del Trabajo, realizada en Ginebra en el año 1925, cuestión que lo situó como un interlocutor legítimo entre la dirigencia de la clase obrera mexicana y la OIT. En estos certámenes conoció a Francisco Largo Caballero, Ramón González Peña, Amaro del Rosal (UGT España); León Jouhaux (CGT Francia); Eduardo Fimmen (Federación Sindical Internacional), y John Lewis (CIO USA), con los cuales sostuvo relaciones regulares, acompañando muy de cerca su trabajo sindical en México y América Latina.
Su participación en la delegación mexicana durante la celebración de la Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra (1925), permitió a Lombardo Toledano iniciar una relación con varios funcionarios de la OIT. En ese contexto, le manifestó explícitamente a Robert Boisnier que existía en todos sus compañeros “el mejor deseo de estrechar relaciones con esa Oficina”, puntualizando que buscaría la “forma en que la Confederación Regional Obrera Mexicana” cooperara con la OIT6.
En el año 1926, en el mes de junio, el Consejo de Administración de la Oficina Internacional del Trabajo inscribió la cuestión relativa a la libertad sindical, materia que se discutiría en la Conferencia Internacional del Trabajo del verano de 1927. Fernando Maurette, jefe de la división de Investigaciones de la Oficina, no disponía de información para el caso mexicano, reconociendo que se encontraba imperfectamente documentado al respecto. Maurette, a sugerencia de Antonio Fabra Ribas, escribió a Vicente Lombardo Toledano para que le proporcionara “un estudio completo respecto de la evolución [sindical] en México”, pues en la Oficina Internacional importantes funcionarios conocían de su “alta competencia” (Lombardo Toledano, 1926: 16)7. Lombardo Toledano correspondió a la solicitud de Fernando Maurette con un estudio muy completo, titulado La libertad sindical en México (1926), manifestando sentir “agradecimiento por la atención de que he sido objeto por parte de esa Oficina y, como siempre, me suscribo a sus órdenes” (Lombardo Toledano, 1926: 20)8.
Colaboraciones trasatlánticas
Moisés Poblete Troncoso, abogado chileno y académico internacional, experto en legislación laboral y social, fue un reconocido funcionario de la Oficina Internacional del Trabajo, jefe del Departamento de Problemas Latinoamericanos, que se ocupó de preparar detallados estudios técnicos y sociales, resultado de sus investigaciones y viajes a terreno, que tuvieron por objetivo identificar los principales rasgos del derecho del trabajo y ordenamiento socioeconómico del continente, materias que la OIT necesitaba conocer para desarrollar su misión universalista y que Poblete supo proporcionar con rigurosa sabiduría (Yáñez, 2013: 25-61).
Moisés Poblete y Vicente Lombardo Toledano mantuvieron un estrecho contacto y colaboración entre 1928-1946. La relación entre ambos supuso intercambios profesionales, técnicos, políticos y de amistad, que les permitió compartir diagnósticos sobre problemas laborales, económicos, indígenas, agrarios y sindicales del continente. Se conocieron en la VI Conferencia Internacional Americana celebrada en La Habana, Cuba, entre el 16 de enero y el 20 de febrero de 1928. En el mes de diciembre de ese año, el dirigente sindical mexicano le escribió a Moisés Poblete una atenta misiva, señalando: “me permito recordar a usted el amable ofrecimiento que me hizo en La Habana, de enviarme la edición de las leyes del trabajo de los países latino-americanos [sic], que va precedida con el interesante estudio que hizo usted para ella”9. La solicitud de Lombardo Toledano fue correspondida por el funcionario de la OIT, enviando el primer volumen de la Legislación social de América Latina (1928), obra coordinada por él y financiada por la Oficina Internacional del Trabajo.
Poblete Troncoso aprovechó la correspondencia mutua para manifestar al dirigente mexicano que estaba al corriente de la iniciativa del Presidente Portes Gil para someter a discusión, en una gran Convención, un proyecto de Código Federal del trabajo, puntualizando al respecto: “he seguido con vivo interés los incidentes de esa Convención, en la que Ud. [refiriéndose a Vicente Lombardo] tomará una participación tan activa y útil por su preparación en materia social”10. Esta situación, acontecida en México, impidió que se conocieran las leyes laborales del país en el segundo volumen de la Legislación Social de América Latina (1929), pues Poblete consideró inoportuno imprimir una legislación que estaba en proceso de cambio.
Con el correr de los meses, la discusión sobre el Código Federal del Trabajo en México se fue decantando. Vicente Lombardo estuvo pendiente de la aprobación del Código y en cada carta enviada a Moisés Poblete le comentaba que tan “pronto esto ocurra, tendré el gusto de enviarle algunos ejemplares”11. Poblete, por su parte, abrigaba esperanzas para que eso ocurriera, pues tenía un estudio que la Oficina publicaría y distribuiría. Él concebía que la promulgación del Código Federal del trabajo facilitaría la “adhesión de México a la Organización Internacional del Trabajo”, considerando que el país exhibía un “avanzado desarrollo social”, por lo que resultaría beneficioso para ambas partes “su próximo ingreso como miembro de la misma”12.
En el mes de octubre de 1930, y como parte de la política de acercamiento hacia América del nuevo director de la OIT, Harold Butler, Moisés Poblete fue invitado, por recomendación de Lombardo Toledano, a la Universidad Nacional Autonoma de México a dictar una serie de conferencias sobre “La evolución social de la América Latina”13. La amistad y colaboración entre el funcionario internacional y el dirigente sindical mexicano se acrecentó a partir de ese momento.
Durante su estancia en México, Poblete Troncoso se convenció que el país sería un buen promotor de los proyectos e iniciativas de la OIT. La proximidad con los Estados Unidos y sus vínculos con los países de Centroamérica y el Cono Sur, garantizaban una corriente de cooperación y diálogos sobre los asuntos del trabajo. Basta recordar que México se incorporó a la OIT en 1931, y Estados Unidos lo concretó en 1934. De ahí que México fue un eje de circulación y caja de resonancia en el continente, para dar a conocer los informes sociales, estudios técnicos y resoluciones de la OIT en su primera década. Al respecto, Poblete envió artículos a Vicente Lombardo para que los “haga publicar en El Universal”14 y la revista Futuro15.
En el primer trimestre de 1931, el sindicalista mexicano visitó algunos países del Cono Sur, participando como invitado en congresos de maestros y estudiantes universitarios. En Buenos Aires se reunió con Nicolás Repetto, Francisco Pérez Leirós y Enrique Dickmann, dirigentes del Partido Socialista. En Montevideo se entrevistó con Emilio Frugoni, líder del Partido Socialista de Uruguay. En Chile, a sugerencia de Moisés Poblete16, fue recibido por Francisco Walker Linares, profesor de Economía Social de la Universidad de Chile, sosteniendo reuniones con algunos líderes de las corrientes del socialismo chileno. Estos encuentros serían decisivos en el liderazgo sindical continental de Vicente Lombardo Toledano, luego de 1938, dado que su red de apoyo político con varios de estos dirigentes, de corriente socialista, cooperó en allanar el camino entre las organizaciones obreras.
Al finalizar 1932, la CROM se dividió por razones de principios y línea estratégica. La mayoría de sus organizaciones aprobó un nuevo programa de acción, redactado por Vicente Lombardo Toledano, dando vida a la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), en el mes de octubre de 1933, que entre sus orientaciones principales tomó la resolución de cooperar para la “unidad de los trabajadores de la América Latina” (Lombardo Toledano, 1995: 232). Poblete estaba al corriente del quiebre de la CROM, por eso le solicitó a Lombardo Toledano los mayores antecedentes de esta situación, “porque sigo con gran interes [sic] y apasionamiento el movimiento obrero de su país, que me parece el mejor coordinado y el más fuerte de todos los países de América”17.
A esas alturas, los conocimientos técnicos -sobre temas laborales, la situación socioeconómica y política de América Latina y el Caribe- de Moisés Poblete y Vicente Lombardo Toledano habían consolidado una relación de colaboración, a tal grado que fue muy frecuente que intercambiaran bibliografías e informes manuscritos de primer orden, que luego se materializaron en libros y estudios. Por ejemplo, Moisés Poblete publicó en México El movimiento obrero latinoamericano (1946), primer esfuerzo de síntesis histórica sobre la formación y evolución del movimiento obrero de la región, trabajo pionero en su tipo. El libro desarrolló una interpretación con minuciosos detalles. Para la historiadora norteamericana S. Fanny Simon (1946: 550), Poblete ofrece una investigación sugerente. A su juicio, la base de la información del libro fue proporcionada por Lombardo Toledano, cuestión que coincide con los estudios sobre México y América Latina que elaboró el dirigente sindical y los antecedentes que reunió en sus viajes y reuniones con agrupaciones obreras, cuando lideró las diversas organizaciones obreras de México (CROM, CGOCM, CTM) y América Latina (CTAL).
Con su libro, Poblete contribuyó a la formación de una comunidad obrera internacional e instaló un modelo de institucionalidad laboral, promoviendo la justicia social a través de una vía reformista. Su idea fue abrir espacios para una efectiva participación de todas las fuerzas sociopolíticas del continente, con el fin de consolidar la democracia electoral y representativa.
Una agenda sociolaboral común
Vicente Lombardo Toledano fue consciente de la importancia del movimiento obrero mexicano para iniciar la unidad de los obreros en el continente. Su intención fue preparar intelectualmente a los dirigentes obreros con el fin de renovar sus cuadros políticos y “empoderar” a las masas. Para formar a los obreros proyectó una universidad obrera. Por esta razón, solicitó al jefe de Servicio de Relaciones Obreras de la OIT, Adolf Staal18, le informara lo “más ampliamente posible sobre lo que se ha hecho en los países europeos en materia de educación obrera”. Además, lo exhortaba para que le envíe los “planes de estudios de las principales instituciones educativas que existen en las naciones más avanzadas de Europa para la educación sindical, política y cultural de las masas”19. Adolf Staal respondió prontamente al dirigente obrero mexicano, adjuntando un proyecto de estudio sobre esta cuestión, afirmando: “estoy seguro que ha de encontrar en esos documentos muchos datos útiles sobre la materia”20.
Vicente Lombardo Toledano inauguró la Universidad Obrera de México el 8 de febrero de 1936, concebida como un referente intelectual para la clase proletaria de México y el continente. Desde sus aulas, concibió un “nuevo amanecer” para los trabajadores, tal como quedó de manifiesto en el discurso inaugural: “tengo la convicción de que […] la Universidad Obrera de México no es más que un paso que se anticipa unos cuantos días a la unidad definitiva del movimiento proletario” (CTM, 1941: 85).
Entre el 2 y 14 de enero de 1936, en Santiago de Chile, durante la primera Conferencia Americana del Trabajo (Herrera, 2013a: 199-242), organizada por la OIT y el gobierno de Arturo Alessandri Palma, le correspondió a Moisés Poblete oficiar como coordinador del encuentro, por su conocimiento administrativo de la organización internacional y de su país natal.
En tanto, un directo y provocador mensaje de Vicente Lombardo Toledano -quien no pudo asistir a la conferencia en Chile- a los delegados, particularmente a los obreros, recordaba la situación económica y social de los trabajadores y de los pueblos latinoamericanos, realizando un llamado a la clase obrera para su unificación y contribución al progreso de las naciones “semi-independientes” (El Universal, México, 1 de enero 1936)21. Este mensaje contribuyó a promover la unidad de los trabajadores del continente. Recordemos que al margen de la conferencia, varios obreros que oficiaron como delegados y otros que acompañaron a sus representantes, firmaron un compromiso para promover la unidad de los trabajadores en una organización sindical de alcance continental22 (Herrera, 2013b: 87-119), que dos años más tarde se materializó con la formación de la CTAL.
La participación de Adolf Staal, jefe de Servicio de Relaciones Obreras de la OIT, como integrante de la Comisión de Servicios de Relaciones con las Delegaciones durante la conferencia, manifestó el interés que tuvo desde un inicio la Organización Internacional por establecer un trabajo conjunto con los obreros de América Latina. De hecho, Staal reconoció, en su reporte anual como funcionario de la OIT, que la reunión en Santiago permitió “contactos con las organizaciones obreras, valiosas para ambas partes”23. Incluso, en los meses siguientes, el funcionario internacional mantuvo una correspondencia con Vicente Lombardo Toledano y Rodolfo Piña Soria, donde les solicitaba información sobre los preparativos para “un Congreso Obrero Continental [que] vienen realizando desde el Comité Ejecutivo Nacional de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) hace meses”, y que para el jefe de Servicio de Relaciones Obreras de la OIT, supuso “el más alto interés en estar cabalmente informado a tiempo de todos los detalles relativos a tan importante proyecto”, de ahí su insistencia para que los dirigentes obreros mexicanos le hicieran llegar toda la “documentación eventual y respectiva, así como cuantas informaciones complementarias o aclaraciones personales”24 sea oportuno remitir.
El conocimiento de la reunión obrera continental generó tanta expectativa en la OIT, que fue el mismo Vicente Lombardo quien le escribió a Harold Butler, director de la OIT, para reafi que la CTM estaba luchando “por todos los medios a su alcance, a efecto de que los países de la América Latina sigan vinculados a Ginebra, porque ello significa el entendimiento internacional de todo los pueblos”25.
Con el tiempo, la OIT estableció una insospechada relación con los dirigentes de los trabajadores de la región, a través de la Confederación de Trabajadores de América Latina, que coincidentemente fue liderada por el mexicano Vicente Lombardo Toledano.
La OIT reconoció la trayectoria del dirigente mexicano en el mes de junio de 1937, en el marco de la 23a reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra, cuando lo nombró miembro adjunto del Consejo de Administración de la Oficina Internacional del Trabajo26, lo cual fue ratificado con su nombramiento como miembro permanente en dicho Consejo, el 5 de mayo de 1944, durante la 25a Conferencia Internacional del Trabajo (El Popular, México, 6 de mayo 1944). Todo un hito para la historia del movimiento sindical latinoamericano, si consideramos que Vicente Lombardo Toledano fue el primer dirigente obrero de la región en integrar tan importante Consejo, pero que sin desconocer sus méritos propios, no podemos dejar de reflexionar el peso que pudo tener en esas decisiones, su colaboración y amistad con Moisés Poblete, funcionario de la OIT, que por medio de su destacada gestión, como encargado para los asuntos de América Latina, aproximó el valor supremo de la justicia social al continente.
Conclusiones
Las fuentes disponibles en los archivos dan cuenta de las conexiones internacionales que tuvo la dirigencia obrera del continente con altos funcionarios de la OIT. La presencia regular de delegaciones obreras, transatlánticas y transpacífi durante la celebración de numerosos congresos internacionales -Conferencias Internacionales Americanas, Conferencias Internacionales del Trabajo, Conferencias Americanas del Trabajo, Congresos Obreros-, nos invita a pensar la historia latinoamericana en otros registros que, complementados con las aportaciones de las historias nacionales, nos pueden proporcionar reconstrucciones históricas más próximas a la realidad política, social y cultural. A manera de ejemplos, los epistolarios, estudios e informes de Vicente Lombardo Toledano, disponibles en el Fondo Histórico Lombardo Toledano, y los expedientes de los funcionarios de la Oficina Internacional del Trabajo de Moisés Poblete, Adolf Staal o Antonio Fabra Ribas, alojados en el Archivo de la Organización Internacional del Trabajo, reafirman la necesidad de levantar estudios que den cuenta, en forma precisa, de estos vínculos. Todos formaron parte de una red de pensamiento y acción, que si bien no compartieron ideologías y dogmas partidistas, al menos mantuvieron un intercambio, que les permitió colaborar en proyectos que, por coyunturas, parecían aproximarlos en sus posiciones, dejando de lado sus diferencias.
En un principio, la penetración de la OIT en el continente americano fue una acción un tanto espontánea. Los escasos informes técnicos y estudios laborales sobre América Latina antes de 1928, la presencia reducida de funcionarios latinoamericanos en la burocracia de la Oficina Internacional del Trabajo y las mínimas visitas de sus directores a los países de la región -Albert Thomas, su primer director, recién viajó entre 1924-1925, y posteriormente, en 1934, visitó la región el director Harold Butler- no permitieron un contacto fluido. De hecho, fueron algunos dirigentes sindicales, como el caso de Lombardo Toledano, o funcionarios intermedios de la Oficina Internacional del Trabajo, como Moisés Poblete, quienes cooperaron como mediadores con la clase política gobernante o con los legisladores.
Fue la Conferencia Americana del Trabajo, de 1936, la que inauguró una relación más colaborativa, que en retrospectiva le permitió a la OIT planificar su misión universalista con nuevos derroteros, orientando sus principios de acción, que luego se utilizaron para promover los derechos sociales y laborales en otras regiones del espacio extra europeo, tales fueron los casos de Asia y África en la década de 1960.
En síntesis, el derecho social formó parte de las exigencias laborales de las organizaciones obreras, reivindicación que se acentuó con la formación de la CTAL (Herrera, 2013c). Los debates e informes técnicos, discutidos en cada Conferencia Americana, posteriormente ejecutados en políticas sociales por los gobiernos en acuerdo -aunque a veces bajo presión- con la clase obrera organizada, allanaron el camino de reconocimiento del trabajador como sujeto de derecho político, económico y cultural, lo cual modifi sustancialmente la relación capital-trabajo, donde el bienestar de los asalariados, con matices, se intensificó en la agenda de las políticas sociales y legislativas nacionales y continentales.